Gerardo Raynaud
A mediados de los años cuarenta, Cúcuta era
un pueblo grande, me refiero a sus dimensiones demográficas y económicas. Tenía
unas grandes compañías que le servían de sustento a la población que evitaba
mostrar el desempleo ocasionado por la guerra que se libraba en Europa y en el
oriente, particularmente en el Pacífico Sur. La explotación petrolera que se
desarrollaba en el Catatumbo, por parte de las empresas norteamericanas, le
daba vitalidad a la economía local al igual que la compañía del Ferrocarril de
Cúcuta, en ese entonces una de las grandes empresas del país en cuanto a la
generación de empleo y de ingresos. Aquí hago un paréntesis para señalar que
esta empresa no fue la primera ni la segunda en el campo ferroviario sino la
tercera en el país. Se tiene la creencia errada, casi generalizada de este
hecho, por eso me permitiré aclarar, con fechas, el acontecimiento. El
ferrocarril de Panamá, cuando Panamá era un departamento de la actual Colombia,
empezó a construirse en el año 1850 y se dio al servicio en 1855. Era una línea
de doble vía y había costado 8 millones de dólares. Los 77 kilómetros de
extensión fueron proclamados como la ‘maravilla de la época’, pues era el medio
que unía el Atlántico con el Pacífico antes de la existencia del canal. El
ferrocarril de Antioquia, la segunda ferrovía, se contrató en 1874 para que
uniera a Puerto Berrío, ubicado a orillas
del Magdalena con Medellín. De ese trayecto se alcanzó a construir 37
kilómetros, hasta la estación Las Pavas en los diez años siguientes. La
Compañía del Ferrocarril de Cúcuta, entró en funcionamiento el 30 de junio de
1888, trece años después del terremoto que asoló la ciudad. El año siguiente,
1889, el 20 de julio, se dio al servicio la que sería la cuarta línea férrea
que fue el ferrocarril de Cundinamarca, en un primer trayecto de 40 kilómetros,
que uniría la capital de la república con Facatativá.
Mientras tanto, varios acontecimientos se
sucedían en la tranquila población. El señor alcalde don Agustín Guarín, había
establecido contactos con la Colombian Petroleum Company, es decir la empresa
colombiana de petróleos, que no era Ecopetrol, sino la compañía gringa que
explotaba el petróleo al norte de la ciudad, para lograr a través de la
Sociedad de Mejoras Públicas, que se ‘petrolizaran’ las calles céntricas de la
población, empezando por la calle diez que era la arteria principal de entrada,
para aquellos visitantes provenientes de Venezuela. De la misma manera, se
inició una nueva arborización que se haría a todo lo largo de la avenida
séptima hasta la Estación Cúcuta donde tenía su base el ferrocarril, en su
línea norte. Sin embargo, parece que no se pusieron de acuerdo, el alcalde con
el gerente de la Colpet, en ese momento el señor Isackson, pues éste
consideraba que debía mejorarse el estado de la vía que correspondía a la
entrada sur, especialmente importante y que dicha compañía se comprometía a
suministrar el material para ‘petrolizar’ las calles empezando desde Puente
Barco hasta el Parque Santander.
De otro lado, los propietarios de las casas
del recién terminado barrio Popular, presionaban al alcalde para que agilizara
las gestiones tendientes a la instalación de los servicios de energía eléctrica
y acueducto para poder inaugurar oficialmente el barrio, pero más importante
aún era poder habitarlas y tener todas las prestaciones que permitieran un
digno vivir, similar a las que tenían las casas de los barrios construidos por
las compañías petroleras como el Colsag y el Pescadero.
