Palabras
del Dr. Carlos Celis Carrillo en SNARE
Difícil es a estas edades, gozar de una mente
conservada y despierta, que pueda describir de forma sintetizada y acertada,
los grandes sentimientos que nos embarga, al asistir a un acto tan
significativo e importante, como es este al que asistimos en esta noche.
Mis mas sentidos agradecimientos a la directiva de
SNARE, y en especial a los doctores Carlos Cruz Contreras y Aldo Fuentes, por
tan extraordinarias manifestaciones de aprecio a mi persona y por darme esta
honrosa oportunidad de saludar a todos mis queridos colegas, en una efemérides
tan grandiosa, como es esta, de cumplir SNARE 50 años de laborar por el
progreso de la medicina y de la salud de nuestra comunidad, y un saludo muy
especial a los distinguidos colegas que nos visitan y nos honran con su
presencia.
Nos hemos ganado con toda justicia, un puesto muy
importante entre los profesionales de todas las disciplinas, con una
preparación suficiente y científica, una actualización permanente y un
ejercicio sometido a las normas constitucionales, legales y éticas.
Somos un grupo organizado, moderno, que nos ha
permitido sobresalir en todas nuestras actividades gremiales, en tal forma de
poder gozar hasta de beneficios, propios de instituciones muy adelantadas y con
muchos recursos.
Se me ha pedido presentar una pequeña historia de la
Anestesiología en Cúcuta, que me ha traído una doble dificultad: por una parte
el tener que mencionar mi nombre, de pronto no tan merecidamente, y por otra, el
que en su comienzo, no aparezca dicha historia como muy científica, y a veces,
más bien un poco anecdótica.
Arrancaríamos desde enero de 1940, es decir 68 años,
pero no se asusten, pues quiero contarles que en mi larga vida profesional y
pública, siempre me guió algo que leí alguna vez: ¨ El secreto de un buen
discurso, es tener un buen comienzo y un buen final, y luego tratar que ambos
estén lo más cerca posible¨. Trataré de cumplir lo mejor que pueda, la segunda
parte de esta norma.
Para esas fechas no existían Residencias para preparar
anestesiólogos, y la práctica se adquiría durante la carrera de Medicina por
normas de las Facultades, o por vocación del estudiante.
Los médicos que prestamos estos servicios, desde 1953
y años posteriores, ASCOFAME el 9 de marzo de 1965, previa comprobación de
capacitación, idoneidad y experiencia, nos concedió el título de Especialistas
en Anestesiología, a todos los
profesionales que en todo el país se encontraban en dichas circunstancias.
Con esta medida, se puso un pilar muy importante, para
la presentación de la futura ley correspondiente, como aparece posteriormente en el párrafo 1
del artículo 2º de la Ley 06 de 1991, que dice:
¨Podrán también ejercer como médico especializado en
Anestesiología y Reanimación, aquel que con anterioridad a la vigencia de la
presente ley, haya obtenido el título correspondiente otorgado por facultades o
escuelas universitarias o refrendado por la Asociación Colombiana de Facultades
de Medicina, ASCOFAME, legalmente establecidas por el estado colombiano.
Si mi memoria no me falla, el primer profesional
médico en aplicar anestesia en Cúcuta
fue el doctor Jorge Hartmann Perdomo, quien utilizaba una máquina Mackeson y
quien atendía el Hospital San Juan de Dios, cuando sus compromisos en el de
Tibú se lo permitía, por ahí en el año de 1940.
En 1953, fecha de nuestra incorporación al Hospital
San Juan de Dios, preparado con cursillos dictados por el doctor Juan Marín, y
algunas prácticas exigidas por la Universidad de Antioquia, se me nombró
anestesiólogo del Hospital San Juan de Dios.
No me resisto a la tentación de contar, no como una
crítica, no, de ninguna manera, sino como cosas llamémoslas anecdóticas,
propias de toda historia, en épocas sencillas, sin muchos medios de adelantos,
y a la cual me refería al principio, los anestésicos eran el cloroformo, éter o
la mezcla de Sleich, aplicada con máscara por una hermana de la caridad, o por
un amigo del cirujano, dirigido por el mismo médico, guiado por el color de la
sangre y relajación.
La raquídea la colocaba el cirujano, y si necesitaba
pentotal para terminar la cirugía, lo
aplicaba la Circuladora, quien colocaba una mota de algodón en una fosa nasal
para comprobar si respiraba.
El diagnóstico de las complicaciones eran muy fáciles
y convincentes: ¨síncope azul¨ o ¨estaba muy débil y no aguantó la anestesia¨.
Cuando iniciamos el procedimiento de entubación, un
profesional solicitó ante el director del hospital la presencia del
especialista respectivo, para comprobar su exacta aplicación, y un médico me
obsequió unas ampollas con un derivado del curare, traído hacía muchos años de
París, informándome que servía para relajar, pero que lo usara con mucho
cuidado porque se lo había aplicado a una materna, y según él, le había dado
¨una apnea que fue definitiva¨.
Debo reconocer, que jamás podré retribuir en algo las
demostraciones de afecto, solidaridad y de estímulo, de todo el personal del
hospital, pero sobre todo del médico, que me permitió seguir adelante, con
tantas limitaciones y dificultades.
No sería justo, si dejara de nombrar un médico,
inteligente, inquieto, estudioso, que trataba de suplir tantas falencias en esa
época, en actividades como en rayos X, anestesia y cirugía, el doctor Mario
Mejía Díaz, a quien debemos un reconocimiento bien merecido.
En 1957, la presencia de los doctores Jorge Cruz Gómez
y Rosendo Cáceres Durán, dio un avance, muy importante en disponibilidad y
adelanto en lo que nosotros llamábamos el servicio de anestesiología.
De ellos, todo lo que significó la ayuda médica, algo
que recuerdo mucho más, fue su calor humano, su significado de compañerismo, de
hermanos, que entre otras cosas me permitió gracias a su colegaje, ejercer por
mucho tiempo mi otra pasión, la vida pública.
Del doctor Cáceres en varias ocasiones yo he dicho.
¨De eso tan bueno, ya no viene¨.
En 1958, los tres logramos crear la Sociedad
Nortesantandereana de Anestesiología y Reanimación.
Creadas las Residencias, en 1961 llegó el doctor
Manuel Antonio Ruan Guerrero y en 1963 el doctor Jorge Montañez Chacón de
grande ayuda científica y gremial.
Al mencionar al doctor Manuel Antonio Ruan, me viene a
la mente el nombre de colegas muy queridos, que se nos adelantaron a la cita
que tenemos todos con nuestro Creador, los doctores Edgar Urbina Lara, Jorge Colmenares
Espinosa.
Muy recordado el doctor Ruan, con una gran mente creadora,
a quien nuestra sociedad médica y el deporte en el departamento, le deben
muchas iniciativas de gran beneficio colectivo. De él decía yo al despedirlo en
la iglesia, que jamás había conocido una persona que hiciera tantas cosas
importantes en forma tan callada, que hasta para morir lo hizo, encerrado en su
apartamento, sin crearle dificultades ni molestias a nadie.
Decía al principio que muy gentilmente se me solicitó
elaborar una corta historia de la anestesiología en Cúcuta, y pecaría de grave
olvido si no tratara un tema, difícil, espinoso; no de nuestra ciudad sino de
todo nuestro país, y que afortunadamente se ha ido resolviendo en buena parte
gracias al buen manejo de nuestras directivas.
La llegada de los anestesiólogos especialistas
solicitando honorarios aceptables de acuerdo a su preparación y responsabilidad
en el manejo de los enfermos, trajo dificultades con otras especialidades y con
entidades hospitalarias, que no aceptaban tal situación, con médicos que según
ellos, no aportaban pacientes.
Apareció un personal, algunas veces de auxiliares de
enfermería, llamados auxiliares de anestesia,
y que muchas veces fueron utilizados como anestesiólogos. Esto prendió
más las alarmas de la Sociedad de Nacional de Anestesiología, quienes después
de muchos estudios, consideraron la necesidad de una ley que reglamentara la
especialidad.
En mi concepto, este es el verdadero origen de la ley:
La necesidad de darle todas las garantías científica a los pacientes en sus
intervenciones quirúrgicas, muy contrario a muchas especulaciones ajenas.
Sinceramente no fue fácil. La Sociedad Nacional hizo
todo un esfuerzo insigne en la preparación del ante-proyecto. Al llevarlo al
Congreso, entre otras cosas, aparecíamos 42 médicos parlamentarios, lógicamente
de otras especialidades, que no entendían porque la anestesiología sí y las
otras no.
Gracias a la acción de la Sociedad Nacional, al de
todas las Seccionales, en el necesario cabildeo con la representación
parlamentaria regional y a la ayuda de congresistas muy especiales como la
doctora Martha Catalina Daniel, se consiguió el buen ambiente para el trámite
respectivo.
Hubo un paso muy especial que he dudado mucho en
contarlo. En fin, durante 3 períodos en la Cámara, conseguimos su aprobación,
pero al llegar al Senado, nunca le quisieron dar el trámite necesario. Personalmente
al yo llegar al Senado, solicité la ponencia de dicha ley, y así logramos su
aprobación definitiva.
Hay un trámite al cual no le hemos hecho su merecido
reconocimiento. En mi relato anterior falta algo muy importante y a veces el
más difícil, porque depende del Ministerio de Salud, y es la reglamentación de
ley, dependiendo de una gran gestión en este caso de la Sociedad Nacional, hoy
SCARE.
El desarrollo gremial y científico, hasta el día de
hoy, ha dependido de la magnífica gestión de nuestras directivas, quienes
merecen todo el apoyo y el reconocimiento de todos los asociados.
Hace unos años, mi vanidad no me permite confesar
cuantos, mis familiares y amigos muy gentilmente me celebraban mis 80 añitos, y
decía que al llegar a estas edades si uno se ha portado bien, como nos pedían
nuestros padres, y si hacemos un balance entre las cosas buenas y las malas,
indudablemente son más las buenas, como esta, que agradezco en todo su valor por
venir de personas como ustedes.
Es usual también, que las personas mayores convencidos
de nuestra experiencia, tratemos de dar consejos a los jóvenes, aunque un
gracioso decía: ¨Los viejos dan buenos consejos porque ya no pueden dar malos
ejemplos¨.
Pero yo si quiero decirles que en esta época tan
difícil, de malestar tan grande en el ejercicio de la medicina, golpeada por su
globalización y la acción de intereses económicos ajenos a la profesión, no
queda más remedio que tratar de convencer y no tratar de vencer siempre.
Cuando se entra en la madurez se tiene gran temor de
llegar a la vejez, pero no, tiene sus cosas buenas, nos contemplan más, y entre
otras cosas por ejemplo, ya no nos dicen que somos hipocondríacos, sino que
realmente estamos enfermos, y nuestros seguros médicos comienzan a dar
resultados.
Permítanme que aproveche esta oportunidad, abusando de
su gentileza, para como siempre agradecer a mi querida familia por su
permanente solidaridad y muestras de amor, y especialmente a doña Ligia, quien
es la verdadera merecedora de muchos de los reconocimientos que se nos hacen, y
que desafortunadamente en nuestra nueva y pequeña casa, no hubo espacio
suficiente para colgar tantas medallas, pergaminos, placas, resoluciones,
etc…nacionales e internacionales, que ha recibido por sus servicios a nuestra
comunidad.
A ustedes colegas y amigos, lástima que solo conozco
la palabra GRACIAS, pero dicha con la mayor gratitud y admiración, y reciban
ustedes y su familia lo que para mí es lo más grande en nuestra vida: QUE DIOS
LOS BENDIGA!
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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