domingo, 22 de febrero de 2015

718.- EL INSTITUTO TECNICO INDUSTRIAL SALESIANO



Gerardo Raynaud D.

Tradicionalmente “El Salesiano” ha sido un único colegio, aunque formalmente son dos: los que llamamos “Técnico” y “Clásico”. En 1951 inició el Instituto Salesiano San Juan Bosco, colegio que se distingue en la ciudad por la alta calidad de su formación académica y humanística. Luego apareció el Instituto Técnico Industrial Salesiano, que aparte del currículo académico ofrece a los muchachos especialidades en Artes Gráficas, Electricidad y Electrónica, Mecánica Industrial y Diseño. Los dos colegios comparten sede.


A comienzos del año 1953, la comunidad salesiana se propuso establecer en la ciudad una institución que permitiera formar personas en las áreas técnicas, de tanta necesidad entonces como ahora, aprovechando las magníficas instalaciones que habían construido en el barrio Popular.

El padre Miguel Müller estaba a la cabeza del proyecto que la comunidad salesiana venía desarrollando en las principales ciudades colombianas.

Recién llegados a principios del siglo pasado y establecidos en la capital de la república, la congregación había realizado otras obras complementarias a la educación, tales como los templos e iglesias católicas en diversas poblaciones, aprovechando el conocimiento que tenían algunos de los integrantes de la orden,  en materia de arquitectura y construcción, como la edificación del templo católico del municipio de Mosquera en Cundinamarca y la posterior construcción de la capilla de María Auxiliadora en el colegio Salesiano, tal vez, la obra maestra del padre Müller en la ciudad.

Desde el mismo momento de su iniciación a la vida nacional, los seguidores de don Bosco, como se les conoce, se dieron a la tarea de difundir las enseñanzas en las ramas de las técnicas industriales con la certeza que mediante la aplicación de estos conocimientos, la población lograría un desarrollo con mayor fortaleza y mejores cimientos, como había ocurrido en la nación teutona de donde era originario su actual director local.

Antes de iniciarse en la aventura de crear una escuela industrial en la ciudad, que permitiera la formación de jóvenes en los menesteres de la técnica, tan necesaria para el desarrollo de la ciudad, el padre Müller recorrió buena parte del viejo continente con el ánimo de conocer de primera mano, las tendencias y últimas tecnologías en las áreas académicas que le permitiera cumplir con este propósito.

Por ello visitó, además de su natal Alemania, a Francia, Italia, Suiza y ya de regreso, a España, viaje que por esa época se hacía por la ruta de Barranquilla, en los famosos y recién adquiridos ‘Constellations’ que habían bautizado como ‘El Colombiano’.

Como el viaje duraba un poco más de un día completo, pues de Barranquilla se enrumbaba a la isla de Bermuda, luego a las islas Azores, para tomar rumbo a Lisboa la ciudad más cercana del continente europeo y de allí a su destino final, los pasajeros debían reponerse del cansancio producido por las largas horas de viaje, del cual, nuestro protagonista no logró escaparse, pues a su regreso tuvo que mantener unos días de reposo antes de recomenzar sus arduas tareas.

Experimentados y conocedores de las condiciones de la juventud colombiana, toda vez que la principal actividad educativa de la comunidad estuvo siempre orientada a formar profesionales técnicos a nivel de bachilleres en las principales ciudades, de manera que una vez instalados en Cúcuta, solo les bastó conseguir el apoyo estatal para comenzar su transcendental labor, aspecto que no resultó de mayor dificultad por cuanto en esos días, el ministerio de Educación Nacional era dirigido por un nortesantandereano, quien tenía mucho interés en favorecer iniciativas como las que le estaban presentando, se trataba del doctor Lucio Pabón Núñez, reconocido dirigente regional, con quien el padre Müller había podido establecer contactos recientes y logrado que, a través del ministerio, se consiguieran algunos recursos que contribuirían a consolidar el proyecto, particularmente en cuanto a la financiación de la construcción, que era el aspecto más dispendioso y de mayor dificultad para resolver en el corto plazo, ya que, la intención de los sacerdotes salesianos era iniciar actividades en los primeros meses de ese año.

Para el padre Müller, según sus palabras, “para el futuro de Cúcuta, la redención de la clase trabajadora, se lograría mediante el aprendizaje de un arte manual y práctico, que habrá de darle los medios necesarios para el sustento y una formación anclada fuertemente en el Evangelio y la doctrina divina.”

A esto agregaba, a manera de metáfora, que lo que venía haciendo la comunidad, en términos de educación, “era como dos ríos que eran la ciencia y la religión y que unidos constituían la redención social, económica y religiosa del campesinado y de la masa obrera.”

Inicialmente, la escuela industrial se planificó para recibir 200 estudiantes, número que aspiraban duplicar en el término de dos años, pues la sorpresa con que habían recibido al padre Müller a su llegada a la ciudad, fue la gran cantidad de estudiantes que se habían matriculado durante los primeros meses que el colegio clásico propuso sus ofertas educativas, pues se habían copado todos los cursos de primaria y los dos primeros de bachillerato, lo que les auguraba el éxito inmediato.

La escuela industrial, como fue su primera denominación, iniciaría los cursos de mecánica, carpintería y electricidad pero desde ese mismo momento había identificado otras necesidades, las cuales irían implementando para ofrecerlas el próximo año que serían las de mecánica automotriz e imprenta, las cuales aún perduran en la actualidad.

Sin embargo, adicionalmente a estas preocupaciones académicas, la gran aspiración del padre Müller fue la construcción de la capilla del colegio, hoy conocida como María Auxiliadora, templo al que le puso todo su entusiasmo y atención en advocación a San Juan Bosco.

Socializada la idea de un instituto técnico industrial con algunos de los más prestantes personajes de la ciudad, las peticiones de apoyo a tan encomiable labor no se hizo esperar.

Por parte de los comerciantes aglutinados en torno a la Cámara de Comercio y de su gremio representado por FENALCO, se dieron a la tarea de colaborar en lo que consideraban sería un gran aporte al progreso de la región, por esos días tan necesitados de personal calificado para ofrecer los servicios de mantenimiento y montaje de equipos, la mayoría importados y que requerían de apoyo técnico de difícil consecución.

Esa propuesta respondía a sus expectativas y por esa razón le brindaron el apoyo suficiente en esa dura etapa de su comienzo.

Quien más se identificó y apoyó el proyecto fue el empresario Antonio Copello Faccini, sin que ello demerite las significativas contribuciones aportadas por otros empresarios entre quienes podemos mencionar, don Nicolás Colmenares, Carlos Luis Peralta y el firme respaldo de la prensa encabezada por el diario Comentarios.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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