martes, 1 de abril de 2014

547.- EL CONSULTORIO SENTIMENTAL DE LA SEÑORITA PARARRAYO


Gerardo Raynaud  D.

Antaño era usual y frecuente las secciones de preguntas y respuestas en la prensa escrita. Esa costumbre ha venido desapareciendo desde hace unos años por razones que desconozco pero que presumo, debe ser por el avance de las comunicaciones y por el poco interés que tienen hoy en día las personas en temas que perfectamente pueden encontrarse en la Internet o en otros medios de más fácil acceso, toda vez que los periódicos, en sus ediciones físicas, son cada vez menos leídos, desplazados  por las versiones digitales o electrónicas.

Pero más que preguntas, durante algún tiempo se popularizaron las secciones románticas o del corazón, como se dice en el argot popular, al estilo de la Doctora Corazón o de Inés de Montaña, la popularísima consejera de la sección IM contesta, de la prensa capitalina de mitad de siglo. Así pues, durante esa época, las cartas, los mensajes y los consejos de las personas, especialmente las féminas, solicitando respuestas a sus inquietudes sentimentales eran bastante habituales y por esa razón, muchos de los medios escritos y aún los hablados, se dieron a la tarea de brindarles a sus clientes la oportunidad de plantear sus expectativas para que estas fueran estudiadas y resueltas por sus profesionales, expertos en materia artes amatorias y sentimentales.

Pues bien, he traído para deleite de mis lectores una de esas deliciosas secciones que se publicaban comenzando la segunda mitad del siglo 20 en uno de los periódicos de esta ciudad y que desde un comienzo generaron polémicas, pues como es costumbre en estos casos, la identidad de la colaboradora, aún hoy es materia de anonimato y de secreto bien guardado, tal vez para proteger a la persona de las indiscreciones  comunes y permanentes que deben ser abundantes y reiteradas. Como pueden ver en la gráfica que acompaña esta crónica, la sección en referencia se llamaba ‘Consultorio Sentimental’ y como tal, escribía, dirigía y redactaba la Señorita Pararrayo. El título tuvo un éxito inusitado entre la población femenina que era el objetivo principal de la columna, a pesar que hubiera uno que otro galán desorientado que hiciera alguna consulta que, igualmente, era respondida con toda la cortesía y el mismo interés.

Así pues, que aprovechando la conmemoración del día de San Antonio, el párroco de la misma, que por aquellos tiempos apenas comenzaba a erigir el magnífico templo que se alza hoy frente al parque Mercedes Ábrego, por la calle novena, pidió la colaboración de la prensa local pero en especial del periódico El Trabajo, que era quizás el más representativo del momento o por lo menos, el medio que ejercía mayor influencia sobre la opinión pública, para contribuir a reunir fondos en un bazar a realizarse, precisamente en el parque frente a la iglesia.

El periódico dispuso entonces, que la estrella que lo representaría fuese la bella señorita Pararrayitos, como empezaron a llamarla, quien asistiría en compañía de un ramillete de hermosas muchachitas que ofrecerían sus encantos, en los quioscos instalados para sonsacar algunos pesitos a los caballeros que concurrieran al magno evento. El grupo estuvo integrado por las siguientes personitas a las que se les describía con exquisito detalle; Eumelia Solano, ‘su sonrisa de nácar y su porte gentil, levanta el espíritu de los seres vencidos por la amargura’; Emilia Barrientos, ‘..en sus ojos brilla la dulzura’; Carmen Cuéllar, ‘frente a ella se acaba la monotonía de las almas dormidas´; Ligia Solano, ‘..su belleza necesitó las tempestades líricas de Darío’; así sucesivamente, se fueron escribiendo bellas poemas en honor de Olga Villamizar, Amelia Gamboa, Celina Patiño, Josefa y Rosa Cuéllar, Graciela Solano y Estela Villamizar.

