jueves, 8 de octubre de 2015

821.- CASA DE ESPIRITUALIDAD EL ALFARERO



Angely Castaño/Camila Rueda


 ‘El Alfarero’ inició trabajos como campamento infantil en el barrio Belén, al occidente de Cúcuta. Mil metros cuadrados quedaron a disposición de niños y jóvenes, cuatro veces al año.

La violencia sufrida en el lugar, clasificado en el estrato dos, fue el motivo principal para fundar la casa. Al principio, los llamados recibían orientación y proyección de vida.

“Las bandas criminales se peleaban a los jóvenes”, dijo Orlando Obregón Sabogal, fundador y director de la Casa de Espiritualidad, y les ofrecían dinero para pertenecer a esos grupos al margen de la ley.

“Nosotros les ofrecíamos arte, estudiar la biblia… Creo que ganamos”.

Al iniciar la obra, se reunía la comunidad para buscar maneras de tolerancia para con homosexuales y prostitutas que vivían en el barrio. Debían aceptarlos en cumplimiento del mandamiento de Jesús de amarse los unos a los otros.

El objetivo del lugar es formar niños y jóvenes en la fe cristiana, que contribuyan a la sociedad como voceros del Evangelio y promotores de los derechos humanos. De esta manera se evita que los chicos accedan a las tentaciones.

En el campamento aumentaron los participantes y surgió la necesidad de la construcción de la Casa de Espiritualidad ‘El Alfarero’.

En 2012, Obregón recibió la pensión del Ministerio de Trabajo y la invirtió en el inmueble.

La infraestructura tiene el oratorio ‘Oscar Arnulfo Romero’ (mártir de la Iglesia Latinoamericana), la biblioteca ‘Jaime Prieto Amaya’ (obispo de Cúcuta), el salón dedicado al papa Francisco, zonas verdes, área de actos y el cuarto con 20 camas en honor a los que contribuyeron al crecimiento de ‘El Alfarero’.

Álvaro Gómez, párroco de la iglesia Nuestra Señora de Belén, bendijo la casa en 2014.

El padre William Santamaría agradeció a Dios por permitirle contemplar la obra que empezó en el suelo y con carpas. Trajo a la memoria los días de campamento en los que enseñaba la Palabra de Dios y daba lecciones de liderazgo.

Hoy, los jóvenes se superan y cursan carreras profesionales, lo que lo enorgullece, porque se proyectan para servir a la comunidad.

Desde el 23 de marzo de 2015, la Casa de Espiritualidad ‘El Alfarero’ se constituyó como fundación ‘El Divino Alfarero’. Se formalizó el acta de constitución con los socios fundadores Orlando Obregón, Oscar Javier Calderón, Carlos Eduardo Escalante, William Ramón Santamaría, Jairo Cárdenas Vega, Javier Orlando Obregón Tinoco, Kelly Johana Benavides, Luis Alfredo Mogollón y Gloria Cecilia Obregón.

Calderón Barragán, representante de los jesuitas en Cúcuta, dijo que la fundación utiliza los valores en la formación de los jóvenes. La Red de Jesuitas tiene como objetivo impedir que niños y jóvenes se vinculen al conflicto armado.

Desde España, el sacerdote Elías López envió una carta de felicitación por los 10 años de servicio de la Casa a la comunidad. “Cómo darles las gracias por ser un espacio de puertas abiertas para la reconciliación y la paz… Gracias por acoger como el verdadero hijo  en su casa al Servicio Jesuita, refugiados y a la comunidad”.
Gloria Obregón, residente en Pereira, ha estado al tanto del avance de la fundación. “Esto era un terreno, no había nada, solo la voluntad de Orlando y de los colaboradores de ‘El Alfarero’. Al rescatar a los jóvenes que no tienen educación y formarlos, siento alegría de ver cristalizados nuestros esfuerzos”.

Monseñor Julio Cesar Vidal les pidió a los muchachos aprovechar “este lugar que ha sido inspirado por el Señor para conocerle, amarle y servirle”.

En la actualidad se hacen campamentos infantiles, prejuveniles y juveniles. Se espera que después de consolidada la fundación no cambie el objetivo, sino mejorar lo que se hace y ponerla al servicio de la cuidad.

Orlando Obregón, en la juventud, destacó como líder comunitario y sindicalista. Ocupó el ministerio de Trabajo  y la presidencia de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Pasó largos años en Bogotá.

En el 2005,  regresó al barrio Belén. Con apoyo del sacerdote William Santamaría convirtió en campamentos infantiles el lote en el que vivía. Vecinos ayudaron con mercados y la Iglesia se vinculó al proyecto.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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