Gerardo Raynaud
Siempre me ha llamado la atención el cambio que ha sufrido la ciudad a través de las diferentes épocas de su historia. Hace poco un amigo me decía que efectivamente la ciudad era un ejemplo digno de imitar en el pasado remoto cuando la laboriosidad, la solidaridad, así como las buenas costumbres y los hábitos saludables, entre otros, eran las características de las gentes de este valle. Por sus características geográficas, Cúcuta fue durante mucho tiempo o mejor, durante algunos años el epicentro del comercio internacional, plaza por donde se exportaba café, cacao, azúcar tabaco, quina, sombreros, fique, lienzos, mantas y el oro que circulaba libremente, hacia Inglaterra en su gran mayoría (76%) y a Francia y Alemania un 21%; el resto a los Estados Unidos y a algunos países caribeños. Así mismo, se importaban maquinaria y herramientas, utensilios para el hogar, vestuario y lo más importante, la tecnología que aunque incipiente, entraba por estos lares en cabeza de extranjeros y nacionales que se habían educado en las instituciones del viejo mundo y ahora venían a ponerla en práctica en el nuevo continente.
El hito que catapultó la iniciativa innovadora fue, sin duda, el terremoto de 1875. Claro que ya para esa fecha se había traído la base tecnológica que serviría para alimentar el desarrollo industrial pues, el primer trapiche hidráulico, la primera máquina de coser, la primera desgranadora de maíz y la primera maquinaria para la elaboración de tejas y ladrillos estaban en la ciudad gracias al entusiasmo de sus primeros promotores, todos extranjeros pero identificados con la región, la cual adoptaron como propia. Estaban en los procesos que hoy llamaríamos pre-operativos cuando ocurrió el evento desgraciado del sismo por todos conocido. Sin embargo, fue gracias a él que la ciudad despegó como la gran urbe que se destacó durante más de medio siglo, en los años comprendidos entre el último cuarto del siglo 19 y el primer tercio del siglo 20. Recordemos que la ciudad fue de las primeras en tener los servicios públicos de energía eléctrica y telefonía, apenas unos años después de su invención y de su uso público, mucho antes que otras ciudades que se dicen más importantes. Aún considerando la actual distribución política, el primer ferrocarril fue el de Cúcuta, pues descontamos el ferrocarril de Panamá, por entonces región perteneciente a nuestro país. Todos los acontecimientos surgidos con ocasión de la reconstrucción de Cúcuta, sirvieron para aclimatar el ambiente de negocios, el empuje de las gentes, la circunstancias geográficas, la riqueza de región, las inmigraciones, la encrucijada de caminos y el haber iniciado acciones antes que muchas otras poblaciones del país, fueron el acicate para muchos en demostrar sus capacidades para el ejercicio de las actividades económicas que comenzaban a mostrarse en los países más avanzados del mundo.
He traído a colación este preámbulo para mostrar que la aparición de ciertos personajes en la vida económica y social no es producto de la generación espontánea como alegan algunos, sino que es el resultado de años de evolución que van acumulando conocimientos, vivencias y experiencias que se capitalizan en beneficio de quienes las van aplicando y poniendo en práctica. A comienzos de la segunda mitad del siglo pasado, la actividad manufacturera que hizo historia en la ciudad, fue la industria del calzado. Por alguna razón que desconozco, la zapatería comenzó un auge que coincidió con la prosperidad venezolana derivada del desarrollo que se le imprimió a la industria del petróleo y la ciudad comenzó a llenarse de pequeñas fábricas, que sus propietario llamaban “talleres”. La industria creció de tal manera, que buena parte del empleo estaba sustentado en la fabricación del calzado y éste comenzó a destacarse y a sobresalir en el mercado nacional por su excelente calidad y por sus diseños novedosos y actualizados, es decir a la moda, todo por la facilidad que se tenía para conocer los detalles de los últimos lanzamientos de moda, particularmente en la pasarelas de Milán en Italia y de Madrid en España, puesto que los extranjeros residentes en Venezuela, en su gran mayoría de esas nacionalidades, habían establecido allí sus grandes plantas fabriles, especialmente para proveer a sus clientes en sus países de origen. Allí trabajaban muchos colombianos, cuando no era tan complicado establecerse en el vecino país, y de ellos una gran proporción eran oriundos de esta zona del país. Esa situación