Eduardo Rozo
En su oficina puso
uno de sus más preciados tesoros: el diploma con honores que le otorgó la
Universidad Nacional.
El momento
más feliz de su vida fue haberse graduado con honores en bacteriología y
laboratorio clínico en la Universidad Nacional (1957). En medio de las
dificultades económicas apeló al deseo de superación, y con esfuerzo, sus
padres pagaron el primer semestre, en los demás mantuvo la matrícula de honor.
Ostenta el
reconocimiento de ser uno de los primeros bacteriólogos que llegó a Cúcuta, de
esos que vivieron las mieles de la profesión; ‘hoy en decadencia’, como
consecuencia de una oferta y demanda que no coinciden.
Habla con la
propiedad que solo la experiencia permite, en tono pausado. Es alegre y amante
de la investigación, pasa la mayor parte del día en su consultorio, apiñado de
recuerdos y hasta donde llegan sus asiduos visitantes y con cariño le
preguntan: ¿Doctor Díaz, usted aún sigue trabajando…? “fue lo único que
aprendí a hacer bien hecho. No en vano han sido 55 años de vida profesional.
Manuel
Guillermo Díaz Quintero, viste de blanco y contrasta con sus canas que, a sus
75 años, le deja la vida. Le representan también historias vividas y
sacrificios que junto a sus hermanos debieron pasar, para superar las
adversidades económicas.
Recuerda que
desde niño sus padres le inculcaron la educación como la base para tener un
mejor estilo de vida, que junto a la unidad familiar, fueron los principales
valores que le enseñaron y aún conserva. Los mismos con que formó a sus cinco
hijos. Los dos mayores siguieron su camino y son egresados de la universidad
Javeriana.
De Cúcuta,
recuerda que en esa época era una ciudad tranquila y existía verdadera amistad.
Las tardes de descanso y las pilatunas que hacía en el parque Mercedes Ábrego,
con su hermano Luis.
Cuando se
graduó en el colegio Sagrado Corazón de Jesús se presentó en la Universidad
Nacional (1954) y luego de ser aceptado, se radicó en Bogotá y consiguió por
intermedio del capellán de la universidad, cupo en las residencias
estudiantiles, lo que le aminoró los gastos.
Su hermano
Luis, del que habla con cariño y por quien demuestra gran afecto, estaba
estudiando medicina en la misma universidad. Juntos, lograron ganar un concurso
para ser monitores y por la labor les pagaban, a cada uno; $50 mensuales,
dinero que les alcanzaba para sostenerse y “comprar ropita”.
“Cuando me
gradué regresé a la tierra de mis amores y desde entonces, llego a las 7:00 de
la mañana a este consultorio. Antes, atendía en promedio 30 pacientes; ahora,
hay que esperar que sale”.
Es un gran
crítico de los cambios laborales que ha tenido la profesión. Afirma que antes
al no existir seguros ni entidades prestadoras de servicios de salud, los
pacientes abundaban y hoy el gran reto es hacerse un espacio para laborar.
“Las
universidades están graduando demasiados bacteriólogos y las entidades de salud
ofrecen malos sueldos, con la excusa que si a una persona no le interesa, hay
una larga lista de aspirantes”.
Pese a ello,
manifiesta haber tenido muchas bendiciones en la vida, “a esta edad nada puede
ser malo, y como dice el padre García Herreros, Dios mío, en tus manos
encomendamos este día que ya pasó, y la noche que llega”.
Alma de deportista
Aunque no fue el mejor practicando deportes,
dedicó parte de su vida a liderar procesos de ese tipo en la región. Fue
presidente de la Liga de Baloncesto por 15 años, perteneció a la de bolo,
atletismo y representó en Coldeportes a tres gobernadores del departamento. Al
llegar a su vejez, dedica parte del tiempo libre a hacer deporte, pues su
pasión no se marchita y brilla con luz propia.
Esta fotografía fue
tomada en 1965, luego que el equipo de baloncesto de Norte de Santander se
coronara campeón del VIII Campeonato Nacional Juvenil efectuado en Cúcuta. En
ella recordamos de izquierda a derecha a: Virgilio Núñez, árbitro; el
doctor Manuel Díaz Quintero, delegado y presidente de la Liga
Nortesantandereana; Fernando Fernández, Hernando Yepes, Alvaro
Villalobos, el negro Ramírez, Adolfo Fernández
(Mandrake), Augusto Fernández, Said Lamk, no identificado, Oscar Chaustre,
Jesús Ricardo Lamk, “Cundo” Morales y el doctor Erasmo Hernández Moreno,
director técnico. Adelante, las madrinas del equipo Nhora Esperanza Ángel y
Marina Castro Jácome. Ausentes los
jugadores Carlos Rivera y Gastón Bermúdez.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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