viernes, 26 de octubre de 2012

271.- LA QUINTA TERESA Y EL SAGRADO CORAZON


Gerardo Raynaud



Antes de su traslado a la Quinta Teresa, el colegio Sagrado Corazón de Jesús desarrollaba sus labores académicas dos cuadras más abajo, por la avenida cuarta con la calle trece, específicamente donde hoy se encuentra la Normal de María Auxiliadora. Sin embargo, la historia del colegio no comienza allí. Su inicio oficial como institución educativa, de acuerdo con las resoluciones de la Prefectura Provincial de entonces, quedó establecida el 1 de agosto de 1903, como un colegio para varones, de carácter privado, creado por iniciativa del cura párroco de San José, el R.P. Domiciano Valderrama con el apoyo de un monje agustino recoleto español de apellido Alegría, quien ejercía su apostolado en las llanuras del Casanare. No obstante, el colegio venía funcionando desde el 1 de marzo de 1903, pero por ciertas discrepancias surgidas entre los directores de la congregación de los Agustinos Recoletos y el Concejo Municipal, la Prefectura de la Provincia de Cúcuta, la Alcaldía Municipal y el Cura Párroco, se suspendieron las labores docentes al no conseguir, la comunidad de los Agustinos, la propiedad del edificio donde funcionaba el colegio, a lo cual se habían comprometido. De ahí la razón de la fecha de su iniciación. En sustitución de los religiosos fue nombrado director, el pedagogo cucuteño Luis Salas Peralta, quien ejerció la rectoría hasta diciembre de 1905.

Inicialmente, como se ha dicho, fueron los Agustinos quienes dirigieron las labores académicas en cabeza del padre Alegría, pero no sin antes decidir el nombre que le pondrían a la nueva institución. No resultó tarea fácil, pues al parecer no se pusieron de acuerdo en un principio y se demoraron algunos días en decidirse por un nombre que tuviera el impacto necesario, para que fuera atractivo para los potenciales estudiantes, toda vez que era el primer colegio privado que oficialmente se abría en la ciudad.

De cómo se llegó a sellar el acuerdo sobre el nombre que llevaría el colegio fue un proceso interesante, pues cada uno de los artífices tenía, para sí, un calificativo por el que se inclinaba y ninguno daba su brazo a torcer, tratándose de la denominación que tendría en el futuro el colegio que para cada uno de ellos era un hijo más. Ante esta situación, invitaron al padre Demetrio Mendoza de cuya amistad cada uno de los personajes hacía gala y además, le reconocían su influencia y su autoridad, que imponía muchas veces, con su fuerte temperamento intransigente y que más de una vez le trajo problemas, tanto con el clero como con la autoridad civil. Luego de la exposición de los asistentes, acerca de la situación que los congregaba, el padre Mendoza propone bautizar el colegio con el mismo nombre de la reciente consagración de la nación que hiciera el presidente (e) José Manuel Marroquín, al Sagrado Corazón de Jesús. Los argumentos del padre Demetrio Mendoza fueron acompañados de la breve historia que paso a narrarles y que los convenció finalmente.

La ciudad había sufrido, como pocas el rigor de la Guerra de los Mil Días; aún estaban humeantes las ruinas y de las trincheras con las que defendieron a la villa, todavía quedaban algunos vestigios, mudos testigos del sitio que por 36 días soportó de manera estoica la milicia defensora y el sufrido pueblo. Pero la guerra no sólo se había ensañado contra la ciudad y la región sino que había cobrado un número significativo de víctimas, alrededor de 130.000, en un país de cuatro millones de habitantes la cifra era escalofriante. Ante esta situación, la economía nacional se desplomó y cada día se agravaba más, amenazando una catástrofe de gigantescas proporciones.

Cuando situaciones como estas se presentaban en el pasado y ocasionalmente hoy en día, el recurso supremo es invocar a Dios y quien tuvo la idea original, fue el entonces Arzobispo de Bogotá Monseñor Bernardo Herrera Restrepo, de quien dicen fue iluminado con una luz interior y propuso que en una situación tan desesperada, el único recurso era acudir al Supremo Creador y sucedió el 22 de junio de 1902, cuando se instituyó, en ceremonia inolvidable, la consagración de la República al Sagrado Corazón de Jesús. Además, se puso la primera piedra del templo que hoy lleva el nombre de El Voto Nacional, pues a más de la consagración se había prometido la construcción de un monumento en agradecimiento por los favores que se esperaban de esta cristiana acción. El fundamento legal promulgado, fue el decreto 820 del 18 de mayo de 1902, coincidencialmente la fecha aniversario del terremoto que sacudió la ciudad 27 años atrás. El decreto en mención dispone de la celebración de la festividad religiosa en honor a la consagración e impone al gobernante de turno, la lectura de una fórmula de consagración que durante muchos años fue recitada, hasta que monseñor Pedro Rubiano Sáenz, ex obispo de Cúcuta, tuvo a bien modificar convirtiéndola en una oración de Acción de Gracias, muy al estilo anglosajón y enfocando los pedidos ya no a “las instituciones para disfrutar del precioso don de la paz” sino a “la familia fundamento de la sociedad y la Iglesia”.

Se dice que los resultados fueron inmediatos, pues a los pocos días, el 21 de noviembre, se firmaba el Tratado de Wisconsin en el que se ponía punto final a la sangrienta y prolongada guerra, iniciándose una era de paz y de concordia nacional.

Superado el obstáculo del nombre y decidido por la propuesta del padre Demetrio Mendoza, el colegio Sagrado Corazón de Jesús inicia sus labores educativas, culturales y deportivas.

Las peripecias que tuvo que realizar el colegio Sagrado Corazón de Jesús hasta la consolidación definitiva de su bien merecido prestigio, lo que incluye la consecución definitiva de su propia sede, lo hacen merecedor de varias crónicas.

Parece que las cosas no le resultaron fáciles a sus precursores, empezando por la escogencia del nombre como pudieron conocerlo por la lectura anterior.

Los primeros 10 años, como sucede con la mayoría de los emprendimientos, resultan claves para el exitoso desarrollo de su actividad y los del colegio Sagrado Corazón no fueron la excepción.

Antes de obtener el provecho otorgado por la benefactora María Teresa Briceño de Andressen Moller, varios fueron los inmuebles ocupados por el centro educativo. Inició, como lo mencionamos anteriormente, en la casa de Santiago Montaña, coincidencialmente frente a la Quinta Teresa; allí duró su ejercicio un poco menos de tres años, pues las difíciles condiciones económicas de la ciudad tras la terminación de la guerra de los Mil Días no permitían mayores inversiones ni despliegue de actividades que promovieran un mejor estar de la población, sin embargo, en 1906 con la subvención del municipio, quien negoció junto con la parroquia la unificación de dos casas, donde hoy queda la escuela anexa a la Normal Maria Auxiliadora, el Sagrado Corazón pudo suplir sus necesidades y continuar con su meritoria labor.

En 1913 la situación económica del colegio se tornó grave ante la disminución del número de estudiantes pero afortunadamente el Departamento corrió a socorrerlo y mediante la expedición del decreto No. 4 del 10 de enero de 1913, la institución se elevó a la categoría de Colegio Departamental,
logrando de esta manera solventar el ambiente caótico que lo rondaba, pues de esta forma habría, en el futuro, una partida del presupuesto departamental para atender los requerimientos económicos del colegio. No tuvo que cambiar de sede, pues ocupaba una llamada casa municipal y mediante convenio entre los dos entes territoriales acordaron que allí continuaría hasta tanto se lograra concretar una sede propia.

Durante los diez años anteriores habían regentado académicamente la institución, en primera instancia, los particulares promotores, luego los Padres Agustinos por un año y finalmente los Hermanos Cristianos hasta terminar el año 1912, antes de la departamentalización.

Con el manejo oficial, los profesores y administrativos nombrados por la Secretaría de Instrucción Pública, lograron estabilizarlo económicamente, sin embargo y por razones propias de la política, el colegio tuvo que trasladarse, por un corto tiempo, a una casa de propiedad de Eugenio Sandoval Ferrero, en la calle 10 entre avenidas segunda y tercera, antes de trasladarse , en 1922, a las instalaciones de la Normal María Auxiliadora que fue cerrada al parecer, por razones de desacuerdo entre la comunidad que la regentaba y el Departamento. Se asegura que esta situación duró hasta tanto se acordó con doña Maria Teresa Briceño de Andressen Moller la entrega en condiciones inmejorables su propia casa –la Quinta Teresa- para que allí funcionara, según lo estableció ella misma en el artículo tercero de la escritura de venta No. 810 del 11 de agosto de 1926, “el establecimiento de un colegio de segunda enseñanza para varones, regentado por una comunidad religiosa, debiendo preferirse, en igualdad de circunstancias, a la Compañía de Jesús.” Es importante resaltar la importancia de una figura que fue el ángel guardián de la institución; me refiero al general Rafael Valencia quien bajo sus dos mandatos gubernamentales guió su destino, primero al oficializar el colegio y luego al firmar el “publíquese y cúmplase” de las Ordenanzas No. 39 y 61 de 1926 mediante las cuales se ordenaba la compra de la Quinta Teresa y se le mandaba contratar, al Departamento, con una comunidad religiosa la dirección del colegio.

