Gerardo Raynaud
Esta fotografía
corresponde a una reunión de funcionarios y agentes de la Compañía Colombiana
de Seguros efectuada en octubre de 1962 en el restaurante Aire y Sol, ubicado
en la azotea del edificio Arminda para celebrar 88 años de la fundación de la
compañía. En ella recordamos de izquierda a derecha, agachados: Julio Morales
Mora, Antonio Gamboa Villamizar, Armando Bautista Torrealba, Celso Pérez
Marcucci y Rafael Vergel Luna. De pié: Nelson Obregón, Armida Durán Martínez,
Sixto Jaramillo Cabrales, María del Socorro Sinning, Luis Tristancho Ordóñez,
Luis Francisco Maldonado Moreno, Juan Gilberto Montes, Carlos A. León, Fernando
Carrasco Villamizar, Clemente Franco Galvis, gerente regional; Luis H. Montes y
Alfonso Martínez Badillo.
Antes de que la Compañía Colombiana de Seguros dejara de ser colombiana y
pasara a manos del grupo alemán Allianz, ejecutaba grandes inversiones en todas
las ciudades grandes, medianas y pequeñas del país, como una estrategia para
garantizar el cubrimiento de su patrimonio y como una manera de contribuir con
el desarrollo regional.
Esta centenaria empresa, que con el paso del tiempo se fortaleció,
garantizando a propios y extraños, sus bienes y sus vidas, tenía en Cúcuta uno
de sus principales mercados en el ramo de los seguros y de los demás servicios
financieros que prestaba, especialmente en el ramo de capitalización, uno de
los servicios que la compañía alemana eliminó de su portafolio, probablemente
porque no entendieron el negocio, pues en Europa éste no existe, por razones de
cultura y probablemente por razones fiscales.
Antes de cumplirse la primera mitad del siglo 20, la dirigencia empresarial
de Cúcuta, hizo circular entre los altos mandos de las grandes empresas del
país, una particular invitación para que se vincularan a la capital
nortesantandereana con inversiones significativas que reflejaran el grado de
confianza que tenían en ella y que contribuyeran como una retribución a la
ciudad, dentro de la cual desarrollaban su actividad con toda prosperidad y
beneplácito público.
Concretamente lo que pedía la Sociedad de Mejoras Públicas, por intermedio
de su presidente, el doctor Rodrigo Peñaranda Yáñez era que ‘dotaran de sendos
y hermosos edificios, con ocasión de cumplirse el aniversario 75 del terremoto
y resurgimiento de Cúcuta.
La sorpresa fue grande cuando la compañía de seguros le respondió a la
Sociedad de Mejoras, que entre sus planes no figuraba realizar ninguna
construcción, pero que lo haría cuando la oportunidad se presentara.
Tal respuesta causó un malestar mayúsculo entre la comunidad al punto que
se promovió un boicot contra la vieja y meritoria entidad aseguradora.
El hecho pasó al olvido al poco tiempo, sin embargo, un año más tarde, de
manera silenciosa, la empresa de seguros compró un inmueble algo deteriorado en
la avenida quinta entre calles doce y trece, media cuadra arriba del almacén de
Tito Abbo, con la intención de construir allí, un moderno edificio.
La noticia no fue difundida por la aseguradora sino que se supo como una
“chiva” que se filtró en la Notaría Primera de la ciudad, donde se firmó la
correspondiente escritura.
Al regarse la noticia, de boca en boca, como era tradicional entonces, la
Sociedad de Mejoras Públicas, le envió una comunicación, manifestándole su
complacencia por la decisión tomada, que aunque pasado el aniversario del
terremoto para el cual habían solicitado la obra, ésta sería un aporte
significativo para el progreso de la ciudad y la región.
La presidencia de la compañía le respondió a la Sociedad de Mejoras,
agradeciéndole su gesto y que la construcción del edificio se haría en un plazo
muy corto, de seis meses como máximo y que estaría dotado de todas las
modernidades que hasta ese momento se disponía.
La construcción del edificio estuvo a cargo de la empresa constructora
Ibáñez & Manner Limitada, quienes por esos años habían sido encargados de
la mayoría de las grandes edificaciones de la ciudad.
La planificación aprobada para el edificio era de un edificio de tres
plantas, en las cuales, la primera estará ocupada con los almacenes de
automotores, repuestos y los numerosos electrodomésticos que ofrecía el negocio
de los señores Larsen & Gavassa, empresarios de larga trayectoria y con
otras actividades empresariales en la ciudad de Bucaramanga.
La segunda planta se pondría a disposición de la compañía aseguradora, para
instalar sus oficinas y dependencias, así como las salas de atención a sus
clientes.
En el tercer piso se construirían unos apartamentos que serían ofrecidos en
alquiler y con los cuales se recibirían unos ingresos con los que la compañía
buscaba recuperar parte de la inversión.
La inauguración revistió especial solemnidad, como todos los actos que por
esos años se acostumbraba, con derroche de alegría y la presencia de
distinguidas damas y numerosos caballeros representantes del gobierno, la
banca, la prensa, el clero, el comercio y la industria.
El acto central, era la consabida bendición de las instalaciones, en esta
ocasión presidida por el Vicario de la diócesis, el presbítero Daniel Jordán
quien, por sus dotes y cualidades de elocuente orador, fue el encargado de
pronunciar las palabras de agradecimiento y congratulaciones a la Compañía
Colombiana de Seguros por “esta obra de progreso para la Capital del Norte de
Santander”, a los ingenieros constructores, por haber cumplido en el tiempo
estipulado y haber dado al servicio la imponente construcción y a cuantos, “en
una u otra forma se han vinculado a la espléndida realización.”
Al recibir el edificio, el Gerente General de la compañía, el doctor
Edmundo Beltrán, hizo un hermoso elogio de la ciudad y con esta obra demostró
la buena voluntad que siempre había animado a la Colombiana de Seguros para
corresponder dignamente a la amplia acogida que se le había dispensado en la
ciudad y en todo el departamento; terminó su alocución agradeciendo a la firma
constructora por el esmero que había puesto en la ejecución y por los buenos
resultados obtenidos.
La aseguradora aprovechó la oportunidad para condecorar a sus
representantes en Cúcuta, al doctor Gabriel Rojas Espinosa y de manera especial
a su gerente regional, don Sixto Jaramillo Cabrales.
La velada terminó con el coctel que fue ofrecido a los asistentes y el
respectivo bufet, al cabo del cual y para despedirse, fueron expresando a los
anfitriones su satisfacción y gratitud por la obra que le hace honor a la
ciudad.
Actualmente, el edificio continúa en pie, con las modificaciones que el
tiempo le impuso, pero tal vez, la más importante es la adecuación que se le
hizo a la última planta, que transformó los apartamentos en unas amplísimas
oficinas, en desuso hoy, dedicado exclusivamente a actividades comerciales y
profesionales.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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