martes, 18 de octubre de 2011

36.- VIAJE FANTASTICO POR EL TRANVIA DE CUCUTA I

PRESENTACIÓN

Definitivamente "Recordar es vivir". Esta es una verdad irrefutable y de ella se ha suplido el autor de "VIAJE FANTÁSTICO POR EL TRANVÍA DE CÚCUTA" para hacernos conocer nuestra ciudad de mitad de siglo y provocarnos la nostalgia de un tiempo que ya no es, de un pueblo auténtico y bueno, con ladrones inofensivos que solo robaban guayabas en los patios y casas con solares que se comunicaban con corredores y alcobas a través de puertas siempre abiertas.

Esa Cúcuta de nuestros ancestros, de nuestros padres y abuelos, de la gente decente y optimista que manejaba mucho el concepto de la palabra de honor, de aquellos señores soñadores y enamorados de la vida, de la juventud que daba rienda suelta a sus ilusiones y a sus amoríos. Esa Cúcuta que seguramente tenía muchas virtudes y menos vicios. Que tenía tranvía y no tren como Santa Marta.

De esa Cúcuta nos habla y escribe el Doctor VIRGILIO DURAN MARTÍNEZ con un estilo muy particular y humano, con el fruto de sus vivencias y experiencias y con el producto de sus valiosas colecciones y referencias. Con todos esos detalles, el autor logró realizar una obra valiosa para la historia de Cúcuta, narrando las peripecias de los viajes fantásticos por nuestro tranvía, pellizcando los diferentes sitios y sectores de ese pueblo tranquilo y arañando las facetas más importantes de los personajes de ese momento.

Ya no existen las remotas tradiciones y los dignos caserones porque el crecimiento y el desarrollo impusieron nuevos barrios y nuevas reglas de vida. En la obra VIAJE FANTÁSTICO POR EL TRANVÍA DE CÚCUTA quedarán congelados hasta la posteridad todos los recuerdos de nuestra ciudad de antaño con sus mecedoras de mimbre, las sirvientas con los delantales almidonados, las casas con trinitarias de colores en los antejardines y las mujeres sentadas en las terrazas esperando las vendedoras de alegrías.

PATROCINIO ARARAT DÍAZ
RECTOR UFPS

INTROITO
La presente obra describe un viaje fantástico efectuado por un viajero o grupo de viajeros en el tranvía de Cúcuta...... el escenario de la obra es la ciudad que vibra a uno y otro lado de la línea .... con sus gentes, quehaceres y costumbres .... la identidad del narrador es desconocida .... parece ser un maquinista omnisciente que conoce la ruta, los personajes, las leyendas .... el momento de la narración es indefinido .... a veces el pasado .... a veces el presente .... en ocasiones el futuro .... una misma ubicación da temas para sucesos diferentes .... están invitados a tomar su banca en el próximo viaje del tranvía los que no alcanzaron a vivir en la Cúcuta del pasado o los que insisten en conocer la ciudad del futuro .... gastando tan solo cinco centavos .... que es el valor del pasaje .... las fotos que documentan esta obra se escogieron por que muestren parte de lo que fue nuestro tranvía ....

Agradecimientos:

a Antonio M. Durán Omaña, mi padre, de él heredé, entre otras cosas, una colección de fotos sobre la ciudad de sus sueños, y, un inequívoco amor por el pueblo natal ....de Cúcuta, algunos escritos.
a Carlos Luís Jácome, autor de "Cúcuta de otros días", de quien se reproducen dos bellos artículos ....
a Pedro María Fuentes y sus "efemérides cucuteñas" ....
a Antonio García Herreros, sus sabatinas y "Cúcuta 250 años" ....
a Luis Medina S. Autor de la "Cita histórica", quien adicionalmente aportó sabios comentarios sobre la ciudad y su historia ....
a las revistas de la Cámara de Comercio ....
a Carlos José Ramírez, Josefina de Sanclemente, Roberto Hernández, Alfredo Bustos, José Velazco, Agustín Guarín y Teresa García Durán propietarios de valiosos recuerdos de Cúcuta ....
La publicación de la obra se debe en magnífica parte a la colaboración de la Universidad Francisco de Paula Santander .... gracias a su Rector Patrocinio Ararat, a Jorge Durán, dibujante, al personal de la oficina de publicaciones y a los estudiantes de Ingeniería de Sistemas Marcela Botella y Cesar Mansilla

VIRGILIO DURAN MARTÍNEZ
Cúcuta año de 1999




"No sé si en otro lugar he hablado del tren del que fui conductor. De todas maneras, es tan interesante este aspecto de mi vida que me propongo referir ahora cuales eran algunas de mis obligaciones en ese oficio y de que manera las cumplía".
Álvaro Mutis, El viaje, Summa de Maqroll El Gaviero.

