810.- UNA HACIENDA CAFETERA ENTRE 1920 A 1960
Manuel Waldo Carrero Becerra
Después
de que el café entró a Colombia por Chinácota en 1821, procedente del estado
Táchira, de los municipios de Táriba, donde
hay constancia que para 1801 “había en la Parroquia de Táriba, ocho o más haciendas de café” y la zona
cafetera de Rubio y su hoy municipio Junín, que se unía con el territorio de
Chinácota, que incluía los hoy municipios de Herrán y Ragonvalia, que se
extendía hasta la frontera, con comunicación directa, a una o dos jornadas de
camino, con la Hacienda La Yegüera, donde Gervasio Rubio sembró los primeros
granos, traídos en 1794 de Mérida y más tarde
fundó allí la ciudad de Rubio, hermana de Chinácota, que acogió en ese
siglo muchas familias oriundas de allí,
por lo cual el intercambio de productos y personas era muy intenso.
Se
decía que en una fiesta patria se izaban en las casas del pueblo cerca de 300
banderas de Venezuela.
A
mediados de ese siglo (1850), se
extendió su cultivo en otras tierras de clima medio como Salazar, donde se cuenta que el Pbro. Francisco Romero, párroco de
Salazar de las Palmas, de 1834 a 1840 y de 1848 a 1850, imponía a sus
feligreses la penitencia de sembrar matas de café.
El párroco
de Bochalema, en años anteriores, Pbro. Ramón García, hacía viajes a La Troja
(Hoy Durania), a enseñar cómo se debía sembrar el café.
En
estas tierras de clima medio, fundaron sus haciendas cafeteras gentes
importantes y pudientes de Cúcuta y Pamplona, que inclusive allí se
domiciliaron. Otras vinieron de Venezuela.
También
a Cúcuta, llegaron de Maracaibo casas comerciales, principalmente de alemanes,
que compraban y exportaban el café, ya beneficiado, a Europa y a Estados
Unidos.
Las
primeras exportaciones
Las
primeras exportaciones de productos de la frontera colombo-venezolana se
hicieron a través de Cúcuta, hacia el año de 1800, cuando todavía formábamos un
territorio unido como colonia de España.
De
las haciendas se llevaba el café en arreos de 10 mulas que cargaban dos sacos
de 60 Kgr. cada una, que era el peso oficial para las exportaciones, a un
centro de acopio en cada pueblo, y luego a los compradores de Cúcuta, que lo
embarcaban por el rio Zulia en pequeñas embarcaciones, al rio Catatumbo, a
Puerto Encontrados, y de allí, en medianos barcos, a Maracaibo donde se
utilizaban los grandes “vapores” principalmente a los puertos de Hamburgo y Nueva York.
El
proceso cafetero
Inicialmente
el propietario de una hacienda sembraba el café directamente y, después, por el
sistema de pequeñas parcelas que entregaba a “parceleros” que eran los
encargados de la siembra, para lo cual utilizaban germinadores con pequeñas
eras, o cajones llenos de arena cernida, en donde se colocaban las semillas del
café y a los 45 días allí nacen las planticas y permanecen otros 45 días, hasta
que están listas las “chapolas” para pasarlas al almácigo, que puede ser con
sombra artificial donde las eras se protegen con un cobertizo, o con sombra
natural intercalando las eras con arbustos principalmente de crotalaria que se
siembra 3 meses antes de sembrar las chapolas en sentido norte-sur, contrario a
la dirección que se ve mover el sol,
para que les dé sombra.
También
servía para la siembra el “Colino”, que retoñaba en los cafetales, del grano
que se caía de los arbustos.
Luego
viene el trasplante al lote donde se establece el cafetal que debe estarse
limpiando de malezas, charapiándolas o paliándolas a ras de tierra. Se hace
poda cuando sea necesario después de la
cosecha y recolección del grano en canastos de paja, generalmente hecha por
mujeres y niños, que el aparcero entrega al propietario en cereza, también llamado
“café en baba”, debidamente pesado.
