Jean Estupiñán
Rita Gómez González es muy conocida en Villa del
Rosario por su carisma y buen corazón.
Con sus mejillas coloradas por los fuertes rayos del
sol, su piel tensa por las horas que pasa trabajando en las calles y con un
corazón enorme y lleno de paciencia, bondad y labor social, Rita Gómez González
se convirtió en el personaje más importante para algunos de los colombianos
deportados y retornados de Venezuela durante la crisis humanitaria. La mujer
los alimentó durante 15 días.
Su buena obra hizo que el padre Alberto Linero, a
través de la corporación Minuto de Dios, le entregara una vivienda en un barrio
de Cúcuta.
La historia
Eran las 11 de la noche del jueves 21 de agosto de 2015.
En el barrio La Playita, en Villa del Rosario, no es común ver personas
rondando las calles a esa hora, debido a la inseguridad que hay en el sector.
Aún así, los primeros 10 hombres pasaron caminando
frente a la casa de doña Rita. Todos decían que venían de Venezuela por un
aviso que las autoridades de ese país les habían manifestado, mientras llegaban
decenas de colombianos que cruzaban el río Táchira.
La Guardia Nacional les dijo que salieran de las casas
para evitar ser capturados en un operativo que se realizaría, la mañana del
viernes.
Doña Rita escuchó la noticia muy atenta, mientras
varios de estos hombres buscaban donde pasar la noche.
En ese momento comenzaba su corazón a decirle que debía
ayudar a estas personas y fue ahí donde decidió brindar refugio para que
algunos de ellos pasaran la noche.
Sintió la algarabía
A las 6 de la mañana del viernes 22 de agosto, una
multitud de hombres se encontraba a orillas del río en La Parada (Colombia),
escuchando cómo, en el lado venezolano, a sus esposas e hijos los dejaban
sin hogar.
Las autoridades venezolanas comenzaban a sacar a las
familias colombianas y destruir sus viviendas una a una. “No me pude aguantar.
Salí de la casa al escuchar los gritos. La orilla del río estaba cerca de la
casa donde vivía. Desde ahí los hombres les gritaban a los guardias miles de
cosas porque estaban sacando a las familias como si fueran unos delincuentes”,
contó doña Rita.
Agregó que en ese momento, al ver los rostros de los
hombres y de las mujeres que llegaban desesperadas al lado colombiano, después
de cruzar el río, pidió a sus hijas un cucharón y una olla para preparar el
sancocho familiar.
“Mi situación no era la mejor en ese momento. Debía
luz, arriendo, no tenía mercado. Por eso con un poco de sal, una olla y un
cucharón, busqué cocinar algo para esas familias que estaban perdiéndolo todo”.
Corazón de servir
En este lugar se reunía doña Rita con los vecinos
del barrio para iniciar a cocinar durante el día. Siempre se levantaba muy
temprano para poder cumplir su cometido, alimentar a los colombianos.
Ese amor y sentimiento por lo que ocurría fue lo que
impulsó a doña Rita a alimentar a más de 200 personas en el lugar, mientras
centenares de ‘cambuches’ se levantaban a orilla del río Táchira y una larga
fila de personas retornadas se agolpaban para recibir el plato de comida que
amablemente les ofrecía, ella pensaba en no hacerlos pasar hambre.
“Comencé con nada.
No tenía ni para mi almuerzo, pero era servir a los demás. Sabía que ellos
estaban en una situación más difícil que la mía.
Pero no duró mucho.
Las personas cercanas se daban cuenta de lo que estaba pasando y comenzaron a
llegar donaciones de alimentos.
Desde ahí eran más
de 200 personas a las que atendíamos entre mis hijas, los vecinos y yo. Todos
por una misma causa. Servir sin esperar nada a cambio”, dijo doña Rita.
Desayuno, almuerzo y comida
Y así fue. Doña Rita le servía a decenas de personas
sin importar el no conocerlos. Diariamente, durante 15 días, despertaba a las 6
de la mañana. Se alistaba para iniciar su día de labor social y preparaba
desayuno, almuerzo y comida.
“Cuando empezaron a
llegar las donaciones preparábamos de todo. Siempre había qué comer. Nunca nos
falto el alimento. Gracias a Dios. Además, todo se hizo con el corazón. Sin
esperar nada a cambio”, manifestó.
Le regalaron una casa
La casa queda ubicada en el barrio Minutos de Dios,
en Cúcuta.
Doña Rita cuenta que luego de que pasaron los 15 días
en los que atendió a los colombianos deportados y retornados recibió una
llamada de una emisora nacional.
Allí le manifestaban que realizarían una maratón para
recoger dinero y pagar sus deudas. Luego, mientras estaba en línea, le pidieron
que esperara que “el padre Alberto Linero
necesitaba hablar conmigo”.
“Me saludó y me
dijo que me iban a regalar una casa. Que gracias a mi labor me la había ganado.
La emoción fue
inmensa. Apenas era el anuncio pero me sentía feliz. Eso es por hacer las cosas
sin esperar nada a cambio”, repitió con
orgullo doña Rita.
El padre Alberto
Linero y doña Rita, posan junto a sus dos hijos menores.
La casa fue entregada por el padre Alberto Linero.
La emoción y la dicha invaden a la familia Gómez
González, quienes vivían en arriendo en el barrio La Playita, en La Parada y
ahora, en Cúcuta, en su casa propia, en el barrio Minuto de Dios.
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