Parte III/III
“El día 11 de junio de 1900 quedaron terminadas las trincheras y por tanto encerrado el centro de la ciudad. Pero antes del cierre se hizo salir de ella el mayor número de familias que en nutridas caravanas tomaban el camino de la frontera con Venezuela, especialmente las de filiación liberal, pues a las conservadoras se les negaba el requerido” salvoconducto” para abandonar la ciudad.
El 12 de junio las fuerzas gobiernistas se presentaron por el sur de Cúcuta, en número de unos 6.000 soldados, acampando en las veredas de” El Pórtico “ y “ La Vega “. La entrada se hizo por las vías de “ El Resumen” y de “Los Vados “ las cuales concurren el Puente San Rafael. Las manzanas situadas al sur de la ciudad y fuera de las trincheras fueron ocupadas rápidamente y sin esfuerzos por el gobierno, hasta aproximarse a las trincheras y ocupar las casas vecinas frente a ellas, aspillerando las paredes para asegurar la puntería. El cerco se produjo distribuyendo los batallones en contorno de la ciudad rodeada de trincheras. De este modo la revolución tuvo que atender a muchos frentes, pues las trincheras, eran muchas, y extenso el perímetro de la línea defendida. El gobierno escogió como sitio estratégico para la artillería una eminencia al sur de la ciudad conocida con el nombre de” Piedra del Galembo“. Desde allí operaba el general Juan Francisco Urdaneta, con sus cañones y su batallón. Los objetivos principales eran la torre de San José, vuelta un cendal por las granadas, y el fortín de la avenida 6 arriba de la calle 13.
El Coronel Juan Francisco Garay, jefe de la 1a Brigada, acompañado del Comandante Segundo Ruiz y sus oficiales, hizo una salida del fortín, para tomarse por asalto la Artillería, pero fue inútil su intento y varias las pérdidas que sufrió. Salidas semejantes se hicieron de otras trincheras pero ante los rechazos experimentados y lo infructuoso de los intentos, la Revolución optó por reducir su resistencia dentro de las trincheras, circunscrita la lucha a las casas y paredes que exteriormente rodeaban las trincheras , se combatió durante tres semanas, teniendo de por medio solamente el ancho de las calles.
Así se explica el estado de destrucción en que quedaron las casa y edificios y que muestran las fotografías que publicamos. Durante todo el asedio se practicó el bombardeo desde” La Piedra del Galembo” sobre la torre de la Iglesia de San Jose, puertas de su campanario. La solidez de esta torre quedó demostrada en el sitio, pues no obstante el sinnúmero de impactos, no fue derrumbada. Al bombardeo de la torre respondieron seis oficiales mandados por el Mayor Abelardo Madariaga, quienes cumplieron su doble misión de atalayas y de tiradores, pues mediante el teléfono instalado interiormente mantenían al estado Mayor al corriente de los movimientos del enemigo, y se contestaba con disparos de manlincher a las granadas de la artillería gobiernista. Esos oficiales eran: Roberto Marín, Fructuoso Soto, Francisco Márquez, un joven Ruiz de Santiago y dos más de Ocaña, de apellidos Niño y del Real. Algunas mujeres del pueblo subían a la torre para llevarles café y municiones, destacándose entre ellas una muy varonil llamada Carmen Jaimes.
Damas apresadas como rehenes por la revolución
Temerosa la revolución de que la ciudad fuese tomada y destruida a sangre y fuego, el general Ruiz dió la orden de que las señoras conservadoras que residieran fuera de las trincheras o dentro de ellas fueran recluidas en casas honorables en calidad de rehenes. Parte de las familias que fueron aprehendidas se habían concentrado en las casas de doña Juana Mora de Riedel ( madre de Mariana Riedel de Hernández ) y de doña Victoria de Berti. Estas casas situadas en la avenida 6a con calles 7a y 8a, se comunicaban interiormente por sus solares. La familia Jordán, que también fue detenida, habitaba fuera de trincheras en la avenida 4a con calles 14 y 15.