Para crear interés y generar un ambiente propicio que invitara a la población a participar del ‘bendito bazar’ se desarrolló una campaña de expectación en torno a la identidad de la ‘Señorita Pararrayo’, que era toda una incógnita al punto que había quienes decían que quien escribía las respuestas ‘con tal donosura’ debía ser algún intelectual al estilo del doctor Enrique Flórez Faillace o don Ramón Bautista e incluso algunos decían que era la pluma de Montegranario (no necesita apellido). Pero no, definitivamente en primera página y en grandes titulares se informó que la Señorita Pararrayo descubrirá su identidad, como efectivamente lo hizo, pero tras un elegante antifaz, pues se le quería proteger y sólo demostrar que se trataba de una linda representante del bello género y así, solventar las dudas que se habían generado voluntariamente.

Ese domingo 14 de junio de 1953, se constituyó en un día memorable por el derroche de entusiasmo que se presentó en todos y cada uno de los puestos que por cierto llevaban los nombres de los departamentos y regiones que más apoyaron la causa, Antioquia, Boyacá, Santanderes y Venezuela; ricas viandas, finos licores y bebidas heladas eran ofrecidas por las damas ataviadas en sus pintorescos atuendos, incluso juegos permitidos y diversas atracciones y sorpresas, así como murgas locales y venezolanas amenizaron el festival que se prolongó durante todo el día. Aunque la Señorita Pararrayo asistió, como se dijo, con la ayuda de una máscara, sus cientos de admiradores no dejaron de asediarla y tuvo que retirarse antes de lo previsto, pues sus compromisos con el periódico demandaban su presencia a tempranas horas de la noche.

Pero cómo eran las notas de la Señorita Pararrayo, se preguntarán; pues para saciar su curiosidad me permitiré transcribir algunos de los apartes más interesantes, tanto de las preguntas como de las respectivas respuestas que les daba a sus inquietos corresponsales.

Voy a iniciar con una consulta hecha recién terminado el bazar: le escribe Sonia, “aunque le parezca raro, el bazar me tiene trastornada. Pero le voy a explicar porqué. Mi novio, que en apariencia es un santo, no es más que un grandísimo vividor y ojalá él supiera lo que yo digo. En compañía del ya mencionado chango(sic), me dirigía a una de las cantinas, en el preciso momento en que una gordinflona, igual a mí, se llevaba a la boca un clavel y sabe lo que hizo este descarado? Le ofreció $20 por el clavel y mientras yo miraba el auto de don Numa (el alcalde) en que llegaba usted, él saboreaba también el clavel. No opina usted que esto es un insulto y que debo darle jarabe de calabazas?”

La Señorita Pararrayo le responde a Sonia: “Que le hubiera dado $20 por el clavel es razonable y aceptable también, puesto que se trataba de un Bazar para una obra de ornato de la Ciudad del Señor’´. Lo malo es que él hubiera aprovechado el momento en que la vendedora del clavel lo tenía en la boca para comprarlo pues con esto dio a entender que no compraba el clavel sino la ‘dulzura del tallo’ extraído de los labios de la ‘gordinflona’ de su cuento. La segunda parte, o sea, si le da ‘jarabe de calabazas’, le diré, el caso es sobremanera desagradable para una mujer y merece castigo, pero todos los hombres son así,  cualquier ocasión aprovechan para saborear otros claveles que no son los nuestros. Y si todos son así, y si por ser así los ‘calabaceamos’ qué podremos hacer en la vida? Nada más que calabacear?”

Y se despedía siempre de manera muy afectuosa con un ‘afectísima’ o un ‘servidora’. Y aunque no faltaban los regaños también recibía halagos tal vez con más frecuencia estos últimos. Muchas de sus consultas buscaban, el nombre o la dirección de tal o cual personaje masculino al que sólo identificaban como “moreno él” o “gordito de bigote” o cosas por el estilo, a lo cual respondía, no con evasivas pero sí con indicaciones que pudieran orientar a la desubicada consultante en lograr la ubicación de su furtivo personaje.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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