lunes, 25 de diciembre de 2023

2356.- EL EJERCITO LIBERAL DEL NORTE

Armando Gómez Latorre (El Tiempo)

Encuentro del general Uribe Uribe con tropas liberales durante la Guerra de Los Mil Días.

Cuando la alocada declaratoria de guerra del doctor Villar desde Bucaramanga repercutió en el Norte de Santander, furtivamente, sigilosamente escapó de su hogar en Pamplona el general Benjamín Herrera cuando los sabuesos del gobierno emprendían un allanamiento.

Utilizando una escalera pasó del solar de su casa a la vecina de doña Ramona Daza, parienta cercana del héroe y precursor de la aviación colombiana general Camilo Daza y quien, a pesar de su filiación conservadora, discretamente ayudó a la huida debido a la amistad y gran aprecio que tenía no tanto por el general como por su esposa doña María Josefa Villamizar Peralta.

Disfrazado de sacerdote, reducida su luenga barba a una chivera y amparado por una espesa neblina nocturnal, huyó de Pamplona el general Herrera para ponerse al frente de la Revolución. Corría el mes de octubre de 1899.

Siguiendo la ruta del camino real hacia Cúcuta, su primer contacto lo tuvo en la hacienda La Granja, propiedad del patricio liberal Pedro Valencia. Recostada sobre las vegas del Pamplonita, la hacienda era el lugar apropiado para la concentración revolucionaría. Allí desenterraron algunos fusiles, afilaron machetes, fletaron mulas y reclutaron voluntarios.

A la tropilla, al mando de Herrera y el general Rafael Leal, se unieron los médicos Clemente Montañez y Constantino Mora, los peones de haciendas vecinas, jóvenes provenientes de los poblados y un veterano oficial tostado por el sol de campañas anteriores: el abuelo paterno coronel Marco Aurelio Gómez Contreras.

El pronunciamiento ocurrió en La Cuchilla de Bochalema, cuando Herrera ya disponía de cien fusiles y de mil combatientes, listos a emprender la marcha sobre Cúcuta. De inmediato ocurrió la concentración revolucionaria. Sobre la marcha, y por el camino real, fueron apareciendo los contingentes liberales.

Las peonadas formaron la soldadesca, los mayordomos como suboficiales y los propietarios de las haciendas, o de almacenes o profesionales, como jefes y subjefes, en un santiamén constituyeron la base de la Revolución.

General Benjamín Herrera Cortés, grado 33 en la Gran Logia Masónica de Colombia,
telegrafista en la ciudad de Cúcuta y vivió en carne propia el desastre
provocado por el terremoto ocurrido en mayo de 1875.

Fueron vertederos del caudal liberal poblaciones de esa reconocida tradición partidista como Silos, Chitagá, Bochelema, Cácota, Salazar de las Palmas, Villa del Rosario, en parte Pamplona y en un todo Cúcuta, cuya contribución en hombres, pertrechos, cabalgaduras, armamento y avituallamiento, hizo posible la creación del Ejército Liberal Restaurador de Norte de Santander, unidad táctica y técnica de combate que sirvió de apoyo logístico a las memorables campañas del general Herrera en el Norte, en Santander, en el Cauca, en la Costa Atlántico y en Panamá.

Al paso de sus hombres y de las viejas banderas rojas, marcaron el compás los tres López salazareños generales Rogelio, Manuel y Emilio, Rafael Leal, Leandro Cuberos Niño, Benito Hernández, Isidro Mendoza, Rafael Camacho, y, además, los Lamus, los Peralta, los Motta, los Arenas, los Olartes, los Briceño, los Villamizar de panela, pues en Pamplona se afirmaba que los de azúcar eran conservadores, etc., en fin, toda la gama joven y romántica que vibraba con la ideología liberal a flor de piel.

En el Norte ese ejército se cubrió de gloria en Bochalema, Cúcuta, Peralonso el río liberal de la fortuna, La Amarilla, Gramalote y Terán. Y en el resto de la guerra, acompañó al invicto general Herrera en las Campañas del Pacífico, el Cauca y Panamá (1901-1902).

El ejército del Norte llegó a tener tres mil soldados de línea, excelente disciplina, admirable veteranía, mística combatiente y buena dotación de armamento y de pertrechos. Su jefe siempre fue el general Herrera.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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