Rafael Eduardo Angel
Cúcuta es un nombre indígena con el cual se distinguen varias cosas de innegable significado histórico.
Documentos antiguos demuestran que aquel
nombre se dio por los indios a una quebrada tributaria del río Pamplona (hoy
Pamplonita), en cuyas cabeceras había unos árboles que los naturales también
llamaban Cúcuta.
Consta que aquel nombre se daba así mismo a
unas minas de tierra negra, que pudiera tratarse de carbón.
A los aborígenes de la comarca también se les
llamó Cúcutas y al cacique de la tribu se le daba ese nombre, así como al valle
en el cual ejercía sus dominios, que tiene como área aproximada una hermosa
parcela que va desde el río Táchira en el oriente, hasta los contornos del río
Pamplonita en el occidente, y desde inmediaciones de San Faustino de los Ríos
en el norte hasta La Garita, en el sur.
Los habitantes aborígenes de la comarca
pertenecían a la gran familia de los Caribes y, aunque el nombre nativo de la
tribu parece haber sido el de “Patajemenos”, este fue sustituido posteriormente
por el de Motilones, por la curiosa circunstancia de que una epidemia de
viruela obligó a motilarse el pelo a una de esas tribus, la cual habitaba la
serranía de Ocaña.
El nombre de Motilones se extendió tanto que
con él se conocen desde la época de la conquista.
Ya desde la época precolombina los Motilones
comerciaban mantas, algodón y sal con los Chitareros en los límites de estas
dos tribus que eran las estribaciones de la cordillera andina, al sur de los
valles de Cúcuta.
Para 1557 la lucha en los valles de Cúcuta
ante el indígena motilón se agudizó porque en la Encomienda de Cúcuta, que
había sido dada primero por el fundador de Pamplona Pedro de Ursúa, en 1550, a
Miguel de Tiebal y que pasó luego a Sebastián Lorenzo; los naturales se
rebelaron “y quisieron matar a Sebastián Lorenzo, Miguel Lorenzo y Miguel de
Tiebal, y les mataron tres indios, y el uno cristiano; y si los dichos
españoles no salieron, como se salieron, que también los mataban habiendo dado
la paz; y ahora la tienen quebrada y están de guerra, y podrían redundar mucho
daño a esta ciudad (de Pamplona), y que para esto se aperciba copia de treinta
vecinos para que vayan a la dicha provincia a llamarlos de paz” y se dijo “que
los dichos indios son ladronera de toda la tierra y podría ser por no tenerlos
en paz”. (Del primer libro de Actas del Cabildo de Pamplona en la Nueva Granada
1552-1561, Ed. Paz, Bogotá, 1950).
Cúcuta constituyó para el español una
provincia que llevó ese nombre y fue repartido su dominio por el Capitán Pedro
de Ursúa entre sus soldados, así: a Miguel de Tiebal, la Encomienda de Cúcuta; a Alonso Durán, el
viejo, la tierra de Cúcuta y su cacique Chachara, que primero fue de Francisco
de Trejo; a Juan Rincón y Andrés de las Roelas en tierras de la provincia de
Cúcuta.
Después
de fundada Pamplona los territorios de su área de influencia fueron objeto de
un proceso de conquista que, entre la segunda mitad del siglo XVI hasta casi
finales del siglo XVIII, dio como resultado la fundación de poblaciones como
Mérida, San Cristóbal, Barinas, La Grita, San Antonio del Táchira en Venezuela;
y Ocaña, Salazar de las Palmas, San Faustino de los Ríos, San Cayetano,
Bucaramanga, San José de Cúcuta, Bochalema y Chinácota en Colombia.
De las encomiendas de Cúcuta que merece destacar está
la del pueblo de Abriaca que le dio el presidente del Nuevo Reino de Granada
doctor Andrés Díaz Venero de Leiva en 1564 a Pedro Dionisio Velazco la cual
estaba situada en el Valle de Cúcuta, y sabemos de ella gracias a la visita que
en 1602 practicó el visitador Antonio Beltrán de Guevara en “los aposentos y
estancia de Dionisio Velazco en el Valle de Cúcuta, en la descripción
resultaron 92 indios útiles, dos reservados por viejos y 130 indios y familias
para un total de 224 almas. En el examen de doctrina, la mayoría supo rezar y
persignarse.
