jueves, 5 de diciembre de 2024

2530.- PAULA GAITAN MOSCOVICI

losdesveladosliterarios.blogspot.com/ Redacción El Tiempo/ Mauricio Laurens (El Tiempo)

Paula María Gaitán Moscovici

Quién soy yo... (conversación con Patrícia Mourão de Andrade):

‘’Nací en medio de una tormenta de nieve en París, 18 de noviembre de 1952, porque mis padres estaban estudiando allá. Me pusieron este nombre por Paul Éluard, que murió ese mismo día.

Mis padres se conocieron en París. Mi padre, Jorge Gaitán Durán, era poeta. Provenía de una familia católica relativamente adinerada del interior de Colombia, Cúcuta, en la frontera con Venezuela. Mi madre, Dina Moscovici, era hija de inmigrantes judíos rusos y checos, que llegaron muy temprano a Brasil. Era una familia modesta.

Mi madre empezó a trabajar muy joven, ganó una beca para Francia y fue a estudiar a Sciences Po y también cine al Idhec, quería ser cineasta. Mi padre estaba en el proceso de crear una revista de literatura, inspirada en Sur de Jorge Luis Borges, que se convirtió en Mito. Fue uno de los primeros en publicar parte de la producción de escritores del boom latinoamericano.

Nací en un hospital aristocrático y remilgado en el Bois de Boulogn , donde creo que nació la hija de Picasso. Mis padres vivían en una banlieue (afueras) de París, pero mi padre quería que yo naciera en este legendario hospital. Y, para eso, la rica familia latinoamericana, de esa ciudad del fin del mundo, envió el dinero.

Cuando tenía como dos o tres años nos mudamos a Colombia. Pero vinimos a Brasil a visitar a mis abuelos. Mi madre fue asistente en Black Orpheus, de Albert Camus. Luego hizo una hermosa película en Colombia, Esperando el milagro. Pero acabó convirtiéndose en una importante directora de teatro; Estaba frustrada porque en Colombia casi no había cine. Ella siempre decía: “Ah, no estás en el cine por Glauber, es por mí”. Y dije: "¡Sí, por supuesto!".

Luego volvimos a Europa. Mis padres se habían separado, 1959, mi madre se volvió a casar con un filósofo, Francisco Posada. Primero fuimos a París y luego a Alemania. Mi padre murió en un accidente aéreo el 21 de junio de 1962 en Point-à-Pitre, Guadalupe. Yo tenía 10 años, hacía poco habíamos regresado a Colombia. Vivió en París antes de su trágica muerte.

Hace poco supe que él estuvo involucrado con Alejandra Pizarnik. Encontré su correspondencia gracias a la revista Mito. Existe una rica correspondencia entre mi padre y varios intelectuales latinoamericanos: Octavio Paz, Cortázar, Vargas Llosa, Gabo.’’

Su padre, Jorge Gaitán Durán, fue un absoluto enamorado de París. Murió precisamente cuando viajaba de retorno a aquella ciudad, desde Bogotá, en una isla del Caribe. Paula, una inquieta mezcla de hada y de mariposa, heredó esa percepción que su padre había adquirido en los poetas franceses modernistas.

Desde muy pequeña dejó perpleja a su mamá, la brasileña Dina Moscovici directora de teatro, cuando escribió sus primeros poemas. Eran extraños, metafóricos, enredados en el delirio del amor y de la muerte. No tenían nada que ver, aparentemente, con ese revestimiento tierno y fugaz de Paula. Pero sí mucho con la poesía de su padre.

Paula estudió en los Andes, de donde la expulsaron por pertenecer al MOIR (Movimiento Obrero Independiente Revolucionario). Luego se fue a la Tadeo, a estudiar pintura. “Su pintura es siempre un poema”, le dijeron sus profesores. Dejó el caballete, igual que abandonaba sus gatos, su disco más amado de Cat Stevens o sus poemas en francés. Y se fue a vivir al Brasil, donde se enamoró de las canciones de Chico Buarke y del director de cine Glauber Rocha, quien fue su esposo y con quien tuvo dos hijos. Su libro de poemas, que iba a ser editado en Colombia por Benjamín Villegas, duerme en las fantasías de Paula.

La ventaja es que siempre le hayan respetado su independencia... Por eso, ha hecho su vida a su manera. Fue su decisión el que la haya compartido con otros. No una imposición. Sus padres entendieron lo que es vivir. En Colombia, siendo una niña, conoció de cerca el boom latinoamericano. A los 15 años, escribió sus primeras poesías. Su madre, ya viuda, viajó al Brasil, donde se volvió a casar.

Paula ya había estudiado bellas artes en los Andes y filosofía en la Nacional. Hizo algo de escenografías. Pero, fue en Brasil donde entró en el primer plano de la cinematografía al encontrarse con el cineasta Glauber Rocha. Trabajó y se casó con él. Primero, hizo videos y asistencia de dirección; luego, películas.

Estas están trabajadas con mucha imagen y sonido. Ella sabe que la palabra es importante, pero que el cine se está, cargando de diálogo, volviéndose menos visual. Según dice, las imágenes se tienen que explicar por sí solas... Lo estético es lo básico. Lo demás, lo simplemente académico, es secundario.

Ha estado de paso por Colombia, país en el cual se nacionalizó y donde seguramente, algún día, desempaque todas sus cosas, sus tres hijos y su segundo marido --el primero falleció--, Daniel Senise.

Por lo pronto, ha participado en varios Salones Internacionales del Cine: Cielo, su primer largo metraje, el cual fue llevado a cabo en el Alto Xingu con el tema de la inmortalidad y que se ha ganado cantidades de premios; Ligiapape, sobre la artista plástica neoconcreta Ligia Pape, y Ojo de Agua, un video poema sobre una serie de momentos que vivió en los ochenta. Su trabajo es muy novedoso, experimental.

Paula Gaitán y Glauber Rocha, foto de Paula Gaitán, Lisboa, 1981

Paula también ha preparado largo metraje de ficción. Sobre un poema dramatizado: El marinero, de Fernando Pessoa.

Parece así una gitana, donde quiera que viaja, lleva a toda la familia. Así demuestra a sus hijos que la vida es muy corta y que tienen que irse acostumbrando a que, en el mundo, hay cada vez más integración de las razas.

Ya, por lo menos, están acostumbrados a una vida menos formal en Rio. Por ello, su casa permanece llena de amigos (críticos, artistas...) y de sus hijos. Los sábados hace, además, de cocinera: les prepara feijoadas, fríjoles brasileros y ensalada, su plato fuerte.

MIRADAS Y NATURALEZAS VIVAS DE PAULA GAITAN

La Cinemateca de Bogotá realizó durante un mes la retrospectiva de una moderna cineasta colombo-brasileña realmente fuera de serie: Paula María Gaitán Moscovici. Hija única del mítico poeta nortesantandereano Jorge Gaitán Durán y de la experta teatral Dina Moscovici; viuda del corazón revolucionario del cinema novo (Glauber Rocha) y madre de dos de sus hijos, igualmente artistas (Eryk y Ava Rocha). Reseño, entonces, algunas de las propuestas audiovisuales de una cercana amiga.

Diario de Sintra (Portugal, 2008). Paula regresó a la espléndida villa de Sintra, veinticinco años después de acompañar a su esposo en el ocaso y exilio portugués del “genio y demonio de la cultura brasileña” –quien había filmado La edad de la tierra, la que sería su pieza póstuma cuando apenas traspasaba los 40 años–. Un leitmotiv, o motivo recurrente: las ramas de un árbol seco de donde cuelgan retratos en blanco y negro, que ella misma había fotografiado en vida del creador moderno iberoamericano N° 1 de la historia del cine.

En un camino de piedra, las hojas desparramadas de la revista Mito que inmortalizara su padre. Alternó la vena plástica y poética con imágenes granuladas en Súper 8 casero, que permanecieron guardadas mucho tiempo “debajo de la cama, del colchón”. También, una encuesta con peces descritos por señoras de la plaza de mercado y preguntas sin responder sobre quién era el artista de aquellas fotos capturadas de su icónico marido. Aparecen los referentes de Glauber sobre cuatro elementos naturales: tierra, agua, viento y luz o fuego.

Vida (Brasil, 2008). Encuentro informal en espacios abiertos y soberbios paisajes costeros con una reconocida actriz (María Gladys), quien debutase en 1964 para Ruy Guerra en Los fusiles, del también revolucionario Ruy Guerra. Ella, con la mirada dirigida hacia un mar azul y tropical, evoca y revela su proceso en la creación de personajes para cine y teatro.

Memoria de la memoria, en 2013: breve documento de rodaje alrededor de la cotidianidad, tras un video familiar e intimista de quien filma de espaldas y conversa con sus tres hijos artistas –Eryk (cineasta y productor), Ava (sonidista) y Maíra Senise (diseñadora de modas)–. Es que la cámara acariciadora de Paula roza insistentemente rostros y manos mediante variados ángulos de aproximación.

