martes, 3 de abril de 2012

152.- LA PRIMERA CRISIS DE LOS CAMBISTAS

Gerardo Raynaud

En las fronteras de todos los países del mundo se presentan fenómenos económicos singulares y economías turbulentas, cuanto más disimiles sean los respectivos sistemas políticos, económicos o sociales de cada uno de ellos. Los problemas del entorno se multiplican por dos o a veces por tres cuando en esos puntos convergen dos o hasta tres estados o naciones, puesto que las influencias que sobre esas zonas particulares ejercen cada una de las decisiones tomadas por sendos gobiernos repercute en su quehacer diario. Se dice que Cúcuta constituye la “frontera más dinámica de América” afirmación que me parece un poco exagerada, toda vez que en muchos otros puestos fronterizos de nuestra América se presentan circunstancias semejantes o de mayor movimiento como por ejemplo, la paraguaya Ciudad del Este en la frontera triple entre Paraguay, Brasil y Argentina que en menos de diez años pasó de ser una aldea que ni siquiera aparecía en los mapas a ser la segunda ciudad en población e importancia o para no ir más lejos, Leticia la capital del Amazonas, en el corazón de la selva y con una misma triple frontera, que de no ser por su aislamiento geográfico tendría iguales o mayores eventos perturbadores que nuestra “Perla del Norte”.

 En todas las fronteras y por razones obvias existe la actividad del cambio de moneda, formal o informal, según las regulaciones pero necesaria e imprescindible en las diarias labores que se ejercen en ambos lados de las rayas fronterizas.

Antes de declararse la libertad de divisas, en Colombia existía el control de cambios, esto es, que el gobierno ejercía control sobre las divisas, que en la realidad práctica se reducía a los dólares norteamericanos. Se manejaban las divisas a través del Banco de la República, al principio en una oficina denominada Prefectura de Cambios y luego con el término de Control de Cambios hasta su desaparición cuando se eliminó la medida y se dejó libertad para su manejo mediante la regulación del mercado que es lo que existe hoy.

En Cúcuta, la situación fue particular y más bien paradójica puesto que existían las casas de cambio de moneda extranjera con el aval del gobierno local desde muchos años atrás cuando imperó el modus vivendi, muy contrario a lo que sucedía en la frontera opuesta, al sur, con Ecuador que aunque también se ejercía la misma profesión, ésta se hacía “por debajo de la ruana”; quienes compraban o vendían sucres ecuatorianos los escondían debajo de sus ruanas para que no se notara lo que estaba ocurriendo. Hablo, por supuesto de Ipiales donde esto sucedía y con la ayuda del frío andino de la zona, mantenerlos allí guardados era más que un aliciente, un alivio.

El argumento para autorizar el ejercicio de la actividad cambista se fundamentaba en el convenio firmado entre Colombia y Venezuela en 1933 mediante el cual se regulaban las relaciones comerciales, el cual fue renovándose anualmente hasta 1948, fecha desde la cual las relaciones siguen sosteniéndose abierta y vigorosamente con fundamento en la complementariedad económica de los dos países y en los buenos entendimientos recíprocos de sus nacionales, lo que se evidencia especialmente en la frontera entre Cúcuta y el Estado Táchira. A esta circunstancia se le llamó modus vivendi. Al entrar a la modernidad, jalonados por los movimientos democráticos del Frente Nacional, nuevas medidas fueron ajustando los cimientos económicos de la nación, específicamente durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo cuando se expidió el Estatuto Cambiario que regulaba el manejo de las divisas, sin considerar la condición especial que reinaba en esta frontera.

Al entrar en vigencia el Estatuto, en 1967, se solicitaba, en uno de sus artículos, la obligatoriedad de presentar informes periódicos sobre las cantidades transadas, más con el ánimo de llevar una estadística sobre las cifras que las de ejercer un control a las operaciones, por lo menos eso fue lo que dijeron los representantes de la Prefectura de Cambios en la reunión preliminar que se citó para el efecto. Claro que la misma obligación regía para los comerciantes cuando recibieran bolívares por sus ventas. Ante esta realidad, los comerciantes consideraron que debían darles el tratamiento de exportadores menores, condición establecida en el Estatuto y que por lo tanto, les correspondería también el beneficio del incentivo tributario establecido con el famoso CAT – Certificado de Abono Tributario- que era del 15%. El Prefecto de Cambios Oscar de León, que no tiene parentesco alguno con el cantante venezolano del mismo nombre, en uso de las atribuciones que le otorgaba la norma, comenzó su labor investigativa entre las llamadas grandes casas de cambio, lo cual generó gran malestar no solo entre los cambistas sino en general entre todos los comerciantes, toda vez que le inició una investigación a la Casa de Cambios Seade, entonces la más grande de la ciudad. Como consecuencia de la investigación las restantes casas de cambio, incluidos los cajoneros, cerraron operaciones lo que desencadenó una disminución sustancial en el precio del bolívar.

La situación se fue recuperando con la intervención de las autoridades locales y gracias a la intervención del gobernador Gustavo Lozano Cárdenas y a los buenos oficios de la seccional de Fenalco con el ministro de Fomento quien intercedió ante su similar de Hacienda. Pero cuál era la preocupación del gobierno con relación a los cambistas de Cúcuta y por qué no se aplicó la norma en toda su extensión es un interrogante fácil de resolver. Debido a las dificultades que se tenía en esa época para conseguir los dólares que requería, principalmente la industria, debido a la escasez y a las restricciones, los cambistas cucuteños representaban su salvación ya que la disponibilidad de moneda americana estaba a la orden del día en los bancos de San Antonio e igual sucedía con los viajeros al extranjero, quienes tenían las mismas restricciones que tienen hoy los viajeros venezolanos para conseguir sus dólares. Por eso la combinación perfecta era casa de cambios y agencia de viajes como en el caso de marras. Para los cambistas la situación actual es la misma de hace más de 45 años sólo que ahora las operaciones se realizan en sentido contrario y los cambistas de San Antonio, ahí siguen a pesar de las embestidas del socialismo del siglo XXI.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.




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