jueves, 11 de junio de 2015

769.- LOS PRIMEROS SEMAFOROS DE CUCUTA



Gerardo Raynaud

Vista de los primeros semáforos ubicados en la esquina de la calle once con avenida Cero

Sólo han transcurrido 37 años desde que se instalaron los primeros semáforos en la ciudad pero ese tiempo es una eternidad en esta época de avances tecnológicos, más cuando se trata de desarrollos de servicios del sector público, tan carente de visión como de sentido práctico de las cosas, en especial de las que atañen al bienestar y comodidad de la población.

Pues bien, dadas las condiciones de nuestra red semaforizada, donde algunos puntos fueron instalados sin criterio técnico, es interesante recordar cómo fueron esos inicios, por allá en el no tan lejano año 76 del pasado siglo.

El esquema de semáforos comenzó, de acuerdo con la programación de la administración municipal, instalándolos en las calles diez y once y los “aparatos”, según decían entonces, tienen como finalidad “regularizar y ordenar el tránsito”, sin embargo, más de un escéptico se preguntaba, cuánto durarían, teniendo en cuenta el espíritu destructor del cucuteño. 

Pero vamos a repasar la historia de estos primeros semáforos; después de un largo proceso de invitaciones a licitar, la opción recayó en la empresa de mayor conocimiento y experiencia en esta clase de proyectos, Siemens de Colombia.

Después de una serie de análisis técnicos los puntos quedaron establecidos, tanto para la regulación del tránsito automotor como peatonal.

En cuanto a este último punto, la verdad es que me asalta la duda, pues no los había visto hasta que intervinieron las cuatro esquinas del Parque Santander, así pues, desde entonces, los peatones deben ceñirse a verificar que los semáforos automotores le dan la “posibilidad” de cruzar, no sin antes, tener el cuidado extremo que algún motorizado no se pase por alto la luz roja.

Los primeros semáforos instalados fueron los de la calle diez entre las avenidas cero y octava y los de la calle once entre las avenidas  séptima y cero.

Desde el mismo momento del anuncio de la ejecución de este proyecto, algunos maliciosos, de esos que pululan en la ciudad, lanzaron el comentario que los equipos que se instalarían eran unos “viejos” que habían sido sacados de circulación en alguna de las grandes ciudades y que serían colocados en la ciudad; ante estas críticas, el mismo ingeniero Luis Alberto González, técnico al frente del equipo instalador, tuvo que desmentir las versiones y en rueda de prensa realizada en el local donde funcionaba la sede del proyecto, enseñó a los incrédulos asistentes, toda la parafernalia que constituía la maraña de dispositivos que serían instalados y garantizados con la seriedad de la compañía alemana.

Además de los puntos de intersección, se instalará, en el palacio municipal, el control máster desde el cual se podrán maniobrar las señales para agilizar el desplazamiento vehicular cuando se presenten interrupciones en las dos vías señaladas, así como en cada una de las avenidas que las atraviesan.

El técnico Francisco Sáenz y el director de la obra, González, así como el interventor del municipio, el ingeniero Contreras, insistieron en que además de las especificaciones anteriores, cada ‘aparato’ contará con su equipo debidamente sincronizado que permitirá el control del tránsito en cada intersección.

Pero lo más novedoso, tal vez, sería el programa de “ola verde” que se programaría en las dos vías arterias, para que el flujo vehicular fuera lo más expedito posible y se eliminaran las conocidas “galletas” que ya comenzaban a originarse.

Adicionalmente, la empresa agregó que los equipos instalados eran de última tecnología, pues eran totalmente transistorizados y funcionales para su mantenimiento. 

Por tratarse de un equipamiento tan avanzado, estos podían manejarse, además del control automático, cada uno de manera individual y manualmente, en caso necesario.

En el ‘control máster’, la tecnología era ‘de película’, allí se habían instalado tres programas de manejo de la red en los que se consideraba las distintas alternativas que podrían presentarse en cuanto al flujo vehicular se refería; el primero, el de las horas ‘pico’ en las que se daría la famosa ‘ola verde’ que permitía aligerar el tránsito por las vías de entrada y salida del centro de la ciudad; el segundo, el programa normal para las llamadas horas ‘valles’ y un tercer programa para los ‘casos especiales’, desfiles, procesiones, funerales o entierros, etc., incluso habían incluido, un programa para las horas nocturnas, donde el tránsito disminuía o desaparecía, prácticamente.

Algunos inconvenientes, aunque de menor consideración pero que no podían faltar, fueron los hurtos y las pérdidas de algunos dispositivos, especialmente los más comunes, como relojes y las demoras que se presentaron en las entregas de los materiales por efecto de los trámites de nacionalización; problemas todos, que fueron resueltos con la intervención de las compañías aseguradoras quienes reconocieron los pagos por esos siniestros.

Para cerrar el circuito semaforizado, el municipio contrató con la misma empresa, un punto adicional que consideraron de la mayor importancia en términos de vialidad para la ciudad.

En la intersección de la Diagonal Santander con Avenida Cero se había detectado un punto de gran confluencia y que era necesario intervenir para darle mayor fluidez al desplazamiento vehicular, en especial, del que se generaba por la entrada y salida de los automotores hacia y desde la terminal de transportes.

Allí se instaló un punto semaforizado independiente de lo que llamaron en ese momento ‘la red central’, esto es, sin coordinación con los demás semáforos.

En esa época, esa discrepancia no originaba ninguna dificultad vial, así que durante varios años, esos semáforos quedaron aislados y sólo cuando se produjo la ampliación de la red, se integró al sistema.

En la presentación previa que se hizo de la semaforización a los habitantes de la ciudad, no hubo como tal, una socialización del programa, ni se hizo una divulgación apropiada del comportamiento que debía tenerse durante la etapa de ‘aprendizaje’, razón por la cual, se presentaron algunas colisiones menores, en las esquinas donde se instalaron, además de que no hubo una etapa de transición con orientación, tanto a los automovilistas como a los peatones.

En los primeros días, por la falta de costumbre se cometían las omisiones de pare ante las luces rojas, infracciones que eran comunes y que por entonces no se sancionaban, ni siquiera con los ahora conocidos comparendos pedagógicos, que no existían.

Sin embargo, la queja más generalizada por parte de los usuarios fue la no colocación de los llamados ‘semáforos pescantes’, los cuales se colocan en cada uno de los carriles, lo que les permite a los beneficiarios visualizarlos más fácilmente.

Ante esta crítica, el ingeniero Contreras, responsable del proyecto en representación del municipio, explicó que se había decidido por la alternativa que le representaba a la administración municipal la mayor economía, toda vez que el presupuesto destinado  a este proyecto solamente alcanzaba para el trabajo que se realizó, sin embargo, hizo énfasis que el sistema garantizaba la seguridad tanto para los conductores de vehículos como para los peatones.

Esa misma red, instalada hace casi treinta años, sigue funcionando, con algunas modificaciones y actualizaciones, lo que habla bien de los contratistas originales, pues a pesar de los avances tecnológicos, bien que mal siguen en pie y prestan el servicio para el cual fueron diseñados.

Posiblemente no con la eficacia que desearíamos, pero ante la falta de visión y de ‘plata’, de las últimas administraciones de la ciudad, no avizoramos, en el corto plazo, la posibilidad de tener una moderna red de semáforos, inteligentes y controlados digitalmente,  como en cualquier ciudad medianamente avanzada de cualquier país del mundo.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario