jueves, 15 de noviembre de 2012

285.- EL MAESTRO PABLO TARAZONA PRADA, UN APOSTOL EN EL ARTE DE LA MUSICA


José Pablo Tarazona Montañez



        
La periodista Amparo Garay escribía su recuerdo del maestro, cuando en su época de estudiante en cierta ocasión el aula Felipe Ruán se atestó de estudiantes llenos de una curiosa excitación ya que se ofrecía un concierto matutino de la orquesta de cuerdas del Instituto de Cultura, y llegada la hora el director de la agrupación musical entró hablando en tono fuerte para anunciar que la Universidad Libre necesitaba identificarse con un himno y manifestó que el estaba dispuesto a componerlo, así como había ocurrido con el de la Universidad Francisco de Paula Santander al que le había prestado letra  María Ofelia Villamizar B. y musicalizado Pablo Tarazona Prada quien era dicho personaje que alcanzaba en ese momento el escenario a grandes zancadas.

Confundirse con la juventud era uno de sus estímulos, con ello su espíritu se engrandecía y se fortalecía su cuerpo. Y aunque no llegó a componer el himno de la Libre, allí se le recordó con nostalgia y admiración el día de su muerte, un apóstol la música en el arte de la música desaparecía.

Pablo Tarazona Prada fue un hombre comprometido con su existencia, con la música, con sus padres y hermanos, con su esposa e hijos, con Cúcuta, con la cultura, con sus amigos.

1912 – 1932 GUACA

No descansó desde que viniera al mundo en la pequeña población de Guaca (Santander), el 13 de Mayo de 1912; el quinto de 8 hijos del hogar formado por Pablo Antonio Tarazona Monsalve y Susana Prada Carvajal, junto a Pablo se levantaron Betsabé, Luis Jesús, Isabel (Chava), Alicia, Jesús María, Luis Alfredo e Isaura.

El abuelo Pablo Antonio, militante del partido conservador, con recuerdos de la Guerra de los Mil Días grabados en su rostro, ostentaba la dignidad de Alcalde Municipal, en tanto la abuela Susana, digna mujer, fiel entusiasta de las labores manuales, literarias y musicales, hace suponer que la vena artística del maestro venía por la línea materna, y en sus parientes próximos encontramos a fray Juan Anaya Prada, franciscano, excelente intérprete de piano y consagrado políglota, a Antonio Cacua Prada, conocido historiador, escritor y periodista, y el maestro Mario Hernández Prada, columna de una generación de pintores.

A los 8 años inicia el camino de la música, contando con la oportuna y diligente instrucción del sacerdote Román Monsalve, párroco del pueblo y familiar cercano, quien lo enseña a pulsar el armonio y a entonar cantos gregorianos.

Contaba 15 años cuando en Guaca funda su primera agrupación musical junto a Rafael Uribe Bueno, Carlos Sanmiguel, Ciro J. Durán y Santiago Torra.

El asfixiante y perturbado clima social reinante en los años 30, ocasiona que al lado de su familia abandone el pueblo natal por las incomprensiones políticas de la época, convirtiendo a la familia Tarazona Prada en desplazada temprana, iniciando un recorrido por Bucaramanga que los lleva al Norte, ingresando por Cucutilla, continuando por Arboledas y Salazar hasta llegar a Cúcuta en 1932; por donde pasó la familia, dejó huellas de su arte, y las estrecheces económicas familiares lo devienen en profesor de música en todas estas poblaciones de paso, así como a participar en los oficios religiosos de la iglesia como músico y corista.

1932 – 1944
NORTE DE SANTANDER – CÚCUTA

Ya en Cúcuta, Pablo termina su bachillerato en el Instituto Nariño; es organista y director del grupo coral de las parroquias de San Antonio y San José, y en esta última el párroco Daniel Jordán contribuye a modelar la personalidad gregoriana de Pablo Tarazona ya que solamente permitía la práctica de este canto en la liturgia.

En el año 1934, funda la Orquesta Estudiantina junto con José Rafael Sabino, y en 1936 organiza y dirige la orquesta Santander, en compañía de músicos como Benjamín Herrera, Saturio Rangel y Luis Uribe Bueno. En esta época Cúcuta es una pequeña población, ajena a la modernidad, arraigada en la tradición y costumbres de sus fundadores, y el surgimiento de la agrupación musical despierta entusiasmo e interesa a los cucuteños, quienes exigen su presencia para amenizar las fiestas. En la época decembrina, a Pablo le correspondía cumplir una extenuante y agitada labor que iba desde tocar las fiestas en el Club del Comercio, para salir a las 4:00 de la mañana hacia la catedral a cumplir con su oficio de corista y organista en las misas de aguinaldos; durante 12 años desempeñó este cargo con el cura Jordán.