Las prisioneras fueron conducidas a las casas de reclusión sin permitírseles llevar nada consigo, pues el sargento y su escolta encargados de ejecutar la detención manifestaron tener orden de conducir solamente sus personas. Pero al día siguiente el señor José Ignacio Vargas Vila y el coronel Manuel Valero les permitieron hacer traer de sus casas las prendas y enseres de uso personal, lo mismo que artículos alimenticios. La provisión de vinos, rancho, uvas, dulces, etc. se hizo del Almacén del general conservador don José Agustín Berti.
Las familias prisioneras como consecuencia de la prolongación del sitio donde empezaron a experimentar los sufrimientos del asedio, del encierro, de la alimentación escasa e inadecuada, y lo que fue más grave, la acción de las enfermedades. En ellas como en todos los sitiados, hacían estragos el tifo, la disentería y la viruela. Dn. Luis Febres Cordero y Dn. Julio Ferrero agonizaban y recibían los últimos auxilios cristianos de defunción. Aterradas y desesperadas con tal situación se dirigieron por escrito al general González Valencia pidiéndole interceptara el agua de la toma que proveía a Cúcuta para que la falta de este elemento vital obligase a la revolución a desocupar la ciudad. Pero el general González Valencia no quiso tomar aquella medida, precisamente por consideración con las señoras prisioneras”
Prolongación del Sitio
“Corría la quinta semana del sitio y la rendición de la ciudad no se obtenía, firme como estaba el general Ruiz en resistir hasta el fin sin omitir sacrificio.
Finalmente el 13 de julio de 1900 se inició el asalto a las trincheras: el batallón Casabianca irrumpió del Hospital de Caridad, atravesó el parque Colón y en forma incontenible se lanzó sobre la trinchera de la avenida 3a con calle 12, llegando su arrojo temerario a disparar por encima de las alambradas, mientras otros cortaban a machete las hebras de alambre. La mortandad fue terrible de parte y parte, pero el abordaje de la trinchera no se obtuvo porque la casi totalidad del batallón fue barrido por los defensor atrincherados. La calle quedó cubierta de combatientes, lo mismo que el interior de la trinchera cuyas zanjas sirvieron de sepultura a los propios defensores. La trinchera asaltada estuvo al mando del general Rafael Oquendo. A su lado se batió bravamente su ayudante Abelardo Madariaga, y fueron los actos destacados de valor de este oficial en la lucha cuerpo a cuerpo con los asaltantes, los que le conquistaron su ascenso a mayor el mismo día 13. Durante la noche de este día el batallón Gramalote, valiéndose de grandes bolas de trapo y de bagazo de cañas empapadas en petróleo, consiguió incendiar la trinchera de los Balkanes en la avenida 4a con calle 13. Este incendio llenó de furia a los revolucionarios, y aún cuando en la madrugada del día 14 intentó reconstruirla con ladrillo el coronel Manuel Valero, fue tomada en el curso de este día lo mismo que la de la avenida 3ª. Fue así como la revolución desplazada de sus dos primeras trincheras, se refugió en la trinchera construida en la esquina de Dn. Florentino González, avenida 4a con calle 12.
