sábado, 22 de octubre de 2011

53.- EL TUMBE DEL CAFE

Gerardo Raynaud D

En sus inicios como “país económico” Colombia se caracterizó por ser dependiente del cultivo y la exportación de café, por demás reconocido como el más suave que se produce y por esa razón, el de mayor demanda entre los fabricantes del aromático grano. Se sabe, además, que el café se introdujo al país por esta zona de la frontera patria en un cuento que los de esta comarca conocemos y que no es mi intención retomar. Cuando la producción de café se industrializó debido al volumen de las cosechas, los productores vieron la necesidad de agremiarse para obtener las ventajas que un esfuerzo conjunto produciría y es ahí cuando se decide crear la Federación Nacional de Cafeteros, institución que fue insignia de la nación durante muchos años y que mantuvo a flote la economía igual tiempo. El Norte de Santander es un departamento cafetero y por ende Cúcuta, su capital el centro de sus operaciones, esto es de acopio y distribución. Durante años los comerciantes asentados en la ciudad tuvieron la oportunidad de exportar el grano y a su vez de importar las mercancías que requerían las empresas y el hogar para su normal funcionamiento. Las grandes comercializadoras de comienzos de siglo veinte tenían en Cúcuta su mejor punto, toda vez que las exportaciones se realizaban a bajo costo por la ruta del lago de Maracaibo, a través del ferrocarril de Cúcuta y con destino final los Estados Unidos y Europa. De igual manera pero en sentido contrario llegaban las mercaderías de importación. Cuando el Gobierno Nacional en el año 1960 decidió abolir el puerto terrestre de Cúcuta como puerto de exportación de café, una grave crisis se presentó, tal vez la primera más importante después del terremoto de 1875 y de las cuales desde entonces, estamos acostumbrados los cucuteños.

Como sucede en todos los casos en que se imponen restricciones, surgen las correspondientes actividades subterráneas, es decir el mercado negro o el contrabando. Debo confesar que tenía mis dudas respecto del concepto de contrabando, por cuanto no estaba seguro del término utilizado por el gobierno de Venezuela relacionado con el “contrabando de extracción” pero ahora caigo en cuenta que fue en Colombia y específicamente en esta zona donde se conoció la actividad –aunque no el término- puesto que se perseguía con ahínco a quienes llevaban café al otro lado de la frontera, lo cual era ilegal, sólo que nunca lo denominamos “contrabando de extracción”.  Pues bien, esta actividad, bastante lucrativa por cierto, era tentadora para quienes laboraban en el campo del comercio del café especialmente el de mejor calidad llamado “excelso” que era el que comercializaba exclusivamente la Federación.

Por este tiempo, a mediados de 1957 un gran revuelo causó la desaparición de unos 45 mil sacos de café de 70 kilos que supuestamente estaban almacenados en las bodegas de la Federación en Cúcuta. Las bodegas estaban localizadas en las cercanías de la Estación Cúcuta del ferrocarril que entonces había dejado de funcionar. El 28 de junio se descubrió el faltante y la denuncia respectiva fue entablada por la Federación Nacional de Cafeteros y la Superintendencia Bancaria, ya que los sacos faltantes pertenecían al Fondo Nacional del Café por cuyo bodegaje se le paga una comisión a la Federación y la actividad es vigilada por esta institución. El denuncio fue formulado el 4 de julio por Pablo Emilio Castellanos contra Luis Fernando Uribe a quien se sindicaba del robo de 86 sacos de café excelso que fueron sacados, dicen los entendidos por una pequeña puerta que estaba recién construida.

Como el denuncio se formuló en la ciudad de Bogotá, de inmediato se nombró a los investigadores Guillermo Moncayo, magistrado del Tribunal Superior de Bogotá y Alirio Torres Leal, juez segundo de instrucción criminal quienes viajaron de inmediato a Cúcuta, ciudad que había sido identificada como el centro de operaciones del ilícito y que al parecer, se venía presentando desde antes del descubrimiento del delito. Simultáneamente un caso similar se descubrió en Santa Marta y los mismos investigadores están tras la pista de los malhechores. Parece que funcionarios de la Dirección de Aduanas y de las Administraciones de los Resguardos de Rentas están involucrados. Se estimaba en esa época que el fraude –no el contrabando- superaba el millón de pesos. En la costa atlántica se detectó un caso similar de desvío de café ilegal hacia Panamá y fueron detenidas varias personas, entre ellas Eulogio Echeverri, al parecer cabecilla de la banda.

Entre tanto en Cúcuta, el juez Torres dictó auto de detención contra un grupo de personas muy conocidas y prestantes en la ciudad y  de connotada pulcritud. La opinión pública se escandalizó al punto que consideraba en su momento que si alguna responsabilidad recaía sobre ellos sería por descuido y no por mala fe o intenciones oscuras. El hecho es que días más tarde, el juez de la causa fue cambiado y una nueva investigación fue emprendida por el juez 36 de instrucción criminal Edmundo Cifuentes Benavides y su secretario Alberto Ortiz Escovar. Los nuevos investigadores pudieron comprobar un faltante de 250 mil kilos que los detenidos argumentaron había sido por merma, cantidad verdaderamente fantástica según los entendidos pues se estima que la merma por variación de temperatura no es mayor de 1.5 kilos por saco. Los investigadores encontraron otros datos interesantes ya que de los 150 mil sacos almacenados en la bodega, el 30% estaba adulterado con café pasilla y granos de mala calidad lo que llevó a la conclusión de los investigadores que el café era cambiado dentro de la misma bodega, de la cual se extraía el café excelso para llevarlo a Venezuela. Se encontró además otras graves adulteraciones como la falsificación de las planillas de ingreso del grano que carecían de la firma del “Fiel” que era el empleado encargado de constatar las existencias y la calidad del café. La inspección ocular  realizada por los investigadores demostró que la puerta a que se hacía alusión no estaba construida para la fecha del ilícito y se constató además, que no hubo violación de cerraduras y que la puerta estaba trancada por dentro. En otra inspección se encontraron 10 de los empaques que correspondían al café perdido y se comprobó que los ladrones no tuvieron tiempo de reempacar los sacos de café concluyéndose que los involucrados sí habían participado de los hechos en el cambio del café. El auto de detención se dictó al amparo de la prueba directa y la confesión calificada de que disponían los investigadores. Terminada la diligencia, regresaron a Bogotá su sede habitual.


Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

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