domingo, 6 de octubre de 2013

453.- AQUELLOS DICIEMBRES



Ernesto Duarte Ossa





¡Toros, toros, toros, en el estadio General Santander! Sí, aunque no lo crean, en el templo del fútbol cucuteño la fiesta brava le disputaba un espacio al balompié en la temporada decembrina cucuteña.

Un aviso de prensa publicado en 1962 sirve de prueba sobre lo que ocurría en el escenario del barrio Lleras, donde torearon  espadas como ‘El maestro de América’, ‘El ídolo de Bogotá’ y ‘El as de los españoles’. A $50, $30 y $15 era el valor de las boletas para el espectáculo en el estadio ‘debidamente acondicionado’.

Al Instituto Caro y Cuervo le llamó la atención una vieja costumbre navideña que se hacía en Herrán. A la iglesia llevaban un chamizo, le quitaban las hojas y lo sacaban en procesión el 24 de diciembre, donde la gente le engarzaba billetes. Esa ‘cosecha’ de plata era destinada a obras parroquiales.

Esta tradición fue incluida en la obra Las celebraciones navideñas en algunas regiones de Colombia, escrita por Luis Francisco Suárez, en 1965, que enumeró una curiosidad ocurrida en San Calixto y Bochalema. En las novenas, Nochebuena, Año Nuevo y el día de Reyes Magos, los campesinos disfrazados de mujeres hacían chanzas en los caminos veredales, antes de entregarse a la parranda y al baile.

Y mientras ellos por allá se dedicaban a las bromas, en la primera mitad del siglo XX  Cúcuta era correteada por el ‘toro candela’ o la ‘vaca loca’, en la Nochebuena.

-El flamígero animal se componía de una caja triangular hecha de livianos listones y forrada en legítimo cuero de res, con largo rabo erizado de tunas y alambre de púas para castigar a los coleadores.

-Al frente iba la calavera de un toro, en cuyos cuernos se amarraba media arroba de trapos viejos empapados de aceite y kerosén, describió Carlos Luis Jácome, en Cúcuta de otros días.

En los andenes se aglomeraban los curiosos que gritaban, reían y bebían al ver en la calle el espectáculo.

Muchas veces el torito lleno de llamas les jugaba una ardiente broma y se subía a la ‘tribuna’, sacando a los curiosos a correr como si hubieran visto al diablo, perdiendo los zapatos, quemándose otros con la candela y raspándose otros con el piso.

‘La ciudad perdida’

Durante varias décadas del siglo pasado, a Cúcuta le pusieron el rótulo de ‘ciudad perdida’ por las larguísimos periodos en que la gente se dedicaba a la parranda.

A tal extremo llegó el desbordamiento fiestero, que el padre Demetrio Mendoza (en cuyo honor fue bautizada la vía que lleva a Ureña) desplegó una recia campaña contra la que llamó ‘perdición’, entre 1900 y 1920.

Entre diciembre y comienzos de enero la ciudad se entregaba de lleno al disfrute y goce de los carnavales que la convertían en un gran ‘rumbódromo’, con los bailes populares en los parques.

Sin distingos de clases sociales, muchos de los habitantes se disfrazaban y entraban a pasarla bien en los salones de baile de clubes como el Comercio, Deportista, Colombia, Santander y Ferrocarril.

Eran famosas las batallas de serpentinas y los confetis, la quema de fuegos artificiales, las comparsas y retretas en los barrios.



La reina del carnaval tenía la misión de salir a buscar regalos para los niños pobres que eran repartidos en un acto especial en el parque Santander.

Publicaciones de la prensa local, daban cuenta de espectaculares programas para Navidad y Año Nuevo, con diversas actividades en los diferentes puntos de la ciudad.

En 1944, la junta anunció espléndidas fiestas en la ciudad, del 24 de diciembre al 1 de enero de 1945, con feria exposición, suntuosos carnavales, corridas de toros, torneos deportivos, bailes populares, riñas de gallos, juegos permitidos y múltiples diversiones.

“La ciudad cuenta con magníficos hoteles para los visitantes y la junta se preocupa por ofrecer a todos ellos las mayores satisfacciones. La bella capital nortesantandereana despedirá el año que se va y saludará al nuevo con  intensa alegría”, decía uno de los avisos promocionales.

Otro ejemplo de la importancia que se les daba a las novenas de aguinaldos, se encuentra en viejas publicaciones como aquella que dice que el presbítero José Manuel Calderón contrató a la banda de Salazar que dirigía el maestro Víctor M. Guerrero, para animar los aguinaldos en la iglesia del  Perpetuo Socorro, en el barrio El Contento.

En la mayoría de pueblos de Norte de Santander, la noche del 24 de diciembre, se hacía una representación del momento en que San José y María no encontraban donde protegerse, en lo que se llamaba ‘procesión de las posadas’.

-Se arreglan las posadas en las cuatro esquinas de la plaza, y a la hora indicada comienzan los bailes y holgorios en todas ellas. Simultáneamente llega la Virgen en una burrita que lleva San José del cabestro (María y José son representados por niños de la localidad). Un séquito de ángeles, pastores y reyes los acompañan. San José golpea en cada una de las posadas pidiendo hospedaje y en todas se le niega, según Las celebraciones navideñas en algunas regiones de Colombia.

El autor del señalado ensayo que recorrió las partes del país, hace más de medio siglo, dentro de la comisión para elaborar el Atlas Lingüístico-Etnográfico de Colombia, estableció que en Cucutilla a la imagen de San José le ponían machete, herramientas y elementos agrícolas de uso común.

El nuevo año

En San Calixto era todo un espectáculo de risas y recogimiento,  la vez, escuchar el testamento del muñeco de Año Viejo antes de ser quemado en medio de las explosiones de pólvora de toda naturaleza.

El pregonero se vestía de payaso que leía una larga lista de los defectos particulares y colectivos de los habitantes y suministraba, también, un recetario de fórmulas para procurar enmendar lo mal hecho en la temporada que terminó.

La superstición, al igual que hoy, estaba en el orden del día, en la búsqueda de respuestas sobre lo que le depararía el futuro en los próximos doce meses que estaban por nacer.

Sobre una hoja blanca, pulcramente limpio para que la especie de oráculo funcionara, se derramaban varias gotas de tinta negra, luego de lo cual el papel era arrugado y se dejaba así hasta la madrugada del primer día del año siguiente.




Los que hacían esa práctica en Cucutilla, Chitagá, Herrán, entre otros municipios, y en el corregimiento de San Bernardo de Bata, en Toledo, desarrugaban la hoja y la alisaban para ‘leer’ los pronósticos buenos, regulares o malos que la tinta les había marcado. En Cúcuta, en cambio, muchas y muchos, sacaban cita con magos adivinadores venidos de otras latitudes, como el ‘Príncipe Curvollini’.

Sobre el día de los Reyes Magos

Luis Francisco Suárez nos trajo la siguiente recordación:

-En la mayor parte de las poblaciones visitadas de las provincias de Cúcuta y Pamplona registramos la costumbre de las cabalgatas el día de reyes. Son representados por tres muchachos del pueblo que llegan a caballo, con gran séquito real, al centro de la plaza. Son recibidos con venias y bajan de sus cabalgaduras. Se dirigen al templo a llevar ofrendas en dinero que se emplea en una obra parroquial, y luego salen a visitar los pesebres de algunas de las casas más importantes del pueblo.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario