Gerardo
Raynaud
Mercado de
La Sexta
Voy a contarles la evolución del lote donde estuvo el
famoso y ya acabado mercado de La Sexta, cuando fue preciso que pasara casi un
decenio para que se construyera en reemplazo del Mercado Central que se
incendió a finales de la década de los cuarenta y que hoy se presenta como el
Parque Lineal, una obra arquitectónica que no es propiamente una belleza pero
que despeja de alguna manera la congestionada zona del antiguo mercado.
Cuando comenzó a construirse el hotel de turismo, que
posteriormente se llamaría Tonchalá, uno de los mercados satélites que se
construyó para satisfacer las necesidades de abastecimiento de los habitantes
del oriente de la ciudad, era el mercado Rosetal que quedaba frente al nuevo
hotel pero que por dificultades de su ubicación, sufría continuos deterioros
debido a las continuas inundaciones, toda vez que por allí pasaban los
principales brazos de la Toma Pública y por sus cotas bajas, las aguas se
encausaban fácilmente, causando daños a los beneficiarios de ese mercado y por
eso, la administración local decidió terminarlo para evitar futuros perjuicios.
Desde entonces ya se hablaba de la Central de Abastos
y estoy hablando del año 54, cuando el alcalde de turno, habló de su propuesta
de construir dos edificaciones, una para el gran mercado unificado y otra para
la Central de Abastos.
Ambos edificios se iban a proyectar en el lote donde
anteriormente había sido la Quinta
Cogollo antes de la Guerra de los Mil Días y que quedaba unos metros abajo del
cuartel del Batallón Santander, específicamente en el lote comprendido en lo
que hoy corresponde a las avenidas quinta y sexta con las calles quinta y
sexta. En realidad el lote tenía algo más de treinta mil metros cuadrados y las
vías y demás construcciones se fueron edificando sobre esa extensión.
Por razones que
desconozco, ese lote pasó a manos del Departamento cuando éste fue erigido en
1910 al ser escindido del Estado Soberano de Santander.
En 1933, el departamento lo cedió a la nación pero
ésta no ejerció sobre él ningún derecho de dominio, de manera que en el año 37,
la Asamblea retomó el dominio y autorizó a la Junta de Mejoras Públicas a
ensanchar la calle sexta, la cual tomó buena parte del terreno del lote.
En el año 40 nuevamente la Asamblea cedió buena parte
del lote para la construcción de los cuarteles de la policía y cinco años más
tarde, una parte del lote, que ya por entonces quedaba con veintiún mil metros,
sería cedido para una concentración escolar (que no se construyó).
En vista de lo anterior, en el año 47, la Asamblea
Departamental, nuevamente cedió una parte para construir el Amparo de Niños y
al año siguiente le hicieron una adición para que además se construyera el
Parque del Libertador donde debía levantarse una estatua o un monumento a Simón
Bolívar.
Al parecer, el lote estaba “salado” pues ninguno de
los proyectos se realizó, ninguna institución quiso ejercer dominio, así que el
lote regresó a la propiedad del Departamento que posteriormente lo cedió para
la construcción del Mercado de La Sexta.
El proyecto de la Central de Abastos también se diluyó
en el olvido hasta que muchos años más tarde se materializó en el conocido
Cenabastos de hoy.
Aduana de
Cúcuta
A continuación vamos a narrar cómo fue el proceso para
construir el edificio de la Aduana de Cúcuta, aquel hermoso edificio que
posteriormente fue demolido para dar paso al conocido hoy Centro Comercial
Oití.
Una anécdota muy conocida y comentada una vez
terminado el edificio, fue el origen de la cúpula que, un día apareció en la
construcción sin que nadie se explicara de dónde y porqué había llegado allí y
que sin embargo, con la anuencia del constructor y de los interventores, fue
instalada a la entrada, como dando la bienvenida a los visitantes que allí
llegaban.
Pues bien, parece que algún tiempo después, esa cúpula
de claro estilo inglés de principios del siglo pasado había sido despachada
para techar una casa en Calcuta en la India, pero tanto el despachador como los
transportistas que poco de geografía sabían, se dieron por traerla a Cúcuta; no
era que hubiera mucha diferencia en la escritura, pero sí en el destino.
El hecho es que aquí vino a parar; no la devolvimos,
tal vez porque era más costoso hacerlo o bien, porque nos hicimos los “gringos”
y la aprovechamos en lo que estábamos haciendo, el edificio de la Aduana.
Pero bueno, no fue fácil desde el principio la
escogencia del lote donde se construiría; el coronel Córdova, administrador de
la aduana local tenía plenas atribuciones para escoger el lote y ante la
insistencia y la premura por tener una sede digna, comenzó a buscar el sitio
más apropiado.
A principio, le ofrecieron dos lotes, uno frente a los
almacenes del ferrocarril y otro cerca de la estación central del mismo
ferrocarril por la Diagonal Santander. Sin embargo ninguno de los dos
satisfizo las expectativas de la
institución, pues se quería dotar a la capital de una representación que
correspondiera a la importancia de la ciudad como puerto frontera.
La siguiente propuesta resultó más atractiva, por su
ubicación más no por el estado de la edificación, toda vez que el concepto
inicial era que no ofrecía el decoro y la presentación que requería la Aduana
de Cúcuta y por lo tanto, era necesario proceder a realizar las adecuaciones
necesarias. El lote situado en la esquina de calle diez con avenida séptima,
tenía un área de 1.378 metros cuadrados por el cual la institución pagó la suma
de $350.000 y se dispuso tumbar la construcción existente y edificar un nuevo
inmueble, con las comodidades básicas que se requería en ese momento y que se
había estimado que sería financiado con el producido de los recursos de máximo
dos meses de ingresos, lo que nos indica lo lucrativo que era para el país, la
aduana de Cúcuta.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
Patrimonio cultural destruido sin piedad,y todos guardaron silencio qué pena x esto
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