sábado, 9 de junio de 2012

185.- CUCUTA



Omar Elías Laguado Nieto/Página web de la  Cámara de Comercio


El historiador Rafael Eduardo Angel, uno de los más grandes estudiosos académicos de esta ciudad comenta en su libro “Historia de Cúcuta” lo siguiente: “La de los Motilones fue una de las tribus más difíciles de someter en todas las etapas de la conquista. Escribió que de 1550  a 1750 el Valle de Cúcuta fue un territorio de lucha contra la naturaleza inhóspita y contra los Motilones; de paso en la necesidad de las comunicaciones con Bogotá, Tunja, Cartagena, Maracaibo y Caracas; de puerto fluvial para su comercio y el empalme de los caminos con los ríos: de asentamiento de blancos para la fundación de plantaciones de cacao y la cría de ganado y de campo propicio para la misión evangelizadora de los Motilones.
El Valle de Cúcuta durante casi dos siglos fue el escenario del avance y retroceso en el proceso de dominación en el que las circunstancias obligaban a permanentes desviaciones de las rutas comerciales.
Las fundaciones de la Grita (1567) y Salazar de las Palmas (1583) establecieron una línea fronteriza con los Motilones, entre tanto, Pamplona era el centro del poder administrativo y expedicionario, Ocaña era el punto obligado de la ruta comercial por el río Magdalena, y Mérida era el punto de avanzada en dicho proceso, en el cual San Cristóbal era un punto intermedio en el camino.



La proverbial rebeldía de los indios y sus constantes asaltos impedían el asentamiento de los blancos y las comunicaciones con las costas de Santa Marta, Cartagena y Lago de Maracaibo. La población de San Faustino fue el bastión de la lucha contra el motilón por la parte norte, y por el occidente Salazar de las Palmas. Antes de que se fundara San Faustino de los Ríos (1622), los conquistadores lograron reducir a los primeros motilones en el llamado Pueblo de Cúcuta (hoy barrio San Luis), en el que había un cura para impartir la enseñanza del evangelio y capilla para ejercer ese ministerio. En ese pueblo vivían, exclusivamente, indios. Los blancos aunque agregados al poblado, estaban esparcidos por el territorio circundante.



El pueblo de Cúcuta fue un asentamiento precolombino que Pedro de Ursúa lo dio en encomienda en 1550 a Sebastián Lorenzo por dejación de Miguel Tiebal y es el origen remoto de la fundación de Cúcuta, aunque se sabe por las leyes de indias que esos pueblos no tenían la organización de la vida municipal con gobierno propio y representación “del común” o de la “cosa pública”.
El académico Rafael Eduardo Ángel Mogollón afirma que "para principios del siglo XVII gran parte de los valles de Cúcuta pertenecieron al capitán don Cristóbal de Araque Ponce de León cuyas tierras pasaron por herencia a su hijo don Fernando de Araque Ponce León, dueño que fue de todas las tierras que hay desde el Valle de Cúcuta hasta el pueblo de San Joseph, jurisdicción de la ciudad de San Faustino, las cuales habían sido donadas como merced  al capitán Araque por el Gobernador de la Nueva Provincia de Mérida de la Grita mediante titulo del 9 de septiembre de 1630.
Las riendas de esos pueblos estaban en manos del cacique, del clérigo doctrinero y del administrador o protector español. Esas agrupaciones humanas recibían el nombre de “reducciones”, en las cuales los naturales debían congregarse en pueblos nuevos, con comunidad de aguas, tierras y montes, entradas y salidas, y labranzas, y un ejido de una legua de largo, donde podían tener sus ganados, sin que se confundieran con otros españoles.


La conducta hostil y reprimida de los indios motilones del pueblo de Cúcuta (hoy San Luis) para con los blancos habitantes del valle y los intereses económicos de estos fueron factores deter­minantes para que los últimos pidieran la erección de una parro­quia que llevaría el nombre del patriarca San José.
 Considerando que los vecinos blancos de la agregación del pueblo de Cúcuta iban a solicitar la erección de una parroquia y que habían escogido el sitio de Guasimal, en las márgenes del rio Pamplona, doña Juana Rangel de Cuéllar donó el 17 de junio de 1733, media estancia de ganado mayor en el sitio Tonchalá, que tenía un valor de 50 patacones. Tonchalá era el asiento agroganadero más notable de los Rangel Cuéllar, prominente familia pamplonesa descendiente del capitán Alonso Rangel, fundador de Salazar de la Palmas, en 1583.
Uno de aquellos pobladores o fundadores, fue la dama pamplonesa Doña Juana Rangel de Cuéllar, quien donó solemnemente media estancia de ganado mayor (782 hectáreas), en el sitio GUASIMAL, para lo cual se dispuso todo de tal manera hasta hacerse una escritura pública en su casa del sitio de Tonchalá, ante el alcalde ordinario de Pamplona, don Juan Antonio de Villamizar y Pinedo, el 17 de junio de 1733.
Acorde con la jurisdicidad y costumbres de las época, doña Juana Rangel de Cuéllar, tuvo que afirmar que la donación cumplía con lo establecido en el ordenamiento real en el sentido que se incluía en la décima parte de sus bienes y que por lo tanto no afectaba mayormente lo que debía dejar como herencia, ni quedaba tampoco en una ruina, ni existía ninguna duda sobre la naturaleza y el carácter de la propiedad y finalmente que estaba "libre de censo, empeño e hipoteca general ni especial" por lo que la donación se hacía con todas las formalidades.



