La Opinión (Entrevista)
Después de 41 años de servicio, 27
de ellos como gerente, se retira
El 8 de noviembre ha sido una fecha clave para Alberto Rangel Becerra. Ese
día, en 1988 fue encargado como gerente de Centrales Eléctricas y exactamente
el mismo día, 27 años después, se despide de la empresa a la que le dedicó casi
medio siglo de vida laboral.
El próximos lunes, Alberto Rangel cambiará, por primera vez, la rutina que
ha seguido en los últimos 41 años. En esas más de cuatro décadas, madrugó sin
falta para estar antes de las 7 de la mañana en Centrales Eléctricas, la
empresa a la que llegó como un economista sin experiencia y de la cual terminó
siendo gerente general los últimos 27 años.
Su llegada a la compañía en 1974 se
dio por un evento desafortunado: el avión en el que regresaban de la
electrificadora de Santander el economista y el contador, se estrelló en un
cerro cerca al río Zulia. Ambos fallecieron.
En ese momento, ese muchacho inexperto, oriundo de la Don Juana, recién
egresado de la Universidad Nacional y sin ninguna ‘palanca’, presentó su hoja
de vida al entonces gerente general, Alberto Estrada, quien por afinidad
regional –pues había vivido varios años en Bochalema–, convenció a la
junta directiva para que lo aceptara.
Su ‘estreno’ en el primer trabajo de su vida no fue fácil, pues con su
antecesor ya fallecido no tuvo quien le hiciera empalme. Pero eso, más
que una dificultad, él lo convirtió en una fortaleza: se puso a estudiar y a aprender todos los procedimientos; se metió en
cuanto comité pudo y a todo el que se le acercaba le aprendía el método para
hacer las cosas bien.
Así fue ganando espacio y se fue volviendo indispensable, hasta convertirse
en la persona de confianza de Estrada. Antes de llegar a ser gerente general,
pasó por la jefatura de Planeación y ocupó el cargo de subgerente
administrativo y financiero.
Catorce años después de su llegada, exactamente el 8 de noviembre de 1988,
llegó a ocupar el cargo más importante de la compañía. Y justamente, el 8 de
noviembre de 2015, se despide para siempre de esa empresa que logró convertir
en la más importante del departamento.
‘Pasión’ ha sido su palabra clave, según cuentan sus colaboradores más
cercanos. “Siempre nos ha dicho: hágalo con pasión y verá que le sale bien”,
cuenta Óscar Gutiérrez, su conductor de confianza desde hace 14 años.
La sencillez es la cualidad que
mejor lo define. “Nunca me he sentido como un subalterno. A los empleados siempre nos ha
dicho que más que un jefe, es un amigo”, confiesa Gutiérrez. Y así lo sienten
quienes lo han acompañado en este casi medio siglo de labores.
Su despedida ha generado todo tipo de manifestaciones de aprecio, gratitud
y admiración.
Ahora, desde la jubilación, se dedicará a compensar la gran deuda que tiene
con su familia y su hogar, del cual estuvo ausente por cuenta de su
consagración al trabajo.
¿Cómo logró llegar a gerente, por encima de personas que tenían cargos de mayor responsabilidad y más antigüedad en la empresa?
Cuando Alberto Estrada se iba a jubilar, ya había otros candidatos
recomendados. Pero el gerente no quería permitir que la entidad se politizara,
por eso me recomendó.
Él me mandó a donde Eustorgio Colmenares Baptista, muy cercano al entonces presidente
Virgilio Barco Vargas, para que me entrevistara. Ese día conocí a Eustorgio,
quien era partidario de que la empresa se siguiera manejando técnicamente.
Después de la entrevista cogió el teléfono delante mío y llamó al
presidente Barco para sugerirle mi nombre. Así empezó mi historia en esta
empresa.
A los dos años de estar en el cargo, Félix Salcedo Baldión me iba a sacar,
pero el gremio del comercio protestó y los trabajadores se opusieron.
En ese entonces el alcalde era Jairo Slebi y Amilkar Acosta era el
viceministro de Minas y Energía. Yo era muy cercano a su esposa. Ella lo alertó
de la maniobra que estaban haciendo para sacarme y él también se interpuso.
