Luís A. Medina S.
Indudablemente, José Rozo Contreras, fue la esencia innata del artista que desde su niñez sintió bullir en su mente, vocación para la música, que a través de la voluntad amorosa del divino arte lo consagró no sólo un artista, sino un maestro de verdad y todo un carácter musical. Consiguió la perfección de un estilo, de un hombre con alma y pasión por la música que debe crear un artista. Seguramente el maestro José Rozo Contreras, fue el ilustre músico a quién pudiéramos comparar con Orfeo, el personaje místico de la antigüedad, cuya lira durmió al cancerbero salvando de tal modo a la amantísima esposa Eurídice. Orfeo, fue símbolo acabado y perfecto de la armonía musical que transportaba la sublimidad, y símbolo del artista.
La modestia, la sencillez, la noble y la personalidad del maestro José Rozo Contreras, están sintetizadas en “Las Memorias de un Músico de Bochalema”, escritas por él, al decir: “En realidad, no creo que estas memorias, escritas a solicitud de mis amigos, contengan nada trascendental. Ni mucho menos es mi propósito entregarme a éstas páginas al auto elogio, porque aunque tuviera méritos positivos para ello soy alérgico al “bombo” aún cuando he vivido “de banda a banda”. “Nunca he tenido ambiciones distintas a servir a mi patria y realizar una obra, constructiva y permanente. He querido sí, hacer sentir la música a través de las obras que he dirigido a transmitir mi propia emoción en las páginas musicales que he podido escribir, pocas en verdad, pero inspiradas siempre en el amor, en la amistad, en el paisaje y en el recuerdo, fuentes vivas de nobles sentimientos, por otra parte, mi instrucción básica fue muy deficiente”.
Sin embargo, diremos que el maestro José Rozo Contreras, es la gloria innata creadora; que goza de un unánime concepto y aprecio en la historia de la música nacional, durante la vida y la actividad del maestro. Desde niño tuvo la inspiración por el divino, arte, la música, seguramente cuando su bautizo que su padre Pío Rozo como excelente tocador de tiple y maracas, fue alegrado al son del ritmo, como pasillos y bambucos, en una alegre fiesta donde el jugo de la caña y el licor no podía faltar como su padre también era un consumado cazador y pescador, la carne de “bucua” o “tinajo”, la “torcaza” y el sabroso “panche” del río Pamplonita no podía faltar. Pero veamos la inspiraci6n o la musicomanía del niño que era excesivamente llorón, era costumbre en la noche su “serenata” llorona, y lo único que le calmaba el llanto, era que su padre tomaba el tiple y comenzaba a rasgar “aires”.
Tanto Gerardo Rangel como José Rozo Contreras, hicieron rápidos progresos en la música y bien pronto se convirtieron en cantores de la Parroquia bajo la dirección y orientación del Padre Rivera que los instruía y los recompensaba con generosidad y así contribuían ellos a los gastos del hogar. Ya adolescente y habiendo heredado la afición de la música y la caza de su padre, salía en sus ratos a un cerro llamado “Borrero” a cazar torcazas y regresaba a su casa bien provisto de la cacería para deliciosos “piquetes”.
Por las noches, se reunían con los demás muchachos en la plaza a jugar, y en ocasiones, a escuchar relatos parroquiales. En 1907, el Padre Rivera, fue nombrado Párroco de Tequia, población cercana a Málaga, y hoy ya no existe, pues años más tarde, siendo cura de este pueblo el Padre Isidoro Miranda, la trasladó al sitio donde fundó la que hoy lleva su apellido. Con el Padre Rivera, Gerardo y Rozo se fueron a Tequia, donde continuaron estudios musicales y siguieron desempeñando el cargo de coristas. También actuaban en las poblaciones circunvecinas, como Málaga, Molagavita, El Cerrito y Capitanejo, es decir, tenían mucho “pedido” porque entonces, interpretaban con propiedad el canto llano y muchas obras de Perozzi, Capocci, Ravanello y otros compositores de música sacra.
SU SERVICIO MILITAR. A principios del año 1913 resolvió presentarse voluntariamente a prestar el servicio militar, para lo cual se trasladó a Pamplona, y por insinuación del maestro Celestino Villamizar González fue dado de alta como “soldado músico” en la Banda del Regimiento Santander número 5, acantonado en Pamplona, y del que era comandante el coronel José María Neira. Ingresó al servicio el primero de febrero de 1913 y fue dado de baja a solicitud propia el 2 de septiembre de 1914.