Correspondió al batallón Tenerife la toma de esta 3a trinchera, repitiendo el asalto temerario de los batallones Casabianca y Gramalote. Esta trinchera fue tomada a sangre y fuego y con mortandades recíprocas, más fuertes para los sitiadores por carecer cada día de elementos de defensa. Los asaltos continuaron sobre las trincheras de las avenidas 5a 6a y 7a hasta estrechar la revolución a la trinchera del parque Santander y a las del norte de la calle 8a
Abandono del Sitio
En la noche del 15 de julio la revolución ante el estrechamiento a que había sido reducida y siendo imposible resistir por un día más, pues las municiones estaban agotadas, y las tropas defensoras se habían reducido a una tercera parte, no sólo por el fuego enemigo sino por las enfermedades suscitadas en toda la ciudad sitiada, el jefe de la plaza general Benjamín Ruiz ordenó la evacuación hacia la media noche. El Estado Mayor encabezó la desocupación, y se ordenó al coronel Valero dirigir la retaguardia. Los primeros cuerpos lograron salir ocultamente y en orden por los potreros de La Garita, pero los de Retaguardia fueron descubiertos y perseguidos por el batallón Cúcuta, situados en “El Cocal “, muy cerca de La Garita. Comandaban este batallón los hermanos Luís y José María Morales Berti. La persecución fue inclemente y mortal para la retaguardia. Su jefe el coronel Valero, ascendido después de muerto a general, perdió la vida a manos de los perseguidores. El mayor Ignacio Andrade Berti fue recogido herido con grave cinturonazo en la cabeza, del cual logró curar. La revolución en su huida atravesó las haciendas de” La Ceiba “ propiedad de Don Juan Bosch, y de” El Tiro“, perteneciente a los Sayagos; cruzó enseguida el río Táchira por el llamado ‘ Paso del Burro “, y llegó a Ureña, en Venezuela.
El centro de la ciudad, o la parte encerrada por las barricadas, quedó en escombros por efecto de los tiroteos y los incendios. A partir del 16 las epidemias se desarrollaron con mayor intensidad y extensión, pues los cadáveres hacinados en las fosas de las trincheras, cubiertos apenas con latas de zinc, entraron en descomposición, extendiéndose rápidamente el tifo negra. El comercio de Cúcuta, que siempre ha sido fuerte e importante como puerto fronterizo, y que ha constituido su riqueza característica, fue perjudicado hondamente porque constituyó el principal abastecimiento de la revolución en víveres, licores, rancho y telas, a parte de las contribuciones de guerra que obligatoriamente se le impusieron por el general Ruiz. Fuera de esto sufrió nuevo aniquilamiento a la entrada de los vencedores, pues ya es sabido lo imposible que resulta para los jefes impedir los saqueos por parte de las tropas que en tales casos se dispersan y sustraen a las órdenes y vigilancia, para llevar a cabo reprochables abusos. Piénsese además que durante los 35 días que duró el asedio las fuerzas sitiadas habían carecido de bebidas alcohólicas, las que ahora estaban a su disposición en almacenes y tiendas, los que fueron desocupados a mano fuerte, no solo para desquitarse de la abstención obligada, sino para resarcirse con el botín de guerra al cual consideraban con derecho en su condición de vencedores.
Transcribimos a continuación el telegrama recibido de Bogotá cuatro días después de terminado el sitio.
“Bogotá, julio 20 de 1.900 — Señor General Ramón González Valencia — Cúcuta— Día por día y con la mayor ansiedad os he seguido paso a paso en la brillante campaña de Cúcuta. Como yo, la nación entera era presa de la más viva excitación, esperando anhelante la noticia de la rendición de Cúcuta que ayer tuve la satisfacción de comunicar a los cuatro vientos. Reconozco complacido, y así tengo el gusto de manifestároslo, que vuestras disposiciones siempre acertadas y vuestra incansable actividad, fueron el factor en el espléndido resultado obtenido. Así lo ha manifestado a este Ministerio el valeroso cuanto modesto general Pinzón, vuestro digno amigo. Os envío pues, mis entusiastas felicitaciones y doy gracias al Todo Poderoso por haberos sacado ileso en tantos días de sangrientas y porfiadas luchas. Manuel Casabianca — Ministro de Guerra.
