sábado, 22 de octubre de 2011

52.- EL ASALTO A LA COOPERATIVA BARCO

Gerardo Raynaud

A pesar de la agitación política que se venía manifestando desde mediados de 1956 cuando la situación de la economía, debido a las equivocadas acciones gubernamentales, se tornaba cada día más desastrosa; la caída de los precios del café sumada al desabastecimiento cada día creciente de los alimentos, por efecto del acaparamiento más que por la escasez; la población aunque manifestaba su descontento en privado no lo exteriorizaba con expresiones violentas, tal vez recordando el terror desatado en el pasado cuando el asesinato del caudillo Gaitán que nada positivo quedó después de la destrucción que dejaron los vándalos no sólo en la capital sino en muchas otras ciudades Cúcuta incluida.

Por los años cincuenta no eran frecuentes ni comunes la ocurrencia de grandes ilícitos o de acciones espectaculares del hampa solamente pequeños actos delictivos, la mayoría manejables a nivel policivo. En Cúcuta como en la mayoría de las ciudades de provincia, en algunas más que en otras, el delito más común contra el patrimonio era la estafa con el “billete de lotería premiado” y “el paquete chileno” en buena parte por el analfabetismo que por entonces superaba más de la mitad de la población.

También se presentaban casos de falsificación y de fraude con los formularios del juego hípico del 5 y 6, más contra la empresa que con los usuarios del juego. Eran comunes los ganadores de este juego semanal cuyo valor mínimo era de $2, como el caso de José Pabón quien en marzo de este año se ganó la suma de $282.069; una verdadera fortuna si tenemos en cuenta que una carrera de taxi costaba $1.50 y la cajetilla de Pielroja 35 centavos.

Por esta misma época las grandes empresas del país habían establecido cooperativas y comisariatos para sus trabajadores como una manera de recompensar los bajos salarios y la falta de prestaciones sociales desconocidos en ese momento. De esta manera, empresas o instituciones como Coltejer y Fabricato, Coltabaco y el Banco de la República y en general todas las compañías de explotación petrolera tenían a la orden de sus empleados ofertas de todo tipo que contribuyeran a su bienestar y al de su familia. En la ciudad, tanto la Colpet y la Sagoc así como la Fundación Barco que era auspiciada por estas últimas, habían establecido una cooperativa que beneficiaba a la totalidad de los funcionarios de estas empresas; estas cooperativas no estaban abiertas al público pero de alguna manera siempre habían inescrupulosos que lograban beneficiarse de las mercaderías y de sus bajos precios en beneficio propio.

La Cooperativa Barco había abierto sus puertas en uno de los locales que la Colpet había construido en el barrio Colsag y durante varios años estuvo proveyendo de los enseres para el hogar, importados así como de los productos de rancho y licores además de los necesarios alimentos de consumo diario que por esos días escaseaban como lo mencionamos al inicio de este artículo.

En el mes de julio y al mejor estilo de las películas de gangsters que se presentaban en los teatros de la ciudad, una banda de ladrones literalmente desocupó el almacén y por la noche del día 5 cargaron unos camiones que habían conseguido para tal fin. Los productos más apetecidos fueron los bultos de azúcar y las canecas de manteca vegetal, escasos por esos días. Inicialmente la sustracción se cuantificó en $12.000. Claro que además de estos productos cargaron con las prendas de vestir, el calzado y todas las botellas de licor que cupieron en los destartalados camiones.

A la mañana siguiente, al descubrirse el ilícito, don Luis R. Vicuña gerente de la cooperativa no tuvo más opciones que denunciarlo ante las autoridades. Le correspondió en reparto al Inspector Primero Superior de Policía quien emprendió la investigación y procedió a seguir las pistas dejadas por los malhechores, quienes al parecer eran novatos en estos procederes. Como era costumbre en esa época, los componentes de las bandas criminales y grupos de bandidos celebraban sus hazañas en los bares y prostíbulos del barrio Magdalena por eso no les quedó difícil a las autoridades  seguirles la pista y encontrarlos en el bar San Cristóbal que como rezaba la crónica de la época “se había convertido en el centro de actividades de mariguaneros y elementos de pésimos antecedentes judiciales”.

Dentro de las instalaciones del bar fueron encontrados la mayor parte de las mercancías robadas especialmente la ropa para niños y el calzado para dama; seguramente los malhechores las llevaron allí para congraciarse con las damiselas pues el grueso de lo robado nunca fue encontrado. Las autoridades capturaron a seis sujetos y se esperaba que confesaran dónde habían escondido el resto del botín, sin embargo en providencia posterior dictada por el Inspector Primero Superior notificó del auto de detención contra seis personas, esta vez tres hombres y tres mujeres pues parece que en la indagatoria se encontró que los anteriores detenidos  no tenían nada que ver con el asunto sino que fueron víctimas inocentes pues se comprobó que eran usuarios tradicionales del famoso bar.

Terminadas las pesquisas judiciales los indiciados pasaron a juicio y condenados por el ilícito. Según las últimas cuentas, las pérdidas de la cooperativa ascendieron a la suma de $15.000 con lo cual la sociedad quedó a las puertas de la quiebra de no ser por la compañía petrolera que le ayudó financieramente a recuperar la solvencia necesaria para continuar con su labor social.


Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

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