Con catorce de los músicos de la Banda, el maestro Villamizar González había organizado en Pamplona una selecta orquesta, en la que Rozo Contreras tocaba un primer violín. En agosto de 1916, fue llamado a Bucaramanga por el Gobierno Departamental de Santander y, concretamente, por el Director de Instrucción Pública del Departamento, doctor Rozo Cala. Se nombró profesor de música y canto de las escuelas primarias, cargo que luego desempeñó también en la Escuela de Artes y Oficios, y en la Escuela Normal de Varones.
Durante su permanencia en Bucaramanga fue profesor de piano y de violín de muchas damas y jóvenes de esa ciudad; fueron sus discípulos: Miryam y Paulina Gómez Cornejo, Lucila Parra, María Helena Puyana y Roberto García Peña, Director de “El Tiempo”. Con las escuelas primarias de Bucaramanga, debutó el 12 de octubre de 1916, en uno de los parques de la ciudad. Amablemente, el maestro Alejandro Villalobos le cedió la dirección de la Banda Departamental para acompañar los cantos que, previamente, había instrumentado el maestro Rozo Contreras.
A principios de 1913, llegó a Bucaramanga la soprano Carmen García Cornejo, acompañada de su señora madre y por el poeta y periodista santandereano Luís C. Sepúlveda, ya fallecido, quien actuaba como empresario de la artista. La cantante García Cornejo poseía una bella voz de coloratura y dominaba un extenso repertorio de canciones mexicanas y también de ópera. Con destino a sus recitales y para complementar su repertorio, ella le dictó al maestro Rozo Contreras algunas melodías. En una de esas funciones líricas Carmen estrenó la canción “Victoria” música de Rozo Contreras y letra del doctor Pedro Alejandro Gómez Naranjo. La canción gusto mucho y tanto la intérprete como los actores fueron llamados a escena repetidas veces. “Victoria”, es una página de juventud que ha sido afortunada y que se ha cantado en muchas partes. Con esos éxitos en Bucaramanga, Carmen se dio cuenta que Rozo Contreras podía llegar a ser algo mejor y le aconsejó que viajara a los Estados Unidos o a Europa para estudiar composición; opinión que compartieron sus amigos Luís C. Sepúlveda y su hermano, el doctor Antonio María Sepúlveda.
Como carecía de recursos económicos, resolvió organizar una velada de beneficio, que se realizó en el teatro Garnica de Bucaramanga, en la noche del 29 de diciembre de 1923. En esta velada tomaron parte, entre otras personas, doña Matilde Jiménez de Sorzano, esposa del General Francisco Sorzano, quien interpretó la Segunda Rapsodia de Liszt; Raúl Martínez Llach; Carlos Ortiz Parra y también un grupo de orquesta, formado por unos músicos de Bucaramanga. En esa velada, que terminó con el estreno de la zarzuela “Caramelo” de Coueca y Valverde, se ejecutaron otras dos composiciones juveniles de Rozo Contreras: el pasodoble “Arlequines de Seda y Oro”, y el vals “Matinal”. Inició el acto el escritor Jaime Parra, leyendo una página escrita al efecto. En ella abundó en frases generosas y de estímulo para con Rozo Contreras, propias de su sensibilidad de artista. El escritor Jaime Barrera Parra se hacía portavoz de la sociedad que, abrumada de cariño, que le abría comprensivamente una verdadera carrera musical.
También se organizaron veladas de beneficio en Pamplona y en Cúcuta. En la primera cantó a dúo, con su hermana Carmen, asistió el doctor Ramón Pérez Hernández, quien años después fue Gobernador del Norte de Santander.
En la velada de Pamplona también actuó, entre otros, el poeta Ciro Bautista Villamizar y un selecto grupo de dama de la sociedad. Otro tanto ocurrió en la de Cúcuta, en la que colaboraron las señoritas Victoria Berti, Alicia y María Villamizar, Rosalmira Entrena, Cecilia González, Victoria Margarita Armas y Tulia Guzmán, y los señores Luís Faccini, Francisco Moller Cote.
