Eduardo Yáñez Canal (Tomado libro inédito
“El Baloncesto en Colombia”. 1994).
Corresponde
a un encuentro de baloncesto entre los colegios Provincial de Pamplona y de La
Salle (Sagrado corazón) de 1949, tomada en Pamplona durante un intercambio de
los dos colegios lasallistas. Recordamos a sus integrantes, de izquierda a
derecha, de pie el equipo La Salle: Entrenador Cardozo, Eloy Romero, Álvaro
Gil, “Turilo” Dávila, Peñaloza, José León Labrador, Luis Corzo R., Erasmo
Hernández, Jaime Acevedo, Jorge Rivera. El equipo del Provincial, agachados:
Arnaldo Sandoval, Alfonso Rugeles, Rafael Mondragón, Mario Meneses, Ricardo
Gómez, Darío Ordóñez, Humberto Meneses, Hugo Castellanos, José Gregorio Gilly y
Humberto Montañez (entrenador).
“…Es Alberto Galvis Ramírez, en su libro
“Laureles” (1988), publicado con motivo de los 20 años de Coldeportes, quien
revela que el baloncesto llegó a Colombia gracias a una persecución…relata así
esta original historia:
“… El baloncesto vino de carambola, gracias
a una persecución político-religiosa de que fueron víctimas los hermanos
franceses de la comunidad lasallista por el jefe del gobierno francés, en 1902,
Emilio Combes, quien promulgó una ley por medio de la cual prohibía ejercer la
educación a las comunidades religiosas porque consideraba que sus tendencias y
enseñanzas eran retardatarias y sus métodos excesivamente represivos.
“Ya desde 1890 habían llegado a Colombia
los primeros lasallistas y después de 1902 la comunidad aumentó de manera
rápida por el obligatorio éxodo.
En Colombia fueron bien recibidos los
Hermanos Cristianos, quienes fundaron varios colegios y lograron calar en los
hogares de una sociedad recogida, religiosa y conservadora, como la de
comienzos de siglo…”.
Más adelante, Galvis Ramírez precisa que
fue en 1910, con la llegada al colegio
de La Salle en Bogotá del hermano Arturo
Monier –cuyo nombre de pila era Arturo Gedeón Marié- nuevo prefecto de
disciplina, que surgió el baloncesto como fuerte competidor de las revistas
gimnásticas que monopolizaban la llamada cultura física de los educandos.
Sin embargo, al principio el hermano Arturo
se limitó a enseñar sólo detalles del deporte-cesta y dejó pasar 12 años antes
de decidirse a traducir el reglamento del francés y a importar e introducir
balones en los recreos de sus alumnos.
Sigue Alberto Galvis Ramírez:
“…Su posterior vinculación al colegio
Provincial de Pamplona, Norte de Santander, fue decisivo para que el oriente
colombiano se convirtiera en la meca de este deporte, porque el educador se
preocupó por difundirlo hasta hacerlo la actividad insignia de la región…”.
Al respecto, el periodista cucuteño Luis
Fernando Carrillo, en artículo titulado “Fueron aquellos tiempos…” publicado en
la revista “Antología del Baloncesto, 1930- Norte de Santander- 1955” precisa
la importancia del religioso en la región:
“…Cuando se piensa en la historia de Cúcuta
hay que mirar necesariamente hacia la comunidad de los hermanos cristianos que
ubicados desde su llegada en la Quinta Teresa, calles quince y dieciséis de la
Avenida Cuarta de la geografía de la ciudad , promovieron toda clase de
actividades culturales entre ellas el basketball que entró por la puerta de esa casa llena de
recuerdos llevado de la mano de Arturo Monier, quien un día desembarcó de
Francia trayendo entre su bagaje educativo una pelota de basketball y en su
cabeza las rudimentarias reglas de un deporte que pronto echaría buena simiente
en una ciudad que como Cúcuta lo ha hecho su bandera, su insignia en las
competiciones.
“Para ese entonces, en los primeros días de
la década del treinta, Cúcuta era un pueblo sano todavía. El deporte hacía sus
primeros pinos. El fútbol era el popular como lo recuerdan las fotografías de
la época en la plazoleta que hoy es el “parque de la bola” o el Parque
Nacional.
“Pero el basket prendió rápidamente. No
importaba que tuviera que jugarse sobre cancha de tierra; las de ladrillo,
cemento y las modernas de madera vendrían después, en tableros rústicos
prendidos algunas veces sobre una mata de coco.
“Las incomodidades eran lo de menos para un
pueblo que desde el primer momento, como premonición de su destino, atizaría la
fogata de su deporte bandera en el futuro.
“Fue tal el apego del hermano Arturo a
Cúcuta, una vez vista la acogida que había tenido el nuevo deporte que,
afectado por problemas cardíacos, escogió a esa ciudad para pasar los últimos
años de su vida como prefecto de disciplina del Sagrado Corazón. Allí murió, en 1968.
“Sin embargo, su obra ya había germinado y
nunca moriría. La actividad del baloncesto empezó a girar alrededor de los
colegios lasallistas en todo el país, especialmente en Bogotá, donde se
construyó el que fuera el primer escenario deportivo, que
contaba con canchas reglamentarias…”.
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