martes, 10 de septiembre de 2024

2486.- LUIS ENRIQUE CONDE GIRON, 'BUZIRACO'

Claudia Jimena Serrano Conde (Imágenes)


¡A la memoria del gran Luis Enrique Conde Girón “Buziraco”, quien seguramente desde los confines eternos, donde las almas buenas reposan, estará sonriéndonos encantado y echándose cruces en la boca!

Dentro del espíritu festivo y a la vez nostálgico que desde hace cierto tiempo nos viene embargando como grupo familiar, me ha correspondido la privilegiada tarea de presentar el compendio de reflexiones, crónicas y poemas que constituyen el legado intelectual del inolvidable Luis Enrique Conde Girón, recordado como “Buziraco” por muchos y llamado “Papá” y “Abo” por quienes somos su familia, su estirpe, su huella para la posteridad.

Confieso abiertamente que escribir sobre mi abuelo antepone un gran desafío. La exteriorización sincera de mis pensamientos no llega a expresar en su totalidad la admiración sentida frente a su pluma graciosa, a ese modo tan elegante de “echar vaina” a aquel que bajo su pícaro humor caía y a la sonrisa esbozada en los labios de sus agradecidas víctimas literarias.

Escarbar mis primeros recuerdos para seguir sus huellas me lleva a reconocer cuán importante y definitiva fue su intervención en nuestra formación de hijos y nietos orgullosos de portar su herencia y rememorar la vida y obra de quien, con su fino humor, supo retratar las alegres y pintorescas anécdotas nortesantandereanas transcurridas paralelamente a su fructífera vida.

La vida del hombre grande en espíritu no es en extremo compleja, por el contrario, la cotidianidad alimentada de valiosos detalles y de intachables valores, imprime en la existencia humana el sello inconfundible que porta en su corazón quien así se comporta.

Y a la luz de este concepto que encarna la idea de felicidad para Buziraco, presento a ustedes al ser que yo conocí: abuelo insuperable, padre protector, esposo amoroso, hermano inseparable, abogado prestigioso y escritor consagrado.

POR ESO ME LLAMO “BUZIRACO” “Varias personas me han averiguado por el origen de mi seudónimo, de este epíteto, llamémoslo así, de “Buziraco”. Mis antepasados los indios, tanto los de la familia “Chibcha”, como los más directos de la “Karibe”, adoraban al Demonio; tuvieron en ciertos sitios altares, ofrecían sacrificios al mismo Diablo, al “patas”, y los apellidaban de diferentes maneras.

Pero el nombre más común y el de los curas doctrineros de la Conquista que dejaron consignado en casi todas sus relaciones, crónicas, comentarios, fue el de “BUZIRACO”, por eso me llamo “Buziraco”. Luis Enrique Conde Girón

Una noche con Buziraco (Gustavo Gómez Ardila/La Opinión)


Dicen que Dios y el diablo siempre están juntos, que se tienen tanta desconfianza el uno al otro que se siguen de cerca, se observan, se miran feo y se amenazan, pero que en ocasiones se juntan, recochan y se chancean, al estilo de los políticos, que en público aparentan ser enemigos, pero en privado son amigotes. Yo en esas honduras filosóficas y teológicas de las relaciones entre Dios y el diablo, no me meto. Respeto al de arriba y le temo al de abajo, pero a veces suceden cosas…

Asistí el viernes 21 de septiembre de 2012 a conmemorar el centenario de nacimiento de Luis Enrique Conde Girón, en la Biblioteca Julio Pérez Ferrero. No podía faltar al acto, por la amistad con algunos familiares de Conde Girón, porque fui admirador de sus escritos periodísticos y literarios y porque supe que el asunto sería con vino, tabla de quesos y libros gratis. Así que fui de los primeros en llegar, de guayabera como decía la invitación y con el gaznate más seco que estopa, según el verso de Pombo.

La celebración tuvo lugar en la terraza de la Biblioteca, un sitio agradable, de suave brisa y desde donde se divisa la ciudad y la luna y las estrellas, pero que está situada junto a los ventanales y la torre de la Capilla del Carmen. Tan pronto comenzó nuestro acto también comenzó una celebración litúrgica en la iglesita, de modo que los asistentes, con una oreja escuchábamos los discursos de recordación de Luis Enrique, y con la otra, los salmos y oraciones vecinos.

Muy pronto pude explicarme aquella ‘coincidencia’. Resulta que el escritor Luis Enrique Conde Girón utilizó como seudónimo el nombre de Buziraco, palabra que en algunas culturas significa “diablo”. Para completar, el vino que servían y con el que se brindaba, era Casillero del diablo. ¡Otra vez el diablo! Eso explica por qué los maitines y salves se metían entre nosotros. Dios y el diablo juntos. Así las cosas, los asistentes estábamos entre dos fuegos, o como decía mi abuelo: Con una vela a Dios y otra al diablo. Algunos, como Cristina Ballén y Pablo Chacón Medina, optaron por retirarse temprano de la velada, tal vez para no ser cómplices de esa dualidad. Yo quise sumarme a ellos, pero Jaime Contreras y el Casillero me lo impidieron.

Al final, los de la Capilla silenciaron sus voces, y nosotros pudimos, sin cargos de conciencia, escuchar lo que los hijos, nietos y bisnietos de Luis Enrique Conde Girón nos tenían preparado. Por ellos supimos que Luis Enrique no fue ningún diablo, sino que tenía una pluma diabólica para hacer reír a los lectores de La Opinión y de El Diario de la Frontera, en los que escribió sus columnas. Abogado, funcionario público, gobernador, juez, magistrado, buen amigo, buen papá y mejor abuelo (los nietos le decían y le siguen diciendo ‘Abo’), el hombre hizo historia con sus Buziracadas, en las que no dejaba títere con cabeza.

Nació en Chinácota, se crio en Pamplona, estudió en Bogotá y trabajó y mamó gallo en Cúcuta, lo que da una muestra de su globalización. Dueño de una cultura envidiable que le permitía tratar temas diferentes, desde cosas de calle y de cocina, hasta asuntos de política y religión. Les echaba vaina a sus amigos, entre los que se contaba el Señor del Humilladero de Pamplona. Se reía de gobernantes y gobernados. Criticaba. Daba sugerencias. Enseñaba. E impartía justicia.

Su esposa, que le sobrevive; sus hijos, que lo recuerdan con voz emocionada; sus nietos, que lo añoran; sobrinos, yernos, nueras y algún bisnieto, todos los de su círculo familiar y sus amistades se sienten orgullosos de tener en su haber la sangre y el cariño de Buziraco.

Fue, pues, una noche especial la de ese viernes, cuando le rendimos homenaje a Luis Enrique Conde Girón, de quien su nieta Claudia dice en el prólogo del libro Buziracadas: “Abuelo insuperable, padre protector, esposo amoroso, hermano inseparable, abogado prestigioso y escritor consagrado. Desde los confines eternos donde las almas buenas reposan, estará sonriéndonos y echándose cruces en la boca”.

Y haciendo reír al mismo Señor, añado yo.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

1 comentario:

  1. Ver la fotografía de Luis Enrique Conde Girón evoca ya la Pamplona de las generaciones entre el 08 y el 60 del siglo pasado. Ingenio excelente, ilustración máxima, bondad, muy buen humor y deseo de disfrutar sanamente incluyendo la sátira noble con los amigos, para no mencionar con los menos amigos. Cuando nuestros padres se saludaban y compartían con él y sus amigos en Pamplona, el mundo súbitamente parecía mejor, más noble y más divertido.

    ResponderEliminar