La segunda, vino por cuenta de ‘La Chava’ (Isabel) Celis, congresista
nortesantandereana, quien estaba pidiendo mi cargo a cambio de aprobarle una
ley al gobierno. Ya cuando estaban en la junta para tomar la decisión, el
ministro se interpuso y me mantuvo.
Y la última fue en el Gobierno de Uribe; a él lo llamaron a decirle que yo
me estaba oponiendo a la venta de la empresa y que había participado en una
manifestación a la cual nunca asistí. Entonces les dije que si me comprobaban
que yo estaba allí tenían mi renuncia. Como nunca pudieron probarlo, aquí me
quedé.
Lo que más recuerdo cuando la recibí la empresa, es que todas las noches
nos tocaba racionar la provincia de Ocaña y el sur del Cesar, porque la línea
que había entre Tibú, Convención y Ocaña estaba saturada.
Fuera de eso, cada dos meses la guerrilla volaba la línea y los dejaba sin
energía.
Lo primero que hice cuando llegué fue construirle una nueva línea a Ocaña
de 230 mil voltios. Así logré acabar con los racionamientos. Ese es uno de los
logros más importantes que he tenido, porque esa obra permitió, años después,
toda la electrificación rural que hemos hecho en El Catatumbo.
El momento más difícil de todos estos años, fue la época de Fenómeno de El Niño, que generó el racionamiento de energía, en la presidencia de Gaviria.
El momento más difícil de todos estos años, fue la época de Fenómeno de El Niño, que generó el racionamiento de energía, en la presidencia de Gaviria.
Nosotros teníamos excelentes relaciones con Venezuela y ellos me
suministraban energía, pero esa energía no se podía enviar para el interior del
país porque no se podían sincronizar los dos sistemas.
Toda esa energía se quedaba aquí y por eso Cúcuta solo tenía media hora de
racionamiento, mientras que en el resto del país eran 6 horas. Ese fue un
momento crítico y difícil.
Cuando yo llegué a la gerencia, construí la línea de interconexión entre
Cúcuta y San Cristóbal. Eso fue lo que me sirvió para traer energía y suplir el
déficit en el racionamiento.
Llevo el deporte en la sangre y me gusta apoyarlo. En la empresa hice parte
de las ligas de fútbol, de ciclismo, de patinaje y de básquet. Fui uno de
los promotores de los juegos eléctricos en el país.
Siempre he apoyado al Cúcuta Deportivo y acabo de entregar uniformes para
los deportistas que van a participar en los Juegos Nacionales, porque no tenían
plata para adquirirlos.
Ahora me voy a dedicar a perfeccionar el golf, pues me dicen que tengo el
mejor swing del club (risas)…
Soy muy sano, me encanta comer bien. De hecho, en estos 41 años solo me he
incapacitado dos veces: hace un año jugando fútbol con los directivos tuve una
ruptura del tendón de Aquiles y en otro partido en Durania tuve una lesión de
menisco.
Cuando voy por las oficinas, a los que están subidos de peso les digo que
se tienen que adelgazar. A los empleados les tengo gimnasio, bailoterapia, para
mí la salud ocupacional es muy importante y les doy facilidades para que se
cuiden, porque el estrés que manejan es muy alto.
A mis empleados les inculqué que
sean puntuales en mis reuniones o citas, o no se hacen... Esa disciplina la adquirí en
Francia, a donde me fui a especializar.
Con eso soy muy exigente. Siempre estoy acá antes de las 7 a.m., soy el
primero que llego y el último que sale. Los acostumbré a todos a respetar el
tiempo de los demás. Es una cultura que le dejo a la empresa.
Tengo una gran deuda con mi familia porque por tanto trabajo he estado muy
ausente. El tiempo ahora se lo voy a dedicar a los nietos, a mis hijos y a mi
esposa. Voy a hacer ejercicio todas las mañanas.
Dejo una empresa moderna, en la que logramos
consolidar el sistema eléctrico con la construcción de nuevas subestaciones en
Atalaya, La Ínsula, Boconó. Todas quedan totalmente automatizadas, antes
funcionaban con operadores las 24 horas del día.
Dejo una empresa con tecnología de punta, con sofisticados sistemas de
seguridad y con redes totalmente nuevas.
Y con proyectos sociales andando, que me llenan el corazón, como el de
electrificación rural, que nos ha permitido llevarle energía a campesinos que
antes tenían que recorrer hasta 10 kilómetros para poder cargar un celular.
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