Pareciera que el destino se confabulara para que las cosas se fueran dando de manera parsimoniosa pero segura, pues tanto la intención de la benefactora como la de la Ordenanza 61, mandaban contratar con la Compañía de Jesús y no necesariamente con los Hermanos Cristianos y esa historia, de cómo se dieron las cosas para que sucediera lo que aconteció, se las paso a contar.

Varias personas y a la vez, varias circunstancias coincidieron para hacer realidad la presencia, nuevamente, de los Hermanos Cristianos pues recordemos que ellos habían manejado el colegio durante siete años en el período previo a la oficialización. En primer lugar, debo anotar que el principal protagonista de la presencia de los Hermanos Cristianos es, sin duda, el padre Demetrio Mendoza, de quien habíamos dicho en crónicas anteriores que era reconocido por su tesón y su fuerte temperamento, que más de una vez, le ocasionó serias dificultades, tanto con el clero como con las autoridades civiles, quienes varias veces lo hicieron renunciar a sus actividades y expatriarse para salvar su vida.

El padre Mendoza era amigo incondicional de los Hermanos y su protector, al punto que con el doctor José Rafael Unda Pérez, quien había ejercido como tesorero del colegio en sus primeros años y siendo diputado, por la época de los hechos, fueron los gestores de su venida y posterior contratación.

A todo lo anterior, hay que adicionarle las circunstancias que corresponden al buen nombre y la buena imagen que habían cultivado los Hermanos a través de los distintos colegios que tenían por todo el país y especialmente, por el Colegio Provincial de Pamplona a donde debían ir los estudiantes de la ciudad a terminar su bachillerato, ante las dificultades que se tenían en Cúcuta para lograr este propósito.

Otra razón, era que los Jesuitas nunca se habían mostrado interesados en desarrollar actividades en la ciudad y aunque tenían un colegio en Bucaramanga, siempre fueron reacios a presentar propuestas que les permitiera algún tipo de vinculación. Por otra parte, los jesuitas siempre han generado reacciones encontradas y de ahí los problemas que han surgido con su congregación en varias partes del mundo, Colombia incluida. Claro que como doña Maria Teresa Briceño de Andressen, vivía en Europa, el concepto que tenía de esa comunidad distaba mucho de coincidir con la nuestra y posiblemente influenciada por los acontecimientos que se sucedían en el Viejo Mundo, incluyó como condición a la Compañía de Jesús.

Sumados los hechos anteriores, el Departamento tomó posesión de la Quinta Teresa el 1 de enero de 1927 y los Hermanos Cristianos oficialmente iniciaron en 1929, debido a que las condiciones del inmueble no eran las adecuadas para el ejercicio de la docencia, así que mientras se hacían las modificaciones, el colegio siguió funcionando donde estaba, dos años más.


Los Hermanos Cristianos en Cúcuta

Cuando los Hermanos cristianos llegaron a Cúcuta, por primera vez, en 1904, la ciudad o más bien el pueblo, tenía unas características bien particulares, tanto en lo social como en lo comercial, empresarial y cultural. Pocas referencias tenían de las condiciones de sus pobladores, a excepción de los juicios expresados por Manuel Ancízar y plasmados en su texto ‘La Peregrinación de Alfa’ que no dejaba bien parados a los habitantes de esta zona oriental del país y en especial a los de la ‘muy noble, leal y valerosa villa’, a pesar de haber sido escrita, tan solo menos de cincuenta años atrás. Cabe recordar igualmente, que las condiciones de vida, también habían sufrido un drástico cambio, que posiblemente los Hermanos de esta congregación no tuvieron en cuenta, que fueron las generadas a raíz de la destrucción y posterior reconstrucción de la ciudad, originadas por el terremoto del año 75. El documento citado, considerado el más importante y valioso estudio geopolítico y cultural del siglo 19, dejó plasmado en sus páginas iniciales, los resultados de las dos primeras expediciones de la Comisión Corográfica, de las diez que se realizaron entre 1850 y 1859, viajes en los que recorrieron las provincias de lo que hoy corresponde a los departamentos de Santander y Norte de Santander. Pero veamos qué decía Manuel Ancízar de los jóvenes de Cúcuta: ‘no saben otra cosa sino contabilidad y enamorar’. Para rematar, criticaba irónicamente la enseñanza del latín y la filosofía, que se dictaba en los colegios de la provincia de Socorro, con el argumento que ‘eso no les serviría para abrir el camino del Carare’ que era la vía indispensable del comercio de esa zona. Tengo el convencimiento que los Hermanos Cristianos de esa época, estudiaron el documento ‘con beneficio de inventario’ pues, no compaginaba su didáctica ni su pedagogía con las condiciones que esperaban encontrar a su llegada.

Los religiosos llegaron después del barullo generado por los Agustinos a quienes remplazaron en la dirección y regencia del Colegio Sagrado Corazón. Se dice que salieron a caballo desde las puertas del colegio que tenían en la capital del país y se apearon en las puertas del colegio de Cúcuta, que entonces estaba situado en la carrera cuarta entre calles 12 y 13, en la época en que la numeración no existía y que posteriormente los cucuteños, tan reacios a los cambios, nunca aprendieron. Nótese que entonces, se denominaban carreras las que hoy identificamos como avenidas y que, en algún momento que no logro identificar aún, mutaron a la identidad que hoy conocemos.

El primer escollo que lograron superar, no sin antes consolidar su filosofía consensual con el padre Demetrio Mendoza, quien había su mentor, fue precisamente, la de no someterse a sus exigencias, cuando les solicitó como una de sus pretensiones ‘mucha confesión y comunión en el colegio’. Aunque eran una comunidad religiosa, sus prioridades se centraban en la educación como eje fundamental de la formación, incluida la religión, pero de ahí a obligar a sus alumnos a realizar actos que no fueran de su entera voluntad, no era parte de sus prioridades.

Los Hermanos Cristianos traían una pedagogía completamente diferente a la impuesta entonces, así como un pensum de estudios novedoso y moderno que se ajustaba a las condiciones del entorno, que suprimía los humillantes métodos pedagógicos y que adoptaba otros más conformes a la dignidad humana, esto era, sin férula y sin látigo. La enseñanza de aquellos tiempos, sobre todo en las instituciones de educación privadas, las pocas que existían, se regían a base de ‘ferulazos y bejucazos’ y no se conocía otro sistema educativo, pues la razón era, ‘la letra con sangre entra’, percepción que duró hasta bien entrado el siglo 20. No significó lo anterior, que no faltaran de vez en cuando, el tirón de orejas y los coscorrones, que lo digamos quienes estudiamos en sus colegios, pero estos castigos se aplicaban eventualmente entre los párvulos y nunca entre los jóvenes. Quienes los recomendaban para el estudio de sus hijos, solían decir, que los Hermanos unían la severidad del padre y la ternura de la madre.

Como decíamos que los programas académicos concordaban con la realidad económica de la ciudad, que en ese momento giraba en torno a las grandes casas de comercio, en su mayoría en manos de extranjeros, casi todos alemanes y uno que otro italiano, el ideal de los padres de familia era que sus hijos estuvieran capacitados para desempeñar una labor en una de ellas. Como no existían leyes laborales que protegieran a los trabajadores de entonces, la aspiración era simplemente envejecer en esos establecimientos hasta que ya ‘sin vista y sin salud’ los despachaban a sus casas, eso sí, con el último sueldo y como una muestra de gratitud, un queso de Flandes o uno Holandés de varias libras. Por esa razón, el pensum de estudios de aquella época de principios de siglo guardaba estrecha relación con las pocas ambiciones de la juventud. Se estudiaba con bastante fervor la aritmética y la contabilidad; además de ortografía y algo de redacción. La geografía y la historia eran consideradas asignaturas perfectamente inútiles, pues a los aspirantes a servir en las casas de comercio el examen de admisión consistía en una plana con buena letra y sin errores de ortografía.

Los Hermanos vinieron a enseñar esas cosas y todas las demás que integraban un bachillerato de calidad y ahí comenzaron las críticas. ¿Para qué enseñar, en Cúcuta, filosofía? Eso de la metafísica, las categorías aristotélicas y la cosmología. ¿Para qué se necesitaba en Cúcuta? Enseñaron retórica y orientaban a los estudiantes en la elaboración de poemas y discursos y por ahí les criticaron el desconocimiento del ambiente comercial de la ciudad, hasta los tildaron de maestros desadaptados, todo lo cual desencadenó una ola de frustraciones que generó una pérdida de apoyo por parte de las autoridades eclesiásticas, en especial del arzobispo de Bogotá monseñor Herrera Restrepo lo que se tradujo en el abandono que hicieran de la ciudad, en 1914, sin que se presentara la mas mínima manifestación de inconformidad por esta decisión, culminando así la primera etapa de la presencia de esta comunidad en la ciudad.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

2 comentarios:

  1. Hola. Interesante articulo, no sabia cuanto tiempo habia estado ligado el colegio a el desarrollo de la ciudad. Me podrias responder una pregunta; el Sagrado es el colegio mas viejo actualmente abierto de la ciudad? y si no cual es? o cuales son los mas viejos.

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    1. Correcto el Sagrado Corazón es el colegio más antiguo y después le sigue el de Gremios Unidos.

      También hay información pero no la tengo confirmada que la escuela de primaria Mercedes Abrego en el barrio El Llano viene funcionando desde 1906.

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