miércoles, 29 de julio de 2015

785.- HISTORIA DE LA ANESTESIOLOGIA EN CUCUTA



Palabras del Dr. Carlos Celis Carrillo en SNARE


Difícil es a estas edades, gozar de una mente conservada y despierta, que pueda describir de forma sintetizada y acertada, los grandes sentimientos que nos embarga, al asistir a un acto tan significativo e importante, como es este al que asistimos en esta noche.

Mis mas sentidos agradecimientos a la directiva de SNARE, y en especial a los doctores Carlos Cruz Contreras y Aldo Fuentes, por tan extraordinarias manifestaciones de aprecio a mi persona y por darme esta honrosa oportunidad de saludar a todos mis queridos colegas, en una efemérides tan grandiosa, como es esta, de cumplir SNARE 50 años de laborar por el progreso de la medicina y de la salud de nuestra comunidad, y un saludo muy especial a los distinguidos colegas que nos visitan y nos honran con su presencia.

Nos hemos ganado con toda justicia, un puesto muy importante entre los profesionales de todas las disciplinas, con una preparación suficiente y científica, una actualización permanente y un ejercicio sometido a las normas constitucionales, legales y éticas.

Somos un grupo organizado, moderno, que nos ha permitido sobresalir en todas nuestras actividades gremiales, en tal forma de poder gozar hasta de beneficios, propios de instituciones muy adelantadas y con muchos recursos.

Se me ha pedido presentar una pequeña historia de la Anestesiología en Cúcuta, que me ha traído una doble dificultad: por una parte el tener que mencionar mi nombre, de pronto no tan merecidamente, y por otra, el que en su comienzo, no aparezca dicha historia como muy científica, y a veces, más bien un poco anecdótica.

Arrancaríamos desde enero de 1940, es decir 68 años, pero no se asusten, pues quiero contarles que en mi larga vida profesional y pública, siempre me guió algo que leí alguna vez: ¨ El secreto de un buen discurso, es tener un buen comienzo y un buen final, y luego tratar que ambos estén lo más cerca posible¨. Trataré de cumplir lo mejor que pueda, la segunda parte de esta norma.

Para esas fechas no existían Residencias para preparar anestesiólogos, y la práctica se adquiría durante la carrera de Medicina por normas de las Facultades, o por vocación del estudiante.

Los médicos que prestamos estos servicios, desde 1953 y años posteriores, ASCOFAME el 9 de marzo de 1965, previa comprobación de capacitación, idoneidad y experiencia, nos concedió el título de Especialistas en  Anestesiología, a todos los profesionales que en todo el país se encontraban en dichas circunstancias.

Con esta medida, se puso un pilar muy importante, para la presentación de la futura ley correspondiente,  como aparece posteriormente en el párrafo 1 del artículo 2º de la Ley 06 de 1991, que dice:

¨Podrán también ejercer como médico especializado en Anestesiología y Reanimación, aquel que con anterioridad a la vigencia de la presente ley, haya obtenido el título correspondiente otorgado por facultades o escuelas universitarias o refrendado por la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, ASCOFAME, legalmente establecidas por el estado colombiano.

Si mi memoria no me falla, el primer profesional médico en aplicar anestesia  en Cúcuta fue el doctor Jorge Hartmann Perdomo, quien utilizaba una máquina Mackeson y quien atendía el Hospital San Juan de Dios, cuando sus compromisos en el de Tibú se lo permitía, por ahí en el año de 1940.

En 1953, fecha de nuestra incorporación al Hospital San Juan de Dios, preparado con cursillos dictados por el doctor Juan Marín, y algunas prácticas exigidas por la Universidad de Antioquia, se me nombró anestesiólogo del Hospital San Juan de Dios.

No me resisto a la tentación de contar, no como una crítica, no, de ninguna manera, sino como cosas llamémoslas anecdóticas, propias de toda historia, en épocas sencillas, sin muchos medios de adelantos, y a la cual me refería al principio, los anestésicos eran el cloroformo, éter o la mezcla de Sleich, aplicada con máscara por una hermana de la caridad, o por un amigo del cirujano, dirigido por el mismo médico, guiado por el color de la sangre y relajación.

La raquídea la colocaba el cirujano, y si necesitaba pentotal  para terminar la cirugía, lo aplicaba la Circuladora, quien colocaba una mota de algodón en una fosa nasal para comprobar si respiraba.

El diagnóstico de las complicaciones eran muy fáciles y convincentes: ¨síncope azul¨ o ¨estaba muy débil y no aguantó la anestesia¨.

Cuando iniciamos el procedimiento de entubación, un profesional solicitó ante el director del hospital la presencia del especialista respectivo, para comprobar su exacta aplicación, y un médico me obsequió unas ampollas con un derivado del curare, traído hacía muchos años de París, informándome que servía para relajar, pero que lo usara con mucho cuidado porque se lo había aplicado a una materna, y según él, le había dado ¨una apnea que fue definitiva¨.

Debo reconocer, que jamás podré retribuir en algo las demostraciones de afecto, solidaridad y de estímulo, de todo el personal del hospital, pero sobre todo del médico, que me permitió seguir adelante, con tantas limitaciones y dificultades.

No sería justo, si dejara de nombrar un médico, inteligente, inquieto, estudioso, que trataba de suplir tantas falencias en esa época, en actividades como en rayos X, anestesia y cirugía, el doctor Mario Mejía Díaz, a quien debemos un reconocimiento bien merecido.

En 1957, la presencia de los doctores Jorge Cruz Gómez y Rosendo Cáceres Durán, dio un avance, muy importante en disponibilidad y adelanto en lo que nosotros llamábamos el servicio de anestesiología.

De ellos, todo lo que significó la ayuda médica, algo que recuerdo mucho más, fue su calor humano, su significado de compañerismo, de hermanos, que entre otras cosas me permitió gracias a su colegaje, ejercer por mucho tiempo mi otra pasión, la vida pública.

Del doctor Cáceres en varias ocasiones yo he dicho. ¨De eso tan bueno, ya no viene¨.

En 1958, los tres logramos crear la Sociedad Nortesantandereana de Anestesiología y Reanimación.

Creadas las Residencias, en 1961 llegó el doctor Manuel Antonio Ruan Guerrero y en 1963 el doctor Jorge Montañez Chacón de grande ayuda científica y gremial.

Al mencionar al doctor Manuel Antonio Ruan, me viene a la mente el nombre de colegas muy queridos, que se nos adelantaron a la cita que tenemos todos con nuestro Creador, los doctores Edgar Urbina Lara, Jorge Colmenares Espinosa.

Muy recordado el doctor Ruan, con una gran mente creadora, a quien nuestra sociedad médica y el deporte en el departamento, le deben muchas iniciativas de gran beneficio colectivo. De él decía yo al despedirlo en la iglesia, que jamás había conocido una persona que hiciera tantas cosas importantes en forma tan callada, que hasta para morir lo hizo, encerrado en su apartamento, sin crearle dificultades ni molestias a nadie.

Decía al principio que muy gentilmente se me solicitó elaborar una corta historia de la anestesiología en Cúcuta, y pecaría de grave olvido si no tratara un tema, difícil, espinoso; no de nuestra ciudad sino de todo nuestro país, y que afortunadamente se ha ido resolviendo en buena parte gracias al buen manejo de nuestras directivas.

La llegada de los anestesiólogos especialistas solicitando honorarios aceptables de acuerdo a su preparación y responsabilidad en el manejo de los enfermos, trajo dificultades con otras especialidades y con entidades hospitalarias, que no aceptaban tal situación, con médicos que según ellos, no aportaban pacientes.