Entre los nombres indígenas se contaban: Niori,
Parciraba, Bicarí, Cuyraba, Baruaya, Quiritoba, Riquiejo, Curiara, Quemeri,
Cuori, Yaci, Uyutaco, Muyuapa, Chicora, Coypoy, Guaninua, Tauraba, Suyari,
Birisi, etc.” (Castillo Lara Lucas Guillermo. Raíces
del Táchira, Caracas
1986, pag. 424). Esos eran los nombres de los cucuteños raizales del siglo XVI
que la transculturación se los cambió por españoles, sin que para fines del
siglo XX se conserve uno solo de aquellos.
El cabildo de Pamplona también dio mercedes de tierras
de Cúcuta en aquellas épocas, así: una estancia de ganado mayor a Juan Lorena;
una estancia para ganado a Juan Torres; una merced de tierras a Juan Ramírez de
Andrade y a Luis Jurado otra estancia.
En 1630 el capitán Juan Pacheco Maldonado, Gobernador
de la Nueva Provincia de Mérida de la Grita, también dio al capitán Cristóbal
de Araque y Ponce de León “la concesión de algunos pedazos de tierras vacas y
baldíos en el Valle de Cúcuta, en consideración a sus méritos y a los de sus
antepasados”.
El valle de Cúcuta durante aquel lapso
(1550-1750) fue un territorio de lucha contra la naturaleza inhóspita y contra
los motilones; de paso en la necesidad de comunicaciones con Santafé de Bogotá,
Tunja, Maracaibo, Cartagena y Caracas; de puertos fluviales para el comercio y
el empalme de los caminos con los ríos; de asentamientos humanos de blancos
para la fundación de plantaciones de cacao y la cría de ganados, y de campo
propicio para la misión evangelizadora de los motilones, especialmente por los
padres Capuchinos.
La aventura, la ambición y la fe hicieron que
durante décadas por el Valle de Cúcuta pasaran en diferentes sentidos
conquistadores, soldados, clérigos, funcionarios públicos, comerciantes, artesanos,
vagabundos, menestrales, errantes, campesinos, que no demoraban sino el tiempo
necesario para reposar y reanudar la marcha.
Dos razones primaron en eso: la belicosidad
de los indios motilones y lo malsano del territorio.
Según el
origen de las lenguas amerindias el vocablo Cúcuta significa “La casa del Duende”.
Para las primeras décadas del siglo XVIII el Valle de
Cúcuta tenía fama de ser tierra fértil y propicia para la cría de ganado,
especialmente de mulas, que se consideraban “extremadas de buenas”.
El Valle de Cúcuta era al mismo tiempo un curso
obligado de salida por los ríos Zulia y Catatumbo al Lago de Maracaibo, a la
costa atlántica por el camino de Salazar a Ocaña, y a la vecina Venezuela por
las rutas que de San Cristóbal van a dar a Barinas y por Mérida al litoral de
aquella Capitanía General.
El territorio de Cúcuta estuvo sometido en diferentes
épocas a las jurisdicciones de la ciudad de Pamplona, de la ciudad de San
Faustino de los Ríos y de la Villa de San Cristóbal. Los colonos blancos
procedentes principalmente de Pamplona y San Cristóbal, al mismo tiempo que
luchaban por despojar al indígena, iban asentando sus dominios sobre todo en
tierras ubicadas en la margen izquierda del río Pamplonita, posesiones en las
cuales tuvo mucho auge el cultivo del cacao.
Antes de que se fundara la ciudad de San Faustino de
los Ríos (1662) los conquistadores lograron reducir a los primeros indios
motilones en el llamado Pueblo de
Cúcuta (hoy barrio
San Luis), en la margen derecha del Pamplonita, en el que había Doctrina, es
decir, cura para impartir la enseñanza del Evangelio y por tanto capilla para
ejercer ese ministerio.
En ese pueblo de Cúcuta vivían exclusivamente indios y
los blancos en cambio, aunque agregados al pueblo, estaban esparcidos por todo
el territorio circundante en las haciendas que éstos habían fundado. Los indios
no reducidos eran la tribu en permanente pie de lucha contra el invasor blanco.
Como encrucijada de las comunicaciones en el Valle de
Cúcuta comenzaron a formarse pequeños puertos fluviales y ya para 1587 en una
escritura otorgada en Pamplona por Juan de Figueroa se habla del “Puerto del
Señor San José, en el Valle de Cúcuta”, cuya ubicación no ha sido definida pero
situado muy probablemente sobre el río Pamplonita en jurisdicción de la ciudad
de San Faustino.
Muchas décadas después vienen el “Puerto de San
Faustino”, ubicado más abajo de la ciudad del mismo nombre; el “Puerto del río
Zulia”, situado “cuarenta leguas de la laguna (Lago de Maracaibo) y tres jornadas
de harrias de la ciudad de Pamplona”; el “Puerto de los Cachos” en el pueblo de
Limoncito; el “Puerto de San Buenaventura” y el “Puerto de San Cayetano”.
Otro nombre indígena pero de origen chitarero (tribu
chibcha) es Zulia, con el cual se llamó a la princesa hija del cacique Cínera que habitó
las tierras de Arboledas, en cuyas vertientes se forma el río llamado también Zulia o
Sulasquilla.
La leyenda nos dice que cuando los españoles llegaron
a estas tierras por primera vez el príncipe Guaimaral
hijo del cacique MARA del lago de
Coquivacoa o de Maracaibo, había unido sus efectivos de guerra a los de los
caciques Cúcuta y Cínera para luchar contra el intruso europeo.
Guaimaral había casado
con Machita, hija de Cúcuta, y después de fallecer ésta se unió a Zulia, hija de Cínera, bella
mujer que había asumido el mando de las huestes de su padre a la muerte de
éste. Guaimaral y Zulia sucumbieron en la lucha y la conquista continuó su
largo proceso.
Con el nombre de Zulia se conoce el río que recibe las
aguas del Táchira y del Pamplonita, todos a su vez tributarios del Catatumbo
que va a dar al Lago de Maracaibo.
Zulia es también el nombre que se le da al Valle de
aquel río de su nombre en el cual está ubicada una población que lleva esa
misma denominación, y extendido a Venezuela, Zulia es un estado que brinda
ahora la mayor riqueza de hidrocarburos de aquel país. También Zulia es el
nombre con el cual se pretendió llamar a una república o Estado soberano que
estaría integrado con territorios de estados fronterizos y departamentos de
esta parte de Colombia y Venezuela, idea surgida de aspiraciones
segregacionistas fomentadas a mediados del siglo XIX.
Todos los anteriores nombres tienen especial
significado, pero históricamente el nombre de Cúcuta, a partir de 1813 empieza
a tomar un valor trascendente pues con él se denomina la primera gran batalla
librada en la vida militar de Simón Bolívar; de Cúcuta se nombra a la Carta
Constitucional de 1821 en la cual se definen los parámetros institucionales de
los pueblos de Latinoamérica; de Cúcuta es llamado el mejor cacao consumido en
Europa en el siglo XIX en cuyo producto tuvo importante soporte la economía de
Colombia y Venezuela; de Cúcuta es el nombre un terrible terremoto acaecido en
1875, cuya historia larga y dolorosa tiene su etiología en la conocida “falla
de Tasajero” que atraviesa la ciudad; de Cúcuta es uno de los primeros
ferrocarriles privados construidos en Colombia; de Cúcuta es el sitio que se le
hizo a la ciudad en la Guerra de los Mil Días (1900); Cúcuta es una tradición
de comercio y la primicia en muchas iniciativas empresariales de Colombia
y, finalmente, Cúcuta es un vocablo de carisma, de
atracción y de vida.
Cúcuta es la
síntesis del esfuerzo y la laboriosidad de un núcleo humano de interesante
contenido etnohistórico.
Poéticamente el maestro Eduardo Carranza dijo un día
que Cúcuta es un pueblo donde el cielo anda por las calles como un hombre.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
Gran trabajo el hecho por este blog, pero quiero corregir un detalle, los indios Motilones (Barí) son de lengua chibcha, no caribes.
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