martes, 25 de octubre de 2011

70.- EL APASIONANTE CASO DEL APARTAMENTO 301 II

PARTE II/III


Gerardo Raynaud D

El caso policiaco que nos concierne fue un caso común si se contempla en sus justas proporciones. Se desarrolló en un ambiente más bien vulgar y los protagonistas, en general, no sobrepasaban el nivel de la mediocridad, pero la imaginación popular acrecentó los personajes y el ambiente tomó el colorido de lo fastuoso y al caso le atribuyeron una desmedida importancia, tal vez por la cercanía que por entonces tenía con un caso similar sucedido en el Reino Unido con el ministro Profumo.
Fue tal el interés que despertó este proceso que son variadas las anécdotas que pueden mencionarse. Durante la inspección ocular que realizaban los investigadores un caracterizado agente del DAS que en trance de auténtico sabueso husmeaba por todos los rincones y con alarde de precauciones, ya inútiles, examinaba las gavetas de los muebles, cuando tomó de un estuche de cosméticos un pequeño recipiente para examinarlo y concluir “esto es clorhidrato de cocaína”. Después del examen de laboratorio se supo que era una de las tantas unturas femeninas que la víctima acostumbrada a usar en su diario maquillaje.
Otra de las anécdotas gira en torno al crimen pasional pero no de ninguno de los involucrados masculinos sino como resultado de relaciones amorosas que posiblemente se habrían dado entre las bellísimas amigas de Myriam, relaciones de las discípulas de Safo que frecuentemente se reunían por parejas no sólo en su apartamento sino en los otros de sus amistades y que hicieron surgir la hipótesis de un homicidio pasional por celos innaturales.
Myriam Guerrero Villamizar era sobrina de Jacinto Rómulo Villamizar Betancourt conocido y fogoso parlamentario por la época de este caso y el “lujoso apartamento” donde terminó su accidentada existencia era una destartalada vivienda, dotada de muebles viejos y en deplorable estado de desaseo. Nos inclinamos a creer más en esta versión pues consideramos que la vida licenciosa de su moradora no le alcanzaba para realizar operaciones de limpieza ni de mantenimiento y menos para contratar quien le hiciera estos menesteres.
En repetidas ocasiones y ante diferentes personas Myriam había anunciado su intención de quitarse la vida que tantas contrariedades le había ocasionado; tenía motivos pues llevaba una existencia  dislocada, echaba de menos a su hijo cuyo control perdió al producirse la separación conyugal y sus amarguras se agigantaban después de sus desenfrenadas fiestas cuando el guayabo le generaba una depresión post etílica generalizada; además, tenía un revólver, razón por la cual el suicidio fue la primera de las hipótesis; el problema fue que el arma no apareció en la escena del crimen. En una ocasión y en circunstancias dramáticas le anunció a su propio esposo, días antes de la tragedia su determinación de auto eliminarse.
La teoría del crimen a la que llegaron los primeros investigadores fue bastante sencilla y puede resumirse así: alguien entró al apartamento y dio muerte a Myriam, colocó el cadáver sobre el lecho en posición recta, demasiado ordenada para ser natural, echó el seguro interior de la puerta y escapó por alguna ventana de la cual no se sabe si apareció abierta o no pues quienes arribaron primero no tuvieron la precaución de detallar las condiciones de la escena. En esta hipótesis, el autor pudiera haber sido Omar Laverde contra quien se dictó un auto de detención que posteriormente fue revocado. Laverde, en su versión otorgada ante el juez de la causa dio la siguiente declaración: “estaba disgustado con Myriam por celos, desde cuando ella en el punto más alto de su crisis económica se fue a vivir al apartamento del venezolano, cuatro meses antes”. El apartamento permanecía desocupado pues su inquilino sólo lo tenía como excusa para demostrar su residencia en la capital, incluso no pernoctaba en él cuando hacía sus viajes a Bogotá pues prefería la comodidad de los mejores hoteles. Parece que el visitante más frecuente era, hasta el momento en que comenzó a usufructuarlo, el coronel Ochoa, costumbre que se hizo mayor a partir de esa ocasión. El lunes 22 de julio la invitó a salir de nuevo en compañía de dos parejas amigas con las cuales estuvieron hasta pasada la medianoche después de lo cual regresaron al apartamento 301. Allí estuvo hasta el martes a las 2:30 de la tarde cuando salió a realizar sus labores cotidianas y no volvió a saber de ella. Por el estado de descomposición del cuerpo, descubierto el sábado se calcula que la muerte se produjo entre el martes 23 y el miércoles 24.
Uno a uno fueron capturados todos los actores del drama, Laverde en San Andrés, Ochoa en Medellín, el esposo en Bucaramanga, el venezolano en Cúcuta y los amigos en Bogotá. La dama secreta, agente encubierta, permaneció mucho tiempo en el anonimato hasta cuando obligada por la curiosidad pública se presentó a colaborar con la investigación y reveló su identidad un mes después. Entonces renació la esperanza de dilucidar el enigmático caso pero para frustración pública antes de dos meses todos los actores y protagonistas del sonado caso fueron quedando exonerados.
Quedaba sin embargo, no sólo la incógnita de la desaparición del revolver para justificar el caso de suicidio sino, cómo se había tenido noticia de que dentro del apartamento 301 había un cadáver. Pues bien, como se recordará toda esta historia comenzó cuando una llamada anónima fue recibida en las oficinas de F-2 de la Policía Nacional alertando de un cadáver en ese apartamento. Esto determinó que quien hizo la llamada tenía conocimiento de la situación y según sería materia de investigación posterior generaría la hipótesis del robo por parte de unos “apartamenteros”.
En la próxima entrega se detallará cómo intervinieron quienes supuestamente entraron al 301 con el ánimo de sustraer los bienes ajenos y la conclusión a la que definitivamente llegaron las autoridades con relación a este insólito caso.

Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

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