martes, 25 de octubre de 2011

69..- EL APASIONANTE CASO DEL APARTAMENTO 301 I

PARTE I/III

Gerardo Raynaud D.

En esta crónica daré un salto en el tiempo y transitoriamente nos situaremos a mediados de 1963. Esta vez no voy a referirme a ninguna situación ocurrida en la ciudad. Lo que estoy a punto de narrarles aconteció en la capital de la República, pero involucró a personajes de la región, muy relacionados con el medio, situación que conmocionó no solamente a los habitantes de esta ciudad sino a todos en el país.

En alguna crónica pasada hicimos mención de los hermanos Mantilla como empresarios dedicados al comercio de artículos y accesorios eléctricos y electrónicos en la ciudad, quienes con mucho éxito se posicionaron en el mercado de los receptores de radio y posteriormente hicieron lo propio con la llegada de la televisión. Eran los distribuidores exclusivos de la marca holandesa Phillips para los santanderes en la época en la que los japoneses todavía estaban recuperándose de los detrimentos de la guerra.

El menor de los hermanos varones de esta familia de emprendedores bumangueses sería uno de los protagonistas de esta historia de sombríos antecedentes que mantuvo en vilo a la sociedad cucuteña durante varios años y que aún hoy mantenemos en las tinieblas de la incertidumbre las causas y los autores de la tragedia.

Vamos a transportarnos al tercer piso del edificio demarcado con el número 85-92 de la carrera 13 en el exclusivo barrio del Antiguo Country Club de la ciudad de Bogotá, apartamento 301. Era el mediodía del sábado 27 de julio de 1963 cuando una llamada anónima efectuada a las oficinas del F-2 de la Policía Nacional alertó a los detectives, quienes una vez localizado y tras golpear la puerta en varias oportunidades tuvieron que forzarla para poder entrar. La primera reacción fue de sorpresa pues la entrada estaba cerrada por dentro con la cadena  de seguridad puesta. El olor nauseabundo hacía más difícil la concentración de los investigadores, quienes al entrar a la alcoba principal se encontraron con el cadáver de una joven mujer en completo estado de putrefacción. Posteriormente Medicina Legal concluyó que el cuerpo llevaba unos tres días en ese estado. En el momento de su muerte vestía un pantalón slack y una blusa negros y presentaba una herida ocasionada con arma de fuego a la altura del corazón.

Los vecinos le comentaron al juez del caso, Alfonso Galofre, que el teléfono no había dejado de sonar en los tres últimos días; lo extraño es que ninguno de ellos escuchó el sonido del disparo. Sólo hasta después de la medianoche de ese sábado se pudo establecer que la difunta era Myriam Guerrero de Mantilla una bella cucuteña de 23 años dueña de especiales encantos. El relato de la crónica roja capitalina no presagiaba nada extraordinario sino fuera porque había una serie de indicios que intrigaban a los investigadores y además comenzó a descubrirse la vinculación de varios personajes cuyos nexos con la víctima no eran muy claros y que por esa razón fueron considerados sospechosos. De hecho todos estuvieron detenidos, pero finalmente no logró establecerse la culpabilidad de ninguno.

Pero veamos quiénes eran los involucrados. Myriam Guerrero, quien se había casado tres años antes con Jairo Mantilla Arenas un reconocido hombre de negocios afincado en Cúcuta; lo identificaba una frondosa calvicie que para muchos lo distinguía como el “cocoliso” de la Casa Lema el negocio que tenía en sociedad con sus hermanos.

Hernán Velasco, un millonario venezolano que vivía en Cúcuta desde hacía más de 20 años y que por exigencia de la extranjería del DAS debía vivir a no menos de 200 kilómetros de la frontera venezolana, habida cuenta que su gobierno lo acusaba de conspiración contra el gobierno de Juan Vicente Gómez.

El apartamento 301 había sido tomado en arriendo para demostrar su residencia en Bogotá. Hernán se había casado en la ciudad y residía con su esposa Amalia Shubert en la residencia que recientemente fue demolida en la avenida cuarta frente al Palacio Nacional. Como sus desplazamientos a la capital eran constantes, por asuntos de negocio, era normal tener un apartamento en arriendo; lo que no era común era que frecuentemente se hospedaba en los mejores hoteles y no en su apartamento.

El coronel (r) Ochoa íntimo amigo del venezolano y quien sirvió de fiador del apartamento, poseía duplicado de las llaves y cuentan los vecinos chismosos que era asiduo visitante, aunque los comentarios que Myriam hacía con sus amistades más cercanas era que no se sentía cómoda con esa situación. El coronel era adepto del movimiento Tradición y Familia que orientaba Octavio Arismendi Posada y se especializaba en dictar charlas de motivación y superación personal alrededor del tema de la familia y su sentido de pertenencia especialmente en lo concerniente a la fidelidad conyugal. Cuentan que la semana anterior a los hechos había dictado su charla a los estudiantes de la Universidad Nacional en el recinto más que indicado para ello, “La capilla”.

Omar Laverde, el supuesto amante, era técnico de televisión, pero dedicado a la venta de seguros. Quienes lo conocieron decían  que era un mujeriego empedernido, buen conversador y que no reparaba en gastos cuando de complacer a una mujer se trataba. Era uno de los vendedores estrella de Seguros Bolívar. Fue presentado a Myriam por su esposo un año antes y desde entonces mantuvieron una relación clandestina hasta cuando ella separada, dicen que por los malos tratos que le prodigaba su esposo y agobiada por los problemas económicos, decidió pedir al millonario venezolano el permiso para ocupar su apartamento.

Los amigos de rumba, Jaime Robayo y María Acosta, amantes los dos, propietarios del bar de lujo ´El Caracol Rojo´ el sitio que frecuentaba más asiduamente Myriam. Días antes, María había tenido un altercado con Myriam por un asunto de celos con su amante pues la había amenazado con matarla por estar “gallinaceándolo”.

Y finalmente, como en toda crónica policíaca, la informante secreta era una agente encubierta de la Aduana Nacional, amiga íntima de la víctima, quien se encontraba fuera del país en los días del crimen. Buena parte de la investigación se basó en la información por ella suministrada y que por razones de reserva y seguridad nunca se mencionó su nombre.

En la próxima entrega se expondrán los resultados de la investigación así como la participación de otros actores que según los investigadores jugaron un papel preponderante en el caso.


Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

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