Rafael Antonio Pabón
Jorge Rolón García recibió reconocimiento de la Acord
Norte de Santander por el trabajo cumplido en la radio, en calidad de
periodista deportivo. Muchos redactores, cronistas, comentaristas, narradores y
locutores metidos en el mundo del deporte lo antecedieron en el honor.
-Es como el último premio que le dan a uno. Lo
importante es que me lo dieron en vida – dijo en ese tono de ironía que
maneja en el ejercicio de la profesión a la que llegó por azar.
A la hora de dedicar el premio, que consiste en una
placa para poner en el escritorio (nada de efectivo), recordó a los amigos, a
los que han recorrido el mismo camino y a las nuevas generaciones, que trazarán
otro sendero en los medios de comunicación hablados y escritos.
La memoria no lo traiciona al recordar el año exacto
del inicio en este oficio. En 1962, en su pueblo natal, el padre Baudilio
Flórez le entregó la responsabilidad de trasmitir el primer partido de fútbol
por la emisora local. El sacerdote, por amistad, lo indujo a lo que sería su
pasión, su arte y su modo de conseguir lo suficiente para vivir con decencia.
El cura se convirtió en ese ángel guardián que no lo
quería perder para la radio. En distintas épocas llegaron a Cúcuta y el destino
los unió. Otro ofrecimiento, como el de esa tarde dominical, pero ahora en la
ciudad.
La Voz del Norte fue su primera casa radial. Encontró
a Álvaro Barreto y Roque Mora, hombres históricos de la radio cucuteña. En
ausencia de Barreto, Mora se atrevió a ponerlo a leer los marcadores de la
jornada del fútbol colombiano. Hizo de ese pequeño ejercicio una obligación
diaria.
-Todos los días escribía algo, decía algo, y se lo
entregaba a ellos. Les recordaba fechas – no fue el gran inicio, sin
embargo, le sirvió para dar otro paso, y más grande, en pos del mejoramiento.
La siguiente estación la encontró en Caracol, por
recomendación de Barreto. Tomó el puesto de control de sonido, a los dos meses
estaba frente al micrófono. Adquirió compromisos que le aumentaron los gastos
económicos, pidió incremento de sueldo y para conseguirlo se hizo narrador de
fútbol.
La prueba de fuego fue una mentira. Grabó el
entrenamiento imaginario del Cúcuta Deportivo, llevó el casete al gerente
Carlos Pérez Ángel y lo convenció. Al domingo siguiente debutó en el General
Santander. Ese día el once motilón enfrentó a Deportes Quindío.
Los pasos dados en la radio aumentaron y lo pasearon
por el Grupo Radial Colombiano, Todelar, la Guerrilla Deportiva, RCN y Colmundo.
El tiempo trascurrió tranquilo, aparecieron colegas con otras iniciativas y
pensó que era el momento para independizarse, dejar el deporte y meterse en el
periodismo general.
Una etapa de la vida que lo marcó fue la vivida en
Ocaña. En ese municipio narraba, vendía publicidad, cobraba las cuñas, conducía
el carro de la empresa y hacía la mensajería. La parte ejecutiva lo envolvía y
no le dada tiempo para estar pendiente del deporte.
- Esa
clase de periodismo me ha dado de comer y me ha dado con qué criar los hijos
– lo dijo no porque en el deporte no hubiera conseguido para el sustento
diario, sino porque así es para hablar.
Al tomar la decisión de cambiar de escenario puso en
marcha una de las normas que tiene para vivir y es ‘poner los pies en el piso’.
Los nuevos lo arrasarían y antes de que ocurriera optó por el retiro. Ideó el
noticiero que todavía dirige y que tiene posicionado como el segundo en
sintonía. El primer lugar deja que lo disputen los demás.
-Me retiré de narrador en el momento justo. Salí
por la puerta grande. No salí quemado – no se ruborizó al sincerarse, soltó
las palabras que el premio recibido corrobora como ciertas.
En el momento de recitar nombres con los que compartió
momentos especiales recordó a Gilberto Maldonado, el mejor de ese momento en
Cúcuta. Entre los nacionales nombró a César Augusto Garizábal, Armando Moncada
Campuzano, Pastor Londoño y Marco Antonio Bustos. Estos nombres, en su momento,
fueron los ‘grandes ligas’ de la narración en el país.
Echa mano del anecdotario para mencionar a Carlos
Arturo Rueda, con quien trasmitió un partido, en Caracas, sin ser amigos. Ese
día tuvo la oportunidad de subirse por primera vez a un avión, salir al
exterior y vivir la experiencia inolvidable.
- ‘El Campeón’ me dijo ‘haga lo que yo haga’.
