lunes, 10 de octubre de 2011

7.- RECUERDOS DE MI CIUDAD III

PARTE III/IV

Carlos Eduardo Orduz

Las fronteras son simplemente barreras que se han inventado los hombres para separarse entre sí.
   
El pan, que durante muchos años han consumido los cucuteños, ha sido de calidad ‘uno A’, de calificación ISO 9001, por su sabor y por cuanto en su elaboración siempre se ha utilizado harina americana traída de San Antonio del Táchira.

Vamos a reseñar las panaderías de mayor tradición: Panadería La Roca, situada en la calle 10 con avenidas 2 y 3, que surtía a los habitantes de La Playa y el Barrio Latino. Esta panadería era frecuentada por personas adineradas y con grandes casaquintas.

Panadería Contreras, ubicada en la avenida 3, entre calles 10 y 9.

Panadería La Central, gran parte de la zona occidental de Cúcuta era clientela habitual por sus sabrosos mojicones, ‘semas’ de dulce (color negro aclarado) y los ricos azucarados con cristales de glucosa en la parte superior. Había que hacer cola para lograr su compra, tipo 4 de la tarde se agotaba la existencia. De esta panadería abrieron, por el éxito, una sucursal en la avenida 4 con calles 7 y 8, pero su duración fue efímera. Pareciera que los cucuteños eran tradicionalistas en sus costumbres diarias.

En la parte sur de la urbe estaba la panadería, “Aire Libre”, de la familia Sanabria, que tenía en su parte frontal  un mural que llamaba la atención de los compradores. Con el cierre definitivo, llevado a cabo recientemente, quedaron huérfanos de su tradicional panadería los barrios Puente Barco, La Cabrera, La Playa y San Rafael.

Los hermanos Alfredo y Carlos Díaz, figuras de renombre en el deporte de la número 7 (baloncesto) a nivel local, nacional e internacional, manejaron durante largos años la Panadería La Fragancia, en la calle 11, entre avenidas 8 y 9.

En la avenida 0 con calle 9 fundaron, en tiempos más recientes, la Panificadora La Panamericana.

Funcionó en la calle 2 con avenidas 8 y 9 la inolvidable Panadería Cúcuta, que vendía el pan brillado, al que con brocha le untaban clara de huevo en la parte superior; también vendían las famosas lenguas apetecidas por los muchachos, por lo largas y durables.

La Panadería Norte, en la calle 2 con avenida 8, le hacía competencia a la Cúcuta, pero ambas agotaban su producción en poco tiempo. Su especialidad eran las semas de chicharrón, los caimanes de dulce y los bastones de sal.

El pan se vendía por ‘cuentas’, es decir, 8 panes y también existía el vendaje (regalo por la compra). Aún así, algunas personas pedían la ‘ñapa’.

Cambiando de temas, veamos: en la Diagonal Santander con Calles 4 y 3 existió el Casino, lugar interesante por algunos aspectos. Para poder ingresar, se debía ir vestido con traje formal, pero a los clientes habituales y a quienes aparecían sin él, le resolvían fácilmente la situación ya que contaba con un buen surtido de colores y tallas para prestar.

La presencia femenina era abundante y de mujeres adineradas, demostrado por los lujosos trajes y joyas que exhibían. El casino contaba con un banco, internamente, para cambiar cheques a personas conocidas y además recibían en empeño relojes y cadenas de oro y otros elementos de valor, de los clientes afiebrados que querían tomar desquite de lo perdido en las diferentes modalidades de juego que allí existían.

Muchas fortunas de cucuteños se dilapidaron allí, como también quebraron múltiples negocios de la ciudad y San Antonio del Táchira, pues sus propietarios lo perdían todo en aquel lugar.

Los borrachitos que se respetaran, visitaban después de las once de la noche el restaurante “La Pesa”, junto al matadero municipal para degustar el famoso plato “caldo de venas” y la carne asada recién cortada de las reses que se sacrificaban cada noche en ese sitio.

El Casino, para la clase media y popular, estaba situado en la calle 9 con avenida 7, allí sólo se jugaba “Bingo Cantado”, todos los días de la semana. Los premios eran de $20 mil, $10 mil y $5 mil, y junto a las mesas de juego había un  comedor anexo para los afiebrados que no querían perderse una sola ronda del bingo.

En la avenida 5 con calle 7 existía la casa de automóviles Ford Torovega, cuyo gerente era un alemán de apellido Shumager. Contiguo a este negocio, en una vieja casona, ha venido laborando por más de sesenta años Alberto Moreno, conocido con el alias de “El Mago”, experto en abrir cajas fuertes por puro oído, carros que perdían las llaves, chapas, cerraduras, cofres, todo con sus manos ágiles. Hoy tiene su taller donde hace llaves y presta servicios a domicilio en la calle 6 # 3-80. Sus trabajos son garantizados.

Los billetes que circulaban en Cúcuta en el siglo XX, correspondían a emisiones del “Banco de Pamplona” creado en 1882, y tenían valores, en pesos, de $1, $5, $10 y $20. Eran lujosamente impresos, con figuras de animales, héroes y heroínas; el banco tenía director gerente, segundo director y tercer director y en los billetes se establecía “Hora de despacho de las 11 de la mañana a las 4 de la tarde de los días no feriados”. 
  
En la avenida 1 con calles 10 y 11 en una vieja casona, con un solar inmenso, la señora Guillermina y su esposo Gustavo Canal, atendían un asadero, que era el tertuliadero habitual de Ramón Alberto Villaverde (fue transferido al equipo de los Millonarios  y luego al Real Madrid de España), Antonio Sacco, Carlos Miloc, Carlos Zunino, Chino Luz, el portero Tulic, Tejera, Taibo, que eran luminarias del fútbol de la época del Dorado; estos jugadores uruguayos llevaron por los estadios del país, con orgullo, los colores rojo y negro del doblemente glorioso Cúcuta Deportivo.
   
En la avenida 10, entre calles 11 y 12 existió el Salón Luisa, bebedero de los estudiantes para deleitarse con la música de la  Billos, Los Melódicos, Lucho Bermúdez y Pacho Galán.


Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

2 comentarios:

  1. MUY BUENA PAGINA LASTIMA QUE LA JUVENTUD DE AHORA NO VALORE ESTOS CIUDADANOS QUE DEDICAN HORAS INTERMINABLES EN CAPTURAR LA HISTORIA DE ESTA HERMOSA CIUDAD

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  2. El mojicon de la panadería aire libre vendía el mojicon más sabroso del mundo

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