miércoles, 23 de abril de 2014

559.- LA CONTROVERTIDA CASA X


Gerardo Raynaud D.


Solamente comenzando el presente siglo las actitudes tolerantes empezaron a florecer, en unos sitios más que en otros. 


Las desigualdades de género en los países islamistas siguen siendo el lastre en términos de paridad de derechos de género; pero no se crea que en nuestro medio, situaciones similares lleven mucho tiempo.


Recordemos que el voto femenino fue establecido hace un poco más de cincuenta años, así que apenas estamos empezando a modernizar nuestras actitudes en relación con el tratamiento que se les deben prodigar a los demás, sin importar las diferencias. 


Pues bien, estos procederes eran bien distintos hace poco menos de medio siglo y en esta ciudad de calles anchas como el corazón de sus habitantes, se presentaban casos realmente sorprendentes que a veces rayaban en lo ridículo, por lo menos, desde la perspectiva que tenemos hoy.


La historia que voy a narrarles el día de hoy aconteció en la Cúcuta de mediados del siglo 20 y fue un suceso que hizo correr ‘ríos de tinta’ y unas cuantas horas de radiodifusión, tal vez por lo estrambótico de lo sucedido, pero que a raíz de las presiones que se ejercían desde las altas esferas religiosas, las autoridades no tenían más opciones que plegarse a las voluntades de los jerarcas que entonces detentaban una gran influencia sobre las decisiones administrativas, políticas, sociales y hasta judiciales.


Cierto día de comienzos de año del medio siglo, vecinos del barrio El Páramo, escandalizados por el supuesto ‘bochinche’ que se armaba, especialmente en las horas de la noche, en una casa de la calle 16 a la que la prensa de la época optó por llamar ‘la casa X’, dieron una voz de alarma a la que respondió con premura un pelotón de la policía departamental al mando de un oficial. 


Cuando llegaron a la residencia en mención encontraron lo que definieron en sencillas palabras como una casa de ‘cita’ y de ‘trata de blancas’, sitio al que acudían, según lo expresado por los curiosos y vecinos del lugar, bellas jovencitas de esta ciudad. 


En general, la prensa hizo un gran despliegue de la operación policial y del desarrollo posterior que tomaron los acontecimientos, toda vez que el proceso tomó unos rumbos inusitados, en buena parte, por el desconocimiento de los procedimientos que debían emplearse en estos casos, por parte de las autoridades municipales y por entrar el asunto en choque de jurisdicciones.


Se lee en las actas del sumario que en la casa X que está ubicada en la calle 16 No.--- (se evitó la identificación para evitar perjudicar la investigación) habitaba su propietaria, una señora viuda y que a dicha casa concurren, ‘previo llamatos telefónicos’ grupos de primorosas muchachas que trabajan en diversas oficinas y establecimientos comerciales de la ciudad y que, lo más grave, sus nombres están ‘ya chequeados por la policía’. 


En el Permanente Central, se identificaba la casa descrita como un sitio donde funcionaba ‘comercio ilícito de trata de blancas’ y de citas clandestinas, toda vez que estas actividades estaban autorizadas pero en lugares específicos de la ciudad y prohibidos en las zonas residenciales.


Aunque ‘la profesión más antigua del mundo’ no constituía delito, si lo era ofrecer estos servicios por fuera de las zonas previamente establecidas para tales fines y esta fue la única razón que argumentó la policía para proceder a las acciones represivas incluido el allanamiento. 



En la descripción posterior que presentaron las autoridades se lee que tanto las muchachas como los clientes, libaban licores y fomentaban escándalos nocturnos, que por lo tanto y respondiendo al clamor de la vecindad, para restablecer la calma y el buen nombre del barrio, el domingo 24 de febrero, los agentes 33516, 34215 y 34310 al mando del teniente Buchelli y un alto funcionario Departamental designado por el director del Permanente Central, llegaron sorpresivamente y constataron el ‘tráfico de blancas’ y de ‘citas’ así como requirieron a los clientes que allí se encontraban en ese momento.