Apareció un personal, algunas veces de auxiliares de enfermería, llamados auxiliares de anestesia,  y que muchas veces fueron utilizados como anestesiólogos. Esto prendió más las alarmas de la Sociedad de Nacional de Anestesiología, quienes después de muchos estudios, consideraron la necesidad de una ley que reglamentara la especialidad.

En mi concepto, este es el verdadero origen de la ley: La necesidad de darle todas las garantías científica a los pacientes en sus intervenciones quirúrgicas, muy contrario a muchas especulaciones ajenas.

Sinceramente no fue fácil. La Sociedad Nacional hizo todo un esfuerzo insigne en la preparación del ante-proyecto. Al llevarlo al Congreso, entre otras cosas, aparecíamos 42 médicos parlamentarios, lógicamente de otras especialidades, que no entendían porque la anestesiología sí y las otras no.

Gracias a la acción de la Sociedad Nacional, al de todas las Seccionales, en el necesario cabildeo con la representación parlamentaria regional y a la ayuda de congresistas muy especiales como la doctora Martha Catalina Daniel, se consiguió el buen ambiente para el trámite respectivo.

Hubo un paso muy especial que he dudado mucho en contarlo. En fin, durante 3 períodos en la Cámara, conseguimos su aprobación, pero al llegar al Senado, nunca le quisieron dar el trámite necesario. Personalmente al yo llegar al Senado, solicité la ponencia de dicha ley, y así logramos su aprobación definitiva.

Hay un trámite al cual no le hemos hecho su merecido reconocimiento. En mi relato anterior falta algo muy importante y a veces el más difícil, porque depende del Ministerio de Salud, y es la reglamentación de ley, dependiendo de una gran gestión en este caso de la Sociedad Nacional, hoy SCARE.

El desarrollo gremial y científico, hasta el día de hoy, ha dependido de la magnífica gestión de nuestras directivas, quienes merecen todo el apoyo y el reconocimiento de todos los asociados.

Hace unos años, mi vanidad no me permite confesar cuantos, mis familiares y amigos muy gentilmente me celebraban mis 80 añitos, y decía que al llegar a estas edades si uno se ha portado bien, como nos pedían nuestros padres, y si hacemos un balance entre las cosas buenas y las malas, indudablemente son más las buenas, como esta, que agradezco en todo su valor por venir de personas como ustedes.

Es usual también, que las personas mayores convencidos de nuestra experiencia, tratemos de dar consejos a los jóvenes, aunque un gracioso decía: ¨Los viejos dan buenos consejos porque ya no pueden dar malos ejemplos¨.

Pero yo si quiero decirles que en esta época tan difícil, de malestar tan grande en el ejercicio de la medicina, golpeada por su globalización y la acción de intereses económicos ajenos a la profesión, no queda más remedio que tratar de convencer y no tratar de vencer siempre.

Cuando se entra en la madurez se tiene gran temor de llegar a la vejez, pero no, tiene sus cosas buenas, nos contemplan más, y entre otras cosas por ejemplo, ya no nos dicen que somos hipocondríacos, sino que realmente estamos enfermos, y nuestros seguros médicos comienzan a dar resultados.

Permítanme que aproveche esta oportunidad, abusando de su gentileza, para como siempre agradecer a mi querida familia por su permanente solidaridad y muestras de amor, y especialmente a doña Ligia, quien es la verdadera merecedora de muchos de los reconocimientos que se nos hacen, y que desafortunadamente en nuestra nueva y pequeña casa, no hubo espacio suficiente para colgar tantas medallas, pergaminos, placas, resoluciones, etc…nacionales e internacionales, que ha recibido por sus servicios a nuestra comunidad.

A ustedes colegas y amigos, lástima que solo conozco la palabra GRACIAS, pero dicha con la mayor gratitud y admiración, y reciban ustedes y su familia lo que para mí es lo más grande en nuestra vida: QUE DIOS LOS BENDIGA!




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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