miércoles, 28 de marzo de 2012

150.- LA FABRICA DE JUGUETES NACORAL

Gerardo Raynaud D. 

A finales de la década de los años sesenta y comienzos de los setenta un grupo de prestantes personalidades de la ciudad, en asocio con la entonces poderosa Federación Nacional de Cafeteros, a través del Banco Cafetero, se reunió para crear una institución que fomentara el desarrollo regional mediante el aporte de recursos y la promoción de actividades y empresas que generaran riqueza, aportaran puestos de trabajo y redujeran la dependencia del comercio como acción predominante de la economía regional. Operación parecida había desarrollado la misma Federación, en la zona cafetera del centro occidente del país, al incentivar a los caficultores a no depender exclusivamente del grano como fuente de ingreso como previendo un futuro incierto tal como ocurrió tiempo después. Las instituciones creadas fueron las corporaciones financieras de Oriente y Occidente respectivamente, que le aportaron a las regiones triunfos y fracasos, pero más de estos últimos, por lo menos en el caso de la Corporación Financiera del Oriente S.A. que fue el nombre dado a la financiera mencionada.

Independientemente de la evaluación de la gestión desarrollada durante los primeros años de su operación, la Corporación desplegó una gran actividad crediticia y fue muy cautelosa en la promoción de empresas, tanto así que fueron muy pocas las que fueron presentadas a consideración de su Junta Directiva. Una de esas empresas que generó gran expectativa entre los inversionistas privados locales fue precisamente la Fábrica Iberoamericana de Juguetes Nacoral S.A., empresa  de origen español que buscaba desde hacía unos pocos años a un inversionista colombiano para montar una planta que abasteciera el mercado de la América Latina, pues desde la madre patria no era rentable hacerlo.

Pero antes de entrar en detalles sobre el proceso de conformación de la empresa debo necesariamente informar sobre las condiciones sociales, económicas y políticas del entorno dentro del cual se realizarían las operaciones de la nueva empresa para comprender las motivaciones que llevaron a la Corporación a emprender dicha aventura empresarial. Nacoral España era la empresa productora de juguetes más grande del país y buscaba expandir sus mercados a Iberoamérica mediante la instalación en una nación de la región excepto Venezuela que era la joya de la corona y a la cual proveía desde el viejo continente. De hecho, el contrato con la casa matriz le otorgaba a la nueva empresa la concesión sobre todo el mercado latinoamericano salvo Venezuela. Dos clases de juguetes elaboraba; el clásico juguete de plástico en polietileno, balones y pelotas, carritos de halar, bates, baldes, palas, muñecos y demás que se fabricaban con máquinas de extrusión simples; adicionalmente se ensamblaban algunos juguetes con motor y pilas, también elaborados en plástico. La otra línea era la de los modelos a escala en Zamac, una aleación con la que se fabrican o se fabricaban los coches, automóviles, aviones a escala y hasta los conocidos “soldaditos de plomo” que obviamente no eran de plomo sino de Zamac.

Corría el año 1973 y por otro lado el Pacto Andino estaba en ciernes y en proceso de consolidarse pues el Acuerdo de Cartagena constitutivo del Pacto tenía menos de cuatro años; políticamente los países que lo integraban tenían gobiernos dictatoriales a excepción de Colombia. Estaban gobernados por regímenes militares Ecuador, Perú, Bolivia y desde septiembre de ese año Chile que se retiró en octubre de 1976.

Venezuela se acababa de adherir en febrero de este año. Las conversaciones entre Nacoral de España y la Corporación Financiera del Oriente S.A. fueron entabladas entre José María Del Moral quien representaba los intereses de la compañía española en Colombia y el doctor Gabriel Pérez Escalante Gerente de la Corporación. Como en toda negociación de este tipo las reuniones eran frecuentes; los viajes a conocer sendas empresas por parte de cada uno de sus directivos llevó a demorar la implementación del proyecto al punto que se pensó que no se llegaría a cristalizar; sin embargo después del viaje de las directivas de la Corporación a España se llegó a un acuerdo sencillo en principio y que desentrabó el problema que había surgido sobre los aportes que cada una de las partes debía proporcionar; la sociedad se constituiría en partes iguales entre Nacoral y la Corporación; además esta última ofrecería al público una pequeña participación para darle oportunidad al inversionista privado de intervenir en la sociedad. La empresa se llamó oficialmente “Compañía Iberoamericana de Juguetes Nacoral S.A.” y se constituyó con un capital autorizado de 20 millones de pesos distribuido en 20.000 acciones de mil pesos cada una de las cuales se suscribió y pagó 10 mil acciones para un capital de diez millones de pesos. Los aportes de Nacoral se establecieron en especie puesto que tenían el conocimiento y la tecnología así que entregaron su parte en maquinaria y suministraron el “know how” con el que se iniciarían las operaciones así como el personal técnico para la puesta en marcha.