Llamó la atención, que un reconocido propietario de un salón de belleza, de mucha prestancia, estuviera en el lugar. Todos fueron trasladados al Permanente en la ‘lora’ que era por esa época, la equivalente a la radio patrulla de hoy y sancionados; así mismo, la dueña de la casa multada. 



Pocas horas más tarde ya en la noche de ese domingo, todos retornaron a sus sitios de origen a continuar con su rutina diaria y preparándose para comenzar la semana que se les presentaba casi de inmediato.


Sin embargo, parece que no hubo mayor arrepentimiento por parte de los integrantes de la casa X ya que el lunes siguiente, es decir al otro día y habiendo transcurrido menos de 24 horas, la Departamental, como le decían a la policía, rodearon la casa y sorprendieron ‘in fraganti’ al mismo sujeto del salón de belleza pero esta vez, con dos agraciadas muchachas de 19 años, Luz Marina y Dora, quienes acaban de llegar de Bucaramanga. 


Nuevamente lo trasladaron en la ‘lora’ al Permanente para ser reconvenido por haber reincidido y a las dos muchachas, bien trajeadas, las llevaron a la cárcel municipal.


En este punto del proceso, es que comienzan a desarrollarse las escaramuzas jurídico- administrativas que degenerarían en un novelón risible y que diera para inventarse chistes y anécdotas que tuvieron recibo en todos los corrillos de la ciudad.


El alcalde don Numa P. Guerrero se encontraba fuera de la ciudad, en gestiones propias de su cargo en la capital y había sido encargado de la alcaldía a don Arturo Bueno Esparza, un simpático y eficiente funcionario, de gran confianza de don Numa, pero de pocos conocimientos legales que le permitieran capotear la elemental controversia que se había suscitado en torno a la problemática de la casa X, a pesar de haber sido secretario de la rama judicial por varios años; por ese motivo y tal vez aconsejado por algunas personas de su entorno, le ordenó telefónicamente al jefe del Permanente, pusiera en libertad de manera inmediata a las dos damitas llegadas de la capital de Santander, a lo cual, éste se negó rotundamente, por estar bajo su jurisdicción y haber sido sancionadas con una multa de $30 cada una, multa que no había sido cubierta y que hasta tanto esto no se produjera se quedarían en calidad de detenidas.


El jefe del Permanente se mantuvo en su enérgica posición y en este estado no les quedó más remedio que regresar a la cárcel de donde habían salido. 


Poco tiempo más tarde, se apareció el dueño del salón de belleza, que en mi opinión debía ser el mandamás de la casa X, y pagó los sesenta pesos, valor de las dos multas, inmediatamente las dos muchachas fueron liberadas.


Ante esta novedad y por razones que no son claras, el alcalde encargado Arturo Bueno, expidió un decreto de extrañamiento de las dos chicas, en el que fijó un término de 6 horas para que salieran de Cúcuta. 


En ese tiempo, cuando sucedían estos eventos, los implicados se dirigían a los municipios aledaños o a San Antonio o Ureña, como lo hacen aún hoy. 


El problema fue que la providencia del alcalde era antijurídica, según lo expresó el Personero Municipal Fernando Balaguera y según el mismo funcionario, se constituyó en una tropelía ilegal que no tenía antecedentes en el país. 


La falta que se les acusaba a las chicas no configuraba delito alguno y además, como se diría hoy se les violó el debido proceso, pues no hubo diligencia básica alguna para proceder al extrañamiento.


Entre tanto, el proceso continuó y la dueña de la casa X fue multada con la suma de $500. 


Las dos bellas corsarias, como se dieron a llamarlas después de estas peripecias, no se fueron a Venezuela como se había dicho, sino que se encontraban escondidas, evitando las miradas indiscretas de los caballeros que ahora estaban intrigados y más interesados en conocerlas y departir con ellas. 


Pero atérrense que quien suministró esta última información fue una dama de reconocida elegancia quien argumentó que estaban en una casa vecina a la suya en un elegante barrio de la ciudad; posiblemente conseguido por el dueño del salón de belleza de marras.



 Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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