Cuando se efectuó la velada de Cúcuta, estaba reunida la Asamblea Departamental, que a moción del general Rafael Valencia y otros amigos de Rozo Contreras, aprobó una Ordenanza por la cual se creó una beca de $60.oo mensuales, para que continuara estudios en Europa, y se concedían $500.oo de viáticos para el viaje.
Por su parte, el municipio de Bochalema (la tierra natal) de Rozo Contreras, votó un auxilio de $1O.oo mensuales; era todo lo que podía la patria chica. También le concedió otro pequeño auxilio el municipio de Pamplona.
En mayo de 1924, salió de Cúcuta con rumbo a Europa, vía Maracaibo y Curazao. En este último puerto tomó un barco francés que lo condujo a Saint-Nazaire, a donde llegó después de un largo viaje de tres semanas. En esos momentos se abrían todos los horizontes de la cultura europea a Rozo Contreras. De ese viaje por mar sólo recuerda el tremendo mareo que lo agobió, porque el mar estuvo muy picado o agitado durante toda la travesía. De Saint-Nazaire viajó a París por ferrocarril. Y así llegó a la capital del mundo. La tarde de la llegada, encontró en la guía de espectáculos artísticos, que en el Teatro de la Gran Opera se representaba la ópera “Herodias”, de Massebet. Por primera vez concurría a un espectáculo de tanta significación artística, por la cual adquirió una entrada a platea. Profundamente emocionado por la calidad de los intérpretes, la orquesta y el esplendor de los decorados y la suntuosidad del vestuario. En París solamente permaneció dos días, y seguidamente viajó a Roma pasando por Turín, llegado a la ciudad eterna en pleno verano, y encontrándose cerrados los conservatorios e institutos musicales, buscó profesores particulares para comenzar inmediatamente los estudios.
Como su especialidad era el violín, su preocupación fue buscar un profesor de ese instrumento, informado que el mejor violinista y pedagogo de esa época era en Roma el señor Oscar Zuccarini, catedrático del Real Conservatorio de Santa Cecilia y concertino de la Orquesta Sinfónica que actuaba en el Augusteo, de la cual era director el maestro Bernardino Molinari, se hizo su discípulo. Fue condiscípula de Rozo Contreras, en las clases de Zuccarini, la señorita Luisa Provenzano, la más tarde esposa del doctor Juan Lozano y Lozano.
Concurrió, además en Roma, al instituto musical fundado por Pietro Mascagni, a quien fue presentado por Luigi Cirei, director de la Banda de Carabineros.
Después de haber vivido seis meses en casa de una modesta familia, el escultor Olinto Marcucci (cucuteño) lo presentó al conde Vicenzo Macchi. El Conde miembro de la nobleza romana, era Camarero Secreto de Número de Su Santidad, vivía en el histórico Palacio Capranica del Grillo. Como visitaba con frecuencia a Olinto Marcucci, éste simpatizó con Rozo, ocasión aprovechada para pedirle le alquilara una habitación en su palacio, a lo que contestó: “lo non sono mica affitta camere— (Yo no soy; en manera alguna, arrendador de habitaciones). Añadiendo en renglón seguido: “Pero para usted, tengo el mayor placer”. El conde que no era en realidad “arrendador de piezas”, lo demostró al no cobrarle sino la módica suma de 250 liras mensuales, (diez pesos colombianos de esa época) por la habitación que ocupó en su palacio, donde disfrutó de un ambiente de selección y de muchas oportunidades para refinar su espíritu, y relacionarse con los amigos del Conde e incluso aprendió a practicar el italiano. Por su intermedio fue presentado al maestro Alessandro Vessella, director de la Banda Comunale di Roma, quien fue su profesor de instrumentación, integrada por cientos de profesores, y que Vessella había transformado en una verdadera agrupación sinfónica gracias a sus geniales transcripciones, se le vino la idea de hacerse director de banda.
Al cabo de tres años de estudios, y al finalizar una de las clases, le dijo el maestro Vessella con visible satisfacción: “Lei é a posto. Le sa fare la partitura, lo voglio que le porte la mia scuola in America”. Usted ya está capacitado. Usted ya sabe hacer la partitura. Quiero que lleve mi escuela a América. Esto fue, sin duda, el mejor diploma que haya recibido Rozo Contreras en su vida. Días más tarde y horas después de dictarle su última lección cayera fulminado su profesor, por un síncope muriendo instantáneamente.
