Gerardo
Raynaud D.
Recuerdo de la
familia Vásquez Morelli,. Corresponde al 10 de junio de 1950, en el matrimonio
de Camilo Vásquez y Clara Laura y en ella recordamos, de izquierda a derecha a:
Amílcar Vergel Cabrales y Elvira Escalante (Padrinos), Cayetano Morelli
(padre), Clara Lázaro de Morelli (madre), los novios; Margarita González de
Cabrera (Reina de la Marina en Barranquilla), Alfredo Cabrera, Ana María Lázaro
(tía) y Cayetano Morelli Lázaro.
Despuntaba la segunda mitad del siglo 20 y Cúcuta era
la típica capital provinciana de un departamento de frontera que tenía más
afinidad y más lazos con su vecino que con sus propios paisanos. A pesar de
esta situación, desde el mismo momento del descubrimiento, ésta ha sido el paso
obligado entre las capitales de los países del ‘cono norte’ y por lo tanto,
testigo de los más diversos acontecimientos que ha sabido aprovechar en su
beneficio.
Como esta crónica mostrará algunos de los más destacados sucesos acontecidos comenzado la última mitad del siglo, pasaré a narrarles los que he considerado merecen alguna mención, sin ninguna razón en particular, solamente para recrear el ambiente que se vivía por entonces en nuestra calurosa ciudad. Empecemos por mencionar a nuestro equipo el doblemente glorioso, que desde su creación ha sido motivo de penas y de alegrías pero que comenzando el fin del siglo, buscaba afanosamente como siempre lo ha hecho, recursos para subsanar sus empobrecidas arcas, sólo que en esta ocasión propuso algo que resultó novedoso, por lo menos, a la luz de nuestros días, actividad que hoy no se utiliza; se trató del Reinado del Cúcuta S.A. y ojo,… en esa época era una sociedad anónima. A comienzos de año, previo inicio de la temporada futbolera, la junta directiva resolvió organizar, para mediados del año 1952, del 16 al 31 de julio, un reinado como el que se estilaba en esos momentos; se trataba, en realidad, de una actividad que tenía como objetivo recaudar fondos para alguna obra y en este caso se trataba de sufragar los gastos de la traída de nuevos refuerzos para enfrentar el campeonato que recién iniciaba. La votación era libre, es decir, todo el mundo podía votar por la candidata de su predilección, claro que cada voto tenía un costo de diez centavos y el recaudo lo manejaba la tesorería del Cúcuta S.A. La candidata que más votos lograra sería coronada en una velada especial que se escenificaría en el Teatro Guzmán Berti, el día cuatro de agosto y como premio particular, la elegida acompañaría al equipo durante los próximos cinco encuentros que tengan que jugar fuera de casa.
Mientras esto sucedía, el famoso Trío Los Panchos se había presentado en el teatro Santander y habían quedado maravillados del recinto, al punto que uno de sus comentarios a la prensa fue que creían estar cantando en el famoso Palacio de Cristal. El conjunto solo estuvo un día, pues a la mañana siguiente se dirigieron al aeropuerto rumbo a la capital de la república a continuar su gira por el país.
Por el lado de las actividades sociales, algunos eventos que llamaron la atención, como los nuevos profesionales que iniciaban sus actividades después de años de estudios por fuera de la ciudad o los matrimonios que siempre despiertan interés, serán objeto de aquí en adelante del resto de esta crónica.
