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Era el año de 1966, cuatro madres de familia en busca
de un sueño emprendieron el camino a la creación de un centro para albergar a niños con
problemas de retardo mental, ausente en la ciudad, hasta entonces.
El camino fue duro y triste. La historia comienza
cuando cuadro madres de hijos especiales inician un largo transitar por los
barrios marginales de Cúcuta. Gloria Rodríguez Ruíz, Eumelia de Pacheco, Josefa
de Urbina y Ana Elena Vega de Camargo, se dieron a la brega de fundar una
institución , donde ellos y otros muchos, tuvieran cabida sin ser rechazados y
pudieran vivir en un mundo que sólo fuera de ellos, con comprensión, disciplina
y derecho a especiales oportunidades. Así se inicia la obra.
El camino emprendido duró cerca de un año, de casa en
casa, de puerta en puerta, estas cuatro mujeres, con el apoyo de la ciudadanía,
insistían en convencer a otros padres de que esta era a gran oportunidad para
sus hijos y olvidar así, esas viejas creencias que rondaban sobre por qué se
tenía un hijo con retardo, muchos consideraron esto como un castigo divino,
mientras que otros señalaban que era una posesión demoníaca.
Entre tanto, estas madres explicaban en sus términos
caseros que esto era solo una enfermedad
y tener un hijo especial significaba tener un ángel en casa con todos
los beneficios celestiales. Así se fue abriendo paso hasta formar un grupo de
12 niños especiales con el cual comenzaba este gran proyecto de vida.
Ana Elena Vega
de Camargo recibe a Maribel Cuadros de Ramírez, quien recibe el abrazo de los
niños especiales.
En una casa situada en la avenida tercera entre calles
9 y 10, se dio inicio a la apertura de lo que hoy conocemos como el Instituto
de Educación Especial “La Esperanza”.
El 26 de maño de 1968, la institución obtiene su
personería jurídica, cuyo primer presidente fue el Psiquiatra Carlos Castro
Hernández, los fundadores y 17 personas más, dan inicio al gran ideal de crear
un servicio adecuado y efectivo para los niños especiales de Cúcuta.
En un lote donado por la Alcaldía de Cúcuta y con el
apoyo del Club de Leones Cúcuta Centro y el de la ciudadanía a través de la
radiotón que duró tres días, se inicia la construcción de la sede en el barrio
Quinta Oriental y en 1971, se entrega la obra. Y comienza la gran tarea de
formar lo que sería la nueva institución. Empieza a verse gran solicitud de
cupos, el porcentaje de retardo en la ciudad es muy alto, llega a más del 10
por ciento por causas sociales tan dramáticas como la desnutrición en la madre
en primer plano, cuadros convulsivos, discapacidad múltiple y Síndrome de Down,
originadas en su gran mayoría por sífilis, enfermedad venérea en la cual Cúcuta
es una de las ciudades más infectadas del país.
En 1980, el centro de educación especial atraviesa por
una grave crisis económica y es entregado a la comunidad de las hermanas de la
Santa María de la Providencia, quienes ante el alto número de solicitudes,
ponen en marcha la doble jornada de la institución y asumen las Olimpiadas Nacionales con la
participación de 600 niños del país. Seis años más tarde se retiran y la
institución regresa a manos de los padres de familia.
Transcurren los años y la institución se enfrenta a un
nuevo problema, existe un gran número de niños con discapacidad física y
mental, abandonados por sus padres.
Esta nueva faceta que se presentaba sin piedad las
obliga a arrendar una nueva casa para emprender esta loable labor de recibirlos
y suplir ese afecto que les fue negado.
Quien pide
la hora, es Óscar, convertido en todo un hombre.
Entonces, comienzan a florecer los casos tristes,
dramáticos e inimaginables, como el de Óscar, un muchacho criado por sus tías
que lo alimentan entre los cerdos y de manera infame e infrahumana lo mantienen
en una cochera. Óscar fue creciendo como crece un cerdo, perdió su capacidad
motriz, el habla y el derecho a vivir como un niño quien a pesar de ser
limitado y abandonado, podía participar de lo poco o lo mucho que la vida le
ofreciera.
Actualmente el internado está cobijado por eI
Instituto Colombiano del Bienestar Familiar, ICBF y cumple una de las más
altruistas labores en pro de la sociedad.
La carencia de establecimientos para estos menores en
Cúcuta y el alto número de niños con discapacidad, hace que se mire hacia otras
posibilidades. Es así que se logra la consecución de un lote y se construye una
nueva sede que recoge a todos en el mismo lugar. La nueva institución ubicada
en el corregimiento de Lomitas es un sitio con amplias zonas verdes, piscina,
huerta, taller, aulas, baños, comedores donde son atendidos más de 320 niños,
distribuidos así en las tres sedes.
Allí estuvo Somoslarevista.com con Gabriela Camargo y
Mary Stapper, acompañando a Maribel Cuadros de Ramírez, Gestora Social de
Cúcuta, quien aceptó la invitación de las directivas de la entidad para que
conociera la obra. Con ella recorrimos tanto la sede de Quinta Oriental como de
Lomitas. Lo que encontramos fue amor, buen trato, ternura ganas de defender una
obra que hace tanto bien sin hacer tanta
bulla.
Los niños están distribuidos así:
65 niños en
el internado.
165 niños en la
sede de Quinta Oriental en escolaridad.
60 niños semi
internos.
40 niños en
la granja.
7 niños
trabajan en HomeCenter como empacadores.
Cabe anotar, esta es la única empresa que les ha
brindado la oportunidad a personas con Síndrome de Down, de valerse por sí
mismas.
Ana Elena de Camargo, nos guió todo el tiempo. Claro,
quien mejor que ella para enseñar lo que es la verdadera solidaridad social, si
vive entregada a la obra desde 1966 cuando emprendió el camino con 3 señoras
más. La entidad se sostiene con la venta de tarjetas blancas, la rifa anual de
un carro, el apoyo del ICBF, los aportes en efectivo o en especie que hace la
empresa privada y los profesores que
aporta del municipio de Cúcuta y la ayuda que presta la Gobernación de Norte de
Santander.
Todo un
artista creando su obra.
Comentario de Carmen Rosa Vega:
¨Vencer barreras. Esta es la primera labor que debemos
hacer, vencer las barreras de la lástima, y despertar a la perspectiva del todo
es posible: Es posible amar, es posible aportar bienestar, es posible apoyar,
es posible acompañar. Es posible hacer independientes y productivos a esos
seres especiales que Dios pone en el camino de nuestras vidas. A todos los que
día a día trabajan con dedicación por ellos y a doña Helena, un especial abrazo
por su abnegada labor durante más de 40 años, ayudándonos a vencer las barreras
de nuestra propia ignorancia. Felicitaciones a todos los que con respeto, amor
y dedicación, acompañan a esos seres especiales¨.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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