jueves, 4 de julio de 2013

405.- RECUERDOS DE UNA TRAGEDIA IMBORRABLE


Gloria Eugenia Valero



 
Cuando  terminé mi tercer año de bachillerato en el Colegio Santa Teresa en noviembre de 1967,  le manifesté a mi papá el deseo de irme interna al Colegio de la Presentación de Bochalema, municipio de Bochalema, ubicado a 43 kilómetros de Cúcuta, para cursar allí los tres últimos años que me faltaban para obtener el título de bachiller. Extrañado me preguntó el porqué. Le respondí: “(…) Papá, tengo demasiados amigos y  amigas y  no puedo estudiar como corresponde (…)”. Aceptó el argumento y sentenció: “Como tú quieras. Yo te doy gusto. Conste que no me gustan los internados, eso es para “niñas problema” y tú estás bien lejos de ser eso”.

Llegué al internado un domingo por la tarde. Se desarrollaron los protocolos correspondientes. Estábamos en esas cuando llegó el señor Juan encargado llevar las maletas a la habitación. Al acercarse el señor, saludo de manera especial a mi padre: “Don Antonio que alegría de verlos. ¿Esta era la chiquita Glorita?” Mi padre respondió el saludo y la pregunta. La Madre Superiora, intervino, explicando que el señor era el chofer. Un vez retirado el señor Juan, mi padre señaló a la madre Superiora: “(…) le voy a pedir por escrito, que Glorita no se traslade en vehículos del colegio. Cuando vayan a salir y ella quiera ir, me llama que yo la llevo. Todos los viernes a las 4 de la tarde estaré aquí, la llevo a Cúcuta y la regreso el lunes a las 6 de la mañana. La Madre Superiora quiso saber la razón y mi padre señaló: “(…) Juancito trabajó años en mi finca “La Vega” en la Donjuana. En sus manos solo tiene dos dedos en cada mano, el meñique y el pulgar. Una persona así no puede manejar un volante con destreza. Me parece gravísimo. Usted aquí manda pero a Glorita no la quiero en vehículos del colegio. La Madre comprendió y aceptó.

Para suavizar el tema la Madre indagó si yo era deportista. Ante mi afirmación, le solicitó a mi padre autorizar entrenarme como batutera de la banda del colegio. Declaré que me gusta, que algo sabía del tema. Mi papá interrogó: ¿Quién te enseñó? Le respondí: “El profesor Bonifacio y el padre Guerra del Colegio Calasanz”, me entrenaban para el desfile del 20 de julio de este año. De hecho fui la batutera del colegio y nunca me transporte en ningún vehículo del colegio.

El colegio era una institución como ninguna. Los días vividos en él, fueron maravillosos. Imperaba cordialidad, amabilidad y respeto entre todos. La educación muy completa, había disciplina pero con consideración. La alimentación era estupenda, los horarios equilibrados. Era un bachillerato comercial donde además de las materias pertinentes, nos daban clases de contabilidad, taquigrafía y mecanografía. También culinaria, costura, puericultura, ortografía, caligrafía, deportes, redacción, teatro, pintura. Una monja psicóloga nos daba clases de sexo; muy extraño para la época.

El jueves 20 de Junio, mi papá llegó en punto de las 4 de la tarde por mí. La Madre Superiora había organizado  paseo para asistir a la Feria Internacional de La Frontera, por eso mi padre no me recogió el viernes 21. Habíamos acordado con mis amigas, encontrarnos en mi casa en Cúcuta para  ir a la  Feria Internacional de La Frontera que se desarrollaba en esos días. El sábado pasaban las horas y no llegaban mis amigas. Siendo la 1:30 p. m., entró corriendo y gritando a la casa el esposo de una prima, Milton Duque, me abrazó y dijo: “Piedad,  - así se llama mi hermana mayor - Glorita se mató en el autobús del colegio. Acaban de dar la lista y ella está ahí”. Yo le dije: “No Milton, yo no soy Piedad, yo soy Gloria, mi papá me trajo ayer. Él me miró asombrado y me dijo: “(…) estás hecha una mujer,  por eso no te conocí, estas inmensa (…)”.

Mi papá se desplazaba en el carro rumbo a la casa,  a eso de las 12:30 p.m., quería estar presente cuando llegaran mis amigas y compañeras. En ese momento escuchó por la radio la noticia del accidente y el nombre de las alumnas fallecidas, que incluía mi nombre. Fue tal el impacto, que chocó el carro. Como pudo, llegó a la casa en un estado de desesperación total, preocupado por la suerte de mis compañeras y amigas. La casa comenzó a llenarse de gentes conocidas y algunos curiosos que indagaban por mi suerte. Mi hermano, llegó a eso de las 2:00 p.m.; le pedí que me llevara al sitio del accidente. Quería saber de la suerte de mis amigas y compañeras, y ver cómo podía ayudar.

No podía y aún no lo puedo entender y aceptar, como un paseo que se había iniciado una hora antes; después asistir a la misa, de recibir las instrucciones de la hermana responsable, de orar para el buen desarrollo del evento, y las niñas se mostraran alegres, entre risas, cantos, sufrieran tamaño accidente.

Al acercarnos al sitio; eran como las 3:00 p. m., oí gritos desesperados de una monja que gritaba  de manera puntual:” (…) por favor, saquen a la niñita Valero, ella venía en el bus, ahí tiene que estar viva, ayuden a rescatarla (…)”. Era la hermana Isabel del colegio Santa Teresa, institución en la que yo había estudiado desde el kínder hasta que me fui al internado. Nos teníamos gran afecto; ella persona rígida y una bella persona. Cuando la  oí salí corriendo y le dije: “(…) hermana, yo no venía ahí, mi papa me recogió ayer, ¡míreme! (…)”. Me miró sorprendida, y nos confundimos en un fuerte abrazo, que aún recuerdo como si fuera ayer.

A pesar de haber ocurrido el siniestro varias horas atrás, las acciones de salvamento y rescate no se habían iniciado de manera organizada. Había mucha gente, pero mirando, casi nadie hacia nada ni se atrevía. No sé si se trataba  de una actitud cobarde e indolente o de pánico colectivo. Continuaban los quejidos lastimeros, gritos pidiendo auxilio. Casi de inmediato, llegaron los bomberos y los policías, e iniciaron una labor de rescate mas organizada. El río empezó represarse y cada vez se oían menos lamentos. No había forma de entrar, era todo un caos. En esa época parecía no haber una  logística para manejar esos casos. Incluso, mi hermano Jaime, se desesperó tanto, que se metió al agua, y comenzó a sacar niñas, unas muertas, otras vivas. Estuvo en esas hasta cuando ya el agua amenazó voltear el autobús y las autoridades le solicitaron retirarse. El agua empezó a cubrir el autobús, creo que allí se ahogaron algunas niñas que en estaban inconscientes por los golpes y traumas. En esas estaban, cuando llegaron unos militares que con cuerdas comenzaron a sacar, las estudiantes que aún quedaban en el lecho del río. Mi hermano se incorporó nuevamente a las labores; ayudaba a meter en los carros a las rescatadas,  para llevarlas a Cúcuta. Me sorprendía que no les prestaban lo primeros auxilios, parece que nadie sabía cómo hacerlo. Yo les decía: “(…) pero revívanlas,  sáquenles el agua, no las envíen en esas condiciones (…)”. Únicamente las tapaban y como fuera las metían en carros. El último que sacaron fue a Juan, estaba muerto. El tiempo transcurría y la oscuridad se tomó el lugar. Las acciones se dieron por terminadas alrededor de las 8:00 p. m.

Después de haber ido a la casa, salimos hacia el hospital. A las niñas que estaban en recuperación no permitían verlas. En ese momento no supe cuantas ni quiénes eran las heridas y las fallecidas. A las fallecidas las habían llevado a la funeraria para su alistamiento mortuorio y luego las enviaron en ataúdes al colegio Santa Teresa. No sé cuánto tiempo esperamos; hasta que finalmente, nos informaron los nombres  de las fallecidas, identificadas plenamente por las monjas del colegio, lo mismo que el de las heridas, que seguían en  observación. Nos dirigimos al colegio; el impacto fue muy fuerte, el más grande que hasta ese momento había tenido en mi vida. Al ingresar al que llamaban el patio-salón,  fui recibida por un cuadro dantesco. Gran cantidad de ataúdes juntos, personas llorando y rezando. Se me desgarró el alma, nunca me he olvidado de ese momento. Quedé en estado de crisis. No podía llorar, hablar, pensar,… solo me sumergí en  un estado de tristeza tan profunda, que sentí que había muerto con mis amigas y compañeras. ¡Que efímera es la vida!

Un total de 21 compañeras y amigas del internado fallecieron en el accidente. Relaciono sus nombres como un homenaje a ellas, que nos abandonaron en plena flor de su juventud: Gloria Molina, Mappy Moros, Nancy Ramírez Mora, Gloria Castaño, Myriam Omaira Segura, Ana Monroy, Yolanda Muñoz, Belén Villamizar, Elvia Pineda, Raquel Patiño Patiño, Zolaida Patiño, Alejandrina Contreras, Marcela Contreras, Noelpa Molina, Nilvia Aracely  Rosales, Margarita Abreu Cardona, Rubiela Cadavid, Soledad Rangel , Migdalia Morillo, Lucía Cárdenas Rincón y Nancy Angarita.  También para  Juancito, el chofer, que me había conocido siendo muy niña.

