jueves, 22 de marzo de 2012

147.- 50 AÑOS DE DEPENDENCIA ECONÓMICA DE VENEZUELA

José Ramón Vargas T.

Las tarjetas CADIVI invadieron el comercio de Cúcuta en los años 2007, 2008 y parte del 2009, provocando uno de las mayores bonanzas en muchos años.


El compartir frontera con la República Bolivariana de Venezuela, país rico en recursos naturales de gran demanda internacional (petróleo, gas, hierro y aluminio, entre otros), ha sido para Cúcuta una gran oportunidad tanto para vender sus productos y servicios,  como para comprar alimentos, vehículos, electrodomésticos y combustible a precios subsidiados.
 
Esta situación ha generado una dependencia para nuestra ciudad durante varios años, especialmente desde 1961 como consecuencia del descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo en el país hermano y el consecuente aumento de su riqueza, reflejado inicialmente en el poder adquisitivo de su moneda. Durante 22 años el bolívar  fue una divisa de aceptación internacional (1 dólar=  Bs. 4.30), un récord mundial inalcanzable.
 
Pero ante la constante devaluación del peso colombiano,  el precio del bolívar en la frontera fue en aumento desde $1.64 en 1961, hasta $17.30 en febrero de 1983. Esta diferencia cambiaria significó para nuestra región una bonanza,  con un intercambio en continuo crecimiento, razón por la cual esta frontera se convirtió en una de las más dinámicas de América Latina.
 
El auge económico permitió que las ventas hacia Venezuela por Cúcuta representaran ingresos netos por 137.5 millones de dólares en 1978 y de  226 millones en 1982, por citar solo algunas fechas. La industria de mayor desarrollo fue la del calzado, convirtiendo a nuestra ciudad en la líder en este sector a nivel nacional durante varios años. Le siguieron la arcilla, lácteos, cemento, textiles y minería.
 
Los márgenes de utilidad eran considerables y la oportunidad para la recreación era amplia. Por ejemplo, de Cúcuta salía semanalmente un vuelo directo hacia Miami, motivo suficiente para que el Camilo Daza se ubicara en la categoría de Aeropuerto Internacional. La creciente afluencia de venezolanos en busca de productos y servicios, atrajo a la vez a muchos empresarios y trabajadores de Colombia, generando una gran demanda de locales comerciales y vivienda.  Como respuesta se presentó un considerable auge en el sector de la construcción.
 
De acuerdo con  los informes de la Cámara de Comercio  y con base en las cifras suministradas por planeación municipal, en 1980 se expidieron 92 licencias y se construyeron 97.985 metros cuadrados con una inversión de $1.022.391.000, mientras en 1982 las licencias expedidas fueron 132,  los metros cuadrados construidos 678.926 y la inversión $1.183.608.000.
 
Las tradicionales casas  de familia,  como las ubicadas en la calle 10 entre avenidas cero y catorce, se convirtieron en locales para negocios con elevados arriendos y cobro de jugosas primas. Según la Cámara de Comercio de Cúcuta, en 1980 el registro de nuevas empresas fue de 635, en 1982 llegó a 1.260 y en 1983  alcanzó las 1.485 empresas.
 
Era común ver a visitantes de otras ciudades de Colombia, especialmente empresarios, ubicarse en lugares estratégicos de la ciudad para ver el desfile sabatino de carros novedosos en la época, como los Montecarlo, Mustang, Pontiac, Mercury,  LTD, Cadillac, Buick, Mercury y Maverick,  entonces muy escasos en el centro de nuestro país.  Luego de las compras en los almacenes cucuteños y pamploneses en donde era muy común escuchar “está barato, dame dos”, los vehículos regresaban a Venezuela llenos de mercancías haciendo interminables colas.
 
Ante la gran demanda y el deseo de satisfacer a los  ricos visitantes, diversos centros de diversión abrieron sus puertas y dos zonas de tolerancia se hicieron famosas: La Ínsula y El Magdalena.
 
Pero como no hay felicidad que dure tanto, la burbuja estalló y la divisa venezolana se vino al piso un día de no grata recordación para los cucuteños: el 18 de febrero de 1983. Aquel viernes negro el bolívar se desvalorizó un 65 por ciento, pasando de $17.30 a $6.  Ese día se podía escuchar el ruido de una mosca y semanas después empezaron a verse los letreros “se vende” – “se arrienda”, síndrome de las crisis económicas.
 
Sin embargo, la elevada inflación registrada en el país vecino en los años siguientes, 1987 (40%), 1989 (81%) y 1996 (103%), así como la  devaluación  represada de su moneda, se convirtieron en nuestras aliadas. Como consecuencia,  el precio del bolívar inició nuevamente su ascenso: 1990 ($8.20), 1991 ($9.30) y 1992 ($10).
 