Como esta crónica mostrará algunos de los más destacados sucesos acontecidos comenzado la última mitad del siglo, pasaré a narrarles los que he considerado merecen alguna mención, sin ninguna razón en particular, solamente para recrear el ambiente que se vivía por entonces en nuestra calurosa ciudad. Empecemos por mencionar a nuestro equipo el doblemente glorioso, que desde su creación ha sido motivo de penas y de alegrías pero que comenzando el fin del siglo, buscaba afanosamente como siempre lo ha hecho, recursos para subsanar sus empobrecidas arcas, sólo que en esta ocasión propuso algo que resultó novedoso, por lo menos, a la luz de nuestros días, actividad que hoy no se utiliza; se trató del Reinado del Cúcuta S.A. y ojo,… en esa época era una sociedad anónima. A comienzos de año, previo inicio de la temporada futbolera, la junta directiva resolvió organizar, para mediados del año 1952, del 16 al 31 de julio, un reinado como el que se estilaba en esos momentos; se trataba, en realidad, de una actividad que tenía como objetivo recaudar fondos para alguna obra y en este caso se trataba de sufragar los gastos de la traída de nuevos refuerzos para enfrentar el campeonato que recién iniciaba. La votación era libre, es decir, todo el mundo podía votar por la candidata de su predilección, claro que cada voto tenía un costo de diez centavos y el recaudo lo manejaba la tesorería del Cúcuta S.A. La candidata que más votos lograra sería coronada en una velada especial que se escenificaría en el Teatro Guzmán Berti, el día cuatro de agosto y como premio particular, la elegida acompañaría al equipo durante los próximos cinco encuentros que tengan que jugar fuera de casa.
Mientras esto sucedía, el famoso Trío Los Panchos se había presentado en el teatro Santander y habían quedado maravillados del recinto, al punto que uno de sus comentarios a la prensa fue que creían estar cantando en el famoso Palacio de Cristal. El conjunto solo estuvo un día, pues a la mañana siguiente se dirigieron al aeropuerto rumbo a la capital de la república a continuar su gira por el país.
Por el lado de las actividades sociales, algunos eventos que llamaron la atención, como los nuevos profesionales que iniciaban sus actividades después de años de estudios por fuera de la ciudad o los matrimonios que siempre despiertan interés, serán objeto de aquí en adelante del resto de esta crónica.
En el Club Tennis a comienzos de la
década del 50, con motivo del baile de coronación de la Princesa elegida del
Club. En ella recordamos de izquierda a derecha: Carlos José Ramírez, Hernando
Villamizar, Blanca Cárdenas, Dolores Parker, Sofía Ramírez, Gladys Ramírez,
Hilda Piñango, Conchita Gandica, Hernando Soto, Leonor Gómez, Martha Corinaldi
y Guillermo Lara. En el centro el niño Guillermo Vanegas Ramírez.
Empecemos pues, reseñando el título obtenido por el connotado líder conservador Gustavo Sánchez Chacón, que en este año de 1952, obtenía su título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales y Políticas. Decía la crónica de entonces que ‘había sabido distinguirse por su consagración ejemplar al estudio’ y que ‘en los claustros universitarios aprestigió su nombre por su capacidad de iniciativas, por su camaradería franca y por su clara inteligencia’. En general, la gente de la ciudad se congratulaba, toda vez que se consideraba de urgente requerimiento la actuación de equipos humanos capaces, desprovistos de resentimientos, de egoísmos, de vanidades y de amarguras y registraban con plena complacencia la vinculación de nuevos elementos, especialmente aquellos que están terminando sus carreras universitarias. Por entonces, eran contados los profesionales egresados de las universidades puesto que, en primer lugar, no existían en la región claustros universitarios cercanos que permitieran a los jóvenes de las clases intermedias cursar sus estudios, a excepción de la Universidad Industrial de Santander que recién cumplía, en el 52, cuatro años de fundada, y segundo, porque estudiar en una universidad, cualquiera que ella fuera, era costoso y no estaba al alcance de todos los bolsillos. Pero sigamos con nuestro siguiente profesional, recién desempacado; esta vez registramos con grata complacencia el título de Médico Cirujano, otorgado por la Universidad Nacional de Colombia, al joven Sergio Lamus Guerrero quien mostró a través de sus estudios la vocación tradicional de los suyos en la ciencia médica, en la que han sabido destacarse de manera tan brillante. Pero esta vez, el joven médico no vendría aún a radicarse en la ciudad, pues aún le faltaba profundizar en el tema que sería posteriormente su especialidad, la que desarrollaría con igual maestría en la universidad de Boston en los Estados Unidos. El doctor Lamus, terminada su especialización en el área de ginecología y obstetricia, se radicó en la ciudad y sería uno de los impulsores de la seccional de Profamilia en Cúcuta.