Con la inolvidable orquesta Santander. A la izquierda aparece el maestro Tarazona junto a Saturio Rangel y Benjamín Herrera. 1936

Con su conjunto musical amenizaba las veladas del café “Roxi”, de moda en esa época. Con estos disímiles oficios Pablo y su hermana Bethsabé, recogieron los suficientes centavos para mantener y educar a su familia.

En febrero de 1940 la Dirección de Instrucción Pública lo nombra profesor de Teoría y Solfeo en la Escuela de Música, cargo que ocupa por espacio de 10 meses.

Para quienes lo conocimos no es difícil recordarlo como de un tipo un tanto zambo (color de piel morena como sus hermanos), de actitudes sencillas y elegantes, frente amplia, cabello peinado hacia atrás, de agradable sonrisa en su rostro redondo, que amaba la simplicidad de la vida, desprendiendo en mucha generosidad para los suyos, con un espíritu aventurero y sentimental, que le gustaba encabezar todo y líder nato en lo que hacía, cariñoso, consentidor, voluntarioso, disciplinado y con alma de hombre bueno. Podemos decir que era una fiesta contagiosa y adonde llegaba inflamaba el ambiente con su presencia.

De esta época de la vida del maestro y de la ciudad, existe un reporte gráfico que nos explica en algo los hechos culturales y de la vida ciudadana, así es como la orquesta Santander nos pinta el marco de Cúcuta en la década de los 30; se encuentra al maestro junto al palio de la catedral durante el entierro del General Valencia, gobernador que fue del Departamento, por cuanto era el organista de la catedral y su cargo tenía que ver con la organización de este tipo de actos.

Para esta época Europa se halla en medio de la Segunda Guerra Mundial y nuestro personaje se encuentra en una encrucijada del alma, en el sentido de seguir en Cúcuta y dejar morir sus sueños o volar a la capital a perfeccionarse en su arte, triunfando afortunadamente este último deseo, ya que la situación de la familia era algo más estable con el trabajo de la hermana mayor (Bethsabé), y el hermano menor (Alfredo) estudiando en Bogotá, acicateaba su naturaleza artística, y es cuando emprende viaje a la capital tras un cupo en el Conservatorio Nacional.

1944 – 1947 CONSERVATORIO
NACIONAL – BOGOTÁ

Esto supone un gran esfuerzo, por lo que representaba su aporte en la economía familiar, pero aún así en 1944 parte para Bogotá; las cosas no fueron sencillas a su llegada porque su edad no era bien vista para iniciar estudios musicales, compungido y cabizbajo desciende las escalinatas de la institución, pero un profesor lo observa en su actitud de derrota y le pregunta cuál es el motivo de su desazón y éste le responde detallándole lo recién acontecido. El profesor decide hacerle un examen, sorprendiéndose a medida que lo interroga por los conocimientos que demostraba poseer y le pregunta quien le enseñó todo lo que sabe sobre música, y especialmente armonía y solfeo, a lo que nuestro personaje le muestra un libro gastado por el trajinar de estudio, cuyo autor era Guillermo Uribe Holguín, la misma persona que lo estaba entrevistando y quien fue Director del Conservatorio entre 1910 y 1935, lo cual le permite matricularse en el Conservatorio Nacional, donde es su maestro Uribe Holguín, quien además de ser su profesor de armonía, contrapunto,  instrumentación y formas musicales, lo gradúa en 1947, y le sugiere especializarse en el extranjero teniendo en cuenta sus cualidades innatas para el estudio de la música.



El maestro Tarazona dirigiendo la Orquesta Sinfónica del Departamento durante un concierto en el Club de Cazadores, en 1956

Hay una anécdota bastante diciente de esta época de estudiante en Bogotá, y tiene que ver con la falta del instrumento por parte del provinciano para adelantar sus ensayos y rutinas de teclado, lo que lo llevó a granjearse la amistad del portero del Conservatorio para que le permitiera ensayar de 4 a 8 de la mañana, todos los días, a cambio de que Pablo lo armara de un termo con tinto fresco, para aliviar el frío de la madrugada bogotana, pero la situación se puso al descubierto un día que el Director madrugó más de lo acostumbrado, sorprendiendo al estudiante Tarazona en tan abusiva actitud. Uribe Holguín comprendió el atrevimiento y la osadía, perdonándosela y ordenando inmediatamente que de ese día en adelante los estudiantes podían hacer sus ensayos a cualquier hora.