Convertido Rozo Contreras en un auténtico maestro, por solicitud del Director de la Banda de los Carabineros de Roma, Luigi Cirenei había instrumentado el antiguo Himno Pontificio, instrumentación que fue estrenada con mucho éxito por el mencionado célebre conjunto. Además, había compuesto un Ave María, a cuatro voces mixtas; la romanza A tí, sobre un texto de Silvio Palmieri, poeta muy apreciado en los círculos intelectuales italianos, otra romanza Madre, con letra —un soneto— de Juan Lozano y Lozano; y una tercera: María, sobre un poema de Francesco di Nardo. De esa época data, la abertura de la suite Tierra Colombiana, la más ponderada de las obras originales de Rozo Contreras. La romanza “Ave María”, que dedicó a su madre y la romanza “A tí” y “Madre”, se efectuó en un recital en la Embajada de Colombia en Roma, el día 8 de junio de 1928. Sus obras fueron interpretadas por un excelente conjunto de cantantes: Gualda Caputo, soprano; Elena Ovid, contralto; Otto de Donato, tenor, y Lorenzo Pasquerelli, bajo. Al piano, acompañó el profesor Armando Boreggi. La reunión fue presidida por los doctores José Vicente Concha y Antonio Gómez Retrepo, y a ella asistieron sus familias, los funcionarios de la Embajada y de la Legación y todos los miembros de la colonia colombiana. Al terminar, el Dr. Josa Vicente Concha lo abrazó calurosamente y recibió muchas felicitaciones del resto de los asistentes.
Según Solano Benítez, “La Suite de Colombia de José Rozo Contreras. el 14 de diciembre de 1930 fue estrenada en Viena, Austria, la “Suite Colombia” del maestro norte santandereano José Rozo Contreras. Esta sinfonía fue para los vieneses una obra maestra, como quiera que allá, en su gran teatro de ópera, solamente se ejecutan las obras de grandes autores como Beethoven, Wagner, Schubert, etc…
EL REGRESO A COLOMBIA. En el viaje de regreso a Colombia, el barco hizo escala en la isla de Martinica y arribo luego a La Guaira, donde varios pasajeros desembarcaron para visitar a Caracas. Reembarcó y zaparon para Curazao, donde trasbordó a un barco más pequeño, que lo llevó a Maracaibo. De este puerto, y por Ferrocarril venezolano de Encontrados, viajó por último hasta “Bocas del Grita”, lugar fronterizo al que llegó el día 6 de agosto de 1931. A este caserío salió a recibirlo numerosos amigos colombianos residentes en Cúcuta. Ya en el ferrocarril de Cúcuta, una alegría reinaba entre sus amigos, alegría incrementada por finos licores de que iban provistos, abrazos, felicitaciones y generosas voces de aliento. Figuraba en la comitiva Ernesto Posee viejo amigo del maestro Rozo Contreras. Posse y que en un momento de emoción dijo en alta voz y en medio del asombro de todos los presentes: —Maestro Rozo, tu eres un monstruo! Cabe suponer la sorpresa, no solamente de Rozo, sino de todos sus amigos. Y se hizo un silencio que afortunadamente se encargó de romper el mismo “chato” Ernesto Posse con las siguientes palabras aclaratorias: —Si, maestro Rozo ¡Eres un monstruo, porque escribir la Suite Colombia y hacerla ejecutar por la Orquesta Sinfónica de Viena, es ser un monstruo! una interminable carcajada estalló entre todos, y las libaciones se hicieron más frecuentes y más bulliciosas.
Ya en Cúcuta se alojó en casa de su hermano Hugo y de la señora esposa Blanca Lizarazo de Rozo. Allí lo esperaba su madre: es de suponer las escenas de ternura de ese reencuentro, que suscitó el llanto de la piedad filial, donde las lágrimas corrían por las mejillas de emoción y de ternura. La misma noche de su llegada a Cúcuta, recibió el saludo de la Orquesta “Calvo” y de la Banda Departamental, conjuntos que le ofrecieron un concierto y una bella serenata.
