Ernesto Duarte Ossa
¡Toros, toros, toros, en el estadio General Santander!
Sí, aunque no lo crean, en el templo del fútbol cucuteño la fiesta brava le
disputaba un espacio al balompié en la temporada decembrina cucuteña.
Un aviso de prensa publicado en 1962 sirve de prueba
sobre lo que ocurría en el escenario del barrio Lleras, donde torearon espadas como ‘El maestro de América’, ‘El
ídolo de Bogotá’ y ‘El as de los españoles’. A $50, $30 y $15 era el valor de
las boletas para el espectáculo en el estadio ‘debidamente acondicionado’.
Al Instituto Caro y Cuervo le llamó la atención una
vieja costumbre navideña que se hacía en Herrán. A la iglesia llevaban un
chamizo, le quitaban las hojas y lo sacaban en procesión el 24 de diciembre,
donde la gente le engarzaba billetes. Esa ‘cosecha’ de plata era destinada a
obras parroquiales.
Esta tradición fue incluida en la obra Las
celebraciones navideñas en algunas regiones de Colombia, escrita por Luis
Francisco Suárez, en 1965, que enumeró una curiosidad ocurrida en San Calixto y
Bochalema. En las novenas, Nochebuena, Año Nuevo y el día de Reyes Magos, los
campesinos disfrazados de mujeres hacían chanzas en los caminos veredales,
antes de entregarse a la parranda y al baile.
Y mientras ellos por allá se dedicaban a las bromas,
en la primera mitad del siglo XX Cúcuta
era correteada por el ‘toro candela’ o la ‘vaca loca’, en la Nochebuena.
-El flamígero animal se componía de una caja
triangular hecha de livianos listones y forrada en legítimo cuero de res, con
largo rabo erizado de tunas y alambre de púas para castigar a los coleadores.
-Al frente iba la calavera de un toro, en cuyos
cuernos se amarraba media arroba de trapos viejos empapados de aceite y
kerosén, describió Carlos Luis Jácome, en Cúcuta de otros días.
En los andenes se aglomeraban los curiosos que
gritaban, reían y bebían al ver en la calle el espectáculo.
Muchas veces el torito lleno de llamas les jugaba una
ardiente broma y se subía a la ‘tribuna’, sacando a los curiosos a correr como
si hubieran visto al diablo, perdiendo los zapatos, quemándose otros con la
candela y raspándose otros con el piso.
‘La ciudad perdida’
Durante varias décadas del siglo pasado, a Cúcuta le
pusieron el rótulo de ‘ciudad perdida’ por las larguísimos periodos en que la
gente se dedicaba a la parranda.
A tal extremo llegó el desbordamiento fiestero, que el
padre Demetrio Mendoza (en cuyo honor fue bautizada la vía que lleva a Ureña)
desplegó una recia campaña contra la que llamó ‘perdición’, entre 1900 y 1920.
Entre diciembre y comienzos de enero la ciudad se
entregaba de lleno al disfrute y goce de los carnavales que la convertían en un
gran ‘rumbódromo’, con los bailes populares en los parques.
Sin distingos de clases sociales, muchos de los
habitantes se disfrazaban y entraban a pasarla bien en los salones de baile de
clubes como el Comercio, Deportista, Colombia, Santander y Ferrocarril.
Eran famosas las batallas de serpentinas y los
confetis, la quema de fuegos artificiales, las comparsas y retretas en los
barrios.
La reina del carnaval tenía la misión de salir a
buscar regalos para los niños pobres que eran repartidos en un acto especial en
el parque Santander.
Publicaciones de la prensa local, daban cuenta de
espectaculares programas para Navidad y Año Nuevo, con diversas actividades en
los diferentes puntos de la ciudad.
En 1944, la junta anunció espléndidas fiestas en la
ciudad, del 24 de diciembre al 1 de enero de 1945, con feria exposición,
suntuosos carnavales, corridas de toros, torneos deportivos, bailes populares,
riñas de gallos, juegos permitidos y múltiples diversiones.
“La ciudad cuenta con magníficos hoteles para los
visitantes y la junta se preocupa por ofrecer a todos ellos las mayores satisfacciones.
La bella capital nortesantandereana despedirá el año que se va y saludará al
nuevo con intensa alegría”, decía uno de
los avisos promocionales.
Otro ejemplo de la importancia que se les daba a las
novenas de aguinaldos, se encuentra en viejas publicaciones como aquella que
dice que el presbítero José Manuel Calderón contrató a la banda de Salazar que
dirigía el maestro Víctor M. Guerrero, para animar los aguinaldos en la iglesia
del Perpetuo Socorro, en el barrio El
Contento.
En la mayoría de pueblos de Norte de Santander, la
noche del 24 de diciembre, se hacía una representación del momento en que San
José y María no encontraban donde protegerse, en lo que se llamaba ‘procesión
de las posadas’.
-Se arreglan las posadas en las cuatro esquinas de la
plaza, y a la hora indicada comienzan los bailes y holgorios en todas ellas.
Simultáneamente llega la Virgen en una burrita que lleva San José del cabestro
(María y José son representados por niños de la localidad). Un séquito de
ángeles, pastores y reyes los acompañan. San José golpea en cada una de las
posadas pidiendo hospedaje y en todas se le niega, según Las celebraciones
navideñas en algunas regiones de Colombia.
El autor del señalado ensayo que recorrió las partes
del país, hace más de medio siglo, dentro de la comisión para elaborar el Atlas
Lingüístico-Etnográfico de Colombia, estableció que en Cucutilla a la imagen de
San José le ponían machete, herramientas y elementos agrícolas de uso común.
El nuevo año
En San Calixto era todo un espectáculo de risas y
recogimiento, la vez, escuchar el
testamento del muñeco de Año Viejo antes de ser quemado en medio de las
explosiones de pólvora de toda naturaleza.
El pregonero se vestía de payaso que leía una larga
lista de los defectos particulares y colectivos de los habitantes y
suministraba, también, un recetario de fórmulas para procurar enmendar lo mal
hecho en la temporada que terminó.
La superstición, al igual que hoy, estaba en el orden
del día, en la búsqueda de respuestas sobre lo que le depararía el futuro en
los próximos doce meses que estaban por nacer.
Sobre una hoja blanca, pulcramente limpio para que la
especie de oráculo funcionara, se derramaban varias gotas de tinta negra, luego
de lo cual el papel era arrugado y se dejaba así hasta la madrugada del primer
día del año siguiente.
Los que hacían esa práctica en Cucutilla, Chitagá,
Herrán, entre otros municipios, y en el corregimiento de San Bernardo de Bata,
en Toledo, desarrugaban la hoja y la alisaban para ‘leer’ los pronósticos
buenos, regulares o malos que la tinta les había marcado. En Cúcuta, en cambio,
muchas y muchos, sacaban cita con magos adivinadores venidos de otras
latitudes, como el ‘Príncipe Curvollini’.
Sobre el día de los Reyes Magos
Luis Francisco Suárez nos trajo la siguiente
recordación:
-En la mayor parte de las poblaciones visitadas de las
provincias de Cúcuta y Pamplona registramos la costumbre de las cabalgatas el
día de reyes. Son representados por tres muchachos del pueblo que llegan a
caballo, con gran séquito real, al centro de la plaza. Son recibidos con venias
y bajan de sus cabalgaduras. Se dirigen al templo a llevar ofrendas en dinero
que se emplea en una obra parroquial, y luego salen a visitar los pesebres de
algunas de las casas más importantes del pueblo.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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