Las fotografías de la época lo muestran en medio de grupos de estudiantes del conservatorio, posiblemente de las masas corales, pero la posición en ellas del maestro nos indica que estaban bajo su dirección.

1948 – 1952 ESTADOS UNIDOS

Retorna a Cúcuta y por gestión de su hermano Alfredo entonces secretario de la Asamblea de Norte de Santander, esta corporación lo beca y parte a los EEUU en donde en Maryland, estudia en el Peabody Conservatory of Music de Baltimore, donde después de un lustro de estudios específicos, obtiene el 31 de Mayo de 1952 el diploma de Concertista de Órgano y profesor de fondo de 17 materias que lo capacita para llevar la Dirección de Orquesta Sinfónica, coros, banda y profesor de armonía, teoría musical, solfeo, contrapunto, composición, etc., contando entre sus maestros al alemán Paul Hindemith y al ruso Nicolai Nabokov.

Pero en el entreacto de su permanencia en la costa Este norteamericana, le ocurren hechos que determinan eso que llamamos la historia de vida del maestro, ya que nuevamente la Divina Providencia le da la mano al estudiante esta vez en el extranjero, pues la beca de $300 mensuales otorgada por el Departamento, antes de cumplir el primer año le es retirada para adjudicársela a otra persona, dejándolo desamparado y privado de recursos pero lejos de la tierra, y es cuando su voluntad tenaz y su espíritu persistente sale a flote y lo hace abrirse paso dando conciertos de jazz en restaurantes y realizar audiciones nocturnas en espacios públicos y privados, interpretando música de Cuba, Brasil, Puerto Rico y especialmente de Colombia. De esta manera alternó y trabó amistad con figuras como Louis Armstrong, genial trompeta de resonancia mundial, con la soprano Margareth Truman, hija del sucesor en la Casa Blanca de Franklin Delano Roosevelt, el Presidente Harry Truman.

Por sugerencia de Margareth, un día el Presidente Truman envía su automóvil oficial a Baltimore para recoger al pianista Pablo Tarazona Prada, con el fin de que acompañara a su hija en el recital que ofrecía en la Casa Blanca en Washington, lo cual se repitió por tres veces más. Es dable recordar aquí la proverbial sencillez del maestro Pablito, por cuanto no se conoce registro fotográfico de estas visitas al centro del poder mundial.


El maestro Tarazona con sus hermanos en la celebración de las bodas de oro matrimoniales de sus padres, en 1952. el maestro Tarazona aparece sentado en el extremo derecho junto a sus progenitores

También por aquella época, era a la sazón embajador de Colombia en Estados Unidos el doctor Eduardo Zuleta Angel, para quien el maestro organizó con personal mixto americano un coro que amenizaba las fiestas patrias y navideñas en las sedes diplomáticas de Colombia y Venezuela. De la mano de su genio se pasearon por el este americano piezas del folclor latinoamericano; durante 1951 desempeña el cargo de organista de la Catedral de San Patricio (Saint Patrice Church) en N. Y. siendo arzobispo Monseñor Fulton Sheen, quien le ofrece en propiedad el cargo, lo cual amablemente rechaza porque su objetivo era como el decía coloquialmente…..“ regresar junto a mis viejitos, mis amigos y mi ciudad….” su Cúcuta a quien siempre amó como si hubiera nacido en ella.

En este momento el maestro ha contraído matrimonio en Norteamérica con Joyce Ruloff, y esta unión se consolida entre la música y el nacimiento de Clara Maritza, quienes lo acompañan al regreso a la patria, pero desavenencias de culturas y sociales no permiten la adaptación de la consorte gringa y retorna esta junto con su hija a EE.U.U., saliendo del país y del corazón de Pablo, la primera más no la segunda a quien siempre recordó en la memoria nostalgiosa del amor filial.

1952 – CÚCUTA

Regresa a Cúcuta en Agosto de 1952, imbuído del amor y el respeto a su familia y a Cúcuta.

El deseo de permanecer entre los suyos y la idea de realizar acciones culturales fueron más fuertes que el esplendor, la comodidad y la fortuna que le ofrecía EE.UU. Era el destino del músico trazado irremediablemente y contra el cual ningún hado podía interponerse en su ineluctable cumplimiento.