Cuando todo parecía color de rosa y estábamos olvidándonos de que el comportamiento económico es cíclico, se presentó la crisis de mediados de los años noventa y nuevamente se revienta la burbuja y la divisa venezolana cae a $3 en 1995 y a $2.10 en 1996. Fiel al principio de que las crisis son una oportunidad para mostrar el liderazgo y la creatividad,  durante los últimos 15 años del siglo pasado se celebraron varias ferias internacionales en la Zona Franca y El Bosque Popular.
 
De acuerdo con la evaluación de los resultados, se alcanzaron los objetivos de atraer visitantes y abrir nuevos mercados para nuestros productos. La zona Franca de Cúcuta fue considerada la más dinámica de América Latina.
 
El siglo XXI arrancó con un bolívar a $2.20 hasta caer a $1.15 en el 2005. En este quinquenio se celebraron algunas ferias en la sede asignada para esta clase de eventos, ubicada entre la urbanización Niza y el anillo vial. Pero las dificultades para desplazarse a este lugar y la incomodidad de sus instalaciones incidieron considerablemente  en la disminución del flujo de visitantes, ocasionando considerables pérdidas a los expositores y el consecuente cierre de estas instalaciones. Desde entonces no se han desarrollado más eventos de esta categoría.
 
Durante este mismo periodo  se abrieron  tres exposiciones binacionales de alta tecnología en las instalaciones de la Universidad Francisco de Paula Santander organizadas por la Incubadora de Empresas de Norte de Santander y con la participación de expositores de Universidades de Colombia y Venezuela.
 
Pese a las dificultades  generadas por el bajonazo continuo de la divisa del vecino país en estos últimos cinco años, los venezolanos siguieron llegando a nuestra ciudad en busca de productos y servicios. ¿La razón? La facilidad para acceder a los dólares a través de la tarjeta Cadivi, como consecuencia de la masiva entrada de dólares a las arcas venezolanas debido al alto precio internacional del crudo.

Los resultados de esta bonanza se reflejan, en parte, en el reporte dado a conocer por la DIAN sobre el pago del IVA y el impuesto a la renta en Cúcuta durante los últimos 10 años. En $millones.

Año                                                             Renta                                         IVA                                                                                       
                                                                                                                              
2000                                                          $12.316                                      $20.239
2004                                                          $22.341                                      $33.674
2005                                                          $21.972                                      $39.775
2006                                                          $32.492                                      $55.124
2007                                                          $44.324                                      $66.761
2008                                                          $65.844                                      $81.337
2009                                                          $80.278                                      $86.491


Con base en un IVA del 16 por ciento se puede tener una cifra aproximada de las ventas: en el año 2000 pudieron ser $126.494 millones y el año 2009 $540.569 millones.
 
En esta última década el IVA  pagado tuvo un crecimiento del 327 por ciento, al pasar de $20.239 en  el 2000  a $86.479 en el 2009, en tanto que  y el impuesto sobre renta creció 552 por ciento. Estas diferencias son representativas, aún restándoles lo correspondiente a la inflación.
 
Vale resaltar, igualmente, el progreso sin antecedentes en la Perla del Norte en los últimos años con el desarrollo de megaproyectos, la llegada de almacenes de cadena, la construcción de centros comerciales, incluyendo el centro comercial abierto, la remodelación del estadio General Santander para convertirlo en uno de los mejores de Colombia. Gracias a la gran actuación del Cúcuta Deportivo, hasta alcanzar el subcampeonato suramericano, muchos visitantes, la mayoría extranjeros, llegaron a nuestra ciudad.
 
Pero así como ser vecino de un país rico en recursos naturales, y casi importador neto de servicios y alimentos, tiene sus ventajas, también tiene sus desventajas. Los cucuteños dependemos más de las decisiones del gobierno venezolano que de lo que suceda en Colombia. Basta recordar como luego de las compulsivas compras de los venezolanos ante el afán de gastar los cupos de las tarjetas CADIVI en los años 2007, 2008 y parte del 2009, estos desaparecieron ante las limitantes impuestas por el gobierno bolivariano debido a la crisis económica.
 
Hoy, mientras Colombia celebra el aumento de las exportaciones en los primeros meses de este año en un 19 por ciento, en Cúcuta nos lamentamos de la caída de las ventas a Venezuela en un 75 por ciento. La situación es tan difícil que se está pidiendo la declaratoria de la emergencia económica y social para la región, porque hasta febrero 2010 el desempleo llegó a 16.4 por ciento y el subempleo a 31.5 por ciento.
 
Además, la secretaría de hacienda municipal acaba de informar que hasta mayo solo se ha recaudado el 30 por ciento de lo calculado en impuesto de industria y comercio.
 
Nuevamente se lee en algunas puertas y ventanales: “se vende”- “se arrienda”. Todo parece haber sido un sueño del que estamos despertando. Sin embargo, hay que seguir soñando porque soñar no cuesta nada y es  el principio de todo proyecto exitoso.  Al fin y al cabo el comportamiento de la economía es cíclico.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.



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