“Bogotá, julio 20 de 1.900 — Señor General Ramón González Valencia — Cúcuta— Día por día y con la mayor ansiedad os he seguido paso a paso en la brillante campaña de Cúcuta. Como yo, la nación entera era presa de la más viva excitación, esperando anhelante la noticia de la rendición de Cúcuta que ayer tuve la satisfacción de comunicar a los cuatro vientos. Reconozco complacido, y así tengo el gusto de manifestároslo, que vuestras disposiciones siempre acertadas y vuestra incansable actividad, fueron el factor en el espléndido resultado obtenido. Así lo ha manifestado a este Ministerio el valeroso cuanto modesto general Pinzón, vuestro digno amigo. Os envío pues, mis entusiastas felicitaciones y doy gracias al Todo Poderoso por haberos sacado ileso en tantos días de sangrientas y porfiadas luchas. Manuel Casabianca — Ministro de Guerra.
Manuel Casabianca ocupó este Ministerio durante el mando del Dr. Manuel Antonio Sanclemente, del 12 de mayo al 31 de julio de 1.900”.
EPÍLOGO
Después del sitio de Cúcuta la guerra se prolongó a lo largo de dos años más. Quince días después de la huída de las tropas revolucionarias, se daba en Bogotá un golpe de Estado por los partidarios de Marroquín, quienes consideraban que la duración de la guerra obedecía a la incapacidad del Doctor Sanclemente, siempre enfermo y sin poder despachar en la capital por su estado de salud. El general Manuel Casabianca, Ministro de guerra y nacionalista, nombró como jefe de un batallón acantonado en Soacha al general Jorge Moya Vásquez, histórico connotado. Este, en convivencia con otros jefes de su partido, se vino a la capital, en donde al mismo tiempo un batallón cívico se apoderaba del palacio de San Carlos ( hoy Casa de Bolívar) y se daba el golpe el 31 de julio de 1.900. Marroquín, presionado por los conjurados, se hizo cargo del poder, con lo cual se creyó que terminaría la guerra, pues el liberalismo simpatizaba con este gobernante por sus actuaciones anteriores.
Este golpe de Estado ha sido muy criticado, pero el hecho es que de acuerdo a la Constitución, el vicepresidente podía asumir el mando por su propia cuenta, tanto más cuanto el mismo estatuto prohibía al titular ejercer el mando fuera de la capital.
El nuevo mandatario dictó un derecho de amnistía el 12 de julio de 1.902 por el cual ofrecía amplias garantías a los que depusiesen las armas, excepto aquellos que estuviesen convictos de delitos comunes. Debido al nombramiento que el Doctor Marroquín hizo en el general Arístides Fernández como ministro de guerra se llenaron de recelos los liberales y acentuaron las manifestaciones bélicas.
En los nuevos enfrentamientos el general Uribe perdió una batalla cerca a la ciénaga de Santa Marta, y el general Juan B. Tovar logró entenderse con él para celebrar un tratado de paz el 24 de octubre de 1.902; el general González Valencia hizo lo mismo en Chinácota con otros jefes liberales, y viene como epílogo de esta tragedia, el célebre tratado de Wisconsin el 21 de noviembre de 1.902, entre los generales Nicolás Perdomo, a nombre del gobierno, y Benjamín Herrera, a nombre de la revolución. En este pacto los dos partidos se dan la mano, con lo que ya el 10 de junio de 1.903 el gobierno pudo levantar el estado de sitio. El 3 de noviembre de 1.903, Panamá se separaba definitivamente de Colombia.
En los nuevos enfrentamientos el general Uribe perdió una batalla cerca a la ciénaga de Santa Marta, y el general Juan B. Tovar logró entenderse con él para celebrar un tratado de paz el 24 de octubre de 1.902; el general González Valencia hizo lo mismo en Chinácota con otros jefes liberales, y viene como epílogo de esta tragedia, el célebre tratado de Wisconsin el 21 de noviembre de 1.902, entre los generales Nicolás Perdomo, a nombre del gobierno, y Benjamín Herrera, a nombre de la revolución. En este pacto los dos partidos se dan la mano, con lo que ya el 10 de junio de 1.903 el gobierno pudo levantar el estado de sitio. El 3 de noviembre de 1.903, Panamá se separaba definitivamente de Colombia.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
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