martes, 26 de marzo de 2013

353.- DOCTOR DIAZ, AUN TRABAJANDO ?


Eduardo Rozo


En su oficina puso uno de sus más preciados tesoros: el diploma con honores que le otorgó la Universidad Nacional.

El momento más feliz de su vida fue haberse graduado con honores en bacteriología y laboratorio clínico en la Universidad Nacional (1957). En medio de las dificultades económicas apeló al deseo de superación, y con esfuerzo, sus padres pagaron el primer semestre, en los demás mantuvo la matrícula de honor.
Ostenta el reconocimiento de ser uno de los primeros bacteriólogos que llegó a Cúcuta, de esos que vivieron las mieles de la profesión; ‘hoy en decadencia’, como consecuencia de una oferta y demanda que no coinciden.
Habla con la propiedad que solo la experiencia permite, en tono pausado. Es alegre y amante de la investigación, pasa la mayor parte del día en su consultorio, apiñado de recuerdos y hasta donde llegan sus asiduos visitantes y con cariño le preguntan: ¿Doctor Díaz, usted aún sigue trabajando…? “fue lo  único que aprendí a hacer bien hecho. No en vano han sido 55 años de vida profesional.
Manuel Guillermo Díaz Quintero, viste de blanco y contrasta con sus canas que, a sus 75 años, le deja la vida. Le representan también historias vividas y sacrificios que junto a sus hermanos debieron pasar, para superar las adversidades económicas.
Recuerda que desde niño sus padres le inculcaron la educación como la base para tener un mejor estilo de vida, que junto a la unidad familiar, fueron los principales valores que le enseñaron y aún conserva. Los mismos con que formó a sus cinco hijos. Los dos mayores siguieron su camino y son egresados de la universidad Javeriana.
De Cúcuta, recuerda que en esa época era una ciudad tranquila y existía verdadera amistad. Las tardes de descanso y las pilatunas que hacía en el parque Mercedes Ábrego, con su hermano Luis.
Cuando se graduó en el colegio Sagrado Corazón de Jesús se presentó en la Universidad Nacional (1954) y luego de ser aceptado, se radicó en Bogotá y consiguió por intermedio del capellán de la universidad, cupo en las residencias estudiantiles, lo que le aminoró los gastos.
Su hermano Luis, del que habla con cariño y por quien demuestra gran afecto, estaba estudiando medicina en la misma universidad. Juntos, lograron ganar un concurso para ser monitores y por la labor les pagaban, a cada uno; $50 mensuales, dinero que les alcanzaba para sostenerse y “comprar ropita”.
“Cuando me gradué regresé a la tierra de mis amores y desde entonces, llego a las 7:00 de la mañana a este consultorio. Antes, atendía en promedio 30 pacientes; ahora, hay que esperar que sale”.
Es un gran crítico de los cambios laborales que ha tenido la profesión. Afirma que antes al no existir seguros ni entidades prestadoras de servicios de salud, los pacientes abundaban y hoy el gran reto es hacerse un espacio para laborar.
“Las universidades están graduando demasiados bacteriólogos y las entidades de salud ofrecen malos sueldos, con la excusa que si a una persona no le interesa, hay una larga lista de aspirantes”.
Pese a ello, manifiesta haber tenido muchas bendiciones en la vida, “a esta edad nada puede ser malo, y como dice el padre García Herreros, Dios mío, en tus manos encomendamos este día que ya pasó, y la noche que llega”.
Alma de deportista
 
Aunque no fue el mejor practicando deportes, dedicó parte de su vida a liderar procesos de ese tipo en la región. Fue presidente de la Liga de Baloncesto por 15 años, perteneció a la de bolo, atletismo y representó en Coldeportes a tres gobernadores del departamento. Al llegar a su vejez, dedica parte del tiempo libre a hacer deporte, pues su pasión no se marchita y brilla con luz propia.
 
Esta fotografía fue tomada en 1965, luego que el equipo de baloncesto de Norte de Santander se coronara campeón del VIII Campeonato Nacional Juvenil efectuado en Cúcuta. En ella recordamos de izquierda a derecha a: Virgilio Núñez, árbitro; el doctor Manuel Díaz Quintero, delegado y presidente de la Liga Nortesantandereana; Fernando Fernández, Hernando Yepes, Alvaro Villalobos, el negro Ramírez,  Adolfo Fernández (Mandrake), Augusto Fernández, Said Lamk, no identificado, Oscar Chaustre, Jesús Ricardo Lamk, “Cundo” Morales y el doctor Erasmo Hernández Moreno, director técnico. Adelante, las madrinas del equipo Nhora Esperanza Ángel y Marina Castro Jácome. Ausentes  los jugadores Carlos Rivera y Gastón Bermúdez.


Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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