Había
dos recolecciones, la cosecha principal en (septiembre y octubre) y en la mitad
la llamada “atraviesa” (en abril y mayo). Así es en Chinácota; en algunas
regiones (Bochalema y Durania) es al contrario.
Relaciones
comerciales
Además
del café producido en la hacienda también se compraba el producido en pequeñas
fincas vecinas. El propietario hacía por su cuenta el beneficio que consistía
primero en el descerezo para lo cual se utilizaba una maquina llamada
despulpadora.
Anteriormente
esta operación la hacían, según el tamaño de la finca, utilizando molinos de
piedra liza, movidos por mulas, por bueyes o por agua.
Con
el descerezo o desbabadora se le quita
la cereza, que trae dos granos, como se recolecta el fruto de la mata.
Para
que sea de buena calidad el café, separadas de la pulpa las semillas, se
colocan en tanques de concreto durante 12 o más horas para que se fermente,
luego es lavado en agua limpia, se escurre en escurrideros y finalmente se extiende en patios, al sol y al aire donde se revuelve constantemente
para lograr un secado uniforme.
Desde
1920 a 1930 se tecnificó el beneficio en el llamado “ingenio del café”, que
tenían las más importantes haciendas, como “Campo Alicia”, la de los más
grandes cafetales del departamento, en el Zulia, que era corregimiento de
Cúcuta, de Alberto Camilo Suárez Ontiveros, quien había llegado de Rubio; “La
Mutis” de Camilo Mutis Daza, sobrino de Camilo Daza tío abuelo del famoso
piloto, que había cedido a su futura esposa, Ramona Camargo, unos días antes de
casarse, la mitad de su hacienda “La Garita”, y había resuelto separar los
cultivos de café del resto que eran principalmente potreros, la más extensa de
la región, en el corregimiento de La
Garita , de El Rosario, que atravesaba los llanos de “Corozal” y “El llano de
Orozco” hasta la Siberia en Herrán; “La Selva”
de Josué Canal González, antes de Ramón González Valencia, quien la
fundó y “Orope” de doña María Lara de
Vargas, en Bochalema; “La Meseta”, de
Nepomuceno Fuentes, en Durania; “Cuellar” de Manuel Waldo Carrero Vivas
y “El Amparo” de Belisario Canal González en Chinácota.
En
las grandes haciendas, después del descerezo, se pasa el café por una zaranda para separarlo por tamaños, y
viene el secado en los patios si hace sol o en una “Guardiola” o “Secadora”
numero 1, 2 o 3, de calorífico multitubular de carbón mineral o leña.
Sigue
el pilado o trillado para quitarle la cáscara o pergamino. La trilladora era de
marca "Engelberg" y la noria de 2 toneladas, doble engranaje,
igualmente la pulidora para quitarle la película plateada que cubre cada
almendra, y la clasificadora que lo separa según el peso y el tamaño; en este
estado las almendras tienen un color
verde oliva y por último la “escogida” donde manos expertas, pacientes y
entrenadas, descartan las almendras inferiores que son los granos defectuosos y
la pasilla, trabajo que, generalmente, lo hacen mujeres en mesas de madera
corrientes y después mesas especiales.
Con
el café pilado se hacen “pilas” para mezclarlo y estandarizar su calidad. Más
tarde especialistas inspeccionan cada saco destinado a la exportación. El
resultado de todo este proceso permite a Colombia exportar el mejor café del
mundo.
El
inicio de la tecnificación
La
mayoría de estas máquinas eran importadas de Inglaterra de E.H.Bentall y Co. y
el técnico que las montó fue el alemán Don Thilo Friedrich Lendewig Harmas, de
la casa Van Dissel, Rode y Co. Sucs. quien había montado las de Rubio, y
comentaba que el ingenio más técnicamente montado había sido el de la Hacienda
Cuellar, porque se había hecho de acuerdo con las normas de los planos y
catálogo de la fábrica, y no al capricho del propietario de la hacienda como en
otros casos.
Algunas
de estas haciendas también tenían trapiches paneleros y tuvieron el proyecto de
una asociación entre vecinos de montar para toda esa región de Chinácota, en la
Hacienda Cuellar, un ingenio azucarero, similar al que Don Pedro Felipe Lara
Merchán tenía en su hacienda “Carrillo”
donde producía azúcar morena sin refinar.
Sacarían
el agua por una toma desde la quebrada Iscalá para regar la caña de azúcar en
las haciendas “Cuellar” de Manuel Waldo Carrero Vivas, quien ya había pedido
las cotizaciones de la maquinaria, a The Geo L.Squier MF.G. y Co. de New York, “El
Caney” de Miguel Angel García, “Palmares“ de Wenceslao Muñoz y “Cañafistolo” de
Manuel Villa Valero.
En
total eran 300 hectáreas, aproximadamente, de caña tipo (POJ) que era la
variedad que ya tenían sembrada, y que les serviría de semilla, mas la que se
comprara a otras fincas vecinas.
También
tenían algunas de estas haciendas otras actividades ganaderas, como vacas de
ordeño, o rebaños de cabras, donde a veces venía un venado, al que mataron unos
“valientes” cazadores de Cúcuta, ovejas, cerdos llamados en Colombia marranos y
en Venezuela cochinos, el corral de las gallinas, piscos, gansos, patos blancos
y pequineses. Cría de bestias mulares y caballares para lo cual requerían los respectivos establos,
corrales y pesebreras.
La
variedad frutera
Y un
huerto de frutas muy variado. Había el caso de una finca donde el propietario
cuando tenía una visita les preguntaba “qué fruta quieren comer, que si no la
hay, por lo menos les muestro el árbol”.
Las
frutas eran: naranjas chinas de la variedad valenciana, ombligona, hoy llamada
tangelo, y una que llamábamos boba, porque era muy dulce, simple y no tenía
nada de ácido: naranja, mandarina, lima, lima-naranja o fruta vedada como la
llaman en Venezuela, muy rica en ácido ascórbico, limonsón, limón, pomelo,
melón, cidra, toronja, toronja grape o grape fruit.
Chirimoyas,
guanábanas, mangos, lulo, tamarindo, nísperos, níspero japonés, ovo, ciruelas, pomarrosas
o caimitos, pitayos, mamones, curubos, guayabas, uvas, manzanas, peras, duraznos
camuesos, melocotones, granadas, granadillas, parchas (o como decían los niños,
la fruta de los mocos) parecida al maracuyá.
Fresas,
moras, higos, aguacates o curas, guamas
(que eran los árboles utilizados como sombra en los cafetales), cerezos, patillas,
lechosas o papayas, piñas, palmas de coco y corozos, etc…
Además
de “El Frutal” también había “El
platanal” con los bananos, o cambures, en todas las variedades, por orden de
tamaño: Quiniento, guineo, pecosito, manzano y bocadillo. Y los plátanos de
cocinar: Artón, dominico, mataburro, chocheco, guineo negro y guineo maduro;
junto con la yuca, constituían la base de la alimentación de los obreros.
Cómo
se vivía entonces
Además
de su casa en la ciudad o en el pueblo, los propietarios tenían su casa en la
hacienda, Estas casas tenían las comodidades de la época, iluminación con
lámparas “coleman” de keroseno y caperuza, inodoros de hoyo y por las noches se
utilizaba la bacinilla, el baño era cada 2 días y se usaba una totuma para echarse el agua.
Se
empleaba “jabón de la tierra” que es de color oscuro. Se fabricaba
artesanalmente en la misma hacienda. Para hacerlo se consigue ceniza vegetal,
se pone en un recipiente y se disuelve en agua, así se obtiene la “lejía”, se
cuela y se pone a calentar y se le va agregando manteca animal, se revuelve
hasta obtener la masa deseada, cuando se enfría se hacen las bolas de jabón y se empaca en hojas de plátano.
Estas
casas, inclusive las cocinas, que eran grandes estufas rudimentarias de leña y
hornillas de carbón, estaban separadas de las de los trabajadores que dormían
en camarotes de madera de tres pisos, en piezas aparte los hombres, las mujeres
y las parejas, que tenían que cuidarse de no hacer ruidos.
También
en la casa de los aparceros que los contrataban, se acostumbraba lo mismo:
hacían las necesidades en el monte y se bañaban semanalmente en las quebradas.
Los
propietarios, los aparceros y los trabajadores, se abastecían el mercado con
los productos de las haciendas, a excepción
del arroz que se traía de tierras calientes, el trigo de tierras frías y
la sal de mar que venía de Maracaibo y se molía en Cúcuta, ya que salía más
barata que la sal de Zipaquirá.
Otros
productos y mercancías eran los que se conseguían en el pueblo. Inclusive la carne
la traían de las haciendas más grandes, donde semanalmente mataban un novillo
para el abastecimiento de los trabajadores, especialmente en tiempos de cosecha
cuando se quintuplicaba el personal.
Para
los trabajadores del campo la carne era tan importante para su alimentación,
que en tiempos de crisis económica se ofrecían a trabajar solo por la ración de
carne, que no cambiaban ni por pescado bagre salado que venía en la época de
cuaresma de los grandes ríos en sacos de fique, ni por huevos.
Un
trabajo arduo, ejemplar y constante
Pero
el verdadero motor de las fincas era el trabajo arduo, sin resentimientos
sociales de los mayordomos, arrieros, mingos, aparceros o amediasqueros o
amedieros, obreros o peones, quienes de madrugada se levantaban a amolar sus
herramientas: palas, machetes, machetillas o peinillas, las mismas que usaba la
policía para dar planasos, cuchillas desde 6 hasta 12 pulgadas de largo, que se
empretinaban, y eventualmente servían como armas corto-punzantes.
Otras
herramientas eran los azadones, machetes de roza con cabo, charapos, machetes
de punta recortada para el corte de caña, barras y canaletes.
Del ingenio salía el café
beneficiado y listo para su venta; y en cantidades inferiores al 1%, una clase de café pilado que se llamaba
“caracolito”, porque era un sólo grano redondo, de cada pepa.
Se reservaba para los altos Jefes alemanes de las Compañías
compradoras, quienes decían que tenía más concentrada el rico aroma del café
colombiano. Una especie de café Gourmet.
Por contraste, para la Federación Colombiana de Cafeteros, hoy
hace parte de las 16 clases de granos defectuosos o café pasilla, que se
destina al consumo nacional. Producimos el mejor café del mundo y tomamos el
elaborado con los granos defectuosos o pasilla.
Recopilado por: Gastón Bermúdez
Vargas
Valiosa reseña histórica de la economía de Chinácota en los siglos anteriores. Hoy, tristemente, no producimos casi nada; fuimos invadidos por los cabañeros de la capital, y la mayoría de los campesinos vendieron muy baratas sus tierras y fueron desplazados al pueblo y ya no hay cama pa tanta gente, pues los servicios no pueden ser satisfechos para todos en un municipio de sexta categoría. El agua potable traida de la quebrada Iscalá a futuro parece ser la gran problemática ahora con el anuncio de la intervención de la vereda el Caney con hoteles y aeropuerto. La economía del turismo es manejada por empresarios de afuera y no deja mas que unos pocos subempleos esclavizantes a algunos jóvenes meseros. Aunque somos de nueva generación, realmente extrañamos mucho la vida de campo y pueblo de antaño, donde se vivía feliz con poco y sin la influencia de la clase pseudomafiosa que hoy ocupan nuestro territorio.
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