Si él tosía, yo tosía; si pedía una cerveza, yo también. En un momento
del vuelo entre San Antonio y Maiquetía me dijo ‘Ala, ¿vos me están mamando
gallo?’. Le respondí, no ‘Campeón’, aprendiendo.
La constancia, la disciplina y la alegría con la que
toma la vida no le permiten tener un mal recuerdo del trabajo en la radio, que
califica como bonito, grato, importante y serio. Sin amargura ni resentimientos
confesó qué quiso ser y no pudo.
-Siempre quise ser una figura de la narración y no
pude. Se me dieron las condiciones, pero sabía que había gente mejor que yo.
Quería ser el mejor. Me dije, ‘si no soy el mejor, no soy narrador’. Por eso me
retiré.
Rosalba que compartió tantos momentos gratos y
felices en su compañía y quien recibió sinceras muestras de su amistad y yo,
estamos elevando a Dios todopoderoso nuestras oraciones por el eterno descanso
de su alma en un lugar destinado a los elegidos. Que Dios te bendiga HERMANO DEL ALMA. Su recuerdo lo llevaremos
en nuestros corazones por siempre.
La Opinión
El día 28 de septiembre de 2013 falleció el director
del Noticiero El Magazín y columnista de La Opinión Jorge Rolón García tras
afrontar una penosa enfermedad los últimos meses lo que no le impidió estar al
frente de su informativo. De 69 años, quien nació el 15 de julio de 1944 en San
Roque, Sardinata, estuvo en la Clínica San José los últimos 15 días en la
habitación 518. Su labor periodística la
comenzó en 1963 y se aprestaba a celebrar sus Bodas de Oro en el ejercicio de
su profesión, la que dignificaba a todo momento y lo que le sirvió para no
tener ningún problema en las empresas donde estuvo.
En sus comienzos trabajó para Radio Sonar de Ocaña, de
donde pasó a la Voz de Cúcuta de Caracol donde tras varios años se independizó
y darle vida al noticiero El Magazín que hizo en los últimos años en Radio
Monumental en compañía de Jesús Alfonso Ramírez, con quien también estuvo en la
Voz del Norte y Colmundo Radio.
Jovial y frentero, Jorge Rolón García, era conocido
como ‘El Sateno’ porque estuvo en el accidente del avión de la empresa Satena,
el 3 de mayo de 1975, cuando venía para transmitir un compromiso del Cúcuta
Deportivo en el estadio General Santander.
Su columna de La Opinión llevaba el nombre de una de
las frases más pronunciadas en su vida, “O me equivoco”.
Junto a Arbenis Petit López dio vida al Premio El
Perol donde resaltaba a sus colegas como también a los personajes deportivos,
políticos y gremiales de la región.
En la década de 1990 conformó el equipo de Periodistas
que recorrió varios municipios del departamento para conocer sus problemas para
tratar de dar una solución a sus inconvenientes.
Jorge Rolón era un loco genial. Un día, cuando el
equipo jugaba un compromiso en el Tennis Club se llevó el balón porque era de
él y lo habían dejado en la banca lo que le pareció inconcebible.
Hasta última hora Jorge mantuvo su alegría, y
hablaba de su enfermedad con valentía de sardinatense y fe de católico
convencido. Sabía que su enfermedad era mortal, pero estaba preparado para el
paso final. Jorge fue todo un caballero
de la radio y un ejemplo para los del gremio. En el más allá estará contando
anécdotas y chismes, y un día de estos lo oiremos de locutor en las Ondas del
Cielo, al lado de sus maestros, el padre Baudilio Flórez, el Mocho Barreto y
Carlos Ramírez París. ¡Un excelente combo!
Gustavo Gómez Ardila
San Roque es un corregimiento de Sardinata, de dos
calles y cinco callejuelas, una plaza, una iglesia pequeña y gente
trabajadora. Los sanroqueños son
alegres, fiesteros y dedicados a sus labores en especial del agro. Son una
región rica y sus habitantes se sienten orgullosos de ser de allí.
En ese pueblo pequeño, de sol fuerte y calor bravo,
nació hace setenta años Jorge Rolón García, un muchachito enclenque, que jamás
engordó, pese a lo comelón que era. En la escuela se distinguió por su afición
a la lectura, pero malo para las matemáticas. Un día, ya muchacho, resultó en
Sardinata, donde el párroco, padre Baudilio Flórez, de grata recordación entre
los sardinatenses, había fundado una emisora parroquial, llamada Ondas del río
Sardinata.
