Gerardo Raynaud D.
Droguería Alemana antes del
terremoto de 1875
Desde los remotos tiempos de su erección, la ciudad se fue consolidando
como el ‘cruce de caminos’ por su ubicación geográfica, entre la Capitanía
General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada, especialmente en lo
referente al tránsito de los conquistadores quienes se desembarcaban, unos en
el puerto de Maracaibo y otros en Cartagena de Indias, pero todos con el mismo objetivo,
adentrarse en las inhóspitas nuevas tierras y tratar de beneficiarse con las
novedades que iban encontrando a medida que avanzaban en las profundidades del
continente y con la esperanza de hallar las riquezas que les ‘pintaban’ quienes
regresaban de esa aventura, que era navegar con rumbo desconocido y retornar
para ‘contar el cuento’.
Esos aventureros, bien fuera que ingresaran a territorio americano por el puerto de El Callao en el Perú o por cualquiera de los desembarcaderos existentes sobre las costas del mar Caribe, luego de sus travesías por el norte del continente, regresaban a sus lugares de origen, tenían la opción de hacerlo bien fuera dirigiéndose a Cartagena o a Maracaibo y quienes esto pensaban, por lo general, enrumbaban sus pertrechos hacia el lugar más práctico y cercano y el que les brindara posibilidades más seguras y cortas y este era el camino a Maracaibo, que dicho sea de paso se hacía por vía fluvial, medio más rápido y seguro para llegar a ese destino.
Esta característica se fue consolidando a través del tiempo y como lo mencionan las crónicas, el carácter de la población que se asentaba en los valles conformados por sus dos ríos, hoy conocidos como Pamplonita y Táchira, se fue tornando, cada día, más amigable, acogedor y hospitalario, tal vez, por las condiciones del clima y por las estrechas relaciones que fue estableciéndose entre los vecinos de uno u otro lado de las riberas de sus ríos tutelares.
Fuera casual o no la división que se hiciera posteriormente y que configurara
dos países separados por una línea imaginaria representada por una corriente de
agua, no fue suficiente para diferenciar los rasgos característicos de los
habitantes de una orilla o la otra, por esta razón, cuando se habla de los
primeros extranjeros, debo aclarar que no se hace referencia a los
vecinos de ahora, como tontamente se pretende interpretarlo hoy en día.
En los albores de la ciudad, ‘reinaba la más pura confraternidad y familias y negocios crecían al calor de los vínculos de la tradición y del espíritu’, se leía en uno de los artículos del diario Comentarios al referirse a los primeros pobladores de la región.
La principal migración fue sin duda la venezolana, así no se interpretara
como tal, a pesar de que su procedencia, era de Maracaibo y seguida muy de
cerca por los italianos.
A propósito de esta situación, cito a don Julio Pérez Ferrero, que antes
del terremoto había una colonia de itálicos que por razones desconocidas
abandonaron estas tierras ‘tan propicias para el negocio’.
Posteriormente y atraídos por las facilidades para establecerse en esta
tierra, fueron llegando otras migraciones, unas que se quedaron y otras, por
razones diversas tuvieron que regresar; me refiero a la oleada de viajeros
sirio-libaneses y alemanes.
De estos últimos, hicimos mención en una crónica anterior publicada con el
nombre de “Por qué se fueron los alemanes”.
De los italianos podemos hacer una larga lista de personajes que
contribuyeron al progreso y al desarrollo de la ciudad, desde los primeros que
se establecieron antes del terremoto hasta aquellos que ayudaron a la
reconstrucción y que fundaron casas de comercio de reconocida reputación, la
más distinguida, la Casa Ríboli, que posteriormente se transformó en Tito Abbo
Jr. & Hno., luego adquirida por Almacenes Ley y finalmente hoy Almacén
Éxito.
Eran tan unidos y solidarios que hasta tuvieron Consulado, no solo con
Cónsul sino además con vicecónsul, por si las dudas.
En cuanto a los alemanes, el primero de que se tiene noticia se apellidaba Huber. Fue tal vez, administrador o propietario de la droguería Alemana, el único edificio que quedó en pie tras el terremoto de 1875.
En la fotografía puede verse el edificio donde funcionaba dicho
establecimiento, en la actual calle doce.
Los alemanes, urgidos de materias primas, fueron impulsados por su
gobernante Otto von Bismarck a desplegarse por el mundo para garantizar el
desarrollo de su industria, lo que hizo que se generara una afluencia de
germanos por todo el mundo, pero particularmente, por América y África.
Por estos confines, llegaron por la vía de Maracaibo y se desplazaron hasta la región fronteriza, incluidas San Cristóbal, Cúcuta y especialmente Bucaramanga, donde se afincaron y lograron tener gran influencia, tanto en lo económico como en lo político.
En Cúcuta, se adueñaron del comercio mayorista y se ubicaron en las
esquinas aledañas del parque principal, hoy Parque Santander; eran grandes
compradores de café, quina, añil y cacao que exportaban aprovechando las
ventajas del ferrocarril y la cercanía con el puerto de Maracaibo y traían
importadas, maquinaria, herramientas y utensilios para el hogar.
Tenían el monopolio de las importaciones y exportaciones a través de sus
grandes compañías Breuer Moller & Co., Van Dissel, Rode & Co., Beckman
& Co. y la Casa Comercial de W. Steinworth.
Los alemanes explotaron la plaza y explotaron a una generación de cucuteños, que con resignación, lealtad y respeto les entregaron su trabajo, pues los alemanes eran mirados con verdadera superioridad y solemnidad humana.
Lo que no se puede negar fue cómo estimulaban el cumplimiento del deber, la
competencia y el sano juicio.
Sus empleados lo eran por 25 años de servicios al cabo de los cuales los
‘jubilaban’ con un cheque de dos o tres mil pesos, circunstancia no conocida
por entonces.
‘Pero lo que hubiesen dado fue muy poco, porque la ganancia era mucha’,
pues no invirtieron nada en la ciudad ni edificaron nada, con la excepción de
don Cristian Andressen Moller quien llevado más por el amor de su esposa
cucuteña que por los sentimientos desinteresados de agradecimiento le construyó
la preciosa Quinta Teresa, completamente renovada en la actualidad.
Y para terminar con esta crónica, la colonia sirio-libanesa, más estable y afortunada en los negocios, muy discreto y progresistas, se caracterizaron por afianzarse en esta tierra, cooperando con ella, levantando sus hogares y agradeciéndola por la felicidad y riqueza que les ha brindado.
Muchas modernas edificaciones fueron construidas por entusiastas elementos
de la colonia sirio-libanesa, cuyos nombres son innecesarios mencionar pero que
la ciudad entera los conoce y les agradece.
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