ocurrió con los hermanos Ortega Rojas, pero en realidad, la casi totalidad de los zapateros que iniciaron sus empresas por los años sesenta, fueron trabajadores en algunas de las fábricas de españoles o italianos afincadas en Venezuela. Hoy quiero empezar narrándoles, la historia de uno de los más destacados empresarios de esa época, por su capacidad de innovación y su creatividad que a pesar de los pocos estudios que tenía logró impulsar su empresa a niveles que ningún otro empresario del mismo sector ha logrado, aún hoy en la ciudad. Por esa razón, sus colegas le llamaron “el llanero solitario de la industria del calzado en Cúcuta”. Se trataba de Luis Fernando Cristancho, un zapatero que fue escalando los peldaños del éxito con esfuerzo y tesón, logrando posicionar sus productos alrededor de su marca Calzado Bacardy. Logró colocar su calzado en el mercado nacional y ya cumplido ese propósito, se aventuró al mercado externo. Para dar cumplimiento a las diversas exigencias de ese difícil mercado, tuvo que trasladar su fábrica a un sitio que difícilmente otro fabricante se hubiera atrevido, la Zona Franca Industrial y Comercial de Cúcuta. Y puedo casi asegurar que fue allí donde comenzó su descalabro.
Al comienzos de los años ochenta había traslado su planta de producción a la bodega industrial No. 1 de la Zona Franca Industrial y Comercial de Cúcuta y que por esa razón comenzaron a llamarle “el llanero solitario de la industria del calzado”. Sin embargo, dentro de sus previsiones le quedaba guardar su antiguo local de la calle 9 en el barrio El Llano, que había adquirido con sus primeros recursos y reconstruido posteriormente, adecuando sus instalaciones a las exigencias que demandaba el mercado que tan cuidadosamente había cultivado durante años. Puedo asegurar que era un verdadero “llanero solitario” pues se atrevió a implantar métodos de trabajo que no eran usuales en el gremio, los cuales aún hoy se emplean y que los mismos trabajadores exigen a sus patronos, bien por ignorancia o por comodidad. Me refiero a los métodos de pago contractual que los empleados convienen con la empresa y que el medio acepta sin otras alternativas. El método de remuneración por producción o destajo fue el primer ingrediente que se modificó en Calzado Bacardy, adoptando el clásico salario fijo independiente de la cantidad producida. El sistema le produjo altas economías debido a las elevadas producciones que obtenía y esa fue, particularmente, la razón que motivó su crecimiento y lo desvió del camino clasicista de sus colegas.
Desafortunadamente, el éxito pareciera que obnubiló su visión, pues paulatinamente fue decayendo en su producción. Claro que las razones no fueron únicamente empresariales, porque además de buen caballero era un ser humano que tenía sus tentaciones y entre ellas, las veleidades del bello género parece que lo seducían con mayor frecuencia a medida que ascendía en el camino de la superación. El hecho es que a pesar de haber caído varias veces en fracasos, de los cuales pudo levantarse cada vez con mayor esfuerzo y de los cuales se sentía orgulloso, lo sucedido a finales de los ochenta, le llevó a tal punto de desesperación que no resistió que, en un procedimiento judicial realizado en su local original de la calle novena, le embargaran sus activos, que tomó la fatal determinación de auto eliminarse. Así termina una historia que debía haber continuado en manos de su familia pero que, por razones que son tema de estudio, toda vez que algunos de sus herederos estaban vinculados a la empresa, unos con título universitario, no quisieron o no pudieron continuar con una labor que había sido edificada por años a base de tesón y esfuerzo.
De esta época fueron famosas las familias enteras dedicadas a esta industria que tantas satisfacciones le ha dado a la ciudad y la región. Recordamos entre ellas a los Moncada, con Roberto a la cabeza, los Ramírez, los Rondón, los Dávila y con ellos, algunos notables que fueron destacados, como Jorge Rugeles, Jorge Vera, los hermanos Ortega.
Sin embargo, pues merece mención especial y no quiero dejar de mencionarlo, pues era el más grande de los empresarios y cuando digo el más grande, me refiero al empresario de mayor venta y producción, el de mayor cubrimiento nacional, el verdadero gran empresario del calzado, no sólo en la ciudad sino en el país, mucho antes que aparecieran las cadenas de almacenes que hoy vemos instaladas en todas las ciudades importantes de la nación. Me refiero a don Alfonso Valderrama Vargas.
Le recuerdo muy bien y se identificaba con todos sus colegas, que por sus características comunes surgieron como empresarios, después de haber oficiado como obreros rasos, escasos estudios, comienzo incierto con ayuda familiar, gran visión de negocio y altas dosis de sentido común. Lo cierto es que todos los mencionados comenzaron por establecerse por cuenta propia y a punta de voluntad y con la colaboración del mercado, en ese momento incipiente pero en crecimiento, fueron floreciendo hasta alcanzar posiciones de privilegio, tanto en lo económico como en lo social.
Pero veamos algo de la actividad de don Alfonso Valderrama. La sede principal de su negocio estaba ubicada en la avenida 13 exactamente en la mitad de la cuadra comprendida entre las calles diez y once. A medida que crecía su negocio, fue adquiriendo las casas vecinas hasta establecer varias bodegas en ellas que le permitían almacenar el calzado que, no sólo producía sino que le compraba a los pequeños zapateros, a quienes surtía de los materiales necesarios para su elaboración y luego adquiría para abastecer una red de almacenes y bodegas que había ido montando en las principales ciudades del país. La verdad, es que en alguna ocasión visité su bodega principal y les puedo asegurar, aún con mi experiencia en el ramo, nunca había visto tanto calzado junto, con el peor de los argumentos, una desorganización que llamaba la atención, pues aún no me explico cómo podían manejar semejante desorden. Tenía, además de la planta y su bodega en Cúcuta, seis almacenes en esta ciudad, una bodega distribuidora en Bogotá y tres almacenes más, otra bodega y almacén en Cali y de la misma manera, otro tanto en Medellín.
Así como Cristancho había encontrado una forma eficiente de fabricar a bajo costo, Valderrama había establecido una fórmula de mercadeo diferente al de sus colegas. En esa industria, lo usual es vender por pedido y Valderrama estableció que ese procedimiento es muy lento y por lo tanto demorado, así que él fabricaba lo que presumía se vendería y lo ofrecía de inmediato, así el cliente no tenía que esperar que lo fabricaran y lo enviaran dos o tres semanas más tarde. Esa forma de mercadeo funcionó y aún hoy lo practican, tal vez con menos entusiasmo que antes, sus herederos, que mantienen vivo el espíritu de su progenitor.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
Buenas noches señor Gaston Bermudes mi nombre es wilmer osvaldo Calderón y vivo en la ciudad de cucuta y averiguando un poco por la familia valderrama asentada en esta ciudad, me he encontrado que usted ha escrito una crónica sobre los fabricantes de calzado más importantes de cucuta y vaya sorpresa usted habla de el empresario más importante del calzado como lo fue el Señor Alfonso valderrama vargas. Bueno señor Gaston yo soy hijo del señor Alfonso hago la aclaración no reconocido y me gustaría si no es problema que usted me colaborará para poder hablar con mis hermanos, ya que es mi deseo poder conocerlos. Dios lo bendiga y créame seria un sueño hecho realidad.
ResponderEliminarBuenas noches señor Gaston Bermudes mi nombre es wilmer osvaldo Calderón y vivo en la ciudad de cucuta y averiguando un poco por la familia valderrama asentada en esta ciudad, me he encontrado que usted ha escrito una crónica sobre los fabricantes de calzado más importantes de cucuta y vaya sorpresa usted habla de el empresario más importante del calzado como lo fue el Señor Alfonso valderrama vargas. Bueno señor Gaston yo soy hijo del señor Alfonso hago la aclaración no reconocido y me gustaría si no es problema que usted me colaborará para poder hablar con mis hermanos, ya que es mi deseo poder conocerlos. Dios lo bendiga y créame seria un sueño hecho realidad.
ResponderEliminarAun recuerdo a Gaston durante mi época de estudiante de Bachillerato en el Sagrado Corazon de Jesus , fuimos siempre barra del equipo de basket del colegio y nunca nos perdimos los mejores tiros de esquina de Gaston (JS) después como profesionales Ing de Petróleos tuve la oportunidad de dialogar con Gaston en Maracaibo cuando Gaston era Ing de Producción de Shell . Buenos y gratos recuerdos
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