viernes, 31 de julio de 2015

786.- 1910: NACE NORTE DE SANTANDER



Gerardo Raynaud

Comenzando el siglo 20, la división política de la república no estaba totalmente definida. Las luchas por el poder venían impidiendo un esclarecimiento de las regiones, según sus reales condiciones y la política de reorganización del territorio estaba más dirigida a fortalecer el poder del gobierno central al punto que en un momento dado, la Asamblea Nacional de 1905, despojó a los departamentos de los atribuciones en materia de inversión extranjera, inmigración y construcción de ferrocarriles; a su vez, las Asambleas departamentales fueron sustituidas por Consejos Administrativos y las Rentas departamentales pasaron a manos de la hacienda nacional.

En medio de este contexto marcado por las consecuencias que dejaran las reformas a la organización del territorio, fue sancionada por Ramón González Valencia la Ley 65 de 1909, que estableció en su artículo 1º que:

“Desde el primero de abril de 1910 se restablecerá la división territorial en los departamentos que existían en primero de enero de mil novecientos cinco, así: Antioquia, capital Medellín; Bolívar, capital Cartagena; Boyacá, capital Tunja; Cauca, capital Popayán; Cundinamarca, capital Bogotá; Magdalena, capital Santa Marta; Nariño, capital Pasto; Panamá, capital Panamá; Santander, capital Bucaramanga; Tolima, capital Ibagué.

Parágrafo 1. Los límites de los diez antiguos departamentos serán los que tenían el primero de enero de 1905.”

En los primeros meses de 1910, la agitación en los departamentos de la periferia fue creciendo, de tal manera que estas regiones, que buscaban una mayor autonomía, lograran obtenerla por los medios pacíficos que ahora estaban a su disposición en la Comisión Legislativa Permanente que había sido establecida para encontrar una solución salomónica a la distribución política que aspiraba tener la nación.

Fue así como el 28 de febrero de ese año, el gobernador Víctor Julio Cote y su Secretario General Manuel Guillermo Cabrera decretaron nombrar al doctor Emilio Ferrero, Comisionado del departamento, que en ese momento era el ‘Departamento de Cúcuta’ para que ‘sostenga ante el Poder Ejecutivo y la Comisión Legislativa Permanente, los derechos que tiene de subsistir’  -hoy diríamos, para que hiciera el lobby correspondiente- según lo exigía la Ley 63 de 1909, vigente entonces, además de incluir en la petición, las solicitudes hechas por las municipalidades de Pamplona, Cucutilla, Cácota, Labateca, Toledo y Chitagá de ser anexadas a este Departamento.

En este orden de ideas y mientras se realizaban las gestiones pertinentes, el gobierno central propuso la conformación de una Asamblea Nacional para que tomara las decisiones más convenientes respecto a la división política que debería tener el país.

Cada uno de los municipios existentes en esa época, escogería los diputados a esa Asamblea y de las conclusiones allí expedidas saldría la composición esperada para satisfacer las aspiraciones de todas las regiones.

Por Cúcuta fueron nombrados, el 3 de abril de 1910, como principales, Emilio Ferrero, Benjamín Herrera y Enrique Olaya Herrera; cada uno de ellos tenía dos suplentes que en su orden fueron, Manuel E. Puyana, Hermes García y Manuel María de la Rosa y los segundos, Pedro J. Duarte, Leopoldo Quirós y Alberto Camilo Suárez.

Sin embargo, el 18 de ese mismo mes, el ejecutivo nacional expidió el decreto 340,  por el cual se establecía la subsistencia de los nuevos departamentos que fueron establecidos según la Ley 65 del año anterior y en éste, se reincorporaba al Departamento de Santander el actual Departamento de Cúcuta.
A pesar del alboroto y las voces de protesta de los representantes locales, éstas no fueron tenidas en cuenta y de inmediato se nombró Gobernador de Santander al doctor Antonio Barrera, quien en su discurso de posesión  trató de apaciguar los ánimos diciendo que ´esta reintegración abre alborozada sus brazos para recibir a sus hermanos del Norte y del Sur.

Comunes son sus glorias y sacrificios, una misma sus historias y tradiciones, comunes sus aciertos y errores, todo lo que significa vínculos subsiste y se perpetúa. Sean bienvenidos.’

