lunes, 9 de junio de 2014

581.- UNA HISTORIA LLAMADA ESPERANZA: LOS NIÑOS ESPECIALES DAN LECCIONES DE VIDA


somoslarevista.com


Era el año de 1966, cuatro madres de familia en busca de un sueño emprendieron el camino a la creación  de un centro para albergar a niños con problemas de retardo mental, ausente en la ciudad, hasta entonces.

El camino fue duro y triste. La historia comienza cuando cuadro madres de hijos especiales inician un largo transitar por los barrios marginales de Cúcuta. Gloria Rodríguez Ruíz, Eumelia de Pacheco, Josefa de Urbina y Ana Elena Vega de Camargo, se dieron a la brega de fundar una institución , donde ellos y otros muchos, tuvieran cabida sin ser rechazados y pudieran vivir en un mundo que sólo fuera de ellos, con comprensión, disciplina y derecho a especiales oportunidades. Así se inicia la obra.

El camino emprendido duró cerca de un año, de casa en casa, de puerta en puerta, estas cuatro mujeres, con el apoyo de la ciudadanía, insistían en convencer a otros padres de que esta era a gran oportunidad para sus hijos y olvidar así, esas viejas creencias que rondaban sobre por qué se tenía un hijo con retardo, muchos consideraron esto como un castigo divino, mientras que otros señalaban que era una posesión demoníaca.

Entre tanto, estas madres explicaban en sus términos caseros que esto era solo una enfermedad  y tener un hijo especial significaba tener un ángel en casa con todos los beneficios celestiales. Así se fue abriendo paso hasta formar un grupo de 12 niños especiales con el cual comenzaba este gran proyecto de vida.

Ana Elena Vega de Camargo recibe a Maribel Cuadros de Ramírez, quien recibe el abrazo de los niños especiales.

En una casa situada en la avenida tercera entre calles 9 y 10, se dio inicio a la apertura de lo que hoy conocemos como el Instituto de Educación Especial “La Esperanza”.

El 26 de maño de 1968, la institución obtiene su personería jurídica, cuyo primer presidente fue el Psiquiatra Carlos Castro Hernández, los fundadores y 17 personas más, dan inicio al gran ideal de crear un servicio adecuado y efectivo para los niños especiales de Cúcuta.

En un lote donado por la Alcaldía de Cúcuta y con el apoyo del Club de Leones Cúcuta Centro y el de la ciudadanía a través de la radiotón que duró tres días, se inicia la construcción de la sede en el barrio Quinta Oriental y en 1971, se entrega la obra. Y comienza la gran tarea de formar lo que sería la nueva institución. Empieza a verse gran solicitud de cupos, el porcentaje de retardo en la ciudad es muy alto, llega a más del 10 por ciento por causas sociales tan dramáticas como la desnutrición en la madre en primer plano, cuadros convulsivos, discapacidad múltiple y Síndrome de Down, originadas en su gran mayoría por sífilis, enfermedad venérea en la cual Cúcuta es una de las ciudades más infectadas del país.

En 1980, el centro de educación especial atraviesa por una grave crisis económica y es entregado a la comunidad de las hermanas de la Santa María de la Providencia, quienes ante el alto número de solicitudes, ponen en marcha la doble jornada de la institución  y asumen las Olimpiadas Nacionales con la participación de 600 niños del país. Seis años más tarde se retiran y la institución regresa a manos de los padres de familia.

Transcurren los años y la institución se enfrenta a un nuevo problema, existe un gran número de niños con discapacidad física y mental, abandonados por sus padres.

Esta nueva faceta que se presentaba sin piedad las obliga a arrendar una nueva casa para emprender esta loable labor de recibirlos y suplir ese afecto que les fue negado.

Quien pide la hora, es Óscar, convertido en todo un hombre.

Entonces, comienzan a florecer los casos tristes, dramáticos e inimaginables, como el de Óscar, un muchacho criado por sus tías que lo alimentan entre los cerdos y de manera infame e infrahumana lo mantienen en una cochera. Óscar fue creciendo como crece un cerdo, perdió su capacidad motriz, el habla y el derecho a vivir como un niño quien a pesar de ser limitado y abandonado, podía participar de lo poco o lo mucho que la vida le ofreciera.

Actualmente el internado está cobijado por eI Instituto Colombiano del Bienestar Familiar, ICBF y cumple una de las más altruistas labores en pro de la sociedad.

La carencia de establecimientos para estos menores en Cúcuta y el alto número de niños con discapacidad, hace que se mire hacia otras posibilidades. Es así que se logra la consecución de un lote y se construye una nueva sede que recoge a todos en el mismo lugar. La nueva institución ubicada en el corregimiento de Lomitas es un sitio con amplias zonas verdes, piscina, huerta, taller, aulas, baños, comedores donde son atendidos más de 320 niños, distribuidos así en las tres sedes.

Allí estuvo Somoslarevista.com con Gabriela Camargo y Mary Stapper, acompañando a Maribel Cuadros de Ramírez, Gestora Social de Cúcuta, quien aceptó la invitación de las directivas de la entidad para que conociera la obra. Con ella recorrimos tanto la sede de Quinta Oriental como de Lomitas. Lo que encontramos fue amor, buen trato, ternura ganas de defender una obra que  hace tanto bien sin hacer tanta bulla.

Los niños están distribuidos así:

65    niños en el internado.
165  niños en la sede de Quinta Oriental en escolaridad.
60    niños semi internos.
40    niños en la granja.
7      niños trabajan en HomeCenter como empacadores.

Cabe anotar, esta es la única empresa que les ha brindado la oportunidad a personas con Síndrome de Down, de valerse por sí mismas.

Ana Elena de Camargo, nos guió todo el tiempo. Claro, quien mejor que ella para enseñar lo que es la verdadera solidaridad social, si vive entregada a la obra desde 1966 cuando emprendió el camino con 3 señoras más. La entidad se sostiene con la venta de tarjetas blancas, la rifa anual de un carro, el apoyo del ICBF, los aportes en efectivo o en especie que hace la empresa privada y los  profesores que aporta del municipio de Cúcuta y la ayuda que presta la Gobernación de Norte de Santander.

Todo un artista creando su obra.

Comentario de Carmen Rosa Vega:

¨Vencer barreras. Esta es la primera labor que debemos hacer, vencer las barreras de la lástima, y despertar a la perspectiva del todo es posible: Es posible amar, es posible aportar bienestar, es posible apoyar, es posible acompañar. Es posible hacer independientes y productivos a esos seres especiales que Dios pone en el camino de nuestras vidas. A todos los que día a día trabajan con dedicación por ellos y a doña Helena, un especial abrazo por su abnegada labor durante más de 40 años, ayudándonos a vencer las barreras de nuestra propia ignorancia. Felicitaciones a todos los que con respeto, amor y dedicación, acompañan a esos seres especiales¨.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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