Noite, en 2015, desde una boîte nocturna, la cara maquillada cubierta de escarcha y la cabellera suelta de un transformista trascienden sobre aquellos reflejos multicolores de neón y los faroles brillantes de la metrópolis carioca, que como ninguna otra agota los placeres de la noche.

Sutiles interferencias (2016). Luz, color, diseño de imagen y fragmentación del rostro de un artista en exacta correspondencia con su instrumento musical –una guitarra eléctrica–, más allá del proceso artístico en busca de un lenguaje propio sin desprenderse del cuerpo en referencia. Él, un guitarrista, Arto Lindsay; ella, Paula, exploradora de la piel del ejecutante y responsable de una cámara en mano que recorre ángulos y costados en tiempo real, con detalles e insertos de ojos claros, gafas y dedos del sambista ecléctico.

Luz en los trópicos (2020). Documental de viajes por selvas, pantanales, manglares y arenales; entre arbustos de verdes inacabables que invaden la pantalla y se abren a la sucesión en tiempo real del cine-poesía, sin prosa –así lo concebía Glauber–. También, ceremonias rituales y curaciones indígenas tanto amazonenses como de los estados de Mato Grosso y Pará; mujeres que bordan, colorean, tatúan y soplan la leña. Subvierte los tiempos: el alba o los amaneceres equivalen al final de la noche y los atardeceres son la obertura –al revés de una ópera–.

Introduce actores vestidos a la usanza antigua, que viajan a pie o en canoa por ríos y llanuras del Nuevo Mundo; su cámara se extasía con el ecosistema y en ese descubrimiento, luminoso e inagotable, el narrador proclama en tono apocalíptico que… “en el comienzo del mundo no había hombres y al final tampoco estarán”. Pero más allá del esplendor silencioso del parque nacional Xingú –un área más grande que España–, dibujos desperdigados en la nieve y fotos antiguas de aborígenes americanos para llevarnos de la mano y brindarnos una travesía por los muelles invernales de Manhattan. “Un film muy inspirado e inspirador” –comentario de un corresponsal extranjero en la Berlinale–.

Su videoinstalación: Dos orillas. Un inmenso plasma en el suelo, donde se reproduce la incesante corriente del río que arrastra maleza y raíces, sombras de pájaros que vuelan sobre sus riveras y peces que tiñen las aguas de rojo; en la pared de fondo, una mujer que camina por entre un cultivo de soya, y en los lados, tres pantallas superpuestas de la luz bajo los árboles filtrada sobre un arroyo cristalino y cinco o seis televisores pequeños nutridos por videos naturalistas e indigenistas.

Los esposos Gaitán Durán (Delina y Emilio), con sus hijos Eduardo y el escritor y poeta Jorge.

Nota.- Jorge Gaitán Durán nació el 12 de febrero de 1924 en Pamplona. Su padre, Emilio Gaitán Martín, fue un destacado ingeniero civil que participó en la construcción de varios edificios notables, entre ellos la sede del Banco de la República en Cúcuta y el puente Unión sobre el río La Grita. También se distinguió como concejal del Partido Liberal y presidente de la compañía del Ferrocarril de Norte de Santander.

La madre de Gaitán Durán, Delina Durán Durán, era hija del general Justo Leonidas Durán, quien tuvo un papel activo en las contiendas de 1884, 1885 y 1895, y escribió un interesante folleto sobre la Guerra de los Mil Días antes de ser asesinado por motivos políticos en 1924, el mismo año del nacimiento de su nieto poeta.

Eduardo, el hermano menor de Gaitán Durán, también era ingeniero, como el padre, y se le recuerda por haber sido director del Sena durante una larga etapa.

Virgilio Barco, Eduardo Cote Lamus, Hernando Valencia Goelkel y Gaitán Durán no solo compartían la misma generación, sino que también eran amigos cercanos. Existen varias fotos de Barco, su esposa Mary Caroline Isakson y Gaitán Durán en fiestas en Cúcuta.

Si Gaitán no hubiera fallecido tan prematuramente, al igual que Cote Lamus, habría sido, sin duda, una de las grandes figuras en la literatura y la política de Colombia. Quizás hoy en día hasta hablaríamos de la segunda revolución de los Comuneros al referirnos a todos estos destacados nortesantandereanos. (Mario Jursich Durán)



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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