Regresé a la casa a eso de las 12 de la noche. Aún había mucha gente. El doctor Marcelino Castañeda, médico vecino nuestro, se me acercó, me miró y le dijo a mi papa: “(…) esta niña está en estado de shock, tiene hasta la pupila dilatada, voy a buscar algo para darle. Ya está bien, no le permitan que vaya más al lugar del accidente, ni al hospital, ni a entierros, ella está muy mal (…). Desde ese momento quedé enclaustrada en la casa.

 Los hechos, según las autoridades, sucedieron de la siguiente forma: El bus se desplazaba rumbo a Cúcuta, conducido por el señor Juancito; la situación era normal. Eran aproximadamente las 10:00 a. m. Al llegar a la curva, en descenso, previa al ingreso al puente; que era de una sola vía, que pasaba sobre la quebrada La Honda, el conductor aplicó el freno y este no respondió. A la velocidad que había tomado, el bus ingresó al puente sin ningún control. En el sentido contrario venía otro carro. El conductor intentó frenar recostándolo contra una de las barandas del puente, pero con la fuerza e impulso que había tomado, la sobrepasó  y fue a dar al lecho de la quebrada de manera frontal y luego se ladeó. El vehículo comenzó a llenarse de agua. Algunas de mis compañeras murieron como producto del impacto, otras por ahogamiento y otras asfixiadas entre las latas.

A los ocho días retorné al colegio; debía seguir estudiando. Se acercaban las vacaciones de mitad de año. En el internado yo estaba  prácticamente sola. Continuamos las clases con una mayoría de alumnas externas. Reinaba el dolor, el silencio, la nostalgia,… nadie hablaba. Terminado el semestre llegaron los padres y acudientes a buscar a sus hijas y recomendadas. Como muchas de las estudiantes venían de Venezuela, los padres volvían por ellas en las vacaciones. Esta escena se repitió en innumerables ocasiones: Sonaba el timbre, y casi de inmediato se escuchaban los gritos de asombro y de sorpresa, de padres que ignoraban lo acontecido. También comenzaron las visitas de las diferentes autoridades que investigaban e inspeccionaban el lugar. También la de abogados demandantes, etc. Tanto fue el acoso, que las monjas decidieron cerrar el colegio. No había ánimo, no había apoyo, la sociedad les dio la espalda; las llegaron a culpar del suceso. Otro motivo de dolor, como si con lo ocurrido no fuera suficiente.

Al terminar el semestre, mi papa decidió que no era justo que siguiera allí entre tanto dolor, tristeza y llanto, y me retiró del colegio. Fui a terminar el año escolar en el Colegio Carmelitas de Cúcuta. Pasados un par de meses, una junta de residentes de la colonia de Chinácota en Cúcuta, me invitó a participar por el título de Señorita Norte de Santander. Comenzó otra etapa de mi vida, de la que guardo muchos y buenos recuerdos. “La vida es una gran paradoja”. Esta actividad me permitió palear en algo mi amargo dolor por la pérdida de mis queridas compañeras y amigas, a quienes llevo en mi corazón y me acompañarán por siempre. Puedo afirmar que: “Es una herida que nunca sanó ni sanará”.




 Recopilado por: Gastón Bermúdez V.   
 

7 comentarios:

  1. Hola... Disculpa mi hermana no se llamaba: Nilvia Aracely Rosales... Se Llamaba Milvia Arelis Rosales Dager.. tenia 17 años y era de Caracas

    Grax... Gregrosa@hotmail.com

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  2. En ese horrible accidente se fue mi primer amor... ese amor puro, casto y limpio que se tiene a los 12 años de edad.
    Para ti, mi amor y recuerdo de siempre Gloria Castaño Henao.

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  3. Hola Gastón
    Yo iba en ese autobús hace 52 años

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    1. Por favor podrias contarnos tu historia. Alli Murio Miriam Omayra Segura una Chica de Casigua El Cubo (Venezuela) recien llegada al colegio y por desgracia en su primer Paseo occurring tan triste success.

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    2. Por favor podrias contarnos tu historia. Alli Murio Miriam Omayra Segura una Chica de Casigua El Cubo (Venezuela) recien llegada al colegio y por desgracia en su primer Paseo occurrio tan triste succeso

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  4. Hola Gastón
    Yo iba en ese autobús hace 52 años

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