Estas admirables y bienintencionadas frases del gobernador Barrera no tuvieron mayores trascendencias en la práctica administrativa, pues en una reconocida actuación de los diputados de las provincias del Norte, se logró que las genuinas aspiraciones de los nortesantandereanos tuvieran la efectividad que se plasmó en la Ley 25 del 14 de julio de 1910 por la cual se creó el departamento de Norte de Santander.

Aunque muchas fueron las campañas emprendidas con el coraje  y el fervoroso entusiasmo de los intelectuales, las entidades, los clubes sociales y en general, el pueblo cucuteño, por conservar el nombre y patrimonio del departamento de Cúcuta, esto no fue posible.

Desde comienzos de año se fundaron varios medios de comunicación escritos que se dieron a la tarea de para ponerse al frente de la campaña de preservación del nombre como el semanario ‘El Galeote’, órgano que suspendió labores poco tiempo después de fundado para adherirse a un nuevo semanario con mayores recursos y más poder ‘Labor Nueva’.

Ninguno de ellos, a pesar de la encomiable labor de sus directores y del personal de periodistas, de ideas liberales y cuyo principal objetivo era concientizar a la opinión pública sobre la necesidad de conformar ‘un cuerpo legislativo que aniquilara definitivamente los restos de una dictadura abominable, centralizando en sí todos los poderes públicos y que nos había privado a los colombianos lo más sagrado que teníamos: la libertad’.

La ley en mención fue expedida por la Asamblea Nacional en la fecha indicada y la inauguración oficial se realizó el 20 de julio para conmemorar el primer centenario de la Independencia.

En concordancia con la tradición, el poder ejecutivo nombró como primer gobernador del nuevo departamento, a quien venía ejerciendo sus funciones desde el 30 de abril, en el anterior Departamento de Cúcuta.

Como reconocimiento a quienes lograron la nueva integración departamental y pusieron todo su entusiasmo, consagración, dinamismo, persuasión, coraje y alma, podemos mencionar algunos de los nombres: Emilio Ferrero, Víctor Julio Cote, Ramón González Valencia, Manuel Guillermo Cabrera, Erasmo Meoz, Alberto Camilo Suárez, José Agustín Berti, Justo Rosas y muchos otros cuyos nombres se nos escapan y que por cuestiones de espacio nos disculpamos de omitir, pero que no son menos importantes y que merecen la veneración y el recuerdo de nuestras generaciones presentes y futuras.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

miércoles, 29 de julio de 2015

785.- HISTORIA DE LA ANESTESIOLOGIA EN CUCUTA



Palabras del Dr. Carlos Celis Carrillo en SNARE


Difícil es a estas edades, gozar de una mente conservada y despierta, que pueda describir de forma sintetizada y acertada, los grandes sentimientos que nos embarga, al asistir a un acto tan significativo e importante, como es este al que asistimos en esta noche.

Mis mas sentidos agradecimientos a la directiva de SNARE, y en especial a los doctores Carlos Cruz Contreras y Aldo Fuentes, por tan extraordinarias manifestaciones de aprecio a mi persona y por darme esta honrosa oportunidad de saludar a todos mis queridos colegas, en una efemérides tan grandiosa, como es esta, de cumplir SNARE 50 años de laborar por el progreso de la medicina y de la salud de nuestra comunidad, y un saludo muy especial a los distinguidos colegas que nos visitan y nos honran con su presencia.

Nos hemos ganado con toda justicia, un puesto muy importante entre los profesionales de todas las disciplinas, con una preparación suficiente y científica, una actualización permanente y un ejercicio sometido a las normas constitucionales, legales y éticas.

Somos un grupo organizado, moderno, que nos ha permitido sobresalir en todas nuestras actividades gremiales, en tal forma de poder gozar hasta de beneficios, propios de instituciones muy adelantadas y con muchos recursos.

Se me ha pedido presentar una pequeña historia de la Anestesiología en Cúcuta, que me ha traído una doble dificultad: por una parte el tener que mencionar mi nombre, de pronto no tan merecidamente, y por otra, el que en su comienzo, no aparezca dicha historia como muy científica, y a veces, más bien un poco anecdótica.