Esta fórmula era muy utilizada en esa época cuando las trabas a la inversión extranjera no permitían facilidades. Como las dificultades que se originaban en la oficina de Control de Cambios del Banco de la República eran tales que al inversionista extranjero le resultaba más fácil avalar un préstamo local con respaldo de sus activos en el exterior que traer sus dólares o realizar su inversión en especie, básicamente con maquinaria que era fácilmente verificable por las autoridades cambiarias. Así lo planteó Nacoral España y así fue aceptado por las partes. La escritura de conformación de la sociedad se firmó en la Notaría Primera y le correspondió el número 269 del 15 de febrero de 1973; con esos aportes   se dio inicio a sus operaciones en un local en arrendamiento que era de propiedad de J.P. Lizarazo en la calle 10 No. 0-71; allí quedaba la entrada a las oficinas mientras que la entrada a la planta de producción se hacía sobre la avenida primera entre calles diez y once donde hoy existe un lavadero de carros. Hasta aquí la historia conocida.

La vida económica de la Compañía Iberoamericana de Juguetes Nacoral S.A. fue efímera. Escasamente duró tres años, hasta el 76 cuando entró en concordato preventivo obligatorio, como se llamaba en ese entonces a la figura que permitía a las empresas protegerse en caso de pérdidas comprobadas. Nunca creí en el proyecto a pesar de mi vinculación con la Corporación Financiera de Oriente S.A. pues había conocido, de oídas, las andanzas del promotor español José María Del Moral, quien no tenía referencias alentadoras toda vez que en otro proyecto emprendido en otra región del país había fracasado igualmente. Conocedor de esta situación lo comenté a las directivas quienes argumentaron que lo importante “era aprovechar su experiencia y sus contactos en esta clase de  proyectos” y que el propósito era consolidar una empresa que le trajera prosperidad a la región. De todas formas a los pocos quienes me preguntaron sobre la posibilidad de invertir en el proyecto no tuve otra opción que recomendarles negativamente. Después me lo agradecieron francamente.

Pues bien, qué pasó realmente para que el descalabro fuera tan estrepitoso? Varios elementos se conjugaron. En todo fracaso o éxito siempre existe una suma de factores que influyen en él. No es posible atribuirle a un solo elemento o factor el éxito o fracaso de un suceso o una acción; por eso voy a citar la sucesión de actos que hicieron presencia para que la empresa tuviera el final que tuvo. Desde el principio, los socios españoles no le jugaron limpio a la sociedad ya que la maquinaria que sirvió de aporte no fue la prometida. La maquinaria que se recibió era la que había sido desechada por el fabricante español cuando renovó su parque así que se inició operaciones con una maquinaria usada, obsoleta y por lo tanto productora de piezas de inferior calidad. Una vez instalada la planta el tropiezo continuó con el personal de producción pues en la ciudad no había operarios que tuvieran experiencia en los procesos de ensamble de piezas de esta clase así que se tuvo que apelar a capacitar gente que reuniera las condiciones de habilidad y destreza manual y las combinara con el detalle y el cuidado que requería el ensamblaje de la juguetería.

Recuerdo que después de la evaluación de la clase de personas que reunieran estas características se llegó a la conclusión que las más indicadas eran las operarias de costura así que se emprendió una fase de capacitación a estas mujeres y con ellas se inició la producción; más adelante les contaré cual fue el problema que esta decisión le generó a la empresa. Ya lista con todos los componentes y mecanismos dispuestos, la empresa comienza a laborar a tres turnos, las 24 horas. El departamento comercial se había esmerado tanto que los pedidos llegaban de todos los países del Pacto Andino y se despachaba a medida que los productos salían de la línea de producción sin mayores inconvenientes. Ecuador y Perú, si mal no recuerdo fueron los primeros destinos. En general, la juguetería se podía clasificar en dos variedades, una que se presentaba sellada, empacada al vacío y otra que permitía la inspección del producto sin necesidad de abrir el empaque. Esta descripción es necesaria para comprender el primer problema surgido a raíz de las devoluciones que cada vez se hacían más frecuentes pues los clientes recibían las quejas de sus compradores cuando los juguetes se descomponían y los regresaban. Los únicos que no se devolvían eran los sellados pues el argumento era simple: una vez destapado no se aceptaba la devolución.