LOS ENCANTOS DEL TRANVÍA

CARLOS LUÍS JÁCOME "CÚCUTA DE OTROS DÍAS"

En Cúcuta no se usaron jamás las mulas para tirar de los livianos y ondulatorios carritos del tranvía. La compañía resolvió el problema con unas "maquinitas" de vapor, las cuales "la veían negra" a veces para arrastrar los tres  o cuatros coches plenos los domingos en la tarde, cuando los papás complacientes, los maridos amables, los novios gastadores, asaltaban los vehículos, seguidos por toda la familia, para hacer unos cuantos "viajes" de la Estación Cúcuta a los Balkanes y viceversa.

Las locomotoritas recordaban con sus nombres los ríos y quebradas más conocidas de la región: "Táchira", "Floresta", "Pamplonita" y "Torbes".

Por cierto que esta última fue la primera que cruzó el río en San Luís por un sarando provisional e hizo el recorrido del "pueblo" a la frontera, deteniéndose eso sí, cada par de leguas a proveerse de leña yagua.

Las conducían "el negro Onofre", José de la Rosa, Perozo u otros, bajo las órdenes de Celio Comas, Juan Leal, Félix María González y Guillermo Duque, por lo general, cuya misión consistía en recaudar, talonario en mano, los "medios" de los pasajeros; espantar los muchachos que como moscas tras un queso corrían y se trepaban en los estribos para hacer de gorra su paseo; tirar de unos rejitos que hacían pasar los timbres para que el convoy avanzara o se detuviera y discutir con las señoras que pretendían pasar de balde toda la prole o las sirvientas que se encastillaban en ocupar toda una banca con canastos, costales y "bojotes" sin "pitar" mas que los meros cinco centavos de su humanidad.

El trayecto era, como ya lo dijimos, de la Estación a los Balkanes, o sea la esquina de la avenida 5a con calle 13. Allí la "máquina" dejaba los coches y hacía el cambio para colocarse en el extremo opuesto, de modo de conservar la facilidad, en la bajada, de llenar de partículas de carbón los ojos, orejas, sombreros y vestidos de los pasajeros y hacer llorar a niños y viejos con el acre humo de la leña, exactamente lo mismo que había hecho a la salida.

Cuando había toros en el Circo, actos religiosos o corridas de gallos en El Pueblo - el San Luis de hoy, no hay que olvidarlo - el tranvía hacía su agosto, llevando y trayendo cuajados racimos de fiesteros.

Era de ver, en las tardes dominicales, los afanes y sofocones de las damas retrasadas (siempre son las damas las que se retrasan) cuando media cuadra antes de llegar a la línea oían la campana del tranvía que iba a pasar sin esperarlas.

Sudorosas, medio asfixiadas por el torturante corset, tratando de conseguir un trotecito imposible y gritando "pare, pare, pare", seguían luego tras el vehículo, sin lograr alcanzarlo y ofreciendo a los pasajeros, bien instalados y seguros un espectáculo deliciosamente ridículo que provocaba francas carcajadas pero nunca la fácil ayuda de hacer detener el tranvía.

Otras veces las pobres suplicaban a unos de los chicos que las acompañaban:

Corré, julito, corré .... pero apurále .... mandálo parar en la esquina!

¡Una tragedia completa para reunir en la falda media arroba de "cisco" o adquirir una inflamación en un ojo, a consecuencia de las chispas, que no se saben por qué, sentían gran preferencia por las pupilas y la abertura del descote!

Entre los accidentes fatales que recordamos dos causaron viva sensación y dejaron para siempre cojos al par de chicuelos brincones y traviesos que los protagonizaron, hoy ya creciditos y apaciguados: en el uno quedaron sobre los rieles los cinco dedos de un pie del estimable amigo don Luís Eduardo Salas y en el otro fue el pié completo el que abandonó en la carrilera el "chatico Silva" el competente abogado ex - secretario de Gobierno y otras yerbas doctor Eduardo Silva. A ambos les practicó la amputación. Con limpieza y rapidez el "alijo" o pequeña plataforma que llevaba siempre el tranvía, para mercados, equipajes, etc.

Fuera de estos lamentables casos, una buena cantidad de muchachos, mujeres y hombres vueltos papilla por las cortantes ruedas, fueron sangrantes hitos que señalaron el avance del progreso en nuestras calles.

Cuando los automóviles hicieron su aparición lanzando sobre las gentes sus tufaradas pestilentes y poblando de estridencia, enemigas del sueño y la tranquilidad, todos los vacíos de "la urbe, el tranvía redujo sus actividades al servicio de pasajeros para los trenes del Puerto y la Frontera. Luego .... luego desapareció.

Allá en un tambo de la Estación Cúcuta están los carritos y las locomotoras enanas, mudos, fríos, cubiertos de polvo y olvido en espera de que el tiempo y el abandono vuelva trizas sus viejos y desgastados cuerpos. Ancianos impotentes, asilados en su triste "viejocomio", ya no cortan, ya no corren, ya no dejan atrás a las señoras demoradas, ya no queman ni pulverizan carbón para desventura de fluxes blancos y camisones de olán ....

 Sus bellos días  terminaron .... Como nos está pasando a muchos y les pasara a todos sin remedio.


Recopilado por : Gastón Bermúdez V.


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