Hacer referencia a la trayectoria vivida de un hombre honesto, proactivo y visionario, es testimoniar y manifestar que su intelecto e ideas trascienden los límites que fijan nuestros sentidos; de ahí que su permanencia en el inconsciente colectivo de una comunidad y en la misma historia, se constituya en recurrente recuerdo de quienes, en su tránsito terrenal, hicimos parte o constituimos, de en poca o en gran medida, con la silenciosa pero efectiva tarea realizada en el curso de su existencia.
Esta es la magnitud humana de Luis Alberto Lobo Peralta: “Lobito”, para sus cercanos contertulios; “Tío Lobo”, para quienes le acompañaron en lides políticas; “Beto”, el apelativo entrañable y cómplice de sus añoradas: Doña Chela y Consuelo (madre y hermana, respectivamente), sus sobrinos, prácticamente sus hijos.
A todos nos dejó una estela de rosas y sonrisas y corazones comprimidos. Esta manera de llamarlo, es una suma de sentimientos, pues en la trascendencia de los hombres, tanto corazón como alma (componentes de la amistad), juegan papeles protagónicos. Enfrentó un ciclón de ideas que bullen en mi interior y trato de encauzarlas por una justa ruta que perfile de la mejor manera al ausente pero eternamente presente “Lobito” (como muchos años atrás aprendimos a llamarlo por mención cariñosa de nuestro insigne coterráneo Enrique Vargas Ramírez).
Recurrir a calificarlo de “millonario”, no es otra cosa que reconocerle la “química” o carisma para compenetrarse con la gente y hacer amigos entrañables al saberse influenciados por sus ponderadas sugerencias, para luego enmarcarlas con una sonora y abrazadora carcajada.
Más aún, como testigo en mi función consular, alternó con sus pares y oponentes diplomáticos, quienes reconocieron su grandeza, prudencia y discreción. Es palmario destacar la alusión que un columnista del Diario de Las Américas (Miami) hiciera al enterarse de la infausta noticia, “cómo el Dr. Lobo Peralta jugó un papel preponderante en las relaciones diplomáticas con Venezuela, para atender múltiples problemas fronterizos relacionados con la seguridad, el comercio, tránsito de personas y tantos otros de común ocurrencia que amenazaban con enralecer las relaciones bilaterales”, pues como funcionario y diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores por algo más de dos lustros de servicios, y en sus funciones como Secretario de la Comisión Presidencial para Asuntos Fronterizos colombo-venezolano o bien como Ministro Plenipotenciario de la Embajada de Colombia en Venezuela, le dieron la significancia y prestigio de ser uno de los colombianos con mayor y mejor conocimiento de los tratados, convenios, actuaciones resolutivas, etc., entre ambos gobiernos.
Proactivo y visionario, son calificativos que se quedan cortos a sus proyecciones ambiciosas, pero seguras de un hombre aplomado, sin mácula, persistente pero paciente, pues las cosas en él se daban en la justa medida; manes dejadas como legado de acciones en el desempeño profesional como: Director de Coldeportes – N. de S., Gerente de RCN radio en Cúcuta, de FUNDENOR, de la Lonja de Propiedad Raíz, Asesor en el Área de Fronteras de la Corporación Autónoma Regional CORPONOR, Alto Consejero para la Competitividad en la Cámara de Comercio de Cúcuta y del Municipio, Director de la Oficina de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad Libre Seccional Cúcuta, entre otros cargos.
Pensando en Cúcuta, no dudó en ser parte de la Fundación Cultural “El Cinco a las cinco” y, como Directivo, en noviembre de 2014, coadyuvó en la gestión de traer al científico colombiano, Dr. Rodolfo Llinás para que dictara la magistral conferencia (de su libro) “El celebro y el mito del yo”, acto que se realizó en la Biblioteca Departamental “Julio Pérez Ferrero” con la asistencia de más de 1.500 personas, entre quienes jóvenes en edad escolar fueron la nota sobresaliente con sus preguntas.
Como Economista y su visión de emprendimiento para el mejoramiento de la calidad de vida de los residentes en su natal Cúcuta, con un puñado de amigos, también cuerdos, ideó, estructuró y sentó las bases para constituir un Centro de Desarrollo Empresarial (CDE), una apuesta para consolidar ideario empresarial, con visión y con conocimiento, cuyos actuales Directivos (Carlos Iván Andrade, Yaneth Caicedo y Juan Carlos Rodríguez), como homenaje póstumo decidieron inaugurarlo con el nombre de “CDE – Luis Alberto Lobo”.
Mal haría en abrogarme el honor de aproximarme a esta semblanza del por siempre bien recordado “Lobito”, sin dar cabida a los escritos de Álvaro Carvajal Franklin, Sergio Entrena, Gastón Bermúdez, Luis Carlos Benedetto (Periodista Mérida – Vzla), Patrocinio Ararat, Antón de Roca y Doni Ramírez y, a los conversatorios con Wilfredo Grajales, Ricardo Ramírez Serpa, Consuelo Lobo y Marcela Rincón Pérez.
Con absoluta certeza, ese cúmulo de referencias al Dr. Lobo Peralta, contribuyen a consolidar y hacer grande la memoria de quien, por virtud de su prudencia, paciencia, intelecto y sencillez, contribuyó, tal vez de bajo perfil, en la consolidación de una Cúcuta, proyectada más allá de lo mediático, en la que la capacitación y la práctica, como insumos para lograr objetivos concretos.
EPÍLOGO La razón de ese sentir en el ámbito regional, nacional o internacional, fue la impronta de Luis Alberto Lobo, aplicando, sin querer queriendo, esta máxima:
“Voy a pasar por la vida una sola vez, por eso cualquier cosa buena que yo pueda hacer, o alguna amabilidad que pueda hacer a un ser humano, debo hacerla ahora, porque no pasaré de nuevo aquí”. (Madre Teresa de Calcuta)
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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