viernes, 12 de octubre de 2012

254.- REMEMORANDO TIEMPOS IDOS


José Juvenal Granados

Por especial deferencia de los directivos de La Sociedad  de Cirugía del Norte de Santander, en días pasados tuve la oportunidad de participar en el homenaje que dicha Sociedad rindió al Dr. Ciro Jurado Guerrero, para exaltar las cualidades humanas y científicas de este eminente cirujano, con quien me unen lazos de entrañable amistad, que vienen desde nuestra juventud, en el Colegio del Sagrado Corazón, la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, en el ejercicio profesional, y en muchos eventos del ya largo trasegar por estos caminos de Dios.

Compartí tribuna con distinguidos colegas como son: Pablo Emilio Ramírez C., Carlos Celis C., Rosendo Cáceres D., Hernando Villamizar F., José Manuel Pinzón, Ramiro Gómez, Felipe Matamoros, Florentino Cárdenas, Antonio Assaf, Rafael Galviz, las Instrumentadoras Yajaira Vergel, Gloria Fuentes y ofició como moderador y expositor el Dr. Ramiro Calderón T.

La temática del Conversatorio, como se titulaba la reunión, versó sobre la historia de la cirugía en Norte de Santander y obligatoriamente, sobre el antiguo Hospital San Juan de Dios, como que en esa institución se gestó y se consolidó el desarrollo de la cirugía y sus diferentes especialidades, igual que otras ramas de la medicina que mejoraron la labor asistencial.

Es apenas lógico que se contaran las vicisitudes de los antiguos médicos trabajando en un medio desprovisto de toda tecnología, con métodos anestésicos rudimentarios, casi comparables a la anestesia de tiempos remotos, llamada de los cuatro mozos que sujetaban al paciente mientras el cirujano operaba, a lo sumo recibía una buena dosis de vino. El cloroformo y el éter eran suministrados por personas de la comunidad, lo mismo que la máscara de trilene la aplicaba una monja de muy poco entrenamiento y generalmente el grado saturación anestésica se medía por el color de la sangre. Las anestesias regionales las colocaba el mismo cirujano. Toda esta odisea cambio cuando aparecieron los primeros anestesiólogos de escuela, los gases anestésicos y los relajantes musculares. Las suturas sintéticas absorbibles, acompañadas de un buen electro bisturí, la presteza de las instrumentadoras, y la habilidad de los cirujanos, modificaron los tiempos quirúrgicos y redujeron las infecciones, auxiliados por el mejoramiento en las técnicas de asepsia y antisepsia, y por la venida de una gran cantidad de antibióticos. Más tarde vendría la laparoscopia y endoscopia, y con ellas una revolución en diagnóstico y tratamiento quirúrgico.

Capítulo aparte mereció el tema de las ayudas diagnósticas tan en boga en todas las ramas de la medicina actual, y tan escasas y precarias en la medicina de antes. Por citar solo a mi especialidad, la Gineco-Obstetricia; les relataba que para el año de 1967 estábamos anclados en el estetoscopio de Pinar, la famosa corneta que las mujeres de antaño deben recordar; con ella y la palpación, nos imaginábamos la cavidad uterina y al feto nadando en su líquido amniótico. La ecografía y el doppler eran ciencia ficción y cuando llegaron, dividieron la especialidad en dos eras: antes y después de la ecografía. En otras especialidades la revolución vino con el TAC y la resonancia magnética, al punto que uno de los expositores se atrevió a decir que, “después de éstas, todo se volvió de papaya”. Fue una agradable noche de recuerdos, dedicada muy merecidamente a “Cirito” Jurado, por toda una vida consagrada a los servicios médicos.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V

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