Jorge Eliécer Joya
Desde la violencia de los años cincuenta del siglo XX, Cúcuta viene
apoyando a Colombia recibiendo personas desplazadas de todos los rincones del
país que buscan refugio o desean mejorar sus condiciones con lo que era
el sueño venezolano.
Aprovechando las oportunidades que ofrecía nuestro vecino, millones de
colombianos atravesaron la frontera y trabajaron duro para lograr sus
propósitos. Venezuela es un país hecho por extranjeros y los colombianos
contribuyeron a su construcción y desarrollo.
Muchos, cuando tuvieron ahorros suficientes, retornaron a Colombia. Otros
están allá trabajando esperando a ver qué pasa o ya se consideran más
venezolanos que colombianos y ven difícil el retorno.
Un grueso de la población que llegó a Cúcuta vio una oportunidad en el
comercio estableciendo negocios legales, pero a la gran mayoría le pareció
mejor el contrabando.
Es gente que no requiere un capital considerable para ganarse su sustento.
Moralmente no ven en esta actividad un delito, al fin y al cabo las fronteras
son líneas imaginarias que hacen los hombres para organizar sus territorios.
Esta gran masa de gente que vive del contrabando de gasolina, de traer
productos venezolanos subsidiados, no se integra a la economía formal y no
contribuyen al desarrollo de la ciudad.
Generan cordones de barrios subnormales, no pagan impuestos y sí exigen una
cantidad de recursos del Estado para salud, educación, vías, vivienda, etc…
Es gente que viene de todo el país y que hemos tenido que acoger
forzosamente aliviándole el problema de pobreza a los demás municipios.
Es en ese sentido que Cúcuta ha apoyado a Colombia.
Por eso los municipios deben ayudarnos a que sus habitantes retornen a sus
lugares de origen y se hagan cargo de su problemática.
Es bueno aprovechar esta oportunidad para solucionar parte de nuestra
problemática generada en el interior del país.
Es indispensable que terminemos por fin las vías a Ocaña y Bucaramanga para
conectarnos efectivamente con el país. No es posible nuestro desarrollo sin
ellas y es absurdo que en cientos de años no las hayan terminado.
Es el momento de nacionalizar los vehículos venezolanos y que tributen en
Cúcuta, no se compadece con nuestra situación las presiones que se ejercen para
que tengamos una malla vial en buenas condiciones y quienes la usan no
paguen en algo su servicio.
Lo anterior debe ir unido a que nos envíen la gasolina que necesitamos, sin
trabas, porque el gobierno se ha apoyado en los contrabandistas para ahorrar
recursos y eso no es serio. Es la oportunidad de erradicar las ventas de
gasolina en pimpinas, que creo es única en el mundo.
Son seis mil personas que se deben reintegrar a otras actividades y que
ahora presionan por la laxitud del estado en controlarlos y dejarlos ocupar
primero tímidamente algunos sitios hasta invadir todos los rincones de la
ciudad.
En este tema los ciudadanos deben colaborar, es indispensable que la gente
entienda que no debe comprar esa gasolina y desvirtuar los mitos creados por
los pimpineros, que cree la mayoría, que la gasolina venezolana rinde más , que
es más barata, que es mejor. Falso.
Igualmente se debe erradicar las ventas de productos venezolanos, es una
ironía que mientras en Venezuela escasean los artículos en la parada y
Cenabastos los negocios rebosen de los mismos. Se puede.
¿Por qué la cerveza venezolana fue erradicada de las tiendas y
negocios? ¿Será por la presión de los dueños de la marca Águila y el impacto
directo sobre las rentas departamentales? Es una muestra de que si se puede.
Debemos incentivar el campo creando empresas agroindustriales que hagan
rentable el sector.
Aprovechar las ventajas tributarias y el régimen especial para constituir
zonas francas, desarrollando negocios que generen empleos y riqueza.
Solo así superaremos la crisis y continuaremos apoyando a Colombia.
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