Empecemos pues, reseñando el título obtenido por el connotado líder conservador Gustavo Sánchez Chacón, que en este año de 1952, obtenía su título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales y Políticas. Decía la crónica de entonces que ‘había sabido distinguirse por su consagración ejemplar al estudio’ y que ‘en los claustros universitarios aprestigió su nombre por su capacidad de iniciativas, por su camaradería franca y por su clara inteligencia’. En general, la gente de la ciudad se congratulaba, toda vez que se consideraba de urgente requerimiento la actuación de equipos humanos capaces, desprovistos de resentimientos, de egoísmos, de vanidades y de amarguras y registraban con plena complacencia la vinculación de nuevos elementos, especialmente aquellos que están terminando sus carreras universitarias. Por entonces, eran contados los profesionales egresados de las universidades puesto que, en primer lugar, no existían en la región claustros universitarios cercanos que permitieran a los jóvenes de las clases intermedias cursar sus estudios, a excepción de la Universidad Industrial de Santander que recién cumplía, en el 52, cuatro años de fundada, y segundo, porque estudiar en una universidad, cualquiera que ella fuera, era costoso y no estaba al alcance de todos los bolsillos. Pero sigamos con nuestro siguiente profesional, recién desempacado; esta vez registramos con grata complacencia el título de Médico Cirujano, otorgado por la Universidad Nacional de Colombia, al joven Sergio Lamus Guerrero quien mostró a través de sus estudios la vocación tradicional de los suyos en la ciencia médica, en la que han sabido destacarse de manera tan brillante. Pero esta vez, el joven médico no vendría aún a radicarse en la ciudad, pues aún le faltaba profundizar en el tema que sería posteriormente su especialidad, la que desarrollaría con igual maestría en la universidad de Boston en los Estados Unidos. El doctor Lamus, terminada su especialización en el área de ginecología y obstetricia, se radicó en la ciudad y sería uno de los impulsores de la seccional de Profamilia en Cúcuta.
Nos devuelve al
comienzo de la década del 50, cuando en el Club del Comercio se realizó la
despedida de soltera de Teresita Lamus. En ella recordamos de izquierda a
derecha atrás a: Nora de Garbiras (medio rostro únicamente), Maruja Cárdenas de
Villamizar, Carmen Alicia Flórez de Sanjuan, “Nena” Valencia de Febres, Julieta
Flórez de Faillace, Margoth Farah de Lemus, Teresa Abrahim, Susana Carvajal de
Yáñez, Sofía Ramírez, Carmen Trujillo de Franco y Eugenia Soto de Bustos. En la
fila siguiente, sentadas: Blanca Cárdenas de Gandica, Yolanda Corinaldi de
Vásquez, Teresa Lamus la homenajeada, Ana Luisa Colmenares de Acero y Cristina
Soto Olarte; más abajo Celina Morelli, Consuelo Garbiras y Teresita García
Durán. Además como es natural en Cúcuta, los noveleros atrás en la ventana del
club.
Repasemos lo acontecido en los círculos sociales
femeninos que por esas calendas eran tan agitados como los de hoy pero con
orientaciones diferentes. Se destacaban entonces, las cualidades y virtudes, más
que las reuniones y celebraciones colectivas de hoy. Recordemos las
limitaciones y la escasa cantidad de elementos con que podría contarse para
realizar las actividades que se hacen actualmente. Sin embargo, había un,
llamemos ‘programa’, a cargo de Gladys Ramírez, que trataba de dar a conocer
las jovencitas que se destacaban por su simpatía a más de su belleza y que se
llamó la ‘galería femenina de Cúcuta’; veamos a quienes mostraban: voy a
comenzar al azar, de manera que no haya disgustos por la secuencia. Veremos
comenzando la serie a la hermosa Carmenza Mejía Peñaranda, decía la
presentación que era puramente nortesantandereana y que de ella sí puede
decirse con toda propiedad que es representativa de las virtudes de nuestra
raza. Debo agregar que algunos años más tarde se desposaría con el comerciante
y ganadero Pacho Faillace. Continuamos presentando nuestras bellezas, ahora con
Cecilia Pérez Escalante de quien se decía que en ella concurrían armoniosamente
la simpatía, la belleza, la juventud y la inteligencia. Había estudiado, como
todos los de su familia, en colegios de Norteamérica y remataba la crónica
diciendo que Cecilia era una de las más preciadas flores del jardín cucuteño. A
continuación, veremos a Hilda Pacheco Jaramillo, gentil damita que adorna la
galería femenina y que se destacaba por su afable carácter, su distinción y su
esmerada educación. Ahora presentaremos a Blanca Cárdenas Delgado, a quien
describían como una bella y espiritual señorita, cuya exquisita personalidad y
atrayente simpatía hacían de ella un auténtico ornato de nuestro alto mundo
femenino. Terminaré esta tanda, esta vez, mostrando un ramillete compuesto por
dos hermanas, ambas con cualidades destacadas, primero, la sobresaliente
Cecilia Gil Ceballos, quien por esa época estudiaba bacteriología y laboratorio
clínico en la Universidad Javeriana de Bogotá y de quien se aseguraba
descollaba su belleza, su talento, inteligencia y simpatía; y a Blanca Gil
Ceballos, quien tenía una simpatía espontánea, además de gracia y belleza
unidas a una elegancia y espiritualidad que la hacían merecedora de un sitio de
honor en esta Galería que pretendía mostrar lo más destacado del bello género
que por esos años de mitad de siglo, se paseaban por las ardientes calles de la
Perla del Norte.
Continuando nuestro paseo por los años de mediados del
siglo 20, nos encontramos con una boda. Fue la boda del año, una pareja de las
más distinguidas familias de la ciudad decidieron unir sus vidas y el
acontecimiento fue la comidilla de esos días. En la Catedral de San José, el
médico Rafael Marcucci Castro, quien tenía unos pocos años ejerciendo su noble
profesión, toda vez que se había graduado a finales de los años cuarenta, pero
que sus atinados diagnósticos lo hacían merecedor de toda clase de elogios, por
parte de sus colegas y pacientes, esperaba impaciente a su prometida, la bella
Cecilia Vega Hernández con quien se desposaría bien tempranito, a las cinco de
la mañana. Un pequeño recordatorio para quienes no conocían las familias de los
nuevos esposos, Cecilia era la hija consentida de don Caracciolo Vega,
reconocido optómetra empírico, de los primeros radicados en la ciudad y de doña
Mercedes Hernández. El médico, cuyo padre había fallecido previamente fue
acompañado de su señora madre Irma Castro y como en todo matrimonio, llevaron
las arras las pequeñas Merceditas García Vega y Cecilia Reyes Vega, sobrinas de
la novia.
Como dato anecdótico quiero resaltar que el día del
matrimonio Marcucci – Vega, se había realizado uno más temprano aún, quién lo
creyera, a las cuatro de la madrugada, de otros importantes personajes don
Amílcar Vergel y Margarita Pacheco. No
podemos asegurar que fuera el padre Jordán quien programara esos oficios tan
temprano o si se debía a la urgencia de los contrayentes o por cualquier otra
razón para que la ceremonia se cumpliera en ese horario, hoy tan poco usual.
Esta fotografía tomada en 1953 corresponde a
un evento social de esa época, donde un grupo de amigos, varios de ellos aún
estudiantes universitarios en Bogotá donde fue realizada. En ella recordamos
entre otros de izquierda a derecha y de pie: Eduardo Assaf E., German Hernández
Duplat, Arturo Mutis Duplat, Alberto Román Peñaranda, Germán Gómez Garnica,
Manuel Valdivieso Guerrero, Alfonso Lamus Guerrero, Hernando Ontiveros Castro,
Marcos Contreras, Carlos Arturo Díaz Ramírez, Eduardo Flórez Faillace, Jorge
Cristo Sahium. Sentados en el mismo orden: Alirio Gómez Picón, Benjamín Jaimes
Parada, Aziz Colmenares Abrajim, Juan Gorin, Elías Roitmann, Andrés Augusto Fernández.
Siguiendo con nuestra línea religiosa, los católicos y católicas de la ciudad estaban presionando a las altas jerarquías para que honraran la noble villa con la erección de la diócesis local, pues consideraban que la dependencia de la respectiva de Pamplona era innecesaria, pues la cantidad de parroquias y de feligreses justificaban esta decisión, más cuanto en estos días se ‘barajaban’ los nombres de varios ilustres prelados cucuteños para ocupar el solio de la diócesis de Bucaramanga que según los ‘chismes’ de última hora, la Santa Sede había decidido promover, entre ellos Daniel Jordán, Jesús Jaimes A., Josué Acosta y Pedro José Ortiz.
Siguiendo con nuestra línea religiosa, los católicos y católicas de la ciudad estaban presionando a las altas jerarquías para que honraran la noble villa con la erección de la diócesis local, pues consideraban que la dependencia de la respectiva de Pamplona era innecesaria, pues la cantidad de parroquias y de feligreses justificaban esta decisión, más cuanto en estos días se ‘barajaban’ los nombres de varios ilustres prelados cucuteños para ocupar el solio de la diócesis de Bucaramanga que según los ‘chismes’ de última hora, la Santa Sede había decidido promover, entre ellos Daniel Jordán, Jesús Jaimes A., Josué Acosta y Pedro José Ortiz.
Grupo de personajes de la ciudad que fue muy destacado
en la primera mitad del siglo XX. No sabemos dónde ni cuándo, pero estimamos
debió ser alrededor de la década del 50, ya que está entre ellos Gonzalo Rivera
Laguado, gobernador del departamento en los años 50, durante la dictadura de
Rojas Pinilla. De izquierda a derecha en primera fila: NN, D. Isaza, Lucio
Andrade, Lorenzo Viccini, Jesús Mendoza, Luciano Jaramillo, Luis Enrique
Moncada y Pedro Felipe Lara. Atrás en la segunda fila: NN, Simón Cárdenas, Paco
Faccini, Gustavo Soto Franco, Gonzalo Rivera, NN, Enrique Flórez y Daniel
Bonells.