Su retorno determina que el gobernador Oscar Vergel Pacheco y su Director de Instrucción Pública, Carlos Hernández Yaruro, lo nombren Director de la Escuela de Música y de la Banda Departamental, mediante Decreto 625 del 29 de Julio de 1952, tomando posesión a partir del 1° de Agosto.

Una de sus primeras acciones se orienta en 1953, a organizar la Orquesta Sinfónica del Departamento, que llegó a ser la segunda entidad musical del país, integrada por 60 miembros y una masa coral de más de 100 voces mixtas. Con este recurso artístico la ciudad disfrutó de obras del repertorio universal, de autores geniales como Bach, Haendel, Haydn, Beethoven, Mozart y Schubert. Como solistas alternaban sopranos de la calidad de Mireya Arboleda, Aura Moncada, Fanny Peñaranda y el violinista Frank Preuss.


Los maestros Pablo Tarazona al piano y Vícto M. Guerrero al violín, símbolos de una amistad imperecedera

El maestro Pablito mantuvo presente la idea de difundir la cultura, como tarea intrínseca a la acción de ser de un artista. Por eso encaminó su esfuerzo en alimentar, incentivar y proponer ante las esferas gubernamentales la quijotesca idea de construir una escuela que albergara la academia necesaria para nutrir las generaciones que se prepararían como consecuencia del renacimiento musical en esta frontera, actuando como hilo conductor su genio y como foco que irradiara cultura musical, la Sinfónica, los coros y la banda.

En 1957, durante el período de Gonzalo Rivera Laguado como Gobernador, logra que se construya el Conservatorio de Música en la calle 5 entre avenidas 2 y 3 (hoy es la sede principal en Cúcuta de la U. de Pamplona). En forma simultánea, el amor toca su corazón y la voz de una joven soprano que asistía con periodicidad a la Voz del Norte para cantar junto a Arnulfo Briceño y las Hermanitas Pérez (Yolima e Ilda) y al que asistía el maestro como jurado y espectador, se le enreda en los sueños y sobre la voz de Gladys Nubia Gómez Beltrán, desplegó sus sentimientos de amor. En 1960 contraen matrimonio, del cual nacen sus 6 hijos, Fabiola, Adriana, Pablo Martín, Claudia Susana, Alvaro Iván y Gladys Janeth.

En ese año se entona por primera vez el himno de la ciudad, con letra del sacerdote Manuel Grillo M. y música del maestro Pablo. El mismo maestro reconocía en una entrevista concedida en Febrero del 84, que él era un modesto compositor de himnos y en sus propias palabras expresó toda su admiración por el maestro Víctor M. Guerrero, a quien el obispo Luis Pérez Hernández (también violinista), llamaba cariñosamente, “el bobo Víctor”, y se ufanaba de ser el transcriptor y arreglista de su música, lo cual era un claro sello de su personalidad sencilla y generosa. En el período de 1952 a 1968, durante su permanencia en el cargo de Director del Conservatorio, la ciudad y el Departamento llegaron a la cúspide del rendimiento y divulgación musical en toda su historia.

El teatro Zulima inaugurado en 1954 con un concierto de la Sinfónica, fue el escenario en donde Cúcuta disfrutó de la música clásica seleccionada por su Director para que la Orquesta Sinfónica del Departamento solazara los espíritus de los asistentes a los conciertos mensuales, apareciendo junto a los grandes compositores europeos y americanos, los nombres de los compositores de nuestra música vernácula. Esta junto a las masas corales fueron actores principales de la vida artística y civilista de la región, ya que la posesión del gobernante tenía como epígrafe un concierto en su honor, lo cual hacía imponente dicho acto revistiéndolo de una grandeza sin par, magno recuerdo de tiempos idos.

En el año 1968, el oportunismo de la Junta del recién creado Instituto de Cultura de Norte de Santander, se apropia del Conservatorio, y la academia es reemplazada por la burocracia, las manifestaciones artísticas diferentes a la música desplazan a los cultores de la divina Euterpe, y cortan la cabeza del soñador en el altar de la mediocridad, acabando de un tajo el trabajo que se venía realizando.

En 1989, Beto Rodríguez hacía la pregunta en La Opinión: ¿Se silenciará la escuela de música? esta interrogación venía acompañada de una evocación acerca de la banda que se había venido a menos, y como después de los años dorados del maestro Pablo se “.... ha presentado en la banda una verdadera desbandada de sus integrantes, algunos por descontento y los otros por hacerse a la jubilación, pero los ejecutantes no han sido reemplazados sino que sus puestos prácticamente han sido eliminados y en su defecto han sido colocadas algunas secretarias y personas sin la suficiente carga académica que al no poseer metodología alguna causan serios traumas en los niños que pretenden adquirir algún conocimiento del divino arte.”

De 1968 al 81, desvinculado del Conservatorio y la Escuela, se dedicó a la enseñanza en varios colegios de la ciudad.

En 1968 fundó el grupo Coral Orfeón Cúcuta. Con su retiro la Orquesta Sinfónica y los coros son recuerdo de mejores tiempos; aunque su mensaje musical no fue entendido y sí que menos difundido; a comienzos de los 80 retorna al ICBA por invitación de su Director David Bonells Rovira, a conducir el conjunto de cuerdas del Instituto de Cultura del Departamento.

Otra faceta de la actividad intelectual del maestro, es la que tiene que ver con la columna semanal que desde los años 60, mantuvo en el Diario de la Frontera, en la cual comentaba con propiedad sobre diversos aspectos del arte musical; fue así como escribió acerca de la vida y obra de  consagrados compositores e intérpretes colombianos y de los maestros de renombre universal entre los que podemos citar a Mozart, Beethoven, Bach, Haendel, Haydn y Schubert, y los cuales tuvieron oportunidad de oírse en la ciudad, en arreglos sinfónicos o corales, lo cual constituyó una actividad de suma importancia en su haber.

Criticó en el buen sentido de la palabra, la proliferación de músicos de formación empírica, muchos de los cuales prestan sus servicios en conservatorios, colegios y escuelas del país, produciendo generaciones de artistas en idénticas condiciones, lo que representaba un aspecto típico en nuestro medio, debido a la burocratización de las instituciones culturales y al insuficiente apoyo del sector oficial, para el sostenimiento adecuado de esta actividad fundamental en la parte cultural de los pueblos. Su conocimiento musical fue la impronta característica de sus artículos, y lo que matizó el saber que desplegó en su actividad didáctica sobre quienes tuvieron la fortuna de recibir sus enseñanzas.

Finalmente, se ocupó en transcribir obras de la música nortesantandereana, paralela a su actividad musical y tratar de mantener en algo su legado el cual fue aprovechado por Venezuela a donde llevó músicos de la región y su trabajo musical era recibido con gusto.

Tras una penosa enfermedad, muere el 4 de Agosto de 1984, en esta ciudad que amó como la suya propia y a la que sirvió en forma desinteresada como uno de sus abnegados hijos.

Veinticinco años después, el 4 de Agosto de 2009, se reunieron en uno de los salones de la Biblioteca Julio Pérez Ferrero, muchos de quienes lo conocimos y amamos, y otros que lo admiraron, para celebrar su ausencia con música y añorar su recuerdo con esperanza; esa noche mágica se oyeron las cuerdas y vientos de la Orquesta y los Coros del Centro Cristiano de Cúcuta, unidos a las voces de su Orfeón Cúcuta y a su saga fantástica llenando de bambucos y pasillos los aires de su amada Cúcuta, quien a esa cálida hora tembló deleitosa con la reminiscencia de su cantor supremo.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

5 comentarios:

  1. yo soy pablo esteban soy un adorador pertenezco a la sinfonica de el hijo de pablo tarazona

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  2. Que bueno Pablo, somos parte de la orquesta Sinfónica del centro Cristiano, y en lo personal soy su profesor de flauta, y esperamos levantar una generación que de sienta orgulloso de su legado musical

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  3. Es la triste historia de tantos músicos Colombianos que se han elevado y consagrado gracias a sus propios méritos personales,pero al final terminan viendo pisotear su obra por la misma bestia hambrienta y despiadada.La politiquería.Que todo lo corroe,lo apolilla y lo destruye.Con tristeza y dolor vimos la desaparición del Instituto d Cultura y la banda sinfónica.Para mayor humillación del arte de Santa Cesilia,la edificación fué entregada a la Unipamplona para establecer una sucursal de la Universidad de Sodoma y Gomorra.

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  4. Digamos que es la historia repetida de muchos genios de la música,que se elevó a las cumbres artísticas gracias a su esfuerzo personal,pero que al final terminó siendo víctima del mismo cancer que corroe la república.La politiquería,que todo lo corrompe lo acaba y lo daña.Como añoramos el antiguo instituto de música y bellas artes,pero lo más triste.Ese edificio fué entregado a la Unipamplona para convertirlo en una sucursal de la universidad de Sodoma y Gomorra.

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