domingo, 20 de enero de 2013

319.- RECUERDOS DE 1968 I


PARTE I/II

Gerardo Raynaud

Fuente luminosa del Club de Leones

Pareciera que durante la segunda mitad del siglo pasado, algunos años en particular marcaron la vida ciudadana con mayor intensidad que otros. 

El año del título es uno de esos, durante el cual, los acontecimientos señalaron los destinos de muchas personas de esta ciudad y de esta región. 

Varias fueron las catástrofes pero muchos más  los momentos alegres que se vivieron y que son necesarios mencionar para mantener viva la memoria de los sucesos de nuestra comarca. 

En otras crónicas hicimos mención de algunos de los más importantes acontecimientos acaecidos durante el periodo de la referencia, motivo por el cual, sólo serán mencionados de manera tangencial.

Comencemos reseñando la inauguración de uno de los íconos  más representativos de la ciudad, hoy en el olvido y sumido en el más deplorable abandono. Se trata de la fuente luminosa del Club de Leones que fue construida en el triángulo comprendido en la calle octava con la avenida cero y la diagonal Santander, justo frente al Colegio La Salle, cuando la entrada principal quedaba precisamente mirando el nuevo monumento. 

Los Leones le entregaron a la ciudad la fuente, con motivo de la celebración de la XXIII Convención Nacional Leonística. 

Con la solemnidad que los acompaña siempre, el Club que había invertido la suma de $200.000, quiso darle la importancia que se merecía un evento de esta magnitud y programaron un desfile inaugural que realizaron partiendo desde la Clínica que ellos mismos contribuyeron en construir, por lo cual lleva su nombre y que está localizada en la esquina de la avenida cuarta con calle 18, hasta la fuente objeto del tributo, en cuyo recorrido emplearon dos horas, después de las cuales se dio inició a la Convención, en las instalaciones del Club de Cazadores. 

El protocolo seguido en la inauguración estuvo dirigido por el doctor Carlos Bustamante Álvarez presidente del Club y asistieron todas las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la ciudad, encabezadas por el alcalde Eustorgio Colmenares y el gobernador encargado en ese momento, el doctor Hender Liévano quien reemplazaba al ingeniero Gustavo Lozano Cárdenas.

No había transcurrido más de una semana, cuando se produjo el primero de los más sombríos hechos que se sucederían en los próximos días. El bus de la Empresa de Trasportes Bolívar, identificado con el número interno 168, cayó al abismo en el kilómetro 26 de la carretera a Pamplona, en el sitio conocido como Peñas Blancas. 


En el registro de la empresa, el vehículo mencionado era conducido por Guillermo Rivera y aparecían en planilla (emplanillados como decían entonces) 17 pasajeros. 

Ese día, mayo 3, las lluvias llevaban varios días y algunos derrumbes se habían producido en el sitio de la tragedia, que los trabajadores de la Zona de Carreteras del Ministerio de Obras Públicas no habían logrado controlar y tampoco alcanzaron a señalizar para advertir de la condición que se estaba presentando más adelante. 

El accidente se produjo por el exceso de velocidad del automotor y por las condiciones resbalosas de la carretera, debido a la humedad y al barro  que se había desprendido de la montaña, así que el conductor perdió el control del autobús y se fue a un abismo de más de cien metros. 

Aún en esas condiciones, en el bus viajaban once hombres, cinco mujeres y el chofer y según las primeras versiones, hubo tres sobrevivientes, los cuales, milagrosamente salieron expulsados del vehículo en su loca carrera por el precipicio. 

Los organismos de socorro organizaron una comisión de rescate pero no pudieron realizar las operaciones  esa noche, debido a las condiciones climáticas, así que tan pronto amaneció, procedieron a cumplir con su labor. 

Con sorpresa se encontró que las víctimas eran más de las que se había registrado el día anterior, pues rescataron del lecho del rio Pamplonita 28 cuerpos, lo cual le hizo suponer a las autoridades que el bus recogió los 12  pasajeros adicionales en el trayecto hasta el lugar del accidente. 

Los cuerpos estaban esparcidos en un área de más de cincuenta metros a la redonda, lo cual dificultó su labor, tanto que solamente terminaron a las diez de la mañana con el traslado a las instalaciones de las varias funerarias de la ciudad.

Para el día del educador, que tradicionalmente se celebra el día de San Juan Bautista de la Salle, el día 15 de mayo, apenas a diez días del accidente, el Gobierno municipal decidió otorgar la Medalla del Mérito Educativo al Rector del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, Hermano Arturo Monier, gestor y promotor del basquetbol en Colombia, cuya amplia reseña se encuentra en un documento sobre la historia de este deporte, escrito por Alfredo Díaz Calderón, uno de los más connotados exponentes de este deporte, tanto en lo regional como nacionalmente.

Exactamente un mes después, el 15 de junio, se inauguraba oficialmente la primera Feria Internacional de la Frontera “FIF” después de un largo proceso emprendido por FENALCO, que el año anterior había acogido al Congreso Nacional de la entidad, el evento más importante del gremio. 


Pero lo que quiero resaltar, en lo relacionado con los resultados generados en desarrollo de la feria, fue el establecimiento de una empresa, que aunque duró relativamente poco tiempo en el mercado, merece que le hagamos un reconocimiento, toda vez que se trató de una experiencia distinta en el campo de la industria, que era exactamente lo que se buscaba al impulsar la Feria Internacional.

Se trató de una fábrica de vinos que se llamó “Bodegas de Castilla” que fabricaba y ofrecía al mercado, vinos tipo Moscatel, Oporto, vino de consagrar y una variedad de vino tinto tipo Chianti que optó por llamar “Pamplona”. 


Aunque la información disponible no indica el lugar de funcionamiento de la empresa, recuerdo que en una oportunidad visité, como funcionario de la Corporación Financiera Popular, un local en la avenida tercera B, que es la prolongación de la avenida cuarta después de la calle 18 al sur,  en donde había existido una fábrica de licores, vinos incluidos y deduzco, por esa coincidencia, que esa podría ser la dirección de la tal fábrica de vinos y para que los cucuteños “de Cúcuta” la ubiquen con más precisión, puedo complementarles que el local, era vecino de la casa donde se exhibía la “virgen de la hojita”.

Otros sucesos eran noticia en la ciudad durante este año lleno de acciones y de eventos que llenaban las páginas de los diarios, tanto los locales como los nacionales, así como, horas enteras de las emisoras radiales y uno que otro avance por la televisión, que en blanco y negro se transmitía por esos días a través de la primera cadena de Inravisión; claro que nosotros teníamos la gran ventaja de recibir las señales de las cadenas venezolanas, especialmente la desaparecida Radio Caracas Televisión y Venevisión que eran las de mayor sintonía. 

Por esos días, estaba en señal de prueba el canal oficial del gobierno, Venezolana de Televisión, cuya programación inicial era, en su casi totalidad, películas y uno que otro noticiero.

Una de las noticias de mayor importancia para la ciudad y la región, a mediados de ese año, fue la puesta en servicio de la segunda pista del aeropuerto, que ya se llamaba Camilo Daza. La pista 15-33 como se denominó técnicamente, tiene una longitud de 700 metros y fue diseñada, específicamente para operaciones de los nuevos aviones jet de Avianca, los B720-B. 


Recordemos que la razón de esta nueva pista era la necesidad que se requería para las operaciones de aterrizaje y decolaje en condiciones de vientos cruzados que se presentan en ciertas épocas del año y que ponen en riesgo estos procedimientos.

En lo deportivo podemos mencionar que se terminaba la XVIII Vuelta a Colombia, con el triunfo de un tolimense, por primera vez, Pedro J. Sánchez “el León del Tolima” como había sido apodado por los locutores que apasionadamente transmitían, segundo a segundo, las incidencias de la carrera más popular del país, en sus “transmóviles”, desde la carretera y en los puntos fijos, fueran éstas, metas volantes, premios de montaña o la meta de llegada en cualquiera de las ciudades o municipios donde estos estuvieran ubicados. 


Mientras tanto, en Cúcuta, el ciclista del momento era Antonio Vaca y su contrincante más avezado era Alfonso Pérez.

También hacía equipo, entre quienes recuerdo, Ernesto Molano y Omar Peñaranda. Habían corrido la Vuelta a Colombia que acababa de terminar y el equipo del Norte, no había tenido  suerte en esta ocasión, pues ocuparon los puestos de la retaguardia que por entonces, llamábamos de “farolito”. 

De todas maneras, durante este año Antonio Vaca, le ganó todas las carreras a Alfonso Pérez, quien atendía su almacén de bicicletas, arreglo y ventas en la avenida diez entre calles 9 y 10, a media cuadra del Teatro Mercedes.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.



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