En definitiva, no prosperaron los recursos interpuestos y solamente unos años después, en 1957, Roma decidiría la erección de la Diócesis de Cúcuta mediante Bula Papal de Pío XII y nombrado como primer obispo monseñor Luis Pérez Hernández. De todas formas, los feligreses y en general los sacerdotes, no cejaban en su empeño de seguir erigiendo parroquias; por estos años de mitad de siglo, la construcción de iglesias era uno de los sectores más dinámicos y cada párroco trataba de mostrar su mejor disposición proponiendo diseños novedosos como lo fue el bello templo del barrio Sevilla erigido en honor de nuestra señora de la Candelaria y para recordar un poco el proceso de consolidación de esta parroquia, es bueno reconocer la labor desinteresada realizada por el señor Anastasio Ramírez, reconocido líder del barrio que sería atendido por esta parroquia, pues en su calidad de presidente del comité pro-parroquia fue quien más contribuyó a su logro, esto sin desconocer los trabajos de los demás miembros de ese comité. Para el día 8 de diciembre se esperaba la apertura formal del templo para el cual fue nombrado el R.P. Clavijo y cuya jurisdicción comprendía los siguientes límites, por el norte estaban las parroquias de San Faustino, Ricaurte y Aguaclara; por el oriente limita con la parroquia de San Luis con la avenida cero como frontera; por el occidente con la parroquia del Zulia y por el sur con la calle tercera. Por la cercanía con las festividades de diciembre, los residentes de los barrios Callejón, Pescadero, Sevilla, Pueblo Nuevo, Las Ferias y demás aledaños esperan celebrar con mucha pompa los aguinaldos de este año. Todavía no se había conformado la hoy llamada ciudadela de Juan Atalaya, de manera que para el futuro inmediato, los feligreses potenciales de esta nueva parroquia serían atendidos pródigamente en sus necesidades espirituales. Finalmente, monseñor Afanador y Cadena, obispo de Nueva Pamplona, decretó la iniciación formal de la parroquia para el día 30 de enero, lo cual no impidió las celebraciones decembrinas programadas con anticipación, pólvora incluida.
En definitiva, no prosperaron los recursos interpuestos y solamente unos años después, en 1957, Roma decidiría la erección de la Diócesis de Cúcuta mediante Bula Papal de Pío XII y nombrado como primer obispo monseñor Luis Pérez Hernández. De todas formas, los feligreses y en general los sacerdotes, no cejaban en su empeño de seguir erigiendo parroquias; por estos años de mitad de siglo, la construcción de iglesias era uno de los sectores más dinámicos y cada párroco trataba de mostrar su mejor disposición proponiendo diseños novedosos como lo fue el bello templo del barrio Sevilla erigido en honor de nuestra señora de la Candelaria y para recordar un poco el proceso de consolidación de esta parroquia, es bueno reconocer la labor desinteresada realizada por el señor Anastasio Ramírez, reconocido líder del barrio que sería atendido por esta parroquia, pues en su calidad de presidente del comité pro-parroquia fue quien más contribuyó a su logro, esto sin desconocer los trabajos de los demás miembros de ese comité. Para el día 8 de diciembre se esperaba la apertura formal del templo para el cual fue nombrado el R.P. Clavijo y cuya jurisdicción comprendía los siguientes límites, por el norte estaban las parroquias de San Faustino, Ricaurte y Aguaclara; por el oriente limita con la parroquia de San Luis con la avenida cero como frontera; por el occidente con la parroquia del Zulia y por el sur con la calle tercera. Por la cercanía con las festividades de diciembre, los residentes de los barrios Callejón, Pescadero, Sevilla, Pueblo Nuevo, Las Ferias y demás aledaños esperan celebrar con mucha pompa los aguinaldos de este año. Todavía no se había conformado la hoy llamada ciudadela de Juan Atalaya, de manera que para el futuro inmediato, los feligreses potenciales de esta nueva parroquia serían atendidos pródigamente en sus necesidades espirituales. Finalmente, monseñor Afanador y Cadena, obispo de Nueva Pamplona, decretó la iniciación formal de la parroquia para el día 30 de enero, lo cual no impidió las celebraciones decembrinas programadas con anticipación, pólvora incluida.
De la década del 50 y fue tomada en un concurso de equitación realizado en
Cúcuta. Aparecen de izquierda a derecha de pie: Luis Fernando Bautista, Natalia
Ramírez Jácome, Sofía Ramírez Ramírez, Margarita Yáñez Maldonado, Hernando Lara
Hernández, Betty Cuberos Yusti, Manuel José Cabrera Serrano, Yolanda Corinaldi
Lequerica, Ivan Restrepo Márquez, Elvira Escalante Valenzuela, Leonor Mondragón
Pérez y el teniente Hernando Bocanegra del Grupo de Caballería Maza. Abajo
Tulia Elvira Ruán Guerrero, el mayor Carlos Gómez Arenas, comandante del Grupo
Maza, Teresita Morelli Lázaro, Nelly Mondragón Arroyave, Alfonso Ramírez
Ramírez y recostado en el piso «Yiyi» Abbo.
