jueves, 17 de julio de 2014

601.- SUICIDIO EN LA CASA DE BAÑOS DE PICOS



Gerardo Raynaud 

Esta es una historia triste pero nos sirve para recordar algunos aspectos desaparecidos de la Cúcuta de antaño. 

Durante la mitad del siglo pasado, no existía en la ciudad el servicio de acueducto y menos el de alcantarillado, servicios que se comenzaron a proponer apenas entrado el primer decenio de la segunda mitad del siglo.

Las casas se surtían o se abastecían del preciado líquido, bien sea que lo compraran a los expendedores que lo llevaban en burro o en bestias de carga y lo voceaban por las calles o los más acomodados, habían hecho acometidas de las tomas públicas a sus quintas, que estaban ubicadas cerca de estos surtidores, como era el caso de las casonas o quintas situadas entre las avenidas primera a quinta y las calles once a dieciocho, éstas de manera aproximada, puesto que como ya lo había comentado en una crónica anterior llamada ´La Toma Pública’, habían varias ramificaciones, todas originadas en el rio Pamplonita por el sector de San Pedro, donde precisamente hoy existe la bocatoma del actual acueducto de la ciudad.

Un punto de referencia a estas acometidas era la Quinta Teresa, posterior sede del colegio Sagrado Corazón de Jesús, cuya alberca ovalada, aún en los tiempos en que estudiaba allí, se surtía de las aguas de la toma que por allí pasaba y que también suministraba el agua a la “casa de baños de Picos” localizada dos cuadras por la vía que entonces conducía a Pamplona, siguiendo el camino del ferrocarril.

Pues bien, en vista de la poca disponibilidad de agua para el aseo personal y de que pocas casas disponían de cuartos de baño, por lo menos como los conocemos en la actualidad, de alguna manera, la gente debía mantenerse aseada y para ello, uno de los negocios más prósperos era la oferta del servicio de baños, no con ducha sino con totuma, pero dentro de las más limpias condiciones, lo que incluía la entrega de toallas y colonias baratas, del tipo Bayrum o Agua Florida de Murray que eran fabricadas por las empresas licoreras de los departamentos más adelantados.

Para terminar con esta introducción es necesario recordar que las otras necesidades corporales eran realizadas en las infaltables ‘letrinas’ que aún en las quintas más renombradas eran de norma y utilizadas sin pudor; es más, muchas de esas grandes casonas, particularmente las del barrio Blanco solo vinieron a dejar de utilizarlas, mucho tiempo después de la construcción del alcantarillado, pues una vez hechas las conexiones al servicio de agua potable del acueducto, las aguas servidas debían evacuarse de alguna manera y éstas eran depositadas en esos grandes ‘pozos sépticos’ conectados a las letrinas y que eran construidos como elemento esencial de esas inmensas casonas.

Pero, qué era esa “casa de Baños de Picos”? 


Era un lugar muy conocido de los cucuteños de los años cuarenta, estaba ubicada en la avenida tercera A número 18-24, en una callejuela que todavía existe. 

El lugar era estratégico pues cerca de ese sitio la Toma Pública se bifurcaba, pues una tomaba en dirección noroeste hasta la avenida novena y el otro brazo continuaba a lo largo de la avenida cuarta y era la fuente de agua del Asilo Andressen y las quintas Teresa, Steinworth y Jazmín, así como la que posteriormente construyera don Felice Torre (quien gerenciaba entonces el almacén de Tito Abbo), en la esquina de la avenida quinta con calle quince, que aún se puede apreciar en todo su esplendor.

La ‘casa de baños’ había sido acondicionada para tal efecto, en la que se habían construido varios ‘cuartuchos’ donde las personas acudían a bañarse, ya no con totuma, sino con unas duchas preparadas de manera rudimentaria pero eficiente para la época. 


La protagonista de nuestra crónica se llamaba Olivia Fajardo, tenía 24 años y era madre de un niño de ocho. 

Su madre Delfina Fajardo, atendía el negocio de los baños en compañía de la dueña de casa Elena Galvis.

Luego del macabro episodio que sólo fue descubierto en las horas de la noche, comenzaron a circular los más estrafalarios rumores y comentarios, circunstancia bastante común por esos días y frecuente, cada vez que sucedía un hecho de esta clase, en los que generalmente se involucraban, espíritus malignos, demonios, brujas, magia negra y demás componentes de esa fauna de elementos esotéricos.

La desventurada suicida había regresado a la casa de su madre hacía poco tiempo, después de haber trabajado en Rubio (Venezuela) durante dos años. 


Aunque la muchacha era retraída y más bien tímida, parece que algún trastorno se apoderó de ella durante el tiempo que estuvo alejada de su casa, pues parecía que una pena o un dolor atormentara su existencia y sus más allegados habían podido apreciar ese cambio.

Personas que la conocieron les comentaron a las autoridades que pasaba horas y días pensativa, divagando, que llevaba un tiempo largo en que no tomaba ningún alimento, que estaba “dejativa”, ensimismada y silenciosa. 


Se había vuelto obsesiva y tenía visos esquizofrénicos, pues decía que un hombre la iba a matar, además, alucinaba ya que llamaba a sus amistades para que vinieran a ver las visiones que tenía, sin que nada apareciera. 

Incluso pensó dejar la famosa ‘carta suicida’ que nunca apareció, aunque si le hizo el comentario a la dueña de casa sobre ‘un recorrido muy largo que realizaría’ y terminaba aludiendo a su pequeño hijo diciendo que ‘lo único que siento, es mi pobre hijo’.

Con estas demostraciones extrañas, decidió acabar con su existencia; trancó la puerta de la calle, abrió una portezuela que conduce a un gran tanque de agua, en torno a su cuello amarró una piedra grande y pesada, enfundada en un costal y se lanzó al fondo del pozo, bastante profundo por cierto, pues tuvieron que vaciarlo por completo para encontrar el cuerpo sin vida de la infortunada muchacha. 

Después de los procedimientos legales, el cuerpo de la joven fue conducido al anfiteatro y luego sepultado, sin los oficios religiosos por entonces proscritos para quienes morían de esta forma.

Cabe agregar que a partir de ese momento la actividad de la ‘casa de baños’ comenzó a declinar, lo cual sumado a las dificultades de acceso que se fueron formando a raíz de las obras de infraestructura para mejorar las vías del ferrocarril, terminaron por hacer desaparecer el negocio.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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