Arrancaríamos desde enero de 1940, es decir 68 años, pero no se asusten, pues quiero contarles que en mi larga vida profesional y pública, siempre me guió algo que leí alguna vez: ¨ El secreto de un buen discurso, es tener un buen comienzo y un buen final, y luego tratar que ambos estén lo más cerca posible¨. Trataré de cumplir lo mejor que pueda, la segunda parte de esta norma.

Para esas fechas no existían Residencias para preparar anestesiólogos, y la práctica se adquiría durante la carrera de Medicina por normas de las Facultades, o por vocación del estudiante.

Los médicos que prestamos estos servicios, desde 1953 y años posteriores, ASCOFAME el 9 de marzo de 1965, previa comprobación de capacitación, idoneidad y experiencia, nos concedió el título de Especialistas en  Anestesiología, a todos los profesionales que en todo el país se encontraban en dichas circunstancias.

Con esta medida, se puso un pilar muy importante, para la presentación de la futura ley correspondiente,  como aparece posteriormente en el párrafo 1 del artículo 2º de la Ley 06 de 1991, que dice:

¨Podrán también ejercer como médico especializado en Anestesiología y Reanimación, aquel que con anterioridad a la vigencia de la presente ley, haya obtenido el título correspondiente otorgado por facultades o escuelas universitarias o refrendado por la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, ASCOFAME, legalmente establecidas por el estado colombiano.

Si mi memoria no me falla, el primer profesional médico en aplicar anestesia  en Cúcuta fue el doctor Jorge Hartmann Perdomo, quien utilizaba una máquina Mackeson y quien atendía el Hospital San Juan de Dios, cuando sus compromisos en el de Tibú se lo permitía, por ahí en el año de 1940.

En 1953, fecha de nuestra incorporación al Hospital San Juan de Dios, preparado con cursillos dictados por el doctor Juan Marín, y algunas prácticas exigidas por la Universidad de Antioquia, se me nombró anestesiólogo del Hospital San Juan de Dios.

No me resisto a la tentación de contar, no como una crítica, no, de ninguna manera, sino como cosas llamémoslas anecdóticas, propias de toda historia, en épocas sencillas, sin muchos medios de adelantos, y a la cual me refería al principio, los anestésicos eran el cloroformo, éter o la mezcla de Sleich, aplicada con máscara por una hermana de la caridad, o por un amigo del cirujano, dirigido por el mismo médico, guiado por el color de la sangre y relajación.

La raquídea la colocaba el cirujano, y si necesitaba pentotal  para terminar la cirugía, lo aplicaba la Circuladora, quien colocaba una mota de algodón en una fosa nasal para comprobar si respiraba.

El diagnóstico de las complicaciones eran muy fáciles y convincentes: ¨síncope azul¨ o ¨estaba muy débil y no aguantó la anestesia¨.

Cuando iniciamos el procedimiento de entubación, un profesional solicitó ante el director del hospital la presencia del especialista respectivo, para comprobar su exacta aplicación, y un médico me obsequió unas ampollas con un derivado del curare, traído hacía muchos años de París, informándome que servía para relajar, pero que lo usara con mucho cuidado porque se lo había aplicado a una materna, y según él, le había dado ¨una apnea que fue definitiva¨.

Debo reconocer, que jamás podré retribuir en algo las demostraciones de afecto, solidaridad y de estímulo, de todo el personal del hospital, pero sobre todo del médico, que me permitió seguir adelante, con tantas limitaciones y dificultades.

No sería justo, si dejara de nombrar un médico, inteligente, inquieto, estudioso, que trataba de suplir tantas falencias en esa época, en actividades como en rayos X, anestesia y cirugía, el doctor Mario Mejía Díaz, a quien debemos un reconocimiento bien merecido.

En 1957, la presencia de los doctores Jorge Cruz Gómez y Rosendo Cáceres Durán, dio un avance, muy importante en disponibilidad y adelanto en lo que nosotros llamábamos el servicio de anestesiología.

De ellos, todo lo que significó la ayuda médica, algo que recuerdo mucho más, fue su calor humano, su significado de compañerismo, de hermanos, que entre otras cosas me permitió gracias a su colegaje, ejercer por mucho tiempo mi otra pasión, la vida pública.