Como estamos narrando situaciones que se sucedieron a fines del año, es interesante recordar una de las tradiciones que con el tiempo ha venido desapareciendo, pero que entonces era una de las más esperadas a medida que se acercaba el mes de diciembre; se trataba de ‘la presentación en sociedad’ de las señoritas de las clases privilegiadas de las grandes ciudades, donde Cúcuta no era la excepción; en ocasión el turno le correspondería a tres lindas chicas quienes el 31 de diciembre hicieron su entrada triunfal en los salones del Club del Comercio; comenzaré por la señorita Nena Ramírez Soto a quien presentaban como lo hacen con las candidatas a los reinados de belleza, vestía para la presentación una falda de tul celeste con visos rosados, blusa de lamé con hilos plateados y aderezo antiguo de diamantes. A continuación fue presentada Ana Josefa Guerrero Ramírez igualmente ataviada de tul blanco con rosas del mismo color y collar de diamantes y pulsera de filigrana. Cerraba la presentación Sofía Ramírez Ramírez al parecer la más sobria de las postulantes pues de ella sobran los elogios a su belleza física y espiritual. El ritual de presentación de las niñas en sociedad es bastante corto, de manera que la celebración se centra en el baile del vals que realiza acompañada de sus más allegados comenzando por su padre y al final se continua con la celebración de San Silvestre, que igualmente se celebraba con mucho entusiasmo para recibir el año nuevo con renovadas energías y esperanzas.
Comenzando el año, entre los pocos colegios privados que por entonces ofrecían sus cursos a los estudiantes que querían superarse empezando desde los primeros años de primaria, había uno que ya por entonces comenzaba a destacarse; se trataba de una institución dirigida por dos ilustres licenciadas graduadas en el Instituto Pedagógico Nacional, Helena y Sofía Cortés Gamboa que había bautizado con el nombre de Gimnasio Domingo Savio y estaba localizado en la avenida cuarta número 16-83; quienes querían comunicarse con ellas para separar los cupos de ese año debían marcar el nuevo número telefónico 25-26.
Como estamos narrando situaciones que se sucedieron a fines del año, es interesante recordar una de las tradiciones que con el tiempo ha venido desapareciendo, pero que entonces era una de las más esperadas a medida que se acercaba el mes de diciembre; se trataba de ‘la presentación en sociedad’ de las señoritas de las clases privilegiadas de las grandes ciudades, donde Cúcuta no era la excepción; en ocasión el turno le correspondería a tres lindas chicas quienes el 31 de diciembre hicieron su entrada triunfal en los salones del Club del Comercio; comenzaré por la señorita Nena Ramírez Soto a quien presentaban como lo hacen con las candidatas a los reinados de belleza, vestía para la presentación una falda de tul celeste con visos rosados, blusa de lamé con hilos plateados y aderezo antiguo de diamantes. A continuación fue presentada Ana Josefa Guerrero Ramírez igualmente ataviada de tul blanco con rosas del mismo color y collar de diamantes y pulsera de filigrana. Cerraba la presentación Sofía Ramírez Ramírez al parecer la más sobria de las postulantes pues de ella sobran los elogios a su belleza física y espiritual. El ritual de presentación de las niñas en sociedad es bastante corto, de manera que la celebración se centra en el baile del vals que realiza acompañada de sus más allegados comenzando por su padre y al final se continua con la celebración de San Silvestre, que igualmente se celebraba con mucho entusiasmo para recibir el año nuevo con renovadas energías y esperanzas.