Jorge llegó donde el cura y le solicitó trabajo en la
emisora, presentándose como alguien muy bueno para leer propagandas y
mensajes. Al padre se le ablandó el corazón al verlo tan flaco y
desmirriado, y, tal vez por
ayudarlo, lo contrató para que le
cuidara la emisora. El joven aceptó y desde entonces se fue familiarizando con
los botones de la consola, y con los misterios de la transmisión radial. Al
poco tiempo era la voz comercial de la emisora: El turco Elías Mrad le compra café
y cacao, a los mejores precios. Si va a viajar, pregunte por Tiburcio, su amigo
chofer de Peralonso. Cuando venga de Las
Mercedes o de La Victoria, hospédese en el hotel Miramar, donde recibe las
mejores atenciones. Un día lo pusieron a leer noticias que el cura redactaba,
los boletines de la parroquia y la lista de deudores morosos de los diezmos y
primicias de la Santa Madre Iglesia. No lo hacía mal, y Jorge se hizo famoso en
todo el municipio. Fue entonces cuando supo que su destino era la radio.
Cuando el universo
de Sardinata le quedó pequeño, le pidió una recomendación al padre
Baudilio y se vino a La Voz del Norte, en Cúcuta. Con buena voz, que sabía
modular según las circunstancias, y vestido de corbata que alguien le aconsejó
que usara siempre, se paseó por las diversas emisoras de la ciudad: La Voz del
Norte, Radio Reloj, La Voz de Cúcuta, Radio Guaimaral, Radio Tasajero, Todelar,
Grupo Radial Colombiano, Radio San José, Radio Monumental, R.C.N.
Probó en otras regiones y estuvo en Ocaña, en Radio
Sonar. Precisamente, en uno de sus
viajes a Cúcuta desde Ocaña, Jorge, que ya no viajaba en Peralonso sino en
avioneta, se vino a tierra en un espectacular accidente, del que se salvó,
gracias a las oraciones de doña Amelia García, su mamá.
Paralelamente a la radio, se volvió columnista de
opinión en La Opinión. “¿O me
equivoco?”, se llamó su columna periodística, en la que echaba vainas a un lado
y a otro, pero siempre de buena manera.
Luego, con Arbenis Petit, organizó una empresa de publicidad y
periodismo, PEROL, por los dos
apellidos: Petit y Rolón.
El año pasado publicó un libro de anécdotas de la
radio, El parajito chismosito, y este año, a raíz de su enfermedad escribió
otro, de testimonio y gratitud a Dios: Entre Dios y la vida.
Mary
Stapper
A Jorge Rolón García, le dio por morirse en la
madrugada. Lo hizo, después de sufrir los rigores de una enfermedad que lo
alejó de la radio, de las tertulias y del mamagallismo cucuteño.
El día anterior a su fallecimiento estuvimos hablando
de él con Arbenis Petit López, desde la distancia, y con Ricardo Durán Murillo,
en el restaurante El Recetario. Lo recordamos con el mismo cariño de siempre,
por las bromas que en ocasiones hacía. Hicimos memoria sobre el accidente de Satena,
ocurrido en Sardinata el 3 de mayo de 1975, en el cual se salvó milagrosamente,
aunque no pudo hacerlo de los avisos funerarios que alcanzaron a publicarse.
Así quiero recordar a Jorge Rolón: vital, tomador del pelo, positivo, quien le
sacó el quite a la muerte en plena faena. Seguramente en esta ocasión también
lo intentó, pero ya no pudo hacerlo. La muerte no se dejó arrebatar, por
segunda vez, su trofeo.
Paz en la tumba de nuestro colega Jorge Rolón García y
que donde quiera esté en este momento, lleve la luz de la alegría y le saque la
piedra a la “implacable” por llevárselo. Que Dios lo bendiga y los ángeles lo
protejan. ¿O me equivoco?
Arbenis Petit López
Desde Tuluá, el colega Arbenis Petit López, su
compañero de trabajo en Caracol, envió el siguiente mensaje:
Estoy con el corazón roto del dolor por la triste
noticia de la muerte quien, sin haber sido mi hermano biológico, siempre me
brindó toda la fraternidad que nacía de su noble corazón. Jorge Rolón García,
un hijo ilustre de Sardinata, quien dedicó toda su existencia al noble
ejercicio de la profesión de periodista, fue un ejemplo de cómo se debe vivir y
cómo se puede ser feliz brindando cariño y afecto a los demás sin orgullos,
soberbias o posturas falsas pues si algo tuvo de grande fue la sinceridad y
lealtad en su accionar.
Con Jorge compartí las alegrías y tristezas que depara
el diario trajinar en la profesión. Y junto a él aprendí que la vida es mejor
si se toma desde el lado amable, y también conocí como se puede ser útil a la
sociedad sin hipocresías.
Jorge hoy está junto al Divino Creador y seguramente
desde allí seguirá enviándonos su energía positiva a quienes fuimos sus amigos
pero muy especialmente a Marielita, su compañera de toda la vida y su hija
Mariángelica, sus hijos y nietos que siempre tuvieron en él un digno ejemplo a
seguir.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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