Ciro A.
Ramírez (Imágenes)/La Opinión
El coliseo Mariano Ospina Pérez, situado en
la avenida al aeropuerto Camilo Daza, en el barrio Sevilla, se constituyó para
cucuteños y nortesantandereanos en el escenario tradicional, natural,
popular y habitual donde año tras año se organizaban ferias, exposiciones y
festejos agropecuarios, instituyéndose en centro de esparcimiento y en el
foco articular del desarrollo agropecuario regional por excelencia.
Además de exponerse toda la gama de lo mejor de la
ganadería nacional, se efectuaban transacciones comerciales de significativa
importancia para la economía.
La Plaza de Ferias, como popularmente la llaman y
conocen ganaderos, comerciantes de ganados y profesionales del agro, formaba
todo un núcleo dinamizador de políticas públicas y privadas, donde se
concertaban planes, programas y proyectos conducentes al impulso, avance y
crecimiento de un renglón tan arraigado y rentable como es la explotación
agropecuaria, en todas sus manifestaciones, en el departamento.
También, era el epicentro de las festividades anuales,
con las cuales se distinguió por más de 50 años Cúcuta, siendo motivo de
alegría y esparcimiento a propios y extraños, que año a año disfrutaron de un
multifacético espectáculo de singulares variedades.
Debemos resaltar los propósitos de aquellos
dirigentes que visionariamente idearon la construcción de un espacio físico,
donde se pudieran concitar los ganaderos, mostrar sus ejemplares,
comercializarlos, servir de centro de actividades y que contara con
espacios para la recreación del ciudadano del común, amante de las labores del
campo.
Qué diferencia con los dirigentes contemporáneos, que
todo lo quieren vender o privatizar al mejor postor, y privar a la comunidad de
bienes públicos y comunitarios, legados por líderes altruistas que
infortunadamente no han encontrado sucesores.
Para esto se promulgó una Ordenanza en la
Asamblea y se gestionaron recursos nacionales y departamentales, con los
cuales se compró un área de tres hectáreas y se construyó un hermoso y
funcional recinto.
La organización contaba con junta directiva, compuesta
por ganaderos y representantes del Gobierno, gerente y planta de
personal, tenía presupuesto propio y era auditada por la Contraloría Departamental.
Este era el sitio de acopio donde se
comercializaban ganados en todo tiempo. De allí se surtían las reses para los
mataderos locales, por tal razón era centro de negocios y diariamente se
hacían transacciones económicas importantes.
La estructura física del coliseo estaba compuesta por
una pista de exhibición (en los últimos años fue trasformada en plaza de
toros), corrales circulares de hierro, caballerizas, porquerizas, galpones para
especies menores, báscula para ganados comerciales, auditorio, embarcaderos,
oficinas y áreas libres para el público.
Contó con restaurantes, reconocidos por la venta de
sabrosa comida criolla.
Hernando Alvarado, No
identificado, Gastón Bermúdez, Jorge Maldonado Pinto y Víctor Hugo Ballén, un
domingo en la Plaza de Ferias y Exposiciones en 1963
Cómo se añoran y evocan esas temporadas feriales, en
julio o agosto, de cada año, cuando al recinto sevillano llegaban los
exponentes de la ganadería regional y nacional.
Por acá pasó lo sobresaliente de las razas bovinas,
caprinas, porcinas, caninas y equinas.
Es decir, la feria reunía, en ese entonces, lo
distinguido de la ganadería nacional e internacional. Criadores, expositores,
jueces, investigadores, inversionistas, dirigentes públicos y
privados asistían a exponer lo mejor de sus productos y a comercializarlas,
fomentando el mejoramiento de la productividad pecuaria.
Uno de los espectáculos llamativos y vistosos que
revestía todo un entretenimiento era la asistencia, hasta colmar de
espectadores, a las competencias y exhibiciones de caballos.
Pasaron los mejores y más costosos equinos en trote,
trocha, galope y paso fino colombiano, inconfundible y reconocido
internacionalmente.
El programa ferial era diverso hasta colmar una
variedad de festejos y atracciones, a los cuales se vinculaba la
ciudadanía, indistintamente de lo estrictamente ganadero.
Cabalgatas, corridas de toros, riñas de gallos, coleo,
bailes populares, reinados, concursos, atracciones carnestoléndicas se
convirtieron en algo tradicional y esperadas año tras año.
Los cucuteños aguardaban con entusiasmo la
tradicional feria ganadera juliana y se volcaban en torno a la
diversidad de espectáculos programados, que verdaderamente eran populares y
festivos.
Esto movía el engranaje económico fronterizo, turismo,
hotelería, restaurantes, trasporte, comercio, publicidad, servicios varios,
etcétera.
Hoy, es lamentable observar las instalaciones del
coliseo Mariano Ospina Pérez, abandonado, sucio, con las instalaciones
derruidas, el circo enmalezado, sin protección, como si se tratara de un
monumento a la desidia, a la dejadez, al desprecio por algo que significó tanto
para un conglomerado de empresarios que han contribuido al desarrollo,
como son los ganaderos y la cadena económica que mueve ese segmento de la
economía en la región.
A estas horas no se sabe realmente cuál será el
final de las abandonadas instalaciones, puesto que después de determinar la
liquidación como bien departamental, hay en el ambiente muchos rumores sobre el
destino.
En hora buena un grupo de ganaderos, caballistas y
empresarios se han organizado para rescatar lo perdido, para conservarle a la
ciudad un activo que nunca ha debido clausurarse.
¡Cómo le hacen falta a Cúcuta unas ferias y fiestas
tradicionales, que nos identifique y nos caracterice, en el contexto nacional!
Estado actual
Por sus amplios corredores ya no se ven familias enteras admirando los mejores ejemplares, los ganaderos ya no hacen negocios en sus instalaciones, las pesebreras y corrales son habitados por los fantasmas del pasado.
Estado actual
Por sus amplios corredores ya no se ven familias enteras admirando los mejores ejemplares, los ganaderos ya no hacen negocios en sus instalaciones, las pesebreras y corrales son habitados por los fantasmas del pasado.
Razón tienen
quienes dicen que todo tiempo pasado fue mejor. Hoy, la Plaza de Ferias y
exposiciones Mariano Ospina Pérez vive un lamentable presente.
Por sus amplios
corredores ya no se ven familias enteras admirando los mejores ejemplares.
Las puertas de
carga se caen a pedazos, las taquillas ya no venden, los techos se derrumban,
los toriles no ven un toro hace casi dos décadas.
Los ganaderos ya no
hacen negocios en sus instalaciones, las pesebreras y corrales son habitados
por los fantasmas del pasado.
Y quienes asistían
ya no cambian por un trono la barrera de sol.
Con cada nueva
administración se proponen nuevas ilusiones que nunca llegan, el amplio lugar
sirve ahora como depósito para diferentes entes gubernamentales.
En el lugar se
puede ver maquinaria pesada abandonada, automóviles y material de construcción.
Muy a
su norte es vigilada por el imponente cerro Tasajero, quien con tristeza ve
cómo el tiempo no perdona y la decadencia amenaza con dejarla en ruinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario