lunes, 14 de septiembre de 2015

809.- NOTAS SOBRE LA HISTORIA DE CUCUTA



Rafael Eduardo Angel


Cúcuta es un nombre indígena con el cual se distinguen varias cosas de innegable significado histórico.

Documentos antiguos demuestran que aquel nombre se dio por los indios a una quebrada tributaria del río Pamplona (hoy Pamplonita), en cuyas cabeceras había unos árboles que los naturales también llamaban Cúcuta.

Consta que aquel nombre se daba así mismo a unas minas de tierra negra, que pudiera tratarse de carbón.

A los aborígenes de la comarca también se les llamó Cúcutas y al cacique de la tribu se le daba ese nombre, así como al valle en el cual ejercía sus dominios, que tiene como área aproximada una hermosa parcela que va desde el río Táchira en el oriente, hasta los contornos del río Pamplonita en el occidente, y desde inmediaciones de San Faustino de los Ríos en el norte hasta La Garita, en el sur.

Los habitantes aborígenes de la comarca pertenecían a la gran familia de los Caribes y, aunque el nombre nativo de la tribu parece haber sido el de “Patajemenos”, este fue sustituido posteriormente por el de Motilones, por la curiosa circunstancia de que una epidemia de viruela obligó a motilarse el pelo a una de esas tribus, la cual habitaba la serranía de Ocaña.

El nombre de Motilones se extendió tanto que con él se conocen desde la época de la conquista.

Ya desde la época precolombina los Motilones comerciaban mantas, algodón y sal con los Chitareros en los límites de estas dos tribus que eran las estribaciones de la cordillera andina, al sur de los valles de Cúcuta.

Para 1557 la lucha en los valles de Cúcuta ante el indígena motilón se agudizó porque en la Encomienda de Cúcuta, que había sido dada primero por el fundador de Pamplona Pedro de Ursúa, en 1550, a Miguel de Tiebal y que pasó luego a Sebastián Lorenzo; los naturales se rebelaron “y quisieron matar a Sebastián Lorenzo, Miguel Lorenzo y Miguel de Tiebal, y les mataron tres indios, y el uno cristiano; y si los dichos españoles no salieron, como se salieron, que también los mataban habiendo dado la paz; y ahora la tienen quebrada y están de guerra, y podrían redundar mucho daño a esta ciudad (de Pamplona), y que para esto se aperciba copia de treinta vecinos para que vayan a la dicha provincia a llamarlos de paz” y se dijo “que los dichos indios son ladronera de toda la tierra y podría ser por no tenerlos en paz”. (Del primer libro de Actas del Cabildo de Pamplona en la Nueva Granada 1552-1561, Ed. Paz, Bogotá, 1950).

Cúcuta constituyó para el español una provincia que llevó ese nombre y fue repartido su dominio por el Capitán Pedro de Ursúa entre sus soldados, así: a Miguel de Tiebal, la  Encomienda de Cúcuta; a Alonso Durán, el viejo, la tierra de Cúcuta y su cacique Chachara, que primero fue de Francisco de Trejo; a Juan Rincón y Andrés de las Roelas en tierras de la provincia de Cúcuta.


De las encomiendas de Cúcuta que merece destacar está la del pueblo de Abriaca que le dio el presidente del Nuevo Reino de Granada doctor Andrés Díaz Venero de Leiva en 1564 a Pedro Dionisio Velazco la cual estaba situada en el Valle de Cúcuta, y sabemos de ella gracias a la visita que en 1602 practicó el visitador Antonio Beltrán de Guevara en “los aposentos y estancia de Dionisio Velazco en el Valle de Cúcuta, en la descripción resultaron 92 indios útiles, dos reservados por viejos y 130 indios y familias para un total de 224 almas. En el examen de doctrina, la mayoría supo rezar y persignarse.

Entre los nombres indígenas se contaban: Niori, Parciraba, Bicarí, Cuyraba, Baruaya, Quiritoba, Riquiejo, Curiara, Quemeri, Cuori, Yaci, Uyutaco, Muyuapa, Chicora, Coypoy, Guaninua, Tauraba, Suyari, Birisi, etc.” (Castillo Lara Lucas Guillermo. Raíces del Táchira, Caracas 1986, pag. 424). Esos eran los nombres de los cucuteños raizales del siglo XVI que la transculturación se los cambió por españoles, sin que para fines del siglo XX se conserve uno solo de aquellos.

El cabildo de Pamplona también dio mercedes de tierras de Cúcuta en aquellas épocas, así: una estancia de ganado mayor a Juan Lorena; una estancia para ganado a Juan Torres; una merced de tierras a Juan Ramírez de Andrade y a Luis Jurado otra estancia.

En 1630 el capitán Juan Pacheco Maldonado, Gobernador de la Nueva Provincia de Mérida de la Grita, también dio al capitán Cristóbal de Araque y Ponce de León “la concesión de algunos pedazos de tierras vacas y baldíos en el Valle de Cúcuta, en consideración a sus méritos y a los de sus antepasados”.

Después de fundada Pamplona los territorios de su área de influencia fueron objeto de un proceso de conquista que, entre la segunda mitad del siglo XVI hasta casi finales del siglo XVIII, dio como resultado la fundación de poblaciones como Mérida, San Cristóbal, Barinas, La Grita, San Antonio del Táchira en Venezuela; y Ocaña, Salazar de las Palmas, San Faustino de los Ríos, San Cayetano, Bucaramanga, San José de Cúcuta, Bochalema y Chinácota en Colombia. 

El valle de Cúcuta durante aquel lapso (1550-1750) fue un territorio de lucha contra la naturaleza inhóspita y contra los motilones; de paso en la necesidad de comunicaciones con Santafé de Bogotá, Tunja, Maracaibo, Cartagena y Caracas; de puertos fluviales para el comercio y el empalme de los caminos con los ríos; de asentamientos humanos de blancos para la fundación de plantaciones de cacao y la cría de ganados, y de campo propicio para la misión evangelizadora de los motilones, especialmente por los padres Capuchinos.

La aventura, la ambición y la fe hicieron que durante décadas por el Valle de Cúcuta pasaran en diferentes sentidos conquistadores, soldados, clérigos, funcionarios públicos, comerciantes, artesanos, vagabundos, menestrales, errantes, campesinos, que no demoraban sino el tiempo necesario para reposar y reanudar la marcha.

Dos razones primaron en eso: la belicosidad de los indios motilones y lo malsano del territorio.


Para las primeras décadas del siglo XVIII el Valle de Cúcuta tenía fama de ser tierra fértil y propicia para la cría de ganado, especialmente de mulas, que se consideraban “extremadas de buenas”.

El Valle de Cúcuta era al mismo tiempo un curso obligado de salida por los ríos Zulia y Catatumbo al Lago de Maracaibo, a la costa atlántica por el camino de Salazar a Ocaña, y a la vecina Venezuela por las rutas que de San Cristóbal van a dar a Barinas y por Mérida al litoral de aquella Capitanía General.

El territorio de Cúcuta estuvo sometido en diferentes épocas a las jurisdicciones de la ciudad de Pamplona, de la ciudad de San Faustino de los Ríos y de la Villa de San Cristóbal. Los colonos blancos procedentes principalmente de Pamplona y San Cristóbal, al mismo tiempo que luchaban por despojar al indígena, iban asentando sus dominios sobre todo en tierras ubicadas en la margen izquierda del río Pamplonita, posesiones en las cuales tuvo mucho auge el cultivo del cacao.

Antes de que se fundara la ciudad de San Faustino de los Ríos (1662) los conquistadores lograron reducir a los primeros indios motilones en el llamado Pueblo de Cúcuta (hoy barrio San Luis), en la margen derecha del Pamplonita, en el que había Doctrina, es decir, cura para impartir la enseñanza del Evangelio y por tanto capilla para ejercer ese ministerio.

En ese pueblo de Cúcuta vivían exclusivamente indios y los blancos en cambio, aunque agregados al pueblo, estaban esparcidos por todo el territorio circundante en las haciendas que éstos habían fundado. Los indios no reducidos eran la tribu en permanente pie de lucha contra el invasor blanco.

Como encrucijada de las comunicaciones en el Valle de Cúcuta comenzaron a formarse pequeños puertos fluviales y ya para 1587 en una escritura otorgada en Pamplona por Juan de Figueroa se habla del “Puerto del Señor San José, en el Valle de Cúcuta”, cuya ubicación no ha sido definida pero situado muy probablemente sobre el río Pamplonita en jurisdicción de la ciudad de San Faustino.

Muchas décadas después vienen el “Puerto de San Faustino”, ubicado más abajo de la ciudad del mismo nombre; el “Puerto del río Zulia”, situado “cuarenta leguas de la laguna (Lago de Maracaibo) y tres jornadas de harrias de la ciudad de Pamplona”; el “Puerto de los Cachos” en el pueblo de Limoncito; el “Puerto de San Buenaventura” y el “Puerto de San Cayetano”.

Otro nombre indígena pero de origen chitarero (tribu chibcha) es Zulia, con el cual se llamó a la princesa hija del cacique Cínera que habitó las tierras de Arboledas, en cuyas vertientes se forma el río llamado también Zulia o Sulasquilla.

La leyenda nos dice que cuando los españoles llegaron a estas tierras por primera vez el príncipe Guaimaral hijo del cacique MARA del lago de Coquivacoa o de Maracaibo, había unido sus efectivos de guerra a los de los caciques Cúcuta y Cínera para luchar contra el intruso europeo.

Guaimaral había casado con Machita, hija de Cúcuta, y después de fallecer ésta se unió a Zulia, hija de Cínera, bella mujer que había asumido el mando de las huestes de su padre a la muerte de éste. Guaimaral y Zulia sucumbieron en la lucha y la conquista continuó su largo proceso.

Con el nombre de Zulia se conoce el río que recibe las aguas del Táchira y del Pamplonita, todos a su vez tributarios del Catatumbo que va a dar al Lago de Maracaibo.

Zulia es también el nombre que se le da al Valle de aquel río de su nombre en el cual está ubicada una población que lleva esa misma denominación, y extendido a Venezuela, Zulia es un estado que brinda ahora la mayor riqueza de hidrocarburos de aquel país. También Zulia es el nombre con el cual se pretendió llamar a una república o Estado soberano que estaría integrado con territorios de estados fronterizos y departamentos de esta parte de Colombia y Venezuela, idea surgida de aspiraciones segregacionistas fomentadas a mediados del siglo XIX.

Todos los anteriores nombres tienen especial significado, pero históricamente el nombre de Cúcuta, a partir de 1813 empieza a tomar un valor trascendente pues con él se denomina la primera gran batalla librada en la vida militar de Simón Bolívar; de Cúcuta se nombra a la Carta Constitucional de 1821 en la cual se definen los parámetros institucionales de los pueblos de Latinoamérica; de Cúcuta es llamado el mejor cacao consumido en Europa en el siglo XIX en cuyo producto tuvo importante soporte la economía de Colombia y Venezuela; de Cúcuta es el nombre un terrible terremoto acaecido en 1875, cuya historia larga y dolorosa tiene su etiología en la conocida “falla de Tasajero” que atraviesa la ciudad; de Cúcuta es uno de los primeros ferrocarriles privados construidos en Colombia; de Cúcuta es el sitio que se le hizo a la ciudad en la Guerra de los Mil Días (1900); Cúcuta es una tradición de comercio y la primicia en muchas iniciativas empresariales de Colombia
y, finalmente, Cúcuta es un vocablo de carisma, de atracción y de vida.

Cúcuta es la síntesis del esfuerzo y la laboriosidad de un núcleo humano de interesante contenido etnohistórico.

Poéticamente el maestro Eduardo Carranza dijo un día que Cúcuta es un pueblo donde el cielo anda por las calles como un hombre.

Según el origen de las lenguas amerindias el vocablo Cúcuta significa “La casa del Duende”. 





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

1 comentario:

  1. Gran trabajo el hecho por este blog, pero quiero corregir un detalle, los indios Motilones (Barí) son de lengua chibcha, no caribes.

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