Gerardo Raynaud D.
Referirse a personajes de antaño en nuestra ciudad es rememorar anécdotas y
situaciones particularmente graciosas, pero tal vez, una de las características
más peculiares de esta región son los chascarrillos producto de estas mismas
circunstancias.
El “mamagallismo”, en un comienzo se creía exclusivo de esta zona del país,
pero resulta que revisando los escritos de Gabo, encontramos que asegura, que
éste es venezolano.
No es de extrañar pues, que se haya arraigado por estos lares, así como en la costa atlántica, que tanta influencia ha recibido y sigue recibiendo de estos vecinos.
Claro que ha sido más que frecuente esta posición, en la que nos arrebatan
tantas y tan buenas cosas, como que nuestro Salvador Moreno y hasta el maestro
Gutiérrez Calderón, resultaran venezolanos; pero son las realidades de todas
las fronteras, desde que se establecieron las limitaciones abstractas y las
restricciones de circulación, no es seguro, si para proteger la población, la
economía o como control demográfico, político o social.
El hecho es que el “mamagallismo” o gallo cucuteño, ese humor satírico, irónico y burlesco, es la manera picante, desenvuelta y hasta atrevida de resolver situaciones y congraciarse con la gente.
Personajes de todos los estratos sociales, desde los más encumbrados hasta
los menos favorecidos han apelado a esta característica muy local para reírse
de la vida y de sus congéneres cada vez que se presenta la ocasión.
Desde los finos apuntes, como los del reconocido Domingo Pérez Hernández heredados en parte, por su hijo Carlos y que aplicaba con gracia política cuando hubo de tomar importantes decisiones o la de personajes mucho más populares, como don Ciro Téllez, quien con su “mamagallismo” no perdía oportunidad para burlarse hasta de sus clientes, que afortunadamente lo conocían y aunque no fueran de su agrado, lo soportaban.
Esto, por mencionar dos de los muchos personajes “mamagallistas”, algunos
que lo hacían de manera seria, como el recientemente fallecido Cesar Darío
Gómez y otros que se excedían, tanto en sus comentarios como en sus
gesticulaciones y con esto quiero expresar que no se puede negar la noble casta
del “mamagallismo” cucuteño.
Los personajes que vamos a mencionar fueron aquellos que hicieron época por las décadas de comienzos del siglo pasado, cuando el grueso de la ciudad lo componían cuatro barrios, el Llano, La Cabrera, El Callejón y La Playa; por tanto, todos se conocían y las familias se reunían en la glorieta de sus casas desde las cinco de la tarde y con absoluta tranquilidad intercambiaban conversaciones sobre lo ocurrido en el día, eso sí, espantando los zancudos que constituían el mayor de los flagelos.
Los personajes del momento, aquellos que por razones inexplicables,
eran blanco de las burlas, especialmente de los más pequeños y de algunos
adultos que no aguantaban las ganas de retornar a su infancia.
El tuerto Sixto, la Cucaracha y Cocadita serán nuestros primeros invitados.
La ‘Cucaracha’ era una anciana, podrán imaginarse el color de su piel, quien armaba tremenda algarabía cuando le cantaban la popular canción “la cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque le falta, porque le falta… gasolina pa´quemar” y a piedra rechazaba la “chusma” que se la cantaba.
No se supo nada más de ella, pues como todos estos personajes arrabaleros,
se van extinguiendo hasta desaparecer, muchos de ellos sin dolientes que los
extrañen y menos que los recuerden.
De ‘Cocadita’ se decía que era una figura muy curiosa, que tenía una ‘pinta’ como de caricatura mal dibujada y que vestía de manera harapienta, con largos zapatos sucios y vestimenta ingrata.
Era un personaje masculino a pesar del remoquete y resultaba tan
vociferante que se moría de rabia con él mismo, al decir de los cronistas de la
época, como don Luis Alberto Villalobos, de quien extraigo, buena parte de este
escrito.
Cuando los muchachos lo veían y no le gritaban su apodo, los insultaba,
incitándolos a que lo hicieran, entonces los insultaba con su feroz repertorio
de improperios y luego de ese ‘aguacero’ de indecencias, terminaba con su
estribillo: “y agradezcan que no les digo más porque hay familias” y “se lo voy
a decir a don Guillermo”.
Todavía nos preguntamos hoy ¿cuál don Guillermo? y nos responden los
conocedores, ‘es el personaje más estimado de Cúcuta, de mucha independencia de
carácter, propio de su tierra’, el ícono de la persona ecuánime y justa donde
todos depositan su confianza y orienta a los despistados por el camino recto de
la honestidad y la austeridad.
El ‘Tuerto Sixto’ fue un personaje excepcional; cuentan que no veía nada por los ojos pero que lo sabía todo por intuición y picardía. Fue campanero de la iglesia de San Antonio por muchos años y cuando le hacían preguntas difíciles respondía citando pasajes de la Biblia y de esa forma solucionaba el impasse.
Cuentan las malas lenguas, que en alguna oportunidad lo contrataron para
realizar los oficios domésticos en un internado de señoritas y a la vuelta de
pocos meses, algunas de ellas habían dejado de serlo y Sixto argumentó que él,
“nada que ver”.
En cuanto a los populares refranes, muchos de los cuales aún subsisten, vamos a empezar con uno que fue muy famoso entonces y que luego sufrió un cambio abrupto, producto de las adaptaciones, ‘te estás poniendo Carlos Julio’.
Era el aforismo que le decían a quienes se ponían ‘cansones’ con un tema o
una actitud.
Posteriormente incluyeron términos como ‘no canse Carlos Julio” o ‘pásela
Carlos Julio’, todos con el mismo sabor picarón de solicitar al interlocutor
que moderara sus acciones.
Otros refranes que se oyen todavía, sobre todo en boca de los adultos
mayores, “nos jodimos dijo la lora”, “muy seguido dijo Sosa”, interesante sería
conocer al tal Sosa, que según me dicen era un zapatero muy reconocido en la
ciudad.
Este otro también, estuvo de moda y era muy mentado como el corrido de Juan
Charrasquiado, “sálgale a Gregorio Rojas” o “no le quite l’aguamiel a los
zutes”, entre otras, término que ha pasado a buen retiro, pues ya no se oye ni
entre las mejores familias.
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