En el ámbito cultural, buena parte del
tiempo transcurrido durante el año fue de agitación intelectual y política. La
opinión pública argumentaba que Cúcuta dejará de ser la ‘monótona plaza
mercantil para convertirse en tierra propicia a las inquietudes del pensamiento
y del espíritu’ y todo porque en breve tiempo se abrirían al público cinco
nuevas publicaciones periódicas –léase bien, cinco- incluido el periódico La Tarde que
reaparecerá ahora bajo la batuta del reconocido periodista Lucio Duzán, quien
se encargará de preparar la nueva etapa, en forma que no deja nada que desear,
según sus propias palabras. La noticia instaba a políticos, profesionales,
hombres de ciencia, comerciantes, historiadores, poetas y cronistas, cada uno
de los más importantes factores de la sociedad, alistarse a ‘mojar la pluma’
que es “el arma de la victoria”, según
Schopenhauer. Las nuevas empresas periodísticas serán, ‘El Pertinaz’, una
publicación de orientación conservadora de encendido regionalismo y que será
dirigido por don Samuel Castro; ‘El Norte’ orientado por
Tomás Quiñonez Uribe un profesional reconocido por sus ideas patrióticas y
partidistas; el órgano editorial de la juventud liberal será el periódico
‘Proa’ y finalmente ‘El Porvenir’, una divulgación de corte conservador,
disidente de las ideas del dirigente Laureano Gómez, publicación que también
reaparece y que en el pasado había sido dirigida por el veterano Eduardo
Vásquez Isaza.
Ya para terminar el año, por entonces era
costumbre que la celebración de las festividades de navidad y año nuevo se
hiciera en familia y que los festejos que se programaban por parte de las
autoridades fueran más de estilo cultural o deportivo que de jolgorio en torno
a bailes y otras actividades menos lúdicas. En razón de ello, la administración
departamental se había propuesto durante ese año, la construcción de un
escenario deportivo que permitiría a la ciudad entrar al selecto grupo de las
capitales más organizadas en este aspecto y para el 16 de diciembre se programó
la inauguración de la Cancha Toto Hernández. Recordemos que años más tarde y
con ocasión de una de las visitas, escasas por cierto del presidente Gustavo
Rojas Pinilla, esta cancha se modernizaría para recibir a los participantes del
Campeonato Suramericano de Baloncesto en el año 57 y que en agradecimiento se
le cambió de nombre por el del presidente benefactor y que algún tiempo después
de su renuncia recobró su denominación original. En comunicado expedido por el Jefe
Departamental de Edufísica, el señor A.
Carreño, se le informaba a la ciudadanía que el programa inaugural sería el día
16 de diciembre y que se disputarían dos encuentros del deporte para la cual
fue construida la cancha, entre los quintetos Batallón Santander y Reformatorio
de Menores (algo así como el juego de ladrones y policías) y los de los clubes
Cazadores y Tennis. Esta programación se hacía de manera que coincidiera con la
iniciación de las novenas de navidad que se celebraban particularmente en las
iglesias, con masiva asistencia de fieles. Con los dos partidos iniciales se
dio comienzo al primer Campeonato Industrio-comercial de este deporte en la
ciudad. Para las festividades de fin de año, se había convenido la venida del
club de futbol Santa Fe de Bogotá para que disputara tres partidos con los
conjuntos locales, el primero de ellos el 31 de diciembre con el equipo
Guasimales y los otros dos encuentros el
6 y 7 de enero, con el Unión Petrolea y el equipo Alfa.
La construcción de la cancha Toto Hernández
produjo gran entusiasmo entre la población joven y entre los deportistas,
quienes veían en ella las oportunidades que no tenían en otros sitios. Sin
embargo, buena parte de ese fervor se vio apagado cuando el mismo señor
Carreño, Jefe Departamental de Edufísica, comunicó a los usuarios y al público
en general, que la cancha solo sería utilizada para encuentros oficiales y que
será empleada como campo de entrenamiento ‘pues los gastos de conservación son
numerosos y no hay partida destinada para tal fin’ y con este comunicado que fue
publicado el 20 de diciembre, terminaron las labores los funcionarios de la
administración departamental y comenzaron el goce de sus bien merecidas
vacaciones.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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