Después de haber permanecido catorce días en Cúcuta, una comitiva o lujosa comisión nombrada por el H. Concejo Municipal de Pamplona lo acompañó a la ciudad Mitrada. Otras muchas personas de Pamplona y Bochalema salieron a recibirlo hasta el corregimiento de La Donjuana. Llegado a Pamplona se le ofreció un concierto y se le obsequió una tarjeta de oro. Se alojó allí en casa de su cuñado Gerardo Rangel, casado con su hermana Digna Rosa. El 23 de agosto del mismo año 1931, se efectuó en el Teatro Jáuregui de Pamplona, un concierto en su honor que fue ofrecido por el doctor Luís Chacón Hernández.
Hasta el mes de diciembre permaneció en Pamplona tratando de orientarse profesionalmente. El quería prestar sus servicios al departamento. Pero dificultades presupuestales y fiscales impidieron la realización de su iniciativa. Ante tal situación, resolvió viajar a Bogotá donde debutó dirigiendo un concierto de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Nacional, que por ese entonces tenía un nombre muy largo: “Orquesta de la Sociedad de Conciertos Sinfónicos del Conservatorio “. De este conjunto era titular el maestro Guillermo Uribe Holguín, director del mismo Conservatorio, a quien se dirigió al respecto el maestro Rozo: el director del Conservatorio le contestó, manifestándole en términos gentiles que contara con la Sinfónica y que también con relación al Teatro Colón, haría las gestiones del caso para que realizara su anhelo.
Entonces el maestro Rozo viajó a Bogotá, y se presentó al director del Conservatorio y comenzó a preparar el concierto, cuyo primitivo programa era el siguiente: Obertura de “La Gazza Ladra”, de Rossini; dos “Danzas Hungaras”, de Brahms; mi suite “Tierra Colombiana”; la “Rapsodia de Auvermia”, para piano y orquesta de Saint Saens.
El concierto se verificó el lunes 30 de noviembre de 1931 y fue dedicado al doctor Enrique Olaya Herrera, presidente de la república. Cuando terminó la ejecución de la abertura de mi suite, el señor Emilio Murillo gritó entusiasmado: “Viva la verdadera música colombiana!” El público coreó la exclamación y los aplausos obligaron al maestro Rozo a repetirla antes de pasar al Intermezzo. La prensa de Bogotá comentó elogiosamente su concierto, lo que en realidad representó para Rozo Contreras una verdadera consagración. Fue entonces cuando los amigos de Rozo Contreras, Jorge Eliécer Gaitán y Alirio Gómez Picón, dirigieron a Jorge Uribe Márquez, director del periódico “Renacimiento” de Cúcuta, el siguiente mensaje telegráfico:
—“Bogotá, lo. de diciembre de 1931. Jorge Uribe Márquez, Cúcuta. — Complacidos --comunicámosle anoche maestro Rozo Contreras, Teatro Colón, dirigió formidable, resonante triunfo. Multitud tributole férvida ovasión, obligándolo repetir, lanzando vivas verdadera música nacional, refiriéndose bella obra Rozo llamada “Tierra Colombiana”. Santander del Norte debe sentirse orgulloso haberle demostrado país, mediación selecto heraldo, hondo espíritu artístico esconde su raza admirable. (Fdos.) Jorge Eliécer Gaitán, Alirio Gómez Picón”.
Después del rotundo éxito obtenido en Bogotá, regresó a Cúcuta con el propósito de trabajar para que se hiciera efectivo el pedido del instrumental para la Banda Departamental, ya esa adquisición se había acordado en la Ordenaza número 25 del 22 de abril de 1931, expedida con anterioridad al regreso de Europa y a solicitud del maestro Rozo. Se trataba de organizar una Banda mejor que la existente y de conseguir la creación del cargo de Director Técnico de la misa toda vez que el titular era el maestro Elías M. Soto, a quien de ninguna manera quería perjudicar el maestro Rozo Contreras.
Ambas cosas se obtuvieron. Tomó posesión del cargo, pero se presentaron dificultades de orden fiscal para la adquisición del instrumental, motivo que lo obligó a abstenerse —por el momento— de dirigir la corporación. Se dedicó, entonces, en espera de una solución, a preparar un repertorio musical, y cuando por fin se obtuvieron los instrumentos que necesitaba, pidió la colaboración a los profesores de la Banda Municipal de Pamplona y a otros artistas del Departamento para presentar su primer concierto. También le prestó su colaboración, enviándole algunos de sus profesores, el maestro Marco A. Rivera Useche, Director de la Banda de San Cristóbal (Venezuela). Contando con 60 ejecutantes, pudo así debutar en Cúcuta como director. El concierto se efectuó el 8 de marzo de 1933 en el Teatro Santander, en homenaje a la Asamblea Departamental y a beneficio del Fondo Patriótico Nacional, organizado con motivo del conflicto fronterizo con el Perú. El programa se inició con el Himno del Norte de Santander, escrito sobre un texto del poeta Teodoro Gutiérrez Calderón.
Después del debut en Cúcuta, se dedicó a disciplinar el conjunto. De otra manera, a conseguir fondos para la construcción de una “glorieta” con graderías acondicionadas para la mejor presentación de los conciertos dominicales de la Banda, que se efectuaban en el Parque Santander. En esta labor, contó con la colaboración de don José Manuel Villalobos. Para estrenar la “glorieta”, y como homenaje a Cúcuta, presentó un concierto con el mismo personal que lo había acompañado en el primer concierto que tuvo lugar el día 8 de octubre de 1933, y se inició con el estreno de su transcripción para banda del Himno Nacional colombiano. A este concierto asistió un numeroso grupo de bochalemeros, presididos por el Padre Lorenzo Rivera, párroco de Bochalema.
En Bogotá el doctor Lozano y Lozano, que le había ofrecido acompañarlo a visitar al Ministro de Educación, con el fin de poderle informar acerca de sus estudios en Roma, y concretamente su especialización en la organización y dirección de bandas. Fue así como en las primeras horas de la tarde del día 14 de diciembre de 1933, habiendo sido informado de que acababa de entrar a la Cancillería el señor Ministro, voló en busca de su amigo Juan Lozano y Lozano, quien dejando a un lado sus múltiples ocupaciones lo acompañó a entrevistar al doctor Carreño. Ya en la Cancillería fueron introducidos al despacho del Ministro por el doctor Eduardo Guzmán Esponda. El doctor Lozano lo presentó en términos generosos y le hizo un recuento de su trayectoria como estudiante en Roma y recalcando cual era su especialización. Y luego, sin vacilar, llamó telefónicamente al Ministro de Educación, le dijo textualmente al doctor Manuel Huertas, Secretario General de ese Despacho: “—Doctor Huertas, hágame el favor de extender el nombramiento de director de la Banda Nacional al maestro José Rozo Contreras, y de pasarlo esta misma tarde a la firma del señor Presidente”. Imagínense cuál sería la sorpresa del maestro Rozo Contreras.
Ese mismo día, (15 de diciembre) tomó posesión del cargo y al día siguiente, regreso a Cúcuta para presentar renuncia del puesto de Director Técnico de la Banda Departamental.
De regreso a Bogotá, solicitó del gobierno, para la reorganización de la Banda Nacional, el instrumental que necesitaba para implantar la escuela italiana, la solicitud fue atendida inmediatamente y el instrumental se pidió a los Estados Unidos.
Después de haber sido un solterón empedernido contrajo matrimonio el día 18 de diciembre de 1939 en la iglesia de San José (La Capuchina) de Bogotá, con la señorita Cecilia Forero Ospina. Su romance fue tranquilo y discreto. La más alta distinción que hizo a la novia, fue darle una serenata a la antigua, con música centenarista, en cuyo programa figuraron su primera producción “Victoria” y el pasillo “Pierrot” de Morales Pino.
El 17 de octubre de 1976, entregó su alma al Creador y su cuerpo a la madre tierra.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
Fué un extraordinario músico y arreglosta, director d orquesta graduado en Europa,orgullo de nuestro departamento,pero es vegonsoso el monumento de tan mala suerte y calidad que le tienen en el parque de su pueblo natal.Cúando aparecerá un alcalde que levante una estatua de cuerpo completo,que sea digna de la importancia de este músico. Lo más trizte es que se le pregunta a los habitantes de Bochalema sobre la identidad de ese monumento y nadie es capaz d dar respuesta.
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