viernes, 1 de abril de 2016

913.- LOS CONFLICTOS TRADICIONALES DE MITAD DE SIGLO



Gerardo Raynaud

Antes de la llegada de la nueva democracia al país, en los años previos a la mitad del siglo, la prensa y los periodistas en general, no perdían oportunidad de irse ‘lanza en ristre’ contra los funcionarios públicos, sobre todo cuando éstos estaban en la orilla opuesta de sus convicciones partidarias, aparentemente protegidos o amparados por ciertas libertades que adquirían por el estatus que le daba el ejercicio de la profesión.

En ocasiones, unos y otros se excedían en sus comentarios y opiniones y les generaba sendas contrariedades que por lo general, terminaban en las cortes o amigablemente cuando amistades mutuas intervenían para zanjar las diferencias desplegadas.

Eran frecuentes las demandas por calumnia e injuria entre funcionarios y periodistas, emplazamientos que quedaban en nada, parecido a ciertos casos de hoy en día.

En esta crónica vamos a detallar una situación acaecida por los años 44 del siglo 20, cuando se desató una agria polémica entre un ex secretario de gobierno recién retirado y el director de uno de los periódicos más leídos en la ciudad.

A raíz de la publicación de una carta en la que el ex funcionario hace unas imputaciones al director del diario, que por encargo venía ejerciendo, por la ausencia del director en propiedad, éste presentó demanda, ante el doctor Rueda, que era Juez Segundo del Circuito en lo penal, por calumnia e injuria pública.

Por entonces, también era usual que se apelara a las cuestiones personales para incluirlas como motivo de discrepancias, en especial cuando los argumentos se agotaban y se traían a colación eventos y situaciones del pasado, que aún con cierta relación, no concordaban con los sucesos de los que se trataban en esa ocasión.

Al parecer todo empezó por celos profesionales o envidias periodísticas, a raíz del préstamo en concesión que le hiciera el secretario de gobierno en mención, de unas máquinas de escribir, a un medio escrito, competencia del afectado y todo porque ambos, secretario y periodistas, eran de la misma filiación política, que le permitieran transcribir las noticias y comunicados que la gobernación emitía para que se informara a la opinión pública.

Como es apenas obvio, se pudo establecer que el medio demandante está en la orilla opuesta política y al sentir afectado sus intereses no tuvo más remedio que denunciar el hecho, motivo del rifi rafe que terminó por empapelar a los involucrados.

El exsecretario de gobierno, para defenderse de las acusaciones del periodista, lo acusó de persecución política, toda vez que cuando éste se desempeñaba como cajero de la Empresa de Teléfonos de Cúcuta, fue destituido en obedecimiento a una orden del Contralor, “por existir graves razones para ello”, según los argumentos presentados.

Pero ahora, el ex cajero o mejor el destituido cajero, que tenía un puesto que le permitía ‘vengarse’ de las acusaciones que antaño le hicieran y en publicación destacada en su propio medio, escribe “el ex secretario de gobierno, después de pretender justificar con admirable cinismo, el contubernio que se comprobó con documentos” quería ensuciar el nombre del periodista y así pues lo reta a que aporte los documentos que dice haber conocido y como abogado que es, compruebe lo que afirma y que además, diga si el ahora director del periódico, fue objeto de alguna investigación y si existe juicio alguno, por qué razón y ante cuál autoridad judicial.

Seguidamente, le propone responda muy honestamente, un cuestionario, como para saber quién tiene la razón sobre los argumentos que se vienen debatiendo y que han traspasado los límites de lo personal.

Algunas de la larga relación de preguntas fueron: ¿con qué derecho facilitaba máquinas de escribir de la Secretaría de Gobierno, con un simple recibo, a una empresa periodística que publicaba continuos reportajes del anterior gobierno? ¿Cuánto cobró o pretendió cobrar al tesoro público por concepto de un grave accidente automoviliario, ocurrido en la quebrada San Cayetano, en ‘juerga’ con damas de la vida alegre? ¿Encontraríamos o no, este comprobante de un verdadero asalto al tesoro público? ¿Qué ocurrió en la Beneficencia de Pamplona, que las autoridades correspondientes hallaron comprometido, en dicho ‘affaire’ al secretario de gobierno y cómo puede desmentir esta aseveración? ¿Puede publicar los decretos de cobro a sí mismo, por concepto de varios viajes a Bucaramanga y Bogotá, para saber si constituyen o no, verdaderos escándalos de filtración de los dineros del pueblo? ¿Recibió o no, una gruesa suma de dinero, en su carácter de fiscal del Juzgado Superior de Pamplona, de parte de una compañía interesada, para perjudicar penalmente a un sindicado? ¿En su carácter de Secretario de Gobierno, por qué destituyó al alcalde Romero, de Convención? ¿Está o no, el ex secretario de gobierno, enjuiciado en lo criminal, por haber encabezado una matanza, en uno de los pueblos del departamento y fue llamado o no a Bogotá para que respondiera en tal juicio criminal? ¿Qué puede decirnos el abogado ex secretario de gobierno, respecto de la historia de cuatrocientos pesos relacionados con una empresa de transportes de Pamplona?

Al término del extenso cuestionario, dice el periodista “… cuando nos compruebe que se pidió nuestra destitución de puesto alguno y publique los documentos con que nos amenaza y responda al anterior cuestionario, entonces confesaremos que hemos hallado al hombre de responsabilidad moral con quien hemos querido hacer polémica sobre honradez y sobre ética.”

Al día siguiente, visitó las oficinas del periódico, un distinguido abogado, Representante a la Cámara y miembro del Directorio Liberal del Departamento, una de las figuras más importantes de la política local, quien dijo intervenir espontáneamente en la solución de las querellas que se adelantaban entre el ex secretario de gobierno y el director del periódico, para lograr el mutuo desistimiento que debía ser presentado en los juzgados donde se habían interpuesto las respectivas acciones, de conformidad con los artículos 103 y 348 del Código Penal.

El abogado mostró al director del periódico, el pliego de desistimiento debidamente firmado por el ex secretario y presentado al alcalde de Pamplona, documento que fue aceptado sin reservas y que puso fin a las querellas y colorín colorado esta crónica se ha terminado.


Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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