Del doctor Cáceres en varias ocasiones yo he dicho. ¨De eso tan bueno, ya no viene¨.

En 1958, los tres logramos crear la Sociedad Nortesantandereana de Anestesiología y Reanimación.

Creadas las Residencias, en 1961 llegó el doctor Manuel Antonio Ruan Guerrero y en 1963 el doctor Jorge Montañez Chacón de grande ayuda científica y gremial.

Al mencionar al doctor Manuel Antonio Ruan, me viene a la mente el nombre de colegas muy queridos, que se nos adelantaron a la cita que tenemos todos con nuestro Creador, los doctores Edgar Urbina Lara, Jorge Colmenares Espinosa.

Muy recordado el doctor Ruan, con una gran mente creadora, a quien nuestra sociedad médica y el deporte en el departamento, le deben muchas iniciativas de gran beneficio colectivo. De él decía yo al despedirlo en la iglesia, que jamás había conocido una persona que hiciera tantas cosas importantes en forma tan callada, que hasta para morir lo hizo, encerrado en su apartamento, sin crearle dificultades ni molestias a nadie.

Decía al principio que muy gentilmente se me solicitó elaborar una corta historia de la anestesiología en Cúcuta, y pecaría de grave olvido si no tratara un tema, difícil, espinoso; no de nuestra ciudad sino de todo nuestro país, y que afortunadamente se ha ido resolviendo en buena parte gracias al buen manejo de nuestras directivas.

La llegada de los anestesiólogos especialistas solicitando honorarios aceptables de acuerdo a su preparación y responsabilidad en el manejo de los enfermos, trajo dificultades con otras especialidades y con entidades hospitalarias, que no aceptaban tal situación, con médicos que según ellos, no aportaban pacientes.

Apareció un personal, algunas veces de auxiliares de enfermería, llamados auxiliares de anestesia,  y que muchas veces fueron utilizados como anestesiólogos. Esto prendió más las alarmas de la Sociedad de Nacional de Anestesiología, quienes después de muchos estudios, consideraron la necesidad de una ley que reglamentara la especialidad.

En mi concepto, este es el verdadero origen de la ley: La necesidad de darle todas las garantías científica a los pacientes en sus intervenciones quirúrgicas, muy contrario a muchas especulaciones ajenas.

Sinceramente no fue fácil. La Sociedad Nacional hizo todo un esfuerzo insigne en la preparación del ante-proyecto. Al llevarlo al Congreso, entre otras cosas, aparecíamos 42 médicos parlamentarios, lógicamente de otras especialidades, que no entendían porque la anestesiología sí y las otras no.

Gracias a la acción de la Sociedad Nacional, al de todas las Seccionales, en el necesario cabildeo con la representación parlamentaria regional y a la ayuda de congresistas muy especiales como la doctora Martha Catalina Daniel, se consiguió el buen ambiente para el trámite respectivo.

Hubo un paso muy especial que he dudado mucho en contarlo. En fin, durante 3 períodos en la Cámara, conseguimos su aprobación, pero al llegar al Senado, nunca le quisieron dar el trámite necesario. Personalmente al yo llegar al Senado, solicité la ponencia de dicha ley, y así logramos su aprobación definitiva.

Hay un trámite al cual no le hemos hecho su merecido reconocimiento. En mi relato anterior falta algo muy importante y a veces el más difícil, porque depende del Ministerio de Salud, y es la reglamentación de ley, dependiendo de una gran gestión en este caso de la Sociedad Nacional, hoy SCARE.

El desarrollo gremial y científico, hasta el día de hoy, ha dependido de la magnífica gestión de nuestras directivas, quienes merecen todo el apoyo y el reconocimiento de todos los asociados.

Hace unos años, mi vanidad no me permite confesar cuantos, mis familiares y amigos muy gentilmente me celebraban mis 80 añitos, y decía que al llegar a estas edades si uno se ha portado bien, como nos pedían nuestros padres, y si hacemos un balance entre las cosas buenas y las malas, indudablemente son más las buenas, como esta, que agradezco en todo su valor por venir de personas como ustedes.

Es usual también, que las personas mayores convencidos de nuestra experiencia, tratemos de dar consejos a los jóvenes, aunque un gracioso decía: ¨Los viejos dan buenos consejos porque ya no pueden dar malos ejemplos¨.

Pero yo si quiero decirles que en esta época tan difícil, de malestar tan grande en el ejercicio de la medicina, golpeada por su globalización y la acción de intereses económicos ajenos a la profesión, no queda más remedio que tratar de convencer y no tratar de vencer siempre.

Cuando se entra en la madurez se tiene gran temor de llegar a la vejez, pero no, tiene sus cosas buenas, nos contemplan más, y entre otras cosas por ejemplo, ya no nos dicen que somos hipocondríacos, sino que realmente estamos enfermos, y nuestros seguros médicos comienzan a dar resultados.

Permítanme que aproveche esta oportunidad, abusando de su gentileza, para como siempre agradecer a mi querida familia por su permanente solidaridad y muestras de amor, y especialmente a doña Ligia, quien es la verdadera merecedora de muchos de los reconocimientos que se nos hacen, y que desafortunadamente en nuestra nueva y pequeña casa, no hubo espacio suficiente para colgar tantas medallas, pergaminos, placas, resoluciones, etc…nacionales e internacionales, que ha recibido por sus servicios a nuestra comunidad.

A ustedes colegas y amigos, lástima que solo conozco la palabra GRACIAS, pero dicha con la mayor gratitud y admiración, y reciban ustedes y su familia lo que para mí es lo más grande en nuestra vida: QUE DIOS LOS BENDIGA!




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

lunes, 27 de julio de 2015

784.- NIM, ARBOL CON SOBREPOBLACION EN CUCUTA



Eduardo Rozo Jaimes

Las semillas caen y crecen rápidamente.

Caravanas de hormigas arrieras bajan de un inmenso árbol del que cortan con potentes mandíbulas verdes hojas, diminutas flores blancas  y frutos ovalados que alcanzan hasta el triple de su tamaño.

Sincronizadas descienden por una áspera corteza y con el tesoro vegetal que recolectan producen en cámaras subterráneas una papilla que se transforma en un hongo con vejigas, de las que extraen un líquido rico en azúcares y proteínas para alimentarse.

El árbol del que traen la materia prima es un temible amigo de las arrieras: el nim. En Cúcuta hay sobrepoblación de esta especie vegetal, altamente tóxica para aves e insectos.

Si el hongo que producen es capaz de neutralizar la azadiractina, toxina del nim, las hormigas tienen opción de vida. Sin embargo, es un compuesto volátil que tarde o temprano cumple su objetivo: destruir.

¿Cómo llegó a Cúcuta?

El nim es originario de Oceanía, común en el suroeste asiático y en India. En el mundo es apetecido por las propiedades medicinales y se desplazó en los viajes de los navegantes por el océano pacífico.

A Cúcuta llegó hace más de 20 años y fue introducido por el ingeniero payanés Julián Caicedo, quien lo trajo de Ecuador.

Para esa época -1994- un grupo de alemanes dictaron en la Universidad Francisco de Paula Santander una charla sobre los beneficios del nim y el pamplonés Pablo Mogollón, doctor en química de la Universidad de Salamanca (España), trajo de Dabajuro, estado Falcón (Venezuela), cuatro árboles que plantó en la universidad.

Posteriormente reprodujeron 6.000 plántulas en un vivero para fines académicos. Al terminar el proyecto las distribuyeron por toda la ciudad.

Impacto en insectos

La toxina azadiracta, de acuerdo con el director técnico de la fundación Guayacanal, Germán Camargo Ponce de León, inhibe el metabolismo de los insectos, hace que pierdan el apetito y mueren de hambre.

Además, frena el desarrollo de las larvas que no pueden hacer metamorfosis y mueren dentro de los capullos o huevos.

Así, disminuyen las poblaciones de insectos, dejan de picar y molestar a las personas y con ello se rompe el equilibrio en los ecosistemas.

Los más afectados son zancudos y moscas, cucarrones, hormigas y polinizadores como las mariposas y las abejas.

Estas últimas enfrentan la extinción mundial y en Cúcuta, además, son desplazadas por el árbol de nim. El ingeniero en producción animal y máster en desarrollo rural Miguel Ángel Barragán Rivera, dice que la flor no ofrece néctar por la carga de insecticida natural.

No atractivo para aves

El biólogo Germán Camargo señala que el nim es capaz de liberar sustancias al aire y actúa como un repelente natural. Para las aves no es una especie atractiva, pese a su abundante follaje, por tanto no ofrece riqueza en flores e insectos.

En Cúcuta predominan las aves del bosque seco tropical, tales como azulejos, tangaras, golondrinas tijeretas, tres tres, pico plata y el toche.

De acuerdo con Germán Camargo las aves son indicadores de la calidad del ambiente y avisan cuando hay amenazas por abuso de ruido, exceso de automotores y pocos árboles, entre otras.

Tan es así la importancia de las aves que en el Siglo XVIII, los mineros de carbón descendían 500 metros con un canario en una jaula.

La razón, como no existían equipos para detectar gases, mientras el canario cantaba y estaba activo no pasaba nada, pero cuando se decaía salían de la mina porque el ambiente no era ideal.

Sobrepoblación rompe el equilibrio

El ingeniero agrónomo y especialista en taxonomía vegetal, Evaristo Carvajal, argumenta que la sobrepoblación de nim en Cúcuta está reemplazando a las especies nativas que son las ideales para las aves e insectos de la región.

De las 121 especies de árboles que hay en Cúcuta, el 70 por ciento es nim. A un lado quedaron los frutales como tamarindos, nísperos, grosellas, ovos, icacos, granadillas y merey.

Además de árboles como el cují, guayacanes, ceibas, urapos, arbustos, enredaderas y bejucos que proporcionan flores vistosas con abundante néctar, atraen insectos y llenan de diversidad a Cúcuta.

El árbol tiene un crecimiento rápido y al año puede alcanzar los dos metros y medio, no requiere de agua para subsistir y resiste altas temperaturas.

“Si el nim no fuera el árbol predominante las especies tendrían una forma de repeler las toxinas.

La región tiene amplia riqueza vegetal, con especies de diferentes aromas, frutos, floraciones y es facilismo y pereza mental llenar la ciudad de solo nim”, dice el biólogo Germán Camargo.

El hecho es corroborado por el agrónomo Evaristo Carvajal, quien fue contratado para hacer el plan de manejo ambiental de las urbanizaciones de vivienda gratuita en Cúcuta como Cormoranes.

“Cuando les sugerí a los constructores plantar especies diferentes, tenían miles de estos árboles. Entonces nunca entendí para qué me contrataron”.

A la par de romper el equilibrio biológico el nim vuelve a la ciudad monótona y cuando lleguen plagas los ecosistemas no podrán repelerlas.

Además, si una enfermedad ataca al nim, no se mueren unos cuantos árboles sino el 70 por ciento de los existentes en la ciudad.

Uso medicinal

Una de las bondades del nim es el uso medicinal que se le ha dado, especialmente en países como India. Científicamente se ha utilizado para tratar cáncer, diabetes, hipertensión, alergias, hongos y afecciones cardíacas. El biólogo Germán Camargo señala que esto debe hacerse con dosis controladas y por expertos en medicina.

En Cúcuta una de las creencias es que tomar infusiones de hojas de nim ayuda a mejorar la tensión.

Sin embargo, dice el agrónomo Evaristo Carvajal que no es tomar agua por tomar, por tanto se generan problemas secundarios.

¿Qué hacer?

Pese a que la especie llegó hace más de dos décadas a la ciudad hasta ahora no se han tomado medidas.

La subdirectora de recursos naturales de Corponor, Sandra Milena Gómez Peñaranda, indica que la corporación hará en el primer semestre de este año un estudio para medir el impacto real del nim.

A la par diseñan una campaña para desestimular que se plante el nim y se vuelva a las especies nativas, eso en alianza con la Alcaldía pues el manejo de la silvicultura urbana le compete al municipio.

Mientras eso sucede, aves e insectos seguirán en su agitada carrera de subsistencia y como las hormigas arrieras, fabricando hongo para alimentarse y con ello, oxigenando el suelo y aportándole nutrientes que regeneran los bosques y evitan que los mismos desaparezcan del área urbana.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.