Un problema adicional surgió con los pagos de la mercancía. En la entrega anterior hicimos alusión a la clase de gobierno que regía por entonces los destinos de los países a los cuales se exportaba, pues bien, surgieron problemas similares a los que hoy se tiene con Venezuela ya que los clientes no pagaron las importaciones que hicieron por los inconvenientes de divisas que se presentaron. Desde esa época se habla del “seguro a las exportaciones” que protegería al productor colombiano de esas vicisitudes propias del exportador pero que aún hoy no tiene solución.

La situación se tornó insostenible pues la empresa se había endeudado tanto con la Corporación Financiera como con el City Bank ofreciendo como garantía sus únicos activos representativos, la maquinaria, de manera que cuando se presentó la cesación de pagos éstos apelaron por embargarla complicando aún más la precaria condición de la compañía. Ante un evento tan embarazoso como la baja calidad de los productos siempre me pregunté por qué los administradores nunca buscaron opciones diferentes a la fabricación de juguetes cuando de muy buenas fuentes conocí que empresarios de otros sectores buscaban empresas que les fabricaran piezas de plástico que requerían para sus productos teniendo que comprarlos en el interior porque Nacoral nunca quiso diversificar su producción. Igual sucedía con la petición de fabricar botellas plásticas, cuando en Colombia muy pocas empresas tenían máquinas “sopladoras” que son las que se utilizan para tal fin y que requería de una mínima inversión adicional para acondicionarla para elaborar este producto, de gran demanda por entonces pues muchas empresas se estaban cambiando al embotellado en plástico. Con esto quiero mostrar el último factor, la visión miope de los administradores y directivos que aún con las limitaciones que le otorgaba la franquicia bien hubieran podido proponer un viraje antes que claudicar ante el fracaso.

Para terminar quiero retomar el problema del personal que había dejado pendiente por narrarles. Con lo que no contaba la empresa respecto del personal femenino fue el tenso ambiente que se generó entre ellas, por los chismes, las consejas, envidias, lambonería y demás, al punto que la productividad se vio afectada de tal manera que no se tuvo otra alternativa que prescindir de ellas y reemplazarlas por aprendices Sena, con mejor éxito.

En el 2002 la Superintendencia de Sociedades declaró por terminado el Concordato Preventivo Obligatorio y con ello la fecha oficial de su defunción, mayo 14.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.


6 comentarios:

  1. Hola Gaston.Gracias por contarnos tus andanzas con la Fabrica Nacoral.Me podrias decir los juguetes que mayormente se hicieron alla.Me alegraria saberlo.Gracias anticipadas y fue un placer leerte.

    ResponderEliminar
  2. Conocí un señor español que trabajaba en NACORAL En Cúcuta y hacía trámites en la aduana en la cual yo trabajaba. Se llamaba Adolfo Olloqui Arnedo.Y uno de los primeros juguetes que allí se fabricaron me lo dió de regalo. Era un carrito antiguo.

    ResponderEliminar
  3. Soy un coleccionista de juguetes de Zaragoza (España) lugar de "nacimiento" de Nacoral.
    Sabía por ex-trabajadores de aquí que todos los moldes y maquinaría habían acabado en Colombia pero desconocía la historia que había después de la salida de España. Muchas gracias por compartir esta interesante historia.
    Solo me permito la licencia de aclarar que Nacoral no era la mayor empresa de juguetes de España en aquella época, de hecho nunca lo fué. Había otra empresas jugueteras como Exin, Payá, Rico, Famosa, etc que eran mucho más grande.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias por esta historia. Estoy haciendo una investigación sobre la historia del R4 en Colombia y este dato sobre juguetes y colecciones es fundamental. Llaman la atención los modelos escogidos, correspondientes a modeloshartopopulares y reconocidos en Colombia pero similares en España. Nunca tuve juguetes de Nacoral perosi visu publicidad y amigos míos si los coleccionaron

    ResponderEliminar
  5. buenas noches.
    por los años 70 fabricaron un camion pegaso porta coches, conocidoen colombia como niñera. me gustaria saber donde puedo conseguir uno.

    gratos recuerdos de mi niñez

    ResponderEliminar
  6. Tengo dos carritos Ford Mustang y Land Rover del año 1976 fabricados por Nacoral en Cúcuta. Era una colección, sería bueno que publicaran la colección completa de carritos de Nacoral de esa época.

    ResponderEliminar