Comenzando el año, entre los pocos colegios privados que por entonces ofrecían sus cursos a los estudiantes que querían superarse empezando desde los primeros años de primaria, había uno que ya por entonces comenzaba a destacarse; se trataba de una institución dirigida por dos ilustres licenciadas graduadas en el Instituto Pedagógico Nacional, Helena y Sofía Cortés Gamboa que había bautizado con el nombre de Gimnasio Domingo Savio y estaba localizado en la avenida cuarta número 16-83; quienes querían comunicarse con ellas para separar los cupos de ese año debían marcar el nuevo número telefónico 25-26.
Reunión social probablemente realizada en 1950 en el Club del Comercio en
ella aparecen de izquierda a derecha, entre otros, Teresa Morelli, Álvaro
Ramírez Lares, Gladis Ramírez Lares, Hernando Soto R., Cristina Ana Ramírez,
Carlos José Ramírez, Ana Luisa Colmenares Baptista, Esther Ossa de Colmenares y
Eustorgio Colmenares Baptista.
Ya para finalizar esta crónica de mitad de siglo, reseñaremos la celebración de la edición 100 del Diario de la Frontera, un verdadero hito constituía la llegada a esa cifra, que para todas las publicaciones es un logro que todas esperan poder cumplir. Recibió las felicitaciones protocolarias de todos sus colegas y en especial de sus copartidarios quienes no ahorraron adjetivos para reconocer su invaluable aporte como vocero de las necesidades e intérprete de los problemas de una de las ciudades más florecientes del país, que por su situación geográfica se constituye en una avanzada de la patria en la línea de la frontera norte. Pero además de los elogios, el Diario les proponía a sus lectores nuevos atractivos especialmente en sus secciones de entretenimiento. Para ello, habían contratado con la empresa americana Editor Press, las tiras cómicas de dos de los personajes más famosos del momento y que se mostraba como la publicación más atractiva y divertida que producía el agudo ingenio americano, se trataba de Benitín y Eneas, quienes de ahora en adelante y a partir de la edición 101 harían las delicias de sus lectores y para completar la dicha habían adicionado un producto que también desapareció de la publicaciones escritas y que para algunos formaba parte de su acervo diario, que preferían en lugar del conocido horóscopo, se trataba del ‘Pozo de la Dicha’, un pasatiempo que traía un mensaje diario, que dependía del nombre del lector, de la cantidad de letras de él y que era una especie de rompecabezas numérico. Quienes lo recuerden, espero que tengan de este las mejores remembranzas.
Recopilado
por> Gastón Bermúdez V.
Ya para finalizar esta crónica de mitad de siglo, reseñaremos la celebración de la edición 100 del Diario de la Frontera, un verdadero hito constituía la llegada a esa cifra, que para todas las publicaciones es un logro que todas esperan poder cumplir. Recibió las felicitaciones protocolarias de todos sus colegas y en especial de sus copartidarios quienes no ahorraron adjetivos para reconocer su invaluable aporte como vocero de las necesidades e intérprete de los problemas de una de las ciudades más florecientes del país, que por su situación geográfica se constituye en una avanzada de la patria en la línea de la frontera norte. Pero además de los elogios, el Diario les proponía a sus lectores nuevos atractivos especialmente en sus secciones de entretenimiento. Para ello, habían contratado con la empresa americana Editor Press, las tiras cómicas de dos de los personajes más famosos del momento y que se mostraba como la publicación más atractiva y divertida que producía el agudo ingenio americano, se trataba de Benitín y Eneas, quienes de ahora en adelante y a partir de la edición 101 harían las delicias de sus lectores y para completar la dicha habían adicionado un producto que también desapareció de la publicaciones escritas y que para algunos formaba parte de su acervo diario, que preferían en lugar del conocido horóscopo, se trataba del ‘Pozo de la Dicha’, un pasatiempo que traía un mensaje diario, que dependía del nombre del lector, de la cantidad de letras de él y que era una especie de rompecabezas numérico. Quienes lo recuerden, espero que tengan de este las mejores remembranzas.







No hay comentarios:
Publicar un comentario