Gerardo Raynaud
Los licores han sido los compañeros de la humanidad desde los albores de la
civilización, así algunos fanáticos no lo quieran reconocer. No hay cultura alguna, en toda la historia y
en todo el mundo, que no haya producido bebidas alcohólicas, usando los más
diversos procesos y materiales.
Por ésta y otras razones, algunas más higiénicas que otras, es que los
estados han apelado a su gravamen para obtener recursos que buscan
contrarrestar los efectos que estos mismos productos le generan a la salud de
sus súbditos.
En 1964 cuando existía, la Empresa Licorera del Norte de Santander, antes
de su liquidación, era uno de los símbolos emblemáticos del departamento.
En sus primeros años, la planta de la Licorera estuvo ubicada en la calle
once entre cero y primera, donde hoy opera la escuela anexa a la Normal de
María Auxiliadora. Desde mediados de siglo, había producido su conocido
Aguardiente Extra, orgullo de los nortesantandereanos, pero de igual manera, en
el pasado había fabricado, toda clase de derivados del alcohol, como perfumes,
lociones esencias, etc., que tuvieron buena acogida entre el público regional,
así como otra clase de licores, algo más internacionales, como rones, ginebras
y vodkas, productos que no tuvieran el suficiente atractivo entre los
consumidores y que fueron desapareciendo a medida que el tiempo avanzaba.
En el año en mención, bajo la gerencia del Capitán Ej. (r) Argemiro Cardona
Restrepo, paisa afincado por estas tierras y con la acertada dirección técnica
del ingeniero químico Luis Francisco Peña Moreno “Peñita”, para sus allegados y
para sus alumnos del Colegio Sagrado Corazón y de otros, donde dictaba la
asignatura de su especialidad y creador del Aguardiente Extra, tuvieron la idea
no sólo de acercar la provincia a los productos de la licorera, sino que
pretendían dar a conocer un destilado que tradicionalmente se venía produciendo
de manera artesanal e ilegal, pero que tenía mucha acogida en esa región y en
las poblaciones circunvecinas, al cual se la ha dado siempre el nombre de
“Chirrinche”, que no es otra cosa que un destilado rudimentario del guarapo de
caña, muy económico pero igualmente de alto riesgo para la salud de los
bebedores.
La empresa licorera acababa de culminar el año con grandes resultados.
Había obtenido utilidades del orden de los dos millones y medio de pesos y
presentaba a la Asamblea Departamental un presupuesto de algo más de diez
millones de pesos para la próxima vigencia y un ambicioso plan de nuevos productos,
que además del licor en honor de la provincia de Ocaña, incluía la fabricación
de un brandy francés, para lo cual ya se habían adelantado negociaciones con el
técnico licorero galo, monsieur Boutique, afamado destilador que por esos días
asesoraba a las licoreras de Boyacá y Cundinamarca.
Se esperaba la visita de monsieur Boutique a la ciudad para coordinar con
los profesionales de la institución la producción del nuevo brandy, producto
que luego de los ensayos no obtuvo el visto bueno para su comercialización y
fue desechado dándole prioridad, eso sí, al nuevo Aguardiente Barbatusca,
nombre que se había escogido por ser un ingrediente distintivo de la renombrada
provincia del occidente del departamento y que hace referencia a una flor
producida por el árbol de su mismo nombre, de coloración anaranjada que se
cosecha entre los meses de febrero y marzo y cuya recolección se aprovecha para
integrar al núcleo familiar en una actividad lúdica, mientras se van preparando
los distintos platos que la contienen.
Tanto el nombre, como el diseño de la etiqueta, fue el resultado de un
concurso propuesto por la Licorera, en el que participaron estudiantes y
profesionales de todo el departamento, quienes competían por el jugoso premio
de $1.500, que fue entregado en acto especialmente programado para la
entronización del Barbatusca, en el Teatro Guzmán Berti.
La feliz ganadora fue la señorita María Cristina Ovalle Quintero a quien
además, llevaron a todos los actos de lanzamiento de la bebida que se llevarían
a cabo en la hidalga Ocaña.
La fecha de lanzamiento se programó para el viernes 21 de noviembre de
1964, en la población de Ocaña; para tales efectos se dispuso el viaje de una
numerosa delegación, representantes de los más diversos estamentos de la
sociedad y se propuso una programación que sería recordada por mucho tiempo.
En las horas de la mañana viajaron a la ciudad de los Caro, en una avioneta
de Aerotaxi, especialmente dispuesta para tal fin, el gobernador Alfonso Lara
Hernández, todos los secretarios departamentales, acompañados por la señorita
Colombia de ese año Leonor Duplat Sanjuán, la señorita Cúcuta Stella Cañizares
Acero, la virreina nacional del Petróleo, Latiffe Safi, el señor contralor del
departamento, Francisco De Filippis y el alcalde de Cúcuta Luciano Jaramillo
Cabrales.
Otros invitados fueron los comandantes del ejército, coronel Arturo
Gallegos y la policía del Norte de Santander, mayor Francisco Naranjo Franco
–padre del general Oscar Naranjo ex director de la Policía Nacional y actual
negociador del proceso de paz-, quienes viajaron en compañía del gerente de la
Licorera y los diputados de la Asamblea, en vuelo aparte.
Por vía terrestre se desplazó el numeroso grupo de la Escuela de Teatro,
con su director Paco Barrero, quienes se encargaron de los actos de
presentación del licor, que se llevaría a cabo en unos escenarios dispuestos en
la plaza principal del municipio.
Para las horas de la tarde, la alcaldía de Ocaña había decretado el día
cívico y se habían adecuado, en la plaza principal, las tarimas donde se
entregaría al pueblo, las degustaciones luego de la terminación del acto de
lanzamiento, el cual culminaría con un baile popular que se prolongó hasta la
madrugada del día siguiente.
Con el nuevo producto se albergaba la esperanza que en toda la provincia y
en los municipios del sur del Cesar, fueran desplazados los alambiques
clandestinos.
El producto se lanzó solamente en presentación de 375 c.c. y para darle
mayor atractivo al licor, la estrategia tuvo dos ingredientes fundamentales, en
primer lugar, un precio al alcance de todos los bolsillos, competitivos con el
licor ilegal y segundo, un programa de festejos programado por el Empresa
Licorera en Ocaña y los pueblos de los alrededores, donde lo ofrecerían en
promoción.
La verdad es que el producto era bastante agradable al gusto, sin embargo,
con el tiempo fue perdiendo atractivo, hasta que desapareció totalmente del
mercado algunos años más tarde.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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