Silvano Pabón Villamizar
El café es la bebida universal por excelencia, se consume en todos los
países del mundo. Como grano es una semilla que procede del arbusto del cafeto,
una rubiácea que crece en climas cálidos y cuyo cultivo y beneficio es
relativamente reciente.
Nos han dicho que el café se originó en Arabia, pero la verdadera patria
del café fue Etiopía, en África Oriental, en un territorio llamado «Kaffa», de
donde deriva su nombre. A la altura de la Edad Media los mercaderes africanos
llevaron esas semillas aromáticas a la península de Arabia, país donde se
inició su cultivo.
Luego, desde Arabia los peregrinos que iban a la Meca lo pasaron a Europa,
a través de Egipto y Turquía, en tiempos del Imperio Otomano.
En Colombia la historia reconoce a los Jesuitas como los primeros en
plantar cafetos, en la región del Orinoco, hacia 1732, dando crédito a la obra
del Padre Gumilla “El Orinico Ilustrado”.
El cultivo se expandió por fuerza hacia territorio venezolano y hacia
algunas regiones de Boyacá y Cundinamarca pero en forma muy incipiente.
Luego nos contaron que fue el Padre Francisco Romero, párroco de Salazar de
las Palmas en 1834, el artífice de esta gran empresa, pues conminó a sus
feligreses desde el confesionario, por vía de la penitencia, a la siembra de
cafetos, y según el número de fornicios o la gravedad de los pecados les iba
asignando la cantidad de matas de café que debían plantar para expiar sus
culpas.
La historia del Padre Romero parece ser cierta, la cuenta Manuel Ancízar en
su Peregrinación de Alpha, como cierta es también la réplica que de dicha
penitencia hicieron otros clérigos de la época.
Lo que no resultó cierto, más bien otra mentirota de la historia regional,
fue que haya sido Salazar de las Palmas la primera población en producir café
para el mercado en Colombia; pues las plantaciones de café en Salazar se
iniciaron en la década de 1830, en tanto que en las vegas y laderas de Villa
del Rosario ya se beneficiaba café desde finales del Siglo XVIII y principios
del XIX, registrando las primeras exportaciones del grano a partir de 1803.
En la última década del Siglo XVIII le llegó una plaga al cacao, una mancha
amarilla que dañaba los frutos, dando al traste con esta actividad empresarial.
Pero los cacaoteros de Villa del Rosario, San José de Cúcuta y el Táchira
encontraron la manera de sustituir sus cultivos de cacao en desgracia por un
nuevo producto, el café.
Así fue como una alianza estratégica realizada entre Don Pedro Chaveau,
empresario francés en Nuestra Señora del Rosario, y Don Gervasio Rubio,
empresario del Táchira, llevó a que implementaran en sus haciendas la
plantación de cafetos con miras al mercado mundial ya establecido.
En 1803, además de Don Pedro Chaveau, hacendados de Villa del Rosario como
Don Antonio Sánchez Osorio, Don Vicente de Medina y Don Andrés Entrena, entre
otros, producían café de excelente calidad para el mercado, lo mismo que Don
Vicente Bustamante y Don Nepomuseno Piedri en San José de Cúcuta, tal como lo
muestra el Protocolo Notarial de Cúcuta.
Siguiendo la ruta del café desde que los Jesuitas lo plantaron por primera
vez en los Llanos Orientales del Orinoco, su expansión vertiginosa por
Venezuela, su llegada al Táchira por San Cristóbal y la actual población de
Rubio a finales del Siglo XVII, así como su establecimiento en Villa del
Rosario y San José de Cúcuta, puede verse su lento pero seguro desplazamiento
por los ríos Pamplonita, Zulia y Peralonso, hasta su consolidación tres décadas
después en Salazar de las Palmas a partir del Padre Francisco Romero y sus
penitencias a los campesinos.
“En 1834 llegó a Salazar, en calidad de párroco, el presbítero Romero, y
con el ejemplo, las exhortaciones y penitencias impuestas en el confesonario,
logró que los vecinos plantaran árboles de café, que allí prosperan
admirablemente, viéndose de continuo las matas cargadas de flor, fruto verde y
cereza madura, de modo que jamás termina la cosecha”. Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha.
El mérito de la Plaza de Salazar, de la mano del Padre Romero, radica en
haberse convertido en un polo de desarrollo agrícola cafetero para la segunda mitad
del Siglo XIX y principios del XX, enviando cargamentos de café hacia Cúcuta
para ser exportados por la ruta de Maracaibo, consolidando así la nación
colombiana en el mercado mundial.
Todo al tiempo que lideraba la constitución de todo un territorio cafetero
en estos Andes Orientales del antiguo Gran Santander. Con su
extraordinario crecimiento generó la roturación de nuevas tierras, la formación
de nuevos asentamientos humanos, dando origen a pueblos como Gramalote,
Lourdes, Villa Sucre y Bucarasica, entre otros pueblos del café.
Casona construida en la Plaza de
Salazar de las Palmas para acopio de café y desarrollo del mercado local de
abastos para toda su región cafetera, consolidada a partir de mediados del
Siglo XIX. Hoy no hay una mata de café en Salazar y para preparar el tinto que
toman allí sus habitantes tienen que llevarlo de Cúcuta.
Esta historia de Villa del Rosario invita a pensar en las personas, en sus
actores, los empresarios cacaoteros y cafeteros de aquel tiempo como Don Pedro
Chaveau, Los Fortoul, Los Entrena, Los Villafrade, o los Omaña Rivadeneira,
quienes con tesón y férreo emprendimiento utilizaron una crisis (la peste del
cacao) como camino hacia el progreso con un nuevo renglón de la producción: el
café.
Era una época de trabajo legal y denodado, mérito y decencia en los
negocios, en virtud de lo cual consolidaron una élite honorable, realizando
obras de interés comunal como el sistema de riego, construido al estilo
románico, y el mismo Templo Parroquial, hoy ruinas de la Villa Histórica o
Villa Antigua.
El Templo Histórico de Villa del Rosario, construido por Don Pedro Chaveau
y sus vecinos entre 1798 y 1808, justo en los años en que el café sustituía al
cacao como soporte de la economía regional. En 1821 sirvió de sede del Congreso
de Cúcuta.
Definitivamente era otra época muy distinta. Nada que ver con ese comercio
perverso, ilegal e inmoral que hoy se hace por la frontera.
Ni contaba con un empresariado y una clase política que es capaz de
secuestrar las instituciones, el poder público y a la misma sociedad en función
de sus intereses personales y de sus estrechos colectivos.
Ahora la pregunta es: ¿A qué hora se perdió el respeto y fuimos
secuestrados por la indecencia?
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
Buenos días, me interesa mucho esta historia, como contacto la persona que escribió el articulo.
ResponderEliminarSe entiende que Salazar es la cuna del café en Colombia en lo que a comercio se refiere y a la consolidación de Colombia como país cafetero, obviamente muchas otras ciudades colombianas ya conocían el cultivo del café.
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