Un grupo de esos vecinos estuvo presente en aquel sencillo y trascendente acto, y aceptaron la escritura de donación “por sí y en nombre de los demás vecinos, y le dieron las gracias a la señora otorgante y lo firmaron”.
Después de aquella escena de Tonchalá sucedieron otros actos tendientes a la erección de la parroquia: Se otorgó poder a un abogado de la Real Audiencia de Santa Fe para solicitar dicha erección y se le dieron instrucciones; se obligaron los vecinos con sus bienes para la fundación y dona­ción, edificación de la iglesia y congrua del cura. El cabildo de Pamplona hizo manifestación de aprobación y de reconocimiento sobre la conveniencia de erigir la nueva parroquia.
 Los trámites concluyeron con la licencia que otorgó el Arzobispo de Santa Fe, monseñor Antonio Claudio Alvarez de Quiñónez, el 13 de noviembre de 1734 y se le dio el nombre de PARROQUIA DE SAN JOSÉ DEL GUASIMAL.

 Con la escritura de donación de doña Juana se inició la formación del poblado. Una iglesia de “horcones de madera y paredes de barro embutido, cubierta de madera con tres puertas y la princi­pal con su cerrojo y llave” fue el centro alrededor del cual se inició la demarcación de la plaza, calles, manzanas y lotes en aquella media estancia, cuyas extensiones aledañas vinieron luego a ser los ejidos del pueblo. La vida a partir de aquel momento empezó a girar alrededor de la iglesia parroquial y las faenas se combinaban entre las labores de construcción de casas y los trabajos de campo que se ejecuta­ban por esclavos de raza negra, con lo cual el trasegar de los comerciantes y peones salpicaba de colorido a la aldea naciente. El comercio giraba en torno al cacao, añil y a “ropas y frutos de Castilla”. 

Durante todo el resto del siglo XVIII la aldea tuvo un progreso considerable por el comercio, en condiciones que para la última década del siglo era San José la más floreciente de aquellas poblaciones de los valles del Zulia y Pamplonita. 


Paralelo al crecimiento, se creó (1764) la viceparroquia de Nuestra Señora del Rosario de Cúcuta, para atender las necesidades espirituales de un grupo de vecinos de aquella parte del valle. Esas dos parroquias, San José y el Rosario, desde entonces se ataron a un mismo destino con el nombre de Cúcuta. Sus aspiraciones las llevaron al mismo tiempo a obtener del monarca Carlos IV de España el título de “Villa” en sendas Cédulas Reales que tienen cada una la fecha del 18 de mayo de 1792. A la San José se le dio el título de “MUY NOBLE, VALEROSA Y LEAL VILLA”, a la del Rosario “NOBLE, FIEL Y VALEROSA VILLA”. Todos ellos eran de Cúcuta, así hubieran nacido en San José o en el Rosario.
El 21 de abril de 1793 el Teniente de Corregidor de Pamplona don Juan Antonio Villamizar Peña como comisionado del señor virrey de Santa Fe dio posesión a los vecinos de la parroquia de San José del título de “MUY NOBLE, VALEROSA Y LEAL VILLA DE SAN JOSÉ DEL GUASIMAL” otorgado por el Rey de España, Carlos IV, y lo hizo publicar en la plaza “a son de caja y voz de pregonero”. José María Maldonado, abogado de la Real Audiencia, hizo a nombre de los vecinos la presentación legal del título de villa ante el virrey Espeleta.
 Después se asignaron ejidos y dehesas, se establecieron rentas, se reconocieron los linderos de jurisdicción, se nombró el primer maestro de escuela, se nombraron primeros regidores de Cabildo, se eligieron los primeros oficios concejiles y se dictaron las Ordenanzas del Buen Gobierno para la Villa. Un padrón del vecindario de San José del año 1792 le señalaba 3.855 almas.
Terminaba el siglo XVIII cuando pasó por Cúcuta y sus valles el precursor don Antonio Nariño. Venía disfrazado de cura y a lomo de una mula, traía de Europa literatura rebelde de la época y quizás venía a aliviar sus precarias economías con el recaudo de algunas participaciones en los negocios de cacao que tuvo en este valle, antes de salir preso por la causa que le siguieron, con el comerciante de la Villa del Rosario, don Pedro Chaveau.


